Un Cau­ti­van­te Thriller

HEADHUN­TERS. Norue­ga-Ale­ma­nia, 2011. Un film de Mor­ten Tyl­dum. Elen­co: Aksel Hen­nie, Niko­laj Cos­ter-Wal­dau, Syn­no­ve Macody Lund 

UN CAUTVANTE THRILLER

Con un exce­len­te guión de Lars Bud­mes­tad y Ulf Ryberg basa­do en la nove­la de Jo Nes­bo, el film norue­go Headhun­ters del direc­tor Mor­ten Tyl­dum es un apa­sio­nan­te thri­ller que man­tie­ne en vilo al espec­ta­dor a lo lar­go de todo su metraje. 

Roger Brown (Aksel Hen­nie, en la foto) es un efi­cien­te reclu­ta­dor de talen­tos de una impor­tan­te cor­po­ra­ción de Norue­ga. Con un sun­tuo­so esti­lo de vida que lo man­tie­ne exce­si­va­men­te adeu­da­do man­tie­ne a su dis­tin­gui­da espo­sa Dia­na (Syn­no­ve Macody Lund), ade­más de tener una aman­te (Julie Olgaard). Para sol­ven­tar sus nece­si­da­des finan­cie­ras rea­li­za una acti­vi­dad para­le­la con­sis­ten­te en el robo de pie­zas de arte jun­to a su socio Ove (Eivind San­der). Con increí­ble habi­li­dad y pro­vis­tos de infor­ma­ción fide­dig­na, ambos ladro­nes se las inge­nian para entrar en man­sio­nes que poseen pin­tu­ras de gran valor apo­de­rán­do­se de las mis­mas para su ven­ta pos­te­rior y y reem­pla­zán­do­las con copias per­fec­ta­men­te fal­si­fi­ca­das. Para Roger todo habrá de cam­biar el día en que su seño­ra le pre­sen­ta a Clas Gre­ve (Niko­laj Cos­ter-Wal­dau), un ex direc­tor gene­ral de una impor­tan­te empre­sa, quien será el cau­san­te de sus futu­ras desventuras. 

El méri­to de este film es la habi­li­dad del rea­li­za­dor en des­pis­tar cons­tan­te­men­te al espec­ta­dor para que nada resul­te pre­vi­si­ble. A pesar de que al prin­ci­pio el rela­to se man­tie­ne den­tro de los carri­les con­ven­cio­na­les del géne­ro, a los pocos minu­tos comien­za a intro­du­cir vuel­tas de giro de gran efec­ti­vi­dad que con­tra­di­cen lo que uno habría de aguar­dar; pre­ci­sa­men­te, el fac­tor sor­pre­sa es lo que gene­ra una cau­ti­van­te intri­ga por saber qué es lo que ven­drá des­pués. En la suce­sión de acon­te­ci­mien­tos que tie­nen lugar no fal­tan algu­nas situa­cio­nes absur­das, pero las mis­mas se pro­du­cen en for­ma natu­ral y efec­ti­va don­de no que­da mar­gen alguno para dudar de su eficacia. 

Casi todo el rela­to se con­vier­te en una cace­ría del gato y el ratón don­de las situa­cio­nes plan­tea­das adquie­ren un ver­ti­gi­no­so rit­mo sin que en nin­gún momen­to resul­ten ridí­cu­las; por el con­tra­rio, Tyl­dum sabe cómo com­bi­nar la acción, con el sus­pen­so den­tro de un cli­ma de con­si­de­ra­ble emoción. 

Los acto­res, que son des­co­no­ci­dos para el públi­co de Amé­ri­ca del Nor­te, se des­en­vuel­ven con máxi­mo pro­fe­sio­na­lis­mo, des­ta­cán­do­se Hen­nie quien resul­tó un pro­ta­go­nis­ta ideal para carac­te­ri­zar al per­so­na­je de doble vida que en for­ma ines­pe­ra­da se encuen­tra con la hor­ma de su zapato. 

