Un Fes­ti­val Virtual

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

Una de las mues­tras más aguar­da­das que se rea­li­za anual­men­te en Mon­treal es la del Fes­ti­val Inter­na­tio­nal du Film sur l’Art (FIFA) cuya 38ª edi­ción debía rea­li­zar­se des­de el 17 has­ta el 29 de mar­zo. Debi­do a la peno­sa situa­ción que el mun­do atra­vie­sa en estos momen­tos el fes­ti­val que­dó can­ce­la­do físi­ca­men­te; sin embar­go, para supe­rar esta adver­si­dad y gra­ti­fi­car al públi­co que se sola­za vien­do impor­tan­tes docu­men­ta­les que abar­can dife­ren­tes mani­fes­ta­cio­nes del arte, FIFA deci­dió exhi­bir en línea (artfifa.com) sus fil­mes pro­gra­ma­dos has­ta la fecha de clau­su­ra inclu­si­ve. A con­ti­nua­ción se ofre­ce un bre­ve comen­ta­rio de 5 de los fil­mes vistos.

We Are Not Prin­ces­ses (Gran Bre­ta­ña)

We are not Princesses

Las direc­to­ras Brid­get­te Auger e Itab Azzam ofre­cen un intere­san­te docu­men­tal tes­ti­mo­nian­do la expe­rien­cia vivi­da por Israa, Mona, Fed­wa, Heba, Zay­na, Wafa’a; estas seis muje­res sirias se encuen­tran en un cam­po de refu­gia­dos en Bei­rut, en el momen­to en que la fil­ma­ción se rea­li­za. Ade­más de rese­ñar el dra­ma que han vivi­do en la gue­rra civil que aco­sa a Siria, algu­nas de ellas rela­tan su expe­rien­cia de haber esta­do sumi­das a la auto­ri­dad patriar­cal. Un hecho noto­rio es el que dos de ellas no apa­re­cen en pan­ta­lla debi­do a que sus fami­lias no que­rían que fue­sen fil­ma­das; es así que su pre­sen­cia se mani­fies­ta a tra­vés de la ani­ma­ción, sin que eso impi­da que sus opi­nio­nes que­den refle­ja­das a tra­vés de sus voces.

Como medio de ate­nuar el des­arrai­go for­za­do por haber teni­do que aban­do­nar la tie­rra natal, cua­tro de ellas encuen­tran solaz en la dra­ma­ti­za­ción de Antí­go­na, la renom­bra­da obra de Sófo­cles. A pesar de ser neó­fi­tas en el terreno de la actua­ción, ellas vuel­can su ener­gía en la lec­tu­ra y ensa­yo de la pie­za des­ta­can­do el espí­ri­tu del per­so­na­je cen­tral, una figu­ra que cons­ti­tu­ye el sím­bo­lo del empo­de­ra­mien­to feme­nino; esos ensa­yos les per­mi­ten refle­xio­nar acer­ca de sus vidas pasa­das, ofre­cién­do­les una nue­va visión de cómo actuar cuan­do emer­jan de su exi­lio. En los cré­di­tos fina­les se des­ta­ca que Israa actual­men­te vive en Ale­ma­nia, Heba está radi­ca­da en una peque­ña isla de Sue­cia, en tan­to que Mona, Fed­wa, Zay­na y Wafa’a siguen resi­dien­do en Bei­rut, habien­do todas ellas recons­trui­do sus vidas positivamente.

Auger y Azzam han logra­do un film alta­men­te ins­pi­ra­dor al resal­tar cómo en las más difí­ci­les situa­cio­nes el estoi­cis­mo y deter­mi­na­ción de este gru­po humano ha podi­do supe­rar los obs­tácu­los devol­vién­do­le la fe y la espe­ran­za de un futu­ro mejor.

Simo­ne Sig­no­ret, figu­re libre (Fran­cia)

Simo­ne Sig­no­ret, figu­re libre

Como su títu­lo lo seña­la, este intere­san­te docu­men­tal sin ser una bio­gra­fía estric­ta sigue los pasos de esta emble­má­ti­ca artis­ta del cine fran­cés, des­ta­can­do en su per­so­na­li­dad su nece­si­dad de gozar de ple­na liber­tad para hacer lo que qui­sie­ra sin pedir­le per­mi­so a nadie.

