Des­lu­ci­da Comedia

BON­NE POM­ME. Fran­cia, 2017. Un film de Flo­ren­ce Quentin

Hay algu­nas notas des­ta­ca­bles en esta come­dia. En pri­mer lugar la pre­sen­cia de dos leyen­das del cine fran­cés como lo son Gérard Depar­dieu y Cathe­ri­ne Deneu­ve que por déci­ma vez vuel­ven a actuar con­jun­ta­men­te. En segun­do tér­mino es que el mag­ne­tis­mo de ambos acto­res no pue­de en este caso sal­var la media­nía de Bon­ne Pom­me.

Cathe­ri­ne Deneu­ve y Gérard Depardieu

Más acep­ta­ble como un tele­film de menor cate­go­ría, la his­to­ria se cen­tra en torno de Gérard (Depar­dieu), un mecá­ni­co bona­chón ‑tal sería la tra­duc­ción en espa­ñol del tér­mino “bon­ne pon­me”- que deci­de dejar el taller mecá­ni­co de la fami­lia de su adúl­te­ra espo­sa para tras­la­dar­se a un peque­ño pue­blo con el pro­pó­si­to de adqui­rir su pro­pio gara­ge y comen­zar una nue­va vida. Espe­ran­do efec­tuar las ope­ra­cio­nes de com­pra con Rico (Gré­goi­re Ludig), el actual pro­pie­ta­rio del taller que tie­ne en vis­ta, Gérard se alo­ja mien­tras tan­to en una peque­ña posa­da pró­xi­ma al lugar que es mane­ja­da por Bar­ba­ra (Deneu­ve), una due­ña poco res­pon­sa­ble en la aten­ción de sus clientes.

El guión de la rea­li­za­do­ra escri­to con Ale­xis Quen­tin inten­ta ofre­cer una come­dia román­ti­ca a tra­vés de la rela­ción de sim­pa­tía que se esta­ble­ce entre el afa­ble Gérard y la caó­ti­ca Bar­ba­ra; sin embar­go, las situa­cio­nes com­ple­ta­men­te anto­ja­di­zas y sin mayor sen­ti­do que se pre­sen­cian moti­van que el roman­ce en ges­ta­ción carez­ca de alien­to ni que tam­po­co la come­dia pre­sen­te situa­cio­nes risue­ñas como para ame­ni­zar su mono­to­nía. A todo ello y para exten­der la dura­ción del film, el direc­tor intro­du­ce una serie de sub­tra­mas que de nin­gún modo son tras­ce­den­tes; así la pre­sen­cia de un alcal­de (Gui­llau­me de Ton­que­dec) que ofre­ce cla­ses de inglés o bien la inter­ven­ción de la ex sue­gra de Gérard (Chan­tal Lade­sou) no des­pier­tan mayor inte­rés ni gene­ran intri­ga alguna.

En suma, Quen­tin no ha sabi­do apro­ve­char los inne­ga­bles talen­tos de Depar­dieu y Denue­ve ni tam­po­co los del res­to del elen­co que par­ti­ci­pó en este intras­cen­den­te pro­yec­to. Jor­ge Gutman