Sol de Otoño

OUR SOULS AT NIGHT. Esta­dos Uni­dos, 2017. Un film de Ritesh Batra

Des­pués de haber fil­ma­do con­jun­ta­men­te en tres opor­tu­ni­da­des, Robert Red­ford y Jane Fon­da vuel­ven a hacer­lo por cuar­ta vez en Our Souls at Night, una tier­na come­dia román­ti­ca diri­gi­da por Ritesh Batra.

Robert Red­ford y Jane Fonda

El direc­tor se basó en la nove­la homó­ni­ma de Ken Haruf (2014) para rese­ñar la sin­gu­lar expe­rien­cia de dos viu­dos octo­ge­na­rios, Addie (Fon­da) y Louis (Robert Red­ford), domi­ci­lia­dos a esca­sos metros de dis­tan­cia en el subur­bio resi­den­cial de un peque­ño pue­blo ame­ri­cano; con ante­rio­ri­dad, ellos se habían cono­ci­do cir­cuns­tan­cial­men­te a tra­vés del salu­do civi­li­za­do de bue­na vecindad.

Habien­do vivi­do varios años sin com­pa­ñía, y cuan­do se podría supo­ner que a los 80 años poco cabe espe­rar de la vida en mate­ria sen­ti­men­tal, he aquí que acon­te­ce lo con­tra­rio gra­cias a la audaz ini­cia­ti­va de Addie. Así, en un ano­che­cer ella gol­pea en la puer­ta de su vecino sor­pren­dién­do­lo con una extra­ña invi­ta­ción al pre­gun­tar­le ¿Le inte­re­sa­ría dor­mir jun­tos?, acla­rán­do­le que no se tra­ta de unir­se sexual­men­te sino sola­men­te com­par­tir la noche para dejar atrás la sole­dad. Él, un hom­bre de pocas pala­bras, le pide que le dé tiem­po para pen­sar en la curio­sa pro­po­si­ción, don­de final­men­te habrá de acep­tar­la. Así, comien­za un víncu­lo entre estos dos seres con per­so­na­li­da­des cier­ta­men­te opues­tas pero que ter­mi­na­rán complementándose.

A tra­vés de las cenas com­par­ti­das y con­ver­sa­cio­nes noc­tur­nas, el espec­ta­dor va intro­du­cién­do­se en la inti­mi­dad de cada uno de ellos; así se sabe que Addie fue madre de una niña de 11 años que murió en un acci­den­te de auto­mó­vil, en tan­to que él le con­fe­sa­rá que 40 años atrás le fue infiel a su espo­sa al haber teni­do un affai­re amo­ro­so con una cole­ga profesora.

Batra quien en 2013 ofre­ció con The Lunch­box una huma­na come­dia sen­ti­men­tal, tran­si­ta por un terreno simi­lar con esta his­to­ria nos­tál­gi­ca y román­ti­ca don­de aso­ma un cáli­do sol de oto­ño de dos almas soli­ta­rias expe­ri­men­tan­do un amor ines­pe­ra­do. El film emo­cio­na en for­ma legí­ti­ma sin nece­si­dad de acu­dir a sen­ti­men­ta­lis­mos lacri­mó­ge­nos y se encuen­tra valo­ri­za­do por la muy bue­na inter­pre­ta­ción de Red­ford y Fon­da; estos dos gran­des acto­res vete­ra­nos, ade­más de la logra­da quí­mi­ca que man­tie­nen con­si­guen gene­rar cali­dez y huma­ni­dad en la carac­te­ri­za­ción de sus per­so­na­jes, dejan­do amplia­men­te com­pla­ci­do al públi­co que los con­tem­pla. Jor­ge Gutman

