A Dos Déca­das del Pri­mer Harry Potter

LA PIE­DRA FILOSOFAL

Den­tro de la serie de Clas­sic Films, Cine­plex vol­ve­rá a pre­sen­tar en la pan­ta­lla gran­de Harry Pot­ter and the Phi­lo­sophe­r’s Sto­ne cele­bran­do el vigé­si­mo ani­ver­sa­rio de su estreno. Como es bien sabi­do, la pelí­cu­la es la pri­me­ra de los varios libros infan­ti­les que escri­tos por la ima­gi­na­ti­va escri­to­ra J.K. Row­ling han sido tras­la­da­dos al cine. Al encan­to pro­du­ci­do por chi­cos y adul­tos con su lec­tu­ra, estas nove­las de fan­ta­sía han deja­do una remar­ca­ble impre­sión en la cul­tu­ra popu­lar, al igual que los suce­si­vos fil­mes rea­li­za­dos anual­men­te des­de 2001 has­ta 2011.

La his­to­ria de este capí­tu­lo diri­gi­do por Chris Colom­bus se cen­tra en Harry Pot­ter (Daniel Rad­clif­fe), quien es un huér­fano de padres hechi­ce­ros que fue­ron ase­si­na­dos por el dia­bó­li­co Lord Vol­de­mort. Habien­do sido cria­do por sus tíos sin afec­to alguno, al cum­plir los 11 años mági­ca­men­te es embar­ca­do en un increí­ble via­je que lo tras­la­da a la céle­bre escue­la de hechi­ce­ría Hog­warts don­de segui­rá los estu­dios para poder lle­gar a ser un exce­len­te mago. En esta pro­di­gio­sa aven­tu­ra Harry encon­tra­rá el ver­da­de­ro hogar y la fami­lia que nun­ca ha teni­do, enta­blan­do inse­pa­ra­ble amis­tad con Her­mio­ne Gran­ger (Emma Watson) y Ron Weas­ley (Rupert Grint), dos com­pa­ñe­ros de cla­se; ade­más pron­to habrá de des­cu­brir que un oscu­ro hechi­ce­ro inten­ta­rá destruirle.

Daniel Rad­clif­fe, Rup­per Grint y Emma Watson

Ade­más de Rad­clif­fe, Watson y Grint ‑a la sazón con 11 años de edad- el elen­co de per­so­na­jes adul­tos está inte­gra­do por renom­bra­dos acto­res del cine bri­tá­ni­co, inclu­yen­do a Mag­gie Smith, Richard Harris, Alan Rick­man, Rob­bie Col­cra­ne y Mag­gie Smith, ente otros.

Esta encan­ta­do­ra fan­ta­sía real­za­da por un mag­ní­fi­co dise­ño de pro­duc­ción cau­ti­va­rá a la nue­va gene­ra­ción de niños y ado­les­cen­tes como asi­mis­mo a los mayo­res duran­te 162 minu­tos de agra­da­ble entre­te­ni­mien­to. La exhi­bi­ción ten­drá lugar en selec­cio­na­das salas de Cine­plex el 1 de sep­tiem­bre de 2021.

Una His­to­ria Real

FLAG DAY. Esta­dos Uni­dos, 2021. Un film de Sean Penn. 108 minutos

Varias carac­te­rís­ti­cas dis­tin­guen al recien­te film de Sean Penn. En pri­mer lugar la his­to­ria ver­da­de­ra que se rela­ta está basa­da en la auto­bio­gra­fía de la perio­dis­ta Jen­ni­fer Vogel publi­ca­da en su libro Flim-Flam Man: The True Story of Muy Fathe­r’s Coun­ter­feit Life de 2004 don­de a mane­ra de catar­sis trans­mi­te la expe­rien­cia vivi­da con su pro­ge­ni­tor, tal como su títu­lo lo anti­ci­pa. En segun­do lugar, Penn por pri­me­ra vez diri­ge y actúa al mis­mo tiem­po hacién­do­lo con su hija Dylan como co-pro­ta­go­nis­ta, ade­más de incluir en el repar­to a su hijo Hop­per Jack. Fina­men­te, en la fic­ción del rela­to los reales per­so­na­jes de Jen­ni­fer y su padre John Vogel están carac­te­ri­za­dos por Dylan y Sean.