Meticu­losa­men­te rea­li­za­da, la docu­men­ta­lis­ta Michè­le Domi­ni­ci valién­do­se de mate­rial de archi­vo y entre­vis­tas rea­li­za­das per­mi­te que el espec­ta­dor se aden­tre en la per­so­na­li­dad de la artis­ta uti­li­zan­do en par­te sus pro­pios comen­ta­rios. Así la pelí­cu­la pasa revis­ta a su fil­mo­gra­fía don­de se sabe que comen­zó su carre­ra en 1941 y se con­sa­gró en Cas­que d’Or (1951); entre otros títu­los rele­van­tes de su carre­ra cine­ma­to­grá­fi­ca se encuen­tran Les dia­bo­li­ques (1954), Room at the Top (1959) por el que obtu­vo el pre­mio a la mejor inter­pre­ta­ción feme­ni­na en el Fes­ti­val de Can­nes, L’Ar­mée des ombres (1969), L’A­veu (1970), Le chat (1971) y La vie devant soi (1978) don­de su con­mo­ve­do­ra actua­ción de Mada­me Rosa fue dis­tin­gui­da con el César a la mejor actriz ade­más de haber mere­ci­do cáli­dos elo­gios a nivel mundial.

En lo que con­cier­ne a su vida sen­ti­men­tal, el docu­men­tal tes­ti­mo­nia su pri­mer matri­mo­nio en 1944 con el cineas­ta Yves Alle­gret con quien tuvo una hija (Cathe­ri­ne Alle­gret). Des­pués de su divor­cio en 1949 se casó al año siguien­te con Yves Mon­tand, una unión que dura­ría has­ta su muer­te en 1985 a pesar de haber atra­ve­sa­do algu­nos rís­pi­dos momen­tos por la rela­ción apa­sio­na­da de su mari­do con Marilyn Mon­roe duran­te la fil­ma­ción de Let’s Make Love en 1960.

En el recuen­to men­cio­na­do, la direc­to­ra no deja de enfa­ti­zar la leyen­da de esta gran actriz, empe­der­ni­da fuma­do­ra a la vez que alcohó­li­ca, brin­dan­do la ima­gen de una mujer libe­ra­da que duran­te toda su exis­ten­cia luchó y logró impo­ner sus pro­pias ideas; más allá de los pre­jui­cios de su épo­ca, Sig­no­ret adop­tó una acti­tud van­guar­dis­ta muy ale­ja­da de lo que se aguar­da­ba del tra­di­cio­nal com­por­ta­mien­to femenino.

Tin­to­ret­to – The Man Who Killed Pain­ting (Ale­ma­nia)

Tin­to­ret­to – The Man Who Killed Painting

Jaco­po Robus­ti Tin­to­ret­to (1518 – 1594), el últi­mo de los gran­des artis­tas vene­cia­nos del Rena­ci­mien­to ita­liano, es reexa­mi­na­do en el mag­ní­fi­co docu­men­tal escri­to y diri­gi­do por Ermi­nio Peroc­co. Habien­do vivi­do a la som­bra de Titian, su más gran­de rival, Tin­to­ret­to supo impo­ner­se median­te su pro­pio esti­lo manie­ris­ta por el que ha logra­do un reco­no­ci­mien­to simi­lar al obte­ni­do por los genia­les Leo­nar­do Da Vin­ci, Rapahel y Michelangelo..

La pelí­cu­la está estruc­tu­ra­da aten­dien­do a las más impor­tan­tes crea­cio­nes del artis­ta en las que se inclu­yen entre otras estu­pen­das obras El Mila­gro del Escla­vo, St. Roch hea­ling the Pla­gue, la impre­sio­nan­te deco­ra­ción efec­tua­da en la Escue­la Gran­de di San Roc­co, Cru­ci­fi­xión que es un cua­dro de enor­mes dimen­sio­nes, Tar­quin y Lucre­tia y su visión espe­cial vol­ca­da en La Últi­ma Cena don­de se apre­cia la reac­ción de sus dis­cí­pu­los cuan­do Cris­to anun­cia que uno de ellos lo va a trai­cio­nar. De mane­ra gene­ral el docu­men­tal des­ta­ca cómo sus obras cap­ta­ron el cru­cial momen­to que se vivía en el mun­do con el sur­gi­mien­to del protestantismo.