Recuer­dos de Infancia

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

ENFANT INSIG­NI­FIANT! Autor: Michel Trem­blay —  Direc­ción y Adap­ta­ción: Michel Poi­rier – Elen­co: Hen­ri Chas­sé, Gwen­do­li­ne Côté, Isa­be­lle Drain­vi­lle, Miche­lle Labon­té, Syl­vain Mar­cel, Danie­lle Proulx, Guy­lai­ne Trem­blay — Esce­no­gra­fía: Oli­vier Lan­dre­vi­lle — Ves­tua­rio: Méré­dith Caron — Ilu­mi­na­ción: Lucie Baz­zo – Músi­ca: Chris­tian Tho­mas. Dura­ción: 1h 50 m sin inter­va­lo. Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 3 de febre­ro de 2018 en el Théâ­tre Ducep­pe (www.duceppe.com)

Hen­ri Chas­sé y Guy­lai­ne Trem­blay ( Foto de Caro­li­ne Laberge)

Michel Trem­blay, el gran dra­ma­tur­go y escri­tor cana­dien­se reto­ma con­tac­to con la esce­na tea­tral a tra­vés de esta delei­to­sa come­dia basa­da en el libro Con­ver­sa­tions avec un enfant curieux publi­ca­do en 2016. Con todo, uno de los gran­des valo­res de esta pro­duc­ción tea­tral es la mag­ní­fi­ca adap­ta­ción rea­li­za­da por Michel Poi­rier quien igual­men­te ha sido res­pon­sa­ble de la satis­fac­to­ria pues­ta en esce­na. La labor de adap­ta­ción de Poi­rier ha sido impor­tan­te para que a tra­vés del len­gua­je tea­tral la obra guar­da­ra una tra­ma dra­má­ti­ca; para ello, con el per­mi­so del autor efec­tuó lige­ros cam­bios como así tam­bién agre­gó algu­nos diá­lo­gos a fin de lograr que la obra vigo­ro­sa­men­te impactara.

Trem­blay es un autor que en for­ma recu­rren­te pasa revis­ta a su infan­cia; aquí vuel­ve a efec­tuar­lo des­de los 6 has­ta los 12 años de edad a tra­vés de su memo­ria y como sue­le suce­der, esos recuer­dos de los pri­me­ros años que­dan fijos en la men­te duran­te toda la vida; así mucho de lo que él vivió en ese perío­do sir­vió para que lle­ga­ra a con­ver­tir­se en un excep­cio­nal crea­dor lite­ra­rio. La obra comien­za con el adul­to Michel (Hen­ri Chas­sé) quien sen­ta­do fren­te a su compu­tador escri­be una nove­la; de allí en más van ema­nan­do los per­so­na­jes con quie­nes man­tu­vo con­tac­to en las dife­ren­tes eta­pas de su niñez trans­cu­rri­das en Mon­treal. El des­pier­to chi­co es muy racio­nal a la vez que inqui­si­dor por saber a qué se deben las situa­cio­nes que va expe­ri­men­tan­do y es así que cuan­do inter­ac­túa con ter­ce­ros su eter­na pre­gun­ta se remi­te al “¿por qué?”.

Guy­lai­ne Trem­blay y Hen­ri Chas­sé (Foto de Caro­li­ne Laberge)

En esta pie­za estruc­tu­ra­da a tra­vés de suce­si­vas esce­nas don­de hay úni­ca­men­te dos per­so­na­jes con Michel en cada una de las mis­mas, la audien­cia con­tem­pla cómo fre­cuen­te­men­te el madu­ro niño va crean­do en el inter­lo­cu­tor de turno una situa­ción poco con­for­ta­ble al no saber cómo res­pon­der a sus pre­gun­tas. La acción trans­cu­rre en la déca­da del 50, don­de el chi­co asis­te a un cole­gio cató­li­co; a tra­vés de las ense­ñan­zas reli­gio­sas él no alcan­za a com­pren­der el con­cep­to de la Tri­ni­dad cuya creen­cia afir­ma que Dios es un ser úni­co que exis­te como tres per­so­nas dis­tin­tas en el Padre, el Hijo y el Espí­ri­tu San­to; tra­tan­do de inda­gar sobre el tema, le preo­cu­pa saber quién es el Espí­ri­tu San­to y deter­mi­nar si es de géne­ro mas­cu­lino o feme­nino; a tra­vés de esa situa­ción el avis­pa­do impú­ber prác­ti­ca­men­te ter­mi­na por irri­tar a su pro­fe­so­ra (Isa­be­lle Drain­vi­lle), a la Her­ma­na Supe­rio­ra que es la direc­to­ra del esta­ble­ci­mien­to (Miche­lle Labon­té), como igual­men­te a su madre Nana (Guy­lai­ne Trem­blay) y su padre Gabriel (Syl­vain Mar­cel). Esas esce­nas son extra­or­di­na­ria­men­te joco­sas don­de el inquie­to Michel no alcan­za a con­cep­tua­li­zar el dog­ma de la fe.