Sean y Dylan Penn

Ape­lan­do a una narra­ción no cro­no­ló­gi­ca y a veces inne­ce­sa­ria por­que tien­de a con­fun­dir, el rea­li­za­dor se vale del guión de Jez But­ter­worth y John-Henry But­ter­worth para sumer­gir al espec­ta­dor en el mun­do de Jen­ni­fer a par­tir de sus años de infan­cia. A comien­zos de la déca­da del 70, en Min­ne­so­ta ella es cria­da por sus padres John y Patty (Katheryn Win­nick); tan­to la niña (Addi­son Tymec) de 6 años como su her­ma­ni­to Nick (Bec­kam Craw­ford) de 4, gozan al prin­ci­pio de la des­preo­cu­pa­ción infan­til; pero la feli­ci­dad se trun­ca a cau­sa de su pro­ge­ni­tor irres­pon­sa­ble en los aspec­tos finan­cie­ros don­de al estar seria­men­te endeu­da­do deja el hogar. En la medi­da que Patty es adic­ta a la bebi­da y ade­más depre­si­va, los niños optan por vivir con John en el hogar que aho­ra com­par­te con su ami­ga Deb­bie (Bai­ley Noble). Hay varias esce­nas que evi­den­cian el cari­ño y la comu­ni­ca­ción espe­cial exis­ten­te entre padre e hija.

Cuan­do años des­pués, Jen­ni­fer (Dylan) es ya una ado­les­cen­te vivien­do nue­va­men­te con su madre, quien está uni­da a un hom­bre que inten­ta asal­tar­la sexual­men­te, ella deja defi­ni­ti­va­men­te su hogar para nue­va­men­te habi­tar con John, aun­que Nick (Hop­per Jack Penn) sigue con su madre. Es a par­tir de allí que la mucha­cha comien­za a com­pro­bar que los nego­cios que su padre le dice estar invo­lu­cra­dos, no son nada lim­pios. No obs­tan­te el mutuo amor exis­ten­te entre ambos, Jen­ni­fer sufre una gran decep­ción cuan­do John atra­ca un ban­co y es con­de­na­do a 15 años de pri­sión. En tan­to, ella per­si­gue una carre­ra de perio­dis­mo en la Uni­ver­si­dad de Mines­so­ta, don­de una vez gra­dua­da obtie­ne un impor­tan­te empleo en un perió­di­co de Min­nea­po­lis; a todo ello, se man­tie­ne ale­ja­da de su pro­ge­ni­tor des­pués de una visi­ta a la cár­cel que trans­cu­rre en un cli­ma de alta tensión.

A media­dos de los años 90, John retor­na a la vida civil y rea­li­za deno­da­dos esfuer­zos para comu­ni­car­se con su hija y espe­ran­do que le dé una segun­da opor­tu­ni­dad al ase­gu­rar­le que está enca­mi­na­do seria­men­te en una empre­sa de impren­ta y foto­co­pias. La reali­dad es bien otra cuan­do en 1995 se des­cu­bre que el maniá­ti­co indi­vi­duo ha fabri­ca­do con una maes­tría insu­pe­ra­ble 22 millo­nes de dólares.

El film gra­vi­ta por la super­la­ti­va inter­pre­ta­ción de Sean y Dylan. Del rea­li­za­dor como actor no resul­ta sor­pren­den­te por­que en nume­ro­sos fil­mes por él acrtua­dos ha demos­tra­do ser uno de los mejo­res del cine ame­ri­cano; aquí nue­va­men­te des­lum­bra en la per­so­na­li­dad de un deli­ran­te, tima­dor, embau­ca­dor y com­pul­si­vo men­ti­ro­so, don­de el cari­ño de su hija cons­ti­tu­ye el ver­da­de­ro ali­cien­te de su exis­ten­cia. Por su par­te, Dylan es todo una reve­la­ción demos­tran­do su excep­cio­nal madu­rez como la hija pro­fun­da­men­te des­ilu­sio­na­da que pre­ten­de trans­for­mar a su ama­do padre sin poder lograr­lo. La rea­li­za­ción de Penn es un tan­to des­igual al optar por una narra­ción que se vuel­ve repe­ti­ti­va; de todos modos, ha logra­do un dra­ma fami­liar que aun­que lejos de excep­cio­nal brin­da algu­nos momen­tos de genui­na emo­ción en la com­ple­ja rela­ción de una abne­ga­da hija con un padre delin­cuen­te. Jor­ge Gutman