El film se valo­ri­za a tra­vés de los comen­ta­rios efec­tua­dos por artis­tas, crí­ti­cos e his­to­ria­do­res de arte, entre los que se encuen­tran el pin­tor bar­ce­lo­nés Jor­ge Pom­bo rein­ter­pre­tan­do la pin­tu­ra de Tin­to­ret­to así como la del direc­tor del Museo Nacio­nal del Pra­do Miguel Falo­mir alu­dien­do al sig­ni­fi­ca­do de su obra. Igual­men­te cabe dis­tin­guir la repro­duc­ción de la Vene­cia de hace 500 años tenien­do en con­si­de­ra­ción la impor­tan­cia que esa ciu­dad adqui­rió como vía marí­ti­ma y puer­to de enla­ce con el con­ti­nen­te euro­peo. En esen­cia, Peroc­co ofre­ce un esme­ra­do docu­men­tal que segu­ra­men­te será apre­cia­do por los aman­tes del arte.

Seat 20 D (Esta­dos Unidos)

Seat 20 D

Una pro­fun­da emo­ción pro­du­ce la visión de este dra­má­ti­co y a la vez edi­fi­can­te docu­men­tal de Jim Camp­bell. Como muchas veces se ha seña­la­do, no hay dolor más gran­de que un ser humano pue­da expe­ri­men­tar que el ori­gi­na­do por la muer­te de un hijo: pre­ci­sa­men­te eso ha acon­te­ci­do con los padres de 35 estu­dian­tes de la Uni­ver­si­dad de Syra­cu­se que via­ja­ban en el vue­lo 103 de Pan Am del 21 de diciem­bre de 1988 que en el tra­yec­to de Lon­dres a New York explo­tó en Loc­ker­bie, Esco­cia, como con­se­cuen­cia de un bru­tal aten­ta­do terro­ris­ta don­de en total pere­cie­ron 270 personas.

Para poder afron­tar esa enor­me pena la escul­to­ra Suse Lowens­tein, cuyo hijo de 21 años fue una de las víc­ti­mas, se embar­có en un tra­ba­jo alta­men­te ambi­cio­so; el mis­mo inti­tu­la­do Dark Elegy, con­sis­te en 75 figu­ras de cuer­pos de muje­res que refle­jan el pre­ci­so momen­to en que cada una de las madres de los jóve­nes ulti­ma­dos se ente­ran de la muer­te de sus hijos.

El docu­men­tal ilus­tra el home­na­je con­me­mo­ra­ti­vo que la Uni­ver­si­dad de Syra­cu­se rin­dió a los 35 alum­nos des­apa­re­ci­dos, colo­can­do sillas en el jar­dín exte­rior del cam­pus con el núme­ro de los asien­tos que cada uno de ellos había ocu­pa­do en el trá­gi­co vue­lo don­de el 20 D ‑títu­lo del film- corres­pon­dió a Ale­xan­der Lowenstein.

La monu­men­tal obra cons­ti­tu­ye asi­mis­mo un tri­bu­to a la crea­ción artís­ti­ca como resul­ta­do de la peno­sa expe­rien­cia atra­ve­sa­da por su huma­ni­ta­ria auto­ra. El sue­ño de la escul­to­ra es donar su tra­ba­jo desean­do que sea ins­ta­la­do en un sitio pro­mi­nen­te para que pue­da ser visi­ta­do por mucha gen­te de dife­ren­tes luga­res del mun­do; al pro­pio tiem­po expre­sa que su escul­tu­ra es un home­na­je rea­li­za­do a todas las víc­ti­mas del terrorismo.

Dicho lo que ante­ce­de es difí­cil per­ma­ne­cer indi­fe­ren­te con­tem­plan­do el con­mo­ve­dor film de Campbell.

Elia­des Ochoa – De Cuba para el Mun­do (Cuba)

Elia­des Ochoa – De Cuba para el Mundo

La direc­to­ra Cynthia Bies­tek trans­por­ta al espec­ta­dor en un via­je musi­cal hacia Cuba y a otros rin­co­nes del mun­do cen­tran­do su aten­ción en el remar­ca­ble gui­ta­rris­ta cubano Elia­des Ochoa (1946-).