Más allá de la crí­ti­ca sub­ya­cen­te que Trem­blay efec­túa a la reli­gión, las dife­ren­tes secuen­cias, per­mi­ten que el públi­co ría y se emo­cio­ne con las situa­cio­nes que van emer­gien­do; entre las mis­mas se des­ta­ca las que el niño espe­cial­men­te man­tie­ne con su madre a quien ter­mi­na ago­tan­do su pacien­cia; es así que Michel ade­más de dis­cu­tir sobre la reli­gión, tam­bién lo hace con rela­ción a las flo­res roba­das en el Par­que Lafon­tai­ne, el tama­ño del niño Jesús en el pese­bre navi­de­ño, el malé­fi­co rey Hero­des, los secre­tos de Fáti­ma, o bien obser­van­do cómo ella se enter­ne­ce con las radio­no­ve­las o cómo admi­ra a Luci­lle Ball en la tele­vi­sión. Aun­que de menor alcan­ce son igual­men­te atra­yen­tes los inter­cam­bios man­te­ni­dos con su abue­la Vic­toi­re (Danie­lle Proulx) que aman­te del cine goza con las pelí­cu­las de Simo­ne Sig­no­ret, la con­ver­sa­ción con su padre sobre la com­pra del puen­te Jac­ques Car­tier, como así tam­bién la man­te­ni­da con su ami­gui­ta Ginet­te (Gwen­do­li­ne Côté).

Repi­tien­do los roles inter­pre­ta­dos en Enco­re une fois, si vous le per­met­tez, Chas­sé y Trem­blay ade­más de demos­trar la gran quí­mi­ca que exis­te entre ellos, vuel­ven nue­va­men­te a con­sa­grar­se como Michel y su madre Nana. Chas­sé debe man­te­ner­se en acción duran­te todo el trans­cur­so de la obra en tan­to que Trem­blay, como el per­so­na­je que más alter­na con Michel, se des­ta­ca ple­na­men­te por el ardor y fogo­si­dad que vuel­ca en la emble­má­ti­ca matriarca.

Como la acción que Trem­blay rela­ta la ubi­ca en Key West, lugar don­de resi­de des­de hace casi 30 años, la esce­no­gra­fía de Oli­vier Lan­dre­vi­lle apro­ve­cha ese hecho trans­for­man­do el esce­na­rio en uno de los mue­lles al bor­de del mar con un resul­ta­do sen­ci­lla­men­te esplendoroso.

En esen­cia Enfant Insig­ni­fiant! es una pie­za emo­ti­va don­de Michel Trem­blay home­na­jea a los seres que com­par­tie­ron los pri­me­ros años de su vida y sobre todo a su que­ri­da y ado­ra­da madre.

Una Exce­len­te Fantasía

THE SHA­PE OF WATER. Esta­dos Uni­dos, 2017. Un film de Gui­ller­mo del Toro

Gui­ller­mo del Toro, el indis­cu­ti­do maes­tro mexi­cano del cine fan­tás­ti­co, retor­na con una bri­llan­te y cau­ti­van­te fábu­la en don­de una vez más cau­ti­va con una his­to­ria román­ti­ca que bien podría ase­me­jar­se a la de La Bella y la Bes­tia. En tan­to que en prin­ci­pio resul­ta­ría difí­cil aso­ciar el agua con el amor, la ima­gi­na­ción del rea­li­za­dor per­mi­te que eso pue­da muy bien fusio­nar­se en esta tra­ma por él con­ce­bi­da en don­de ade­más par­ti­ci­pó en el guión jun­to con Vanes­sa Taylor.