El Cua­dro Perdido

THE LOST LEO­NAR­DO. Dina­mar­ca-Fran­cia-Sue­cia, 2021. Un docu­men­tal de Andreas Koe­foed. 94 minutos

Con los atri­bu­tos pro­pios de una mis­te­rio­sa pelí­cu­la de fic­ción, el docu­men­tal de Andreas Koe­foed cau­ti­va des­de su ini­cio has­ta la últi­ma esce­na. Varias veces se ha dado la cir­cuns­tan­cia de des­cu­brir obras de arte de renom­bra­dos auto­res des­apa­re­ci­dos, sin embar­go nada se com­pa­ra con el tema prin­ci­pal de este film cen­tra­do en deter­mi­nar la auten­ti­ci­dad de un cua­dro de Leo­nar­do Da Vinci.

El cua­dro perdido

La his­to­ria comien­za en 2005 cuan­do Ale­xan­der Parish, un aman­te de la pin­tu­ra, en un rema­te rea­li­za­do en New Orle­nas adquie­re un cua­dro que le resul­ta atrac­ti­vo por el mon­to de 1.175 dóla­res. Con su aso­cia­do finan­cie­ro Robert Simon, un mar­chan­te de arte, deci­den con­tra­tar los ser­vi­cios de la renom­bra­da res­tau­ra­do­ra neo­yor­ki­na Dian­ne Modes­ti­ni a fin de efec­tuar su lim­pie­za y restauración.

A medi­da que ella va rea­li­zan­do su tra­ba­jo des­cu­bre que la pin­tu­ra es el Sal­va­tor Mun­di, una obra de Da Vin­ci que se daba por pér­di­da. Para veri­fi­car su auten­ti­ci­dad ese cua­dro es some­ti­do a una impor­tan­te varie­dad de exper­tos inclu­yen­do cura­do­res de impor­tan­tes museos como el de la Natio­nal Gallery de Lon­dres, his­to­ria­do­res, res­tau­ra­do­res y mar­chan­tes de arte e inves­ti­ga­do­res perio­dis­tas en la mate­ria. La mayo­ría de los que han sido con­vo­ca­dos creen que la pin­tu­ra efec­ti­va­men­te es auto­ría de Da Vin­ci; sin embar­go Jerry Saltz, el encum­bra­do crí­ti­co de arte de Nue­va York y gana­dor del Pre­mio Pulitzer, demues­tra un total escep­ti­cis­mo con­si­de­ran­do que el tra­ba­jo es una pobre pin­tu­ra y que de mane­ra algu­na pue­de ser atri­bui­do a Leo­nar­do. Como en todo caso las opi­nio­nes posi­ti­vas pre­va­le­cen aun­que no exis­ta prue­ba abso­lu­ta­men­te feha­cien­te de que así sea, el cua­dro se vuel­ve famo­so y es obje­to de una expo­si­ción impor­tan­te en 2011 en la Natio­nal Gallery de Lon­dres. Natu­ral­men­te la cele­bri­dad de la obra adquie­re un astro­nó­mi­co valor comer­cial sien­do adqui­ri­da en 2013 por el comer­cian­te sui­zo Yves Bou­vier en 83 millo­nes de dóla­res para inme­dia­ta­men­te ser reven­di­da con un des­co­mu­nal aumen­to a Dimi­tri Rybo­lo­vlev, un ruso millo­na­rio colec­cio­nis­ta de arte. Sin embar­go el tras­pa­so de due­ños no ter­mi­na allí sino que cul­mi­na en 2017 en la his­tó­ri­ca subas­ta rea­li­za­da por la Casa Chris­tie’s de Nue­va York don­de alcan­za el mon­to side­ral de 400 millo­nes de dóla­res más 50 millo­nes de comi­sión por la transacción;

Por lo que ante­ce­de, Sal­va­tor Mun­di se con­vier­te en la obra artís­ti­ca más cara de todos los tiem­pos; si bien en un prin­ci­pio se man­tu­vo en reser­va el nom­bre de su com­pra­dor final­men­te se reve­ló que fue Moham­med bin Sal­man, el prín­ci­pe here­de­ro de Ara­bia Sau­di­ta, a quien se le atri­bu­ye el haber ins­ti­ga­do el ase­si­na­to del perio­dis­ta opo­si­tor Jamal Khashog­gi en el con­su­la­do en Estam­bul en octu­bre de 2018.