Con­clu­sión: Una intri­gan­te come­dia negra para dis­fru­tar, que si Hitch­cock la hubie­ra vis­to sin duda la habría apro­ba­do. Jor­ge Gutman

Un Docu­men­tal Estremecedor

CRI­MES WITHOUT HONOR (CES CRI­MES SANS HONEUR). Cana­dá, 2012. Un film docu­men­tal de Ray­mon­de Provencher 

La periodista y escritora alemana Necla Kelek

La perio­dis­ta y escri­to­ra ale­ma­na Necla Kelek

La tris­te expre­sión cri­men de honor se refie­re a la muer­te que es obje­to una mujer por par­te de miem­bros de su fami­lia o de la comu­ni­dad a la que per­te­ne­ce por con­si­de­rar que la víc­ti­ma los ha des­hon­ra­do. Esa eje­cu­ción que con­tra­ría todo signo de civi­li­za­ción o sen­ti­mien­to humano ade­más de ser bru­tal­men­te dis­cri­mi­na­to­ria por el “peca­do” de haber naci­do mujer está moti­va­da en que la des­ti­na­ta­ria pudo haber recha­za­do un casa­mien­to con­cer­ta­do, haber bus­ca­do el divor­cio de un matri­mo­nio des­afor­tu­na­do en don­de su mari­do la aco­sa físi­ca o emo­cio­nal­men­te, haber come­ti­do adul­te­rio, o bien por­que la víc­ti­ma está orien­ta­da hacia per­so­nas de su mis­mo sexo. De allí que este film de la rea­li­za­do­ra Ray­mon­de Pro­ven­cher cons­ti­tu­ya un docu­men­to ten­dien­te a crear con­cien­ti­za­ción sobre este gra­ve pro­ble­ma social. 

El docu­men­tal comien­za con un home­na­je don­de se ven a acti­vis­tas socia­les que se con­gre­gan anual­men­te en un cemen­te­rio de Upp­sa­la en Sue­cia, para ren­dir tri­bu­to a Fadi­me, una inmi­gran­te tur­ca de 26 años que fue ase­si­na­da por su padre en enero de 2002 por un cri­men de honor. A par­tir de allí, el rela­to se des­pla­za a Toron­to don­de Aru­na Papp, de ori­gen indio, atra­ve­só una dura expe­rien­cia a tra­vés de un matri­mo­nio arre­gla­do don­de debió sufrir los emba­tes físi­cos de su mari­do; cuan­do lle­gó a mani­fes­tar a su padre lo que le esta­ba pasan­do, él asu­mió la defen­sa de su des­pó­ti­co yerno. Des­pués de 18 años de unión infer­nal, logró divor­ciar­se, comen­zar una nue­va vida con el hom­bre por ella ele­gi­do y con­ver­tir­se en tra­ba­ja­do­ra social para alec­cio­nar a otras muje­res del sudes­te asiá­ti­co vivien­do en Cana­dá a pro­nun­ciar­se, no tener mie­do y defen­der­se con­tra este tipo de barbarie. 

La cáma­ra de la rea­li­za­do­ra se tras­la­da a Ale­ma­nia para enfo­car a la escri­to­ra ger­ma­na de ori­gen tur­co Necla Kelek quien se refie­re a la for­ma de vida de cier­tas comu­ni­da­des tur­cas vivien­do en ese país pero siguien­do las cos­tum­bres ances­tra­les de Tur­quía; ella tam­bién sufrió la expe­rien­cia emo­cio­nal de ser obje­to de aco­so físi­co por par­te de un padre musul­mán deten­tan­do el domi­nio sobre el amor, la vida y la muer­te de los suyos. 

En Sue­cia, se apre­cian los esfuer­zos de Sara Moham­mad, direc­to­ra del orga­nis­mo “Never For­get Pela and Fadi­me” quien expli­ca que des­pués de la muer­te de Fadi­me y la repul­sión que pro­du­jo el hecho en la socie­dad sue­ca, la situa­ción mejo­ró un poco aun­que no total­men­te. A tra­vés de la gra­ba­ción de un video impre­sio­na ver la entre­vis­ta que Fadi­me había acor­da­do a la tele­vi­sión poco antes de morir don­de mani­fes­ta­ba su temor de ser mata­da por no adhe­rir­se a las cos­tum­bres kur­das. Final­men­te se encuen­tra en Sue­cia el escri­tor Arkan Assad, un kur­do pro­ve­nien­te de Irak, que aca­ba de publi­car un libro vol­can­do su expe­rien­cia des­de la ópti­ca mas­cu­li­na, por el ostra­cis­mo que él fue obje­to al negar­se al casa­mien­to for­za­do con su pri­ma den­tro del mar­co de una arcai­ca cul­tu­ra patriarcal. 