Sally Haw­kins

La acción trans­cu­rre en Bal­ti­mo­re en 1962 en un labo­ra­to­rio de alta segu­ri­dad del gobierno y tie­ne como tras­fon­do la Gue­rra Fría. En ese lugar tra­ba­ja Eli­za (Sally Haw­kins) una chi­ca huér­fa­na muda y soli­ta­ria, quien se ocu­pa de la lim­pie­za jun­to con Zel­da (Octa­via Spen­cer, su cole­ga y ami­ga afro­ame­ri­ca­na; otra per­so­na con quien está vin­cu­la­da es su vecino Giles (Richard Jen­kins), un afa­ble anciano homo­se­xual, a quien ella visi­ta habi­tual­men­te antes de diri­gir­se a su empleo.

Un buen día, rea­li­zan­do su tra­ba­jo coti­diano ambas muje­res se encuen­tran sor­pren­di­das al des­cu­brir a un hom­bre anfi­bio (Doug Jones) que se encuen­tra en cau­ti­ve­rio sumer­gi­do en un tan­que de agua. Esa extra­ña cria­tu­ra mari­na está bajo la res­pon­sa­bi­li­dad de Richard Stric­kland (Michael Shan­non), un cruel y sádi­co agen­te de la inte­li­gen­cia mili­tar quien al some­ter­lo a diver­sos expe­ri­men­tos no cesa en tor­tu­rar­lo; en el mis­mo labo­ra­to­rio se encuen­tra un cien­tí­fi­co ruso (Michael Stuh­barg) que tie­ne la inten­ción de uti­li­zar al cau­ti­vo en la carre­ra espa­cial enta­bla­da entre Esta­dos Uni­dos y la Unión Soviética.

Quie­nes cono­cen la fil­mo­gra­fía de Del Toro saben muy bien la incli­na­ción que él sien­te por los mons­truos dotán­do­los de asom­bro­sa huma­ni­dad; eso es lo que nue­va­men­te acon­te­ce en este rela­to cuan­do la frá­gil Eli­za lle­ga a cono­cer a este hom­bre-pez de espí­ri­tu bon­da­do­so. Gra­dual­men­te y a escon­di­das de extra­ños va gene­rán­do­se una comu­ni­ca­ción entre ambos a tra­vés del len­gua­je de las señas ya que nin­guno de los dos pue­de hablar, has­ta que ese con­tac­to afec­ti­vo cede lugar a un víncu­lo sen­ti­men­tal de inne­ga­ble poe­sía; sin embar­go esa rela­ción impreg­na­da de subli­me pure­za se encon­tra­rá obs­ta­cu­li­za­da por las inten­cio­nes de Stric­kland de que­rer ani­qui­lar al acuá­ti­co per­so­na­je. No con­vie­ne agre­gar más sobre cómo segui­rá desa­rro­llán­do­se esta fan­tás­ti­ca rela­ción, sal­vo anti­ci­par que el direc­tor logra que el públi­co empa­ti­ce ple­na­men­te con estos dos ena­mo­ra­dos al pun­to tal de olvi­dar que uno de ellos es un extra­ño ser.

Esta her­mo­sa fan­ta­sía admi­te varias lec­tu­ras; así, el con­tex­to polí­ti­co en que trans­cu­rre el film guar­da algu­nas simi­li­tu­des con el pano­ra­ma actual si se tie­ne en cuen­ta que la ten­sión polí­ti­ca de los pri­me­ros años de la déca­da del 60 entre las dos poten­cias mun­dia­les, no difie­re mucho de lo que el mun­do pre­sen­cia hoy día, aun­que con carac­te­rís­ti­cas dife­ren­tes. Ade­más, a tra­vés del rela­to Del Toro no duda en lan­zar sus dar­dos crí­ti­cos a la into­le­ran­cia exis­ten­te ya sea por pre­jui­cios racia­les, sen­ti­mien­tos homo­fó­bi­cos y/o a las per­so­nas mar­gi­na­li­za­das de la socie­dad por ser con­si­de­ra­das “dife­ren­tes”; es así que el rea­li­za­dor los con­tras­ta con los ver­da­de­ros mons­truos des­hu­ma­ni­za­dos que sue­len gober­nar en cier­tas regio­nes de nues­tro pla­ne­ta y que en este rela­to se encuen­tra repre­sen­ta­do por la figu­ra de Strickland.