Si bien exis­tió en prin­ci­pio un acuer­do para que en 2019 el cua­dro fue­se exhi­bi­do en el Museo del Lou­vre como uno más de la expo­si­ción inte­gral dedi­ca­da a Da Vin­ci en con­me­mo­ra­ción de los 5 siglos de su falle­ci­mien­to, el prín­ci­pe rehu­só a pres­tar­lo al ser­le nega­do el dere­cho de que estu­vie­se expues­to jus­to al lado de la céle­bre Mona Lisa. A la hora actual no se sabe con cer­te­za dón­de se encuen­tra depo­si­ta­da esta reli­quia, si aca­so en el lujo­so yate del poten­ta­do here­de­ro de la coro­na sau­di­ta o bien en algún puer­to fran­co del arte que cons­ti­tu­ye un paraí­so legal y fis­cal don­de no exis­te juris­dic­ción alguna.

El exce­len­te tra­ba­jo ofre­ci­do por Koe­foed no solo expo­ne de mane­ra absor­ben­te la tra­ve­sía de este mis­te­rio­so cua­dro que a pesar de su astro­nó­mi­co valor paga­do que­dan dudas sobre su auten­ti­ci­dad. Lo más impor­tan­te es que ilus­tra la par­te oscu­ra de los nego­cia­do­res de arte don­de no es la ver­da­de­ra apre­cia­ción del tra­ba­jo pic­tó­ri­co lo que cuen­ta sino la capa­ci­dad de reven­ta de que pue­de ser obje­to y obvia­men­te el ren­di­mien­to eco­nó­mi­co que se obtie­ne; así meta­fó­ri­ca­men­te en el film se alu­de a un nido de víbo­ras en el que se encuen­tran en jue­go las dis­tin­tas tác­ti­cas y dis­cu­ti­bles tre­tas uti­li­za­das para acu­mu­lar rique­za que en últi­ma ins­tan­cia gene­ra poder y como bien lo espe­ci­fi­ca Jerry Saltz “el poder nun­ca es neu­tral”. Es ahí don­de se pone en evi­den­cia que en cier­tas cir­cuns­tan­cias quie­nes están invo­lu­cra­dos en este nego­cio, inclu­yen­do los due­ños de subas­tas artís­ti­cas, no están real­men­te intere­sa­dos en el arte sino que actúan como codi­cio­sos mer­ca­de­res tra­tan­do de obte­ner el máxi­mo bene­fi­cio en cada una de las ope­ra­cio­nes rea­li­za­das. Eso es lo que este docu­men­tal trans­mi­te de mane­ra remar­ca­ble dejan­do lugar para refle­xio­nar cómo la obra de un renom­bra­do artis­ta poco impor­ta que sea ver­da­de­ra para que­dar suje­ta a un mani­pu­leo de com­pra-ven­ta al igual que cual­quier otro pro­duc­to comer­cial. En suma, este atra­pan­te docu­men­tal, agra­cia­do por la exce­len­te edi­ción de Nico­lás Nør­gaard Staf­fo­la­ni, es alta­men­te reco­men­da­ble. Jor­ge Gutman

Apren­dien­do a Madurar

MARIA. Cana­dá, 2021. Un film de Alec Pro­no­vost. 90 minutos

Esta come­dia de Alec Pro­no­vost está rea­li­za­da para el luci­mien­to de Maria­na Maz­za, la ani­ma­do­ra, auto­ra y humo­ris­ta que goza de enor­me popu­la­ri­dad en la pro­vin­cia de Que­bec; si bien ella ya había par­ti­ci­pa­do en el cine en pape­les de apo­yo (Bon Cop, Bad Cop, Bad Cop 2 y De père en flic 2), es con Maria don­de asu­me por pri­me­ra vez el rol pro­ta­gó­ni­co, ade­más de ser la co-guio­nis­ta del rela­to escri­to con Jus­ti­ne Philie.

Maria­na Mazza

María (Maz­za) es una trein­ta­ñe­ra con la men­ta­li­dad pro­pia de una ado­les­cen­te des­ubi­ca­da. Ya en la pri­me­ra esce­na se la obser­va en una audi­ción para aspi­rar como actriz pero es recha­za­da por su fal­ta de expre­si­vi­dad. Sin rum­bo fijo ni rela­ción sen­ti­men­tal algu­na ella vive con su madre (Isa­bel Dos Sanos), quien encon­trán­do­se enfer­ma de un cán­cer ter­mi­nal le supli­ca que pro­cu­re un empleo esta­ble que le per­mi­ta vivir ade­cua­da­men­te para cuan­do ella ya no esté más a su lado.