Con­clu­sión: Pro­ven­cher ha brin­da­do un muy buen docu­men­tal expo­nien­do la valen­tía de tres muje­res y un hom­bre que se pro­nun­cian con­tra las abe­rra­cio­nes impues­tas por las nefas­tas tra­di­cio­nes de sus comu­ni­da­des; sin duda, el film cons­ti­tu­ye un lla­ma­do de aler­ta para la socie­dad en que vivi­mos, sobre todo si se tie­ne en cuen­ta la tra­ge­dia de los ase­si­na­tos de la fami­lia Sha­fia que tuvo lugar en Kings­ton en junio de 2009. Jor­ge Gutman

Una Res­pe­ta­ble Dama

THE LADY. Fran­cia-Gran Bre­ta­ña, 2011. Un film de Luc Bes­son. Elen­co: Miche­lle Yeoh, David Thewlis

Michelle Yeoh y David Thewlis

Miche­lle Yeoh y David Thewlis

Es loa­ble la inten­ción del rea­li­za­dor fran­cés Luc Bes­son en abor­dar la vida polí­ti­ca de una pre­cla­ra figu­ra como Aung San Suu Kyi, la hija pró­di­ga de Myan­mar. Sin embar­go, el resul­ta­do aun­que no dese­cha­ble, dis­ta de pro­fun­di­zar satis­fac­to­ria­men­te en la lucha empren­di­da por esta nota­ble mujer para lograr la demo­cra­ti­za­ción de su país.

El film comien­za en 1947 cuan­do la peque­ña Suu –tal como es lla­ma­da- de tan sólo dos años de edad, pier­de a su padre Aung San, un gene­ral nacio­na­lis­ta que nego­ció con Gran Bre­ta­ña la inde­pen­den­cia nacio­nal de Bir­ma­nia (nom­bre ori­gi­nal del país), quien es ase­si­na­do por adver­sa­rios polí­ti­cos. En esos pri­me­ros minu­tos es don­de Bes­son mejor expre­sa cine­ma­to­grá­fi­ca­men­te la situa­ción de ese dra­má­ti­co momen­to aun­que el rela­to no haga refe­ren­cia a las con­se­cuen­cias polí­ti­cas del asesinato.

De allí, la acción se des­pla­za a Ingla­te­rra en 1998 don­de se ve al pro­fe­sor bri­tá­ni­co Michael Aris (David Thew­lis), mari­do de Suu (Miche­lle Yeoh), reci­bir de su médi­co el diag­nós­ti­co de un cán­cer ter­mi­nal de prós­ta­ta; poco des­pués en su hogar, año­ran­do a su espo­sa ausen­te, obser­va unas foto­gra­fías de la fami­lia reu­ni­da y a tra­vés de sus recuer­dos el rela­to retro­ce­de a 1988. La tran­qui­li­dad fami­liar que Michael com­par­te con su mujer y sus dos hijos en Oxford, don­de la fami­lia ha vivi­do por muchos años, se ve alte­ra­da cuan­do Suu reci­be la noti­cia de que su madre está gra­ve­men­te enfer­ma en Ran­gún; de allí que deci­de par­tir, en un via­je que en prin­ci­pio no debe­ría durar más de dos sema­nas, para estar a su lado.

Duran­te su estan­cia, ella no es indi­fe­ren­te al dra­ma que su país sufre bajo la opre­si­va dic­ta­du­ra mili­tar que no ve con bue­nos ojos su lle­ga­da y desean­do que deje el país lo antes posi­ble. Sin embar­go, el pue­blo la recla­ma para que se con­vier­ta en líder polí­ti­ca del par­ti­do de opo­si­ción y es así que su esta­día se pro­lon­ga­rá inde­fi­ni­da­men­te por impe­rio de las circunstancias.

Lo que sigue en ese perío­do es bien cono­ci­do. Como si uno estu­vie­se leyen­do un manual ilus­tra­do pun­tua­li­zan­do hechos, pero sin ahon­dar en los mis­mos, se apre­cia algu­nos de los momen­tos sig­ni­fi­ca­ti­vos vivi­dos por Suu como su cau­ti­ve­rio domi­ci­lia­rio impues­to por los mili­ta­res, los reen­cuen­tros con su fami­lia a tra­vés de las visi­tas tem­po­ra­rias de Michael y sus hijos, los esfuer­zos des­ple­ga­dos por su abne­ga­do mari­do para que ella pue­da ser con­si­de­ra­da para el Pre­mio Nobel de la Paz, dis­tin­ción que fue obte­ni­da en 1991 aun­que encon­trán­do­se impe­di­da de asis­tir a la cere­mo­nia, la huel­ga de ham­bre a la que se some­te a fin de que los pri­sio­ne­ros polí­ti­cos gocen de un tra­ta­mien­to más humano, las pro­tes­tas calle­je­ras del pue­blo y su repre­sión por las tro­pas mili­ta­res coman­da­das por el Gene­ral Than Shwe (Agga Poe­chit), has­ta lle­gar nue­va­men­te a 1998. Cuan­do Michael ve su salud rápi­da­men­te dete­rio­ra­da y los mili­ta­res le nie­gan la visa para que visi­te por últi­ma vez a su mujer, el régi­men le ofre­ce a Suu via­jar a Gran Bre­ta­ña para ver­lo, pero ella no acep­ta la pro­po­si­ción por­que sabe que en ese caso no podría regre­sar más al país.