Con una remar­ca­ble pues­ta escé­ni­ca, esplen­do­ro­sos efec­tos visua­les, una exce­len­te ban­da sono­ra de Ale­xan­dre Des­plat y un impe­ca­ble elen­co enca­be­za­do por Sally Haw­kins ‑en el mejor papel de su carre­ra- el públi­co que­da fas­ci­na­do con­tem­plan­do este bello cuen­to de hadas. Jor­ge Gutman

Una Entre­te­ni­da Guerra

STAR WARS: THE LAST JEDI. Esta­dos Uni­dos, 2017. Un film escri­to y diri­gi­do por Rian Johnson

Así como hace dos años se creó una enor­me expec­ta­ti­va por el sép­ti­mo capí­tu­lo de Star Wars, esta vez Star Wars: The Last Jedi la ha supe­ra­do al haber­se con­ver­ti­do en el film más espe­ra­do de 2017. A pesar de que el per­so­na­je de Harri­son Ford ya no exis­te, no hay duda algu­na que el pre­sen­te capí­tu­lo obten­drá un gran éxi­to de boletería.

Daisy Rid­ley y Mark Hamill

El film comien­za don­de el pre­ce­den­te fina­li­za man­te­nién­do­se en cons­tan­te enfren­ta­mien­to las fuer­zas opo­si­to­ras de la gala­xia. La Gene­ral Leia Orga­na (Carrie Fisher) lide­ran­do a la Resis­ten­cia, nece­si­ta deses­pe­ra­da­men­te de la ayu­da de su ausen­te her­mano Jedi Luke Sky­wal­ker (Mark Hamill) para com­ba­tir al malé­fi­co opre­sor del Pri­mer Orden. En las pri­me­ras esce­nas la aspi­ran­te Jedi Rey (Daisy Rid­ley) logra ubi­car al des­apa­re­ci­do Luke quien se ha exi­lia­do en una isla de un remo­to pla­ne­ta; ella tra­ta de con­ven­cer­lo para que retor­ne a la Resis­ten­cia a fin de com­ba­tir al enemi­go opre­sor; ese encuen­tro ser­vi­rá para que se sepa las razo­nes que moti­va­ron su auto­exi­lio. Simul­tá­nea­men­te se ve a Kylo Ren (Adam Dri­ver) quien depen­dien­do de Sno­ke (Andy Ser­kis), el líder supre­mo del Pri­mer Orden, tra­ta­rá de arra­sar y aplas­tar defi­ni­ti­va­men­te a la Resistencia.

Una vez más esta saga con­ti­núa enfren­tan­do las fuer­zas del bien y del mal en una aven­tu­ra a la que el rea­li­za­dor Rian John­son brin­da un ade­cua­do entre­te­ni­mien­to sal­pi­ca­do con momen­tos de humor que cier­ta­men­te delei­ta­rán a los innu­me­ra­bles fie­les de esta fran­qui­cia. El guión del rea­li­za­dor intro­du­ce al rela­to algu­nas sor­pre­sas que no se habrán de deve­lar aun­que tam­bién inclu­ye digre­sio­nes con inci­den­tes intras­cen­den­tes que en par­te tien­den a ami­no­rar su ritmo.