Es así que sin mucho entu­sias­mo pero para satis­fa­cer el deseo mater­nal María acep­ta un pues­to de pro­fe­so­ra suplen­te en una escue­la públi­ca de edu­ca­ción secun­da­ria que le ofre­ce su des­en­ga­ña­da direc­to­ra (Kori­ne Côté); así, sin expe­rien­cia algu­na en la mate­ria tie­ne que enfren­tar a indis­ci­pli­na­dos ado­les­cen­tes y en tal sen­ti­do el rela­to ofre­ce una visión, aun­que epi­dér­mi­ca, de la rela­ción que hoy día se mani­fies­ta entre docen­tes y alum­nos. En su vida social cuen­ta con la amis­tad brin­da­da por sus ami­gas Lau­ra (Ali­ce Pas­cual) y Raphaë­lle (Flo­ren­ce Long­pré) quie­nes si bien la esti­man no dejan de repro­char­le su evi­den­te narcisismo.

Pro­no­vost, que cuen­ta con bue­na expe­rien­cia como rea­li­za­dor de tele­vi­sión, aquí ofre­ce una pues­ta en esce­na con­ven­cio­nal cui­dan­do en todo momen­to de que el tono cómi­co del rela­to no des­bor­de en la cari­ca­tu­ra. La obje­ción a esta livia­na come­dia resi­de en el guión no muy ins­pi­ra­do en don­de varias de las situa­cio­nes que se sus­ci­tan serían más adap­ta­bles para la tele­vi­sión que para el cine; por otra par­te, cier­ta crí­ti­ca social que podría des­pren­der­se de la his­to­ria pro­pues­ta no alcan­za a trascender.

El incon­ve­nien­te apun­ta­do es en par­te miti­ga­do por la actua­ción de Maz­za. Con su arro­lla­do­ra per­so­na­li­dad ella impri­me dina­mis­mo a la his­to­ria don­de su per­so­na­je, ape­lan­do a un humor fran­co y a veces un tan­to vul­gar, trans­mi­te la ter­nu­ra ocul­ta de un ser humano que ade­más de afec­to pro­cu­ra adqui­rir su pro­pia iden­ti­dad con una mayor con­fian­za en sí mis­ma; en par­te María lo logra a tra­vés del pro­ce­so de madu­rez que expe­ri­men­ta en el con­tac­to man­te­ni­do con sus alum­nos. Sin duda que la actua­ción de la humo­ris­ta satis­fa­rá a sus fie­les segui­do­res que han goza­do con sus espec­tácu­los ofre­ci­dos en diver­sos esce­na­rios de Que­bec como igual­men­te en sus exi­to­sos pro­gra­mas televisivos.

Aun­que Maz­za cons­ti­tu­ye la colum­na ver­te­bral del film, cabe dis­tin­guir la muy bue­na par­ti­ci­pa­ción del res­to del elen­co con espe­cial men­ción de Long­pré, Pas­cual, Dos San­tos, Côté, Chris­ti­ne Morency, y la bre­ve apa­ri­ción de Yves Jac­ques. En esen­cia, sin ser una come­dia tras­cen­den­te, la mis­ma se deja ver aun­que más no sea por la inne­ga­ble sim­pa­tía que su pro­ta­go­nis­ta des­ti­la. Jor­ge Gutman

Una Satí­ri­ca Comedia

LES 2 ALFRED. Fran­cia, 2020. Un film de Bruno Podaly­dès. 92 minutos

Exis­tien­do indu­da­ble com­pe­ne­tra­ción fra­ter­nal entre el rea­li­za­dor Bruno Podaly­dès y su her­mano menor Denys Podaly­dès como actor, esta come­dia bur­lo­na cuyo guión per­te­ne­ce a ambos, uti­li­za el humor como pre­tex­to para ilus­trar los efec­tos de una socie­dad vivien­do al com­pás de la tec­no­lo­gía digital.

San­dri­ne Kiber­lain y Denis Podalydès

El per­so­na­je cen­tral es Ale­xan­dre (Denys) un des­em­plea­do y soña­dor indi­vi­duo de media­na edad que por­ta como refe­ren­cia per­so­nal el de ser una per­so­na hones­ta y ama­ble. Mien­tras su mujer está ausen­te por un par de meses cum­plien­do una misión espe­cial para la arma­da, él está a car­go de sus hijos y debe pro­bar que es un padre responsable.