Per­te­ne­cien­te a una humil­de fami­lia de gran­je­ros de Son­go La Maya, cuyos padres sin­tie­ron una afi­ni­dad con la músi­ca, a los 6 años Elia­des toca la gui­ta­rra pres­ta­da por su padre y se iden­ti­fi­ca de tal mane­ra sin­tien­do una incon­men­su­ra­ble pasión por la mis­ma. Cuan­do su fami­lia se muda a San­tia­go de Cuba, su pro­ge­ni­tor habien­do apre­cia­do las con­di­cio­nes inna­tas de su hijo le rega­la una gui­ta­rra con la que Elia­des comien­za a tocar en los bares loca­les aca­pa­ran­do la aten­ción de los pre­sen­tes. Así comien­za una pro­di­gio­sa carre­ra don­de en 1978 es invi­ta­do a lide­rar el Cuar­te­to Patria, un con­jun­to de la tro­va cuba­na crea­do en 1939. De allí en más siguen los triun­fos con su par­ti­ci­pa­ción en el Bue­na Vis­ta Social Club que recu­pe­ra y difun­de la músi­ca cuba­na a tra­vés del mun­do; ade­más la céle­bre ban­da es invi­ta­da por el Pre­si­den­te Oba­ma en 2015 para tocar en la Casa Blan­ca. A todo ello los regis­tros dis­co­grá­fi­cos con­tri­bu­ye­ron a cimen­tar su fama así como la edi­ción del video ani­ma­do “Pín­ta­te los labios María” sobre el tema musi­cal de Ochoa que logró un reso­nan­te éxi­to. No menos impor­tan­te ha sido su par­ti­ci­pa­ción con el con­jun­to Afro­cu­bis­mo con­ju­gan­do la músi­ca afri­ca­na con la cubana.

A tra­vés de mate­ria­les de archi­vo y entre­vis­tas con fami­lia­res, cole­gas, ami­gos ‑entre ellos el actor Beni­cio del Toro, la can­tan­te cuba­na Oma­ra Por­tuen­do y el pro­duc­tor musi­cal Nick Gold- y el músi­co mis­mo se van cono­cien­do aspec­tos iné­di­tos has­ta el pre­sen­te; así se sabe que Ochoa res­ca­tó del ano­ni­ma­to al talen­to­so músi­co Com­pay Segun­do (1907 – 2003) a la vez que par­ti­ci­pó en el Cuar­te­to Patria e inte­gró tam­bién el Bue­na Vis­ta Social Club.

La nota dra­má­ti­ca del docu­men­tal no está ausen­te cuan­do Ochoa rela­ta que dan­do un con­cier­to en Rot­ter­dam se le comu­ni­ca la muer­te de su que­ri­do padre y que ‑cosas del des­tino- dos sema­nas des­pués falle­ce­ría su hijo de 21 años de edad. Final­men­te, el des­ta­ca­do gui­ta­rris­ta expre­sa que cuan­do mue­ra desea ser ente­rra­do en el cemen­te­rio de su pue­blo natal y que con su sen­ti­do opti­mis­ta visi­tan­do lo que será su tum­ba desea que sea colo­ca­do su clá­si­co som­bre­ro a un lado y su gui­ta­rra al otro con un epi­ta­fio en el que se lea “Estoy Como Nunca”.

Final­men­te cabe men­cio­nar extrac­tos de las can­cio­nes cuba­nas ento­na­das don­de ade­más de Pín­ta­te los labios María, se encuen­tra entre otros títu­los el céle­bre Chan Chan de Com­pay Segun­do, Casa de la Tro­va, A Bara­coa me voy, Mi Vie­jo San­tia­go, Sibo­ney, Guan­ta­na­me­ra y muchos más.

En esen­cia, Bies­tek con la valio­sa cola­bo­ra­ción del guio­nis­ta y mon­ta­jis­ta Ian Padrón ha logra­do un mara­vi­llo­so docu­men­tal no exen­to de melan­co­lía para quie­nes han goza­do des­de lar­go tiem­po atrás la belle­za de la músi­ca popu­lar cuba­na a tra­vés de uno de sus máxi­mos repre­sen­tan­tes como lo fue y lo sigue sien­do Elia­des Ochoa.

Rup­tu­ra Conyugal

HOPE GAP. Gran Bre­ta­ña, 2019. Un film escri­to y diri­gi­do por William Nicholson.