A nivel inter­pre­ta­ti­vo se des­ta­can favo­ra­ble­men­te Hamill, Rid­ley, Dri­ver y espe­cial­men­te Oscar Isaac como Poe Dame­ron, un ague­rri­do pilo­to capaz de asu­mir ries­gos extre­mos con tal de defen­der a la Resis­ten­cia. Otros acto­res ya cono­ci­dos como John Boye­ga y Lupi­ta Nyong actúan deco­ro­sa­men­te y entre los nue­vos ros­tros aso­man los de Lau­ra Dern y Beni­cio del Toro quie­nes en pape­les meno­res se aco­mo­dan a lo que el rela­to les deman­da. Cier­ta­men­te el áni­mo del espec­ta­dor se entris­te­ce con­tem­plan­do a la que­ri­da y popu­lar Carrie Fisher en su logra­do tra­ba­jo pós­tu­mo de la Prin­ce­sa Leia; en tal sen­ti­do, cabe men­cio­nar una esce­na muy emo­ti­va que ella com­par­te con Luke.

Como espec­tácu­lo, el film no se que­da cor­to al ofre­cer algu­nas secuen­cias de acción mag­ní­fi­ca­men­te logra­das a tra­vés de bata­llas espa­cia­les gran­di­lo­cuen­tes. La bue­na foto­gra­fía de Ste­ve Yed­lin y los dise­ños de pro­duc­ción de Rick Hein­richs enri­que­cen visual­men­te a esta pro­duc­ción, como así tam­bién la estu­pen­da ban­da de soni­do de John Williams.

La con­clu­sión de este seg­men­to deja abier­ta la puer­ta para el pró­xi­mo capí­tu­lo. Así intri­ga saber, entre otros aspec­tos, cómo será resuel­ta la tele­pá­ti­ca cone­xión físi­ca y emo­cio­nal de Rey y Kilo Ren; para satis­fa­cer la curio­si­dad no exis­te otra opción que la de espe­rar has­ta 2019 cuan­do se dé a cono­cer el noveno epi­so­dio de esta céle­bre serie.
Jor­ge Gutman

Lumi­no­sa Actua­ción de Kate Winslet

WON­DER WHEEL. Esta­dos Uni­dos, 2017. Un film escri­to y diri­gi­do por Woody Allen

Tal como lo abor­da­ra en Blue Jas­mi­ne (2013), en su cua­dra­gé­si­mo octa­vo opus como rea­li­za­dor Woody Allen vuel­ve a aus­cul­tar el uni­ver­so feme­nino en un rela­to de fon­do som­brío don­de se asis­te al pro­ce­so de desin­te­gra­ción emo­cio­nal de su pro­ta­go­nis­ta. Así como en aquel film Allen per­mi­tió que Cate Blan­chett des­ple­ga­ra su gran talen­to, en Won­der Wheel le brin­da esa opor­tu­ni­dad a Kate Wins­let para con­fir­mar su exce­len­te con­di­ción de actriz.

Jus­tin Tim­ber­la­ke y Kate Winslet

La acción se desa­rro­lla en la pla­ya de Coney Island de Brooklyn duran­te la déca­da del 50. Mic­key (Jus­tin Tim­ber­la­ke), que tra­ba­ja como sal­va­vi­das duran­te la épo­ca esti­val y es un gra­dua­do de la Uni­ver­si­dad de Nue­va York aspi­ran­te a dra­ma­tur­go, narra esta his­to­ria de la cual ha sido en gran par­te testigo.

Wins­let ani­ma a Ginny, una ex actriz que apro­xi­mán­do­se a los 40 años está casa­da en segun­das nup­cias con Hum­pty (Jim Belushi) y es madre de Richie (Jack Gore), un niño de su pri­mer matri­mo­nio. Resi­dien­do en una humil­de vivien­da ubi­ca­da fren­te al par­que de atrac­cio­nes de Coney Island, su vida está sem­bra­da de frus­tra­cio­nes que la tor­nan emo­cio­nal­men­te volá­til e ines­ta­ble pro­du­cién­do­le fre­cuen­tes migrañas.