El rela­to fina­li­za en 2007 con una nota de rela­ti­va espe­ran­za y aun­que los acon­te­ci­mien­tos pos­te­rio­res no están inclui­dos en el film es bien sabi­do que la ilus­tre dama fina­li­zó su arres­to domi­ci­lia­rio en 2010 y que a prin­ci­pios de abril de 2012 fue ele­gi­da para ocu­par una ban­ca en el par­la­men­to fren­te a la aper­tu­ra demo­crá­ti­ca que comien­za a pre­va­le­cer en Myanmar.

Cla­ra­men­te, la narra­ción de esta pelí­cu­la se ase­me­ja a la de una esque­má­ti­ca tele­no­ve­la en serie. Nada se sabe acer­ca de cómo trans­cu­rrie­ron los años de Suu antes de regre­sar a su país natal en 1988 ni tam­po­co que­da refle­ja­da con con­vic­ción la fir­me­za de su voca­ción polí­ti­ca; más aún, de lo que aquí se pue­de apre­ciar pare­ce­ría que si su madre no estu­vie­se por morir, la vida de esta mujer habría con­ti­nua­do en Oxford vivien­do tran­qui­la­men­te con su familia.

El guión de Rebec­ca Frayn enfa­ti­za melo­dra­má­ti­ca­men­te el gran amor entre Suu y Michael, sin embar­go no se com­pren­de cla­ra­men­te su deci­sión de no acu­dir al lecho de su mari­do ago­ni­zan­te a quien tan­to amó cuan­do sabía que su muer­te era inmi­nen­te; lo que es evi­den­te es que su devo­ción polí­ti­ca tenía abso­lu­ta prio­ri­dad, pero pre­ci­sa­men­te esa pasión por su pue­blo y su indes­crip­ti­ble resis­ten­cia fren­te al opro­bio­so régi­men no adquie­re gra­vi­ta­ción en la pan­ta­lla como para jus­ti­fi­car su conducta.

Aun­que el film carez­ca de per­so­na­li­dad, de todos modos man­tie­ne su inte­rés en gran par­te debi­do a la remar­ca­ble actua­ción de sus pro­ta­go­nis­tas. Yeoh, que físi­ca­men­te se ase­me­ja a la ver­da­de­ra cam­peo­na de los dere­chos huma­nos, ofre­ce todos los mati­ces de dis­tin­ción y esti­lo que hizo que sea cono­ci­da como “la dama” que da títu­lo al film; por su par­te Thew­lis trans­mi­te muy bien la ter­nu­ra y devo­ción de un mari­do que supo com­pren­der el com­pro­mi­so inde­cli­na­ble de su mujer hacia su pueblo.

Con­clu­sión: A pesar de una narra­ción con­ven­cio­nal y super­fi­cial, el film revis­te inte­rés para quie­nes quie­ran fami­lia­ri­zar­se con una gran dama que cam­bió la his­to­ria de su país a tra­vés de una lucha anti­vio­len­ta como la que ins­pi­ró al inmor­tal Mahat­ma Gandhi y Nel­son Man­de­la. Jor­ge Gutman

Hechi­ce­ra de Guerra

WAR WITCH (REBE­LLE). Cana­dá, 2012. Un film escri­to y diri­gi­do por Kim Ngu­yen. Elen­co: Rachel Mwan­za, Ser­ge Kanyinda

 Rachel Mwanza en una escena de War Witch

Rachel Mwan­za en War Witch

Abor­dan­do el dra­má­ti­co tema de los niños sol­da­dos, el direc­tor cana­dien­se Kim Ngu­yen se tras­la­dó a Kinsha­sa, la capi­tal de la Repú­bli­ca Demo­crá­ti­ca del Con­go de Afri­ca Cen­tral, para ambien­tar una con­mo­ve­do­ra historia. 

