THE QUEEN OF VERSAILLES. Estados Unidos, 2012. Un film de Lauren Greenfield
La documentalista Lauren Greenfield aborda el caso del multimillonario hombre de negocios David Siegel y su familia cuya forma de vida extravagante se derrumba cuando la crisis financiera de 2008 sacude al mundo.
Greenfield, quien tuvo acceso al hogar e intimidad de la mencionada familia, comienza su narración en 2007 cuando todo se desarrollaba maravillosamente dando la sensación de contemplar un relato de las Mil y una Noches. Siegel, fundador de la compañía privada de tiempo compartido más grande del mundo, no tiene de qué quejarse como dueño de un imperio económico que marcha magníficamente bien y que le permite disponer de una inmensa y lujosa casa donde vive con su esposa Jackie, poco más de 30 años menor que él, sus 7 chicos, una sobrina de su mujer y una considerable cantidad de animales domésticos; además, la familia es asistida por un personal de servicio de 20 empleados.
En 2003 Siegel había comenzado en 2003 la construcción de un nuevo hogar que por sus dimensiones estaría destinado a ser el más grande de todos los existentes en Estados Unidos. El proyecto del futuro palacio que trataba de reproducir parcialmente al de Versalles en Francia, abarca una superficie de casi 8500 metros cuadrados comprendiendo 30 habitaciones, 10 cocinas, una pista de bowling, dos canchas de tenis, 10 estacionamientos de coches, un salón de baile para 500 personas, etc.
Todo cambia repentinamente cuando se produce la crisis bursátil y Siegel se encuentra fuertemente endeudado como consecuencia de los préstamos de los bancos que le facilitaron dinero barato para comprar nuevas unidades de tiempo compartido en Las Vegas. A partir de allí él se ve forzado a cambiar su acostumbrado tren de vida donde comienza por poner en venta el palacio a medio construir; sin embargo, con un precio fijado en 75 millones de dólares nadie se interesa por adquirirlo. Otras decisiones adoptadas para reducir su presupuesto incluyen el despido de casi todo el personal doméstico salvo una niñera que sigue en el hogar, acostumbrarse a viajar en vuelos comerciales en lugar de hacerlo en aviones privados, alquilar coches en lugar de utilizar sus limusinas, etc. En todo caso, con todas esas economías los Siegel siguen viviendo a un nivel muy superior al del de sus compatriotas.
Aunque al momento de haber concluido la filmación del documental la situación de tensión para este magnate caído en desgracia seguía perdurando, tratando de evitar que los bancos rematen gran parte de sus activos, es muy difícil que se pueda conmiserar con la suerte de los protagonistas de esta historia real. Aquí no se trata del golpe económico sufrido por el americano corriente que de la noche a la mañana pierde su empleo y su casa hipotecada con el sueño americano hecho trizas, sino de una familia cuyo fastuoso y casi obsceno estilo de vida produce un inconsciente rechazo por parte del espectador. De todos modos, tal como aparecen retratados por la realizadora, los integrantes de esta familia de ningún modo resultan altaneros, arrogantes o antipáticos sino que traslucen humanidad cuando, por ejemplo, Jackie dona parte de sus bienes usados.
Cinematográficamente, la directora ha logrado que su documento tenga buen ritmo y brinde bastante buen humor debido a las observaciones que capta de situaciones originadas en gran parte por la personalidad de Jackie; así resulta gracioso la escena en que al arrendar un coche ella le pide al empleado que la atiende que le dé el nombre del chófer que habrá de conducirla, ignorando que el alquiler de un vehículo no incluye chofer.
Conclusión: Un buen documental ilustrando como los efectos de la crisis financiera afectó a los multimillonarios. Jorge Gutman