Cier­ta­men­te no exis­ten lec­cio­nes de feli­ci­dad con­yu­gal y es así que en la mayo­ría de las veces los fac­to­res que asis­ten a la armo­nía de un matri­mo­nio o a su insa­tis­fac­ción siguen sien­do un mis­te­rio que está aso­cia­do a la natu­ra­le­za huma­na de las par­tes que lo inte­gran. Esta intro­duc­ción vie­ne al caso por­que este film de William Nichol­son expo­ne la diso­lu­ción de un víncu­lo con­yu­gal des­pués de 29 años de vida conjunta.

Annet­te Bening y Bill Nighy

La his­to­ria gira en torno de Gra­ce (Annet­te Bening) y Edward (Bill Nighy), ambos de edad madu­ra, cuyo hogar se encuen­tra en la zona cos­te­ra del este de Sus­sex, en Gran Bre­ta­ña; ella, ya reti­ra­da, es una mujer inte­lec­tual impli­ca­da en un libro de ver­sos; él es un eru­di­to pro­fe­sor de escue­la. Des­de las pri­me­ras imá­ge­nes el guión per­mi­te com­pe­ne­trar­se en sus per­so­na­jes, don­de la per­so­na­li­dad de Gra­ce, abier­ta y espon­tá­nea, con­tras­ta con la de su mari­do quien ofre­ce la impre­sión de un indi­vi­duo can­sa­do en seguir las con­ver­sa­cio­nes que su espo­sa tra­ta de gene­rar con indi­si­mu­la­do entusiasmo.

Cuan­do Edward invi­ta a su adul­to hijo Jamie (Josh O’Con­nor), que vive en Lon­dres, a pasar el fin de sema­na en su hogar, al lle­gar le comu­ni­ca ‑antes que lo sepa Gra­ce– que deci­dió dejar a su madre. Cuan­do ella reci­be de su espo­so la dra­má­ti­ca noti­cia dicién­do­le que cono­ció a una joven mujer que lo col­ma de satis­fac­ción, la con­mo­cio­na­da Gra­ce no se resig­na a acep­tar la situa­ción y se dis­po­ne a luchar deses­pe­ra­da­men­te para rever­tir un pro­ce­so que al pare­cer es irreversible.

Nichol­son cuyo guión está basa­do en la obra tea­tral que escri­bió trans­mi­tien­do su pro­pia expe­rien­cia vivi­da al sepa­rar­se sus padres, uti­li­za al per­so­na­je de Jamie como su alter ego. En la fic­ción se com­pro­ba­rá cómo invo­lun­ta­ria­men­te el joven es uti­li­za­do por Gra­ce para que actúe de inter­me­dia­rio ante su padre a fin de con­ven­cer­lo para que retor­ne al hogar.

Dicho lo que ante­ce­de se asis­te a un ínti­mo dra­ma fami­liar que no agre­ga algo dife­ren­te a los temas de desin­te­gra­ción matri­mo­nial ya con­si­de­ra­dos por el cine en varias oca­sio­nes don­de últi­ma­men­te lo tra­tó el direc­tor Noah Baum­bach en su exce­len­te dra­ma Marria­ge Story. En este caso, Hope Gap no alcan­za el mis­mo nivel y eso se debe en par­te a que no se lle­ga a saber qué es lo que sus­ten­tó la vida en común de esta pare­ja duran­te casi tres déca­das y cómo es posi­ble que Gra­ce no se haya per­ca­ta­do que algo no fun­cio­na­ba bien en esa rela­ción, igno­ran­do que la con­duc­ta apá­ti­ca de su espo­so se debió al des­afec­to que sen­tía por ella.

Más allá de las obser­va­cio­nes seña­la­das, la gra­vi­ta­ción de este film sol­ven­te­men­te rea­li­za­do resi­de en las sóli­das actua­cio­nes de Bening y Nighy. La vete­ra­na actriz se des­en­vuel­ve estu­pen­da­men­te trans­mi­tien­do las con­flic­ti­vas emo­cio­nes que expe­ri­men­ta una per­so­na que sin haber enviu­da­do sufre los sin­sa­bo­res del aban­dono y de sen­tir­se sola en el mun­do. Por su par­te Nighy cum­ple a la per­fec­ción el com­por­ta­mien­to de un hom­bre retraí­do, silen­cio­so y poco comu­ni­ca­ti­vo aun­que cons­cien­te del impac­to que su deci­sión cau­sa en su cón­yu­ge. Final­men­te O’Con­nor es todo un hallaz­go al trans­mi­tir la difí­cil situa­ción de un hijo que com­pren­dien­do a sus pro­ge­ni­to­res rea­li­za el tre­men­do esfuer­zo de per­ma­ne­cer impar­cial; ese es pre­ci­sa­men­te el méri­to del rea­li­za­dor al no tomar par­ti­do alguno por nin­gu­na de las dos par­tes per­mi­tien­do de este modo que el públi­co juz­gue por sí mis­mo el com­por­ta­mien­to de sus per­so­na­jes. Jor­ge Gutman