El guión de Ngu­yen ubi­ca la acción en una zona no espe­ci­fi­ca­da del con­ti­nen­te negro enfo­can­do a Komo­na (Rachel Mwan­za), una afri­ca­na que a los 12 años fue secues­tra­da de su aldea por gue­rri­lle­ros para ser entre­na­da como sol­da­do en la lucha enta­bla­da con­tra las auto­ri­da­des gubernamentales.

El emo­ti­vo rela­to comien­za cuan­do el horror pare­ce haber con­clui­do con Komo­na rela­tan­do a su hiji­ta que está por nacer toda la mise­ria que atra­ve­só en los últi­mos dos años de su vida. A tra­vés de flash­backs se mues­tra la for­ma en que los gue­rri­lle­ros inva­den la aldea don­de vive, tomán­do­la de rehén al igual que a otros chi­cos del lugar, para pos­te­rior­men­te reci­bir su bau­tis­mo de fue­go cuan­do la obli­gan a ame­tra­llar a sus pro­pios padres. Des­pués de ser pro­cla­ma­da “rebel­de” por la haza­ña cum­pli­da la tras­la­dan jun­to con otros niños secues­tra­dos a un cam­po ubi­ca­do en la jun­gla don­de comien­za el perío­do de adoc­tri­na­mien­to para su con­ver­sión en impia­do­sos gue­rri­lle­ros. En ese pro­ce­so los chi­cos son coti­dia­na­men­te apa­lea­dos, que­dan­do cla­ro que cual­quier des­obe­dien­cia o inten­to de rebel­día sig­ni­fi­ca­rá reci­bir un cas­ti­go mortal.

Cuan­do des­pués de una dra­má­ti­ca refrie­ga Komo­na es la úni­ca que lle­ga a sobre­vi­vir en una embos­ca­da del gobierno, el jefe rebel­de cree que ella está dota­da de pode­res espe­cia­les y la desig­na “hechi­ce­ra de gue­rra” a la vez que le sumi­nis­tra un AK-47, un pode­ro­so rifle de asal­to sovié­ti­co para luchar con­tra las fuer­zas enemigas. 

Den­tro de un cli­ma de inusi­ta­da vio­len­cia sem­bra­da de muer­te y des­truc­ción, los esca­sos momen­tos ínti­mos de Komo­na se mani­fies­tan a tra­vés de la rela­ción enta­bla­da con un joven albino del gru­po lla­ma­do “Magi­cian” (Ser­ge Kan­yin­da) de quien se ena­mo­ra, com­par­tien­do una feli­ci­dad de cor­to alcan­ce. Reanu­da­da la lucha, ella lle­ga a ser vio­la­da y suje­ta a pos­te­rio­res humi­lla­cio­nes. Con todo, su for­ta­le­za de espí­ri­tu habrá de man­te­ner­la viva para poder tole­rar la locu­ra de una gue­rra cruel y sin sentido. 

Este es un film que habla con el cora­zón, sin ape­lar al menor sen­ti­men­ta­lis­mo. En su debut para la pan­ta­lla Mwan­za, sin nin­gu­na expe­rien­cia pre­via en la actua­ción, demues­tra un aplo­mo sor­pren­den­te en la carac­te­ri­za­ción de una ado­les­cen­te obli­ga­da a actuar con la rude­za de un sol­da­do adul­to y que emo­cio­nal­men­te se sien­te aco­sa­da con la visión fan­tas­ma­gó­ri­ca de sus padres muer­tos. A su lado todos los acto­res ‑la mayor par­te no pro­fe­sio­na­les y extraí­dos de la calle- ofre­cen inter­pre­ta­cio­nes tan natu­ra­les don­de se hace difí­cil admi­tir que lo que se con­tem­pla no sea un docu­men­tal sino una his­to­ria de fic­ción debi­do a la nota­ble auten­ti­ci­dad del relato. 

La rea­li­za­ción de Ngu­yen es impe­ca­ble mane­jan­do el mate­rial emplea­do con gran madu­rez al con­tar su his­to­ria con deli­ca­da sen­si­bi­li­dad sin des­bor­dar en la nota sensacionalista.

Con­clu­sión: Un tierno y sen­si­ble retra­to de una niña sol­da­do, sobria­men­te rela­ta­do y con una gran actua­ción de Rachel Mwan­za que le valió el pre­mio a la mejor actua­ción feme­ni­na en el últi­mo fes­ti­val de Ber­lín. Jor­ge Gutman