Varias razo­nes con­cu­rren para jus­ti­fi­car su males­tar. Una de ellas es que en su actual rela­ción con­yu­gal no encuen­tra satis­fac­ción algu­na de su mari­do, que si bien la quie­re a su mane­ra es su per­fec­ta antí­te­sis; este hom­bre que tra­ba­ja como ope­ra­rio del carru­sel que fun­cio­na en el par­que care­ce de los mis­mos gus­tos de su espo­sa y de sus inquie­tu­des inte­lec­tua­les; eso moti­va a que Ginny no com­par­ta su afi­ción a la pes­ca ni él tam­po­co coin­ci­de con ella en su pasión por el cine. A todo ello, esta mujer se encuen­tra poco gra­ti­fi­ca­da tra­ba­jan­do como mese­ra en un bar local sin que pue­da vis­lum­brar un por­ve­nir más ven­tu­ro­so; final­men­te, las con­se­cuen­cias del com­por­ta­mien­to de su hijo piró­mano con­tri­bu­yen a crear­le serios disgustos.

La situa­ción se com­pli­ca aún más con la lle­ga­da de Caro­li­na (Juno Tem­ple), la hija que Hum­pty había teni­do de su matri­mo­nio ante­rior, quien irrum­pe en el hogar des­pués de varios años de ausen­cia; la joven bus­ca refu­gio en la casa de su padre al estar huyen­do de su mafio­so mari­do por haber reve­la­do sus acti­vi­da­des delic­ti­vas al FBI y eso inquie­ta seria­men­te a Ginny.

Un háli­to de espe­ran­za tien­de a modi­fi­car el áni­mo de la mese­ra cuan­do acci­den­tal­men­te cono­ce en la pla­ya al apues­to Mic­key. A pesar de ser sus­tan­cial­men­te menor que ella, comien­za un apa­sio­na­do víncu­lo amo­ro­so don­de Ginny encuen­tra la ter­nu­ra y la satis­fac­ción sexual que no goza­ba des­de hace lar­go tiem­po. Sin embar­go su feli­ci­dad comen­za­rá a esfu­mar­se a par­tir del momen­to en que Caro­li­na lle­ga a cono­cer a Mic­key y él comien­za a gus­tar de la joven.

Deli­nean­do muy bien a cada uno de los per­so­na­jes invo­lu­cra­dos en la trama,
Allen per­mi­te que el espec­ta­dor se sumer­ja por com­ple­to en los mis­mos y espe­cial­men­te en Ginny. Lo más impor­tan­te es que el rea­li­za­dor no es indul­gen­te con ella sino que en cier­ta mane­ra la hace res­pon­sa­ble de sus actos cuan­do a pesar de haber teni­do una muy bue­na rela­ción matri­mo­nial con su pri­mer espo­so, éste la deja al haber des­cu­bier­to que le era infiel. En tal sen­ti­do el cineas­ta se remi­te a ilus­trar las con­tra­dic­cio­nes del ser humano don­de la lógi­ca del razo­na­mien­to no pre­va­le­ce cuan­do entran a jugar las razo­nes del corazón.

Sin ser uno de sus gran­des fil­mes, Allen ofre­ce un muy buen melo­dra­ma que se impo­ne por la vita­li­dad, expre­si­vi­dad y la vera­ci­dad que impri­me al rela­to. Wins­let, que cons­ti­tu­ye el alma del film, trans­mi­te con elo­cuen­cia la cri­sis espi­ri­tual de su per­so­na­je fren­te a la dura reali­dad que le toca afron­tar; así, car­co­mi­da por los celos no duda en recu­rrir a cual­quier medio para tra­tar de rever­tir los acon­te­ci­mien­tos aun­que eso la con­duz­ca a su auto­des­truc­ción. Con un final abier­to sin ofre­cer algún dejo de espe­ran­za opti­mis­ta, éste qui­zás sea el úni­co film de Allen don­de no pre­va­le­ce la míni­ma nota de humor; en todo caso, eso no lle­ga a des­me­re­cer sus méritos.

En los apor­tes téc­ni­cos se dis­tin­gue la exce­len­te foto­gra­fía de Vit­to­rio Sto­ra­ro así como los logra­dos dise­ños de pro­duc­ción de San­to Loquas­to repro­du­cien­do nos­tál­gi­ca­men­te al Coney Island de la épo­ca en que trans­cu­rre la acción. Jor­ge Gutman