Sono­ros Silbidos

THE WHISTLERS. Ruma­nia-Fran­cia-Ale­ma­nia, 2019. Un film escri­to y diri­gi­do por Cor­ne­liu Porumboiu

Den­tro del pano­ra­ma del cine rumano actual Cor­ne­liu Porum­boiu es, uno de los más impor­tan­tes rea­li­za­do­res. Habien­do delei­ta­do al públi­co con fil­mes tan efi­ca­ces como 12:08 east of Buca­rest (2006), su ópe­ra pri­ma que ganó la Cáma­ra de Oro en el Fes­ti­val de Can­nes, Poli­ce, Adjec­ti­ve (2009), y The Trea­su­re (2015), entre otros títu­los, aquí rati­fi­ca su talen­to con The Whistlers que en 2019 com­pi­tió en Can­nes. El nom­bre ori­gi­nal de esta livia­na come­dia es La Gome­ra por­que la mayor par­te de su acción trans­cu­rre en dicha isla que es una de las sie­te que inte­gran las Islas Canarias.

Una esce­na de THE WHISTLERS

Como un expo­nen­te del cine negro, en esta pelí­cu­la se asis­te a una pecu­liar his­to­ria don­de se entre­mez­clan poli­cías, ladro­nes, mato­nes y trai­do­res den­tro de un mar­co en el que sono­ros sil­bi­dos actúan como telón de fondo.

El per­so­na­je prin­ci­pal es Cris­ti (Vlad Iva­nov), un ins­pec­tor de poli­cía rumano de dudo­sa moral que ade­más de sus fun­cio­nes espe­cí­fi­cas tra­ba­jan­do con su cole­ga Alin (Geor­ge Pis­ter­nea­nu) y repor­tan­do a su jefa Mag­da (Rodi­ca Lazar), al mis­mo tiem­po actúa como infor­man­te de mafio­sos espa­ño­les ocu­pa­dos de tra­fi­car dro­gas. Así, este “ser­vi­dor de dos patro­nes” (sin paren­tes­co alguno con el pro­ta­go­nis­ta de la obra de Car­lo Gol­do­ni) se ve obli­ga­do a via­jar a La Gome­ra a fin de lograr la recu­pe­ra­ción de un botín de 30 millo­nes de euros, para lo cual debe­rá sacar de la cár­cel a un tur­bio hom­bre de nego­cios. A todo ello Cris­ti debe­rá apren­der el len­gua­je del sil­bo ‑una len­gua ances­tral basa­da en silbidos‑, a fin de poder comu­ni­car­se con los gangs­ters sin nece­si­dad de hablar y evi­tar de este modo que los poli­cías que lo vigi­lan y per­si­guen pue­dan escu­char lo que se dice.

El guión del rea­li­za­dor no sigue un orden cro­no­ló­gi­co sino que está estruc­tu­ra­do a mane­ra de un com­pli­ca­do rom­pe­ca­be­zas que se tor­na más pro­ble­má­ti­co cuan­do Cris­ti lle­ga a cono­cer y se ena­mo­ra de Gil­da (Catri­nel Mar­lon), una fas­ci­nan­te “mujer fatal”; de todos modos, el espec­ta­dor enfren­ta el desa­fío de poder armar este puzz­le pres­tan­do aten­ción a los varios flash­backs que se van suce­dien­do. Agre­gar algo más a lo dicho sería pri­var al espec­ta­dor del pla­cer de des­cu­brir cómo cul­mi­na­rá esta historia.

Con una sutil comi­ci­dad deci­di­da­men­te absur­da, Porum­boiu acier­ta con su efi­caz pues­ta