Acu­dien­do a una entre­vis­ta de empleo en una empre­sa de alta tec­no­lo­gía, a pesar de no tener expe­rien­cia algu­na en la mate­ria, el pecu­liar geren­te de la mis­ma (Yann Frisch) está dis­pues­to a con­tra­tar­lo siem­pre y cuan­do reúna dos con­di­cio­nes: no tener hijos y estar dis­pues­to a tra­ba­jar inten­sa­men­te los 7 días de la sema­na a cual­quier hora­rio que fue­se. Sin otra alter­na­ti­va, Ale­xan­dre no tie­ne res­que­mor alguno en negar su pater­ni­dad, mani­fes­tan­do que se encon­tra­rá dis­po­ni­ble en cual­quier momen­to que sea nece­sa­rio; en con­se­cuen­cia, lle­ga a ser reclutado.

El pro­ble­ma que aho­ra se pre­sen­ta es quién se ocu­pa­rá de los niños cuan­do él este ocu­pa­do en su tra­ba­jo; el incon­ve­nien­te que­da obvia­do al cono­cer a Arcim­bol­do (Bruno) un pin­to­res­co bohe­mio que se con­si­de­ra empre­sa­rio de sí mis­mo aun­que en reali­dad está suje­to a ocu­pa­cio­nes perió­di­cas de menor nivel. A mane­ra de un ángel guar­dián, él está dis­pues­to a ayu­dar a Ale­xan­dre en el cui­da­do de sus hijos a cam­bio de pro­cu­rar­le alo­ja­mien­to en su hogar.

Ya en la empre­sa el novel emplea­do se enfren­ta con un uni­ver­so des­co­no­ci­do don­de las tareas a rea­li­zar se trans­mi­ten con acró­ni­mos en lugar de la pala­bra com­ple­ta y el len­gua­je uti­li­za­do ape­la a menu­do a angli­cis­mos. Para com­pli­car la situa­ción, tie­ne como jefa a Séve­ri­ne (San­dri­ne Kiber­lain), una mujer poco menos que his­té­ri­ca quien invo­lu­cra­da en la tec­no­lo­gía con­tem­po­rá­nea está encar­ga­da de pro­yec­tos hiper­co­nec­ta­dos y requie­re de su subor­di­na­do una com­ple­ta efi­cien­cia en el cum­pli­mien­to de los tra­ba­jos encomendados.

Cier­ta­men­te se asis­te a una leve come­dia que en algu­nas situa­cio­nes bor­dea la cari­ca­tu­ra. Pero lo más rele­van­te del film es cómo el rea­li­za­dor ilus­tra las con­se­cuen­cias que la era digi­tal aca­rrea en el com­por­ta­mien­to de la gen­te al com­pás de la nue­va tec­no­lo­gía impe­ran­te; así, la ube­ri­za­ción, los androi­des que flo­tan a tra­vés de la ciu­dad y los vehícu­los autó­no­mos cir­cu­lan­do por las calles, son algu­nas de las mani­fes­ta­cio­nes de este fenómeno.

Satí­ri­ca­men­te el film efec­túa una implí­ci­ta cri­ti­ca a una socie­dad alta­men­te tec­ni­fi­ca­da don­de el indi­vi­duo no es más que un móvil que solo cuen­ta por lo que pue­de ren­dir y que para ello es nece­sa­rio que esté des­pro­vis­to de cual­quier com­pro­mi­so fami­liar. No obs­tan­te, la nota posi­ti­va se pro­du­ce en un des­en­la­ce, que aun­que com­pla­cien­te desea demos­trar que nada impi­de con­ci­liar la tarea labo­ral con el espí­ri­tu humano que a la pos­tre es el que debe prevalecer.

Al entu­sias­mo vol­ca­do por los her­ma­nos Podaly­dès en los roles cen­tra­les, asi­mis­mo cabe resal­tar la par­ti­ci­pa­ción en roles de apo­yo de Michel Vui­ller­moz, Luà­na Baj­ra­mi, Isa­be­lle Can­de­lier, Jean-Noël Brou­té y la bre­ví­si­ma apa­ri­ción espe­cial de Vanes­sa Para­dis carac­te­ri­zan­do a la espo­sa de Ale­xan­dre. Jor­ge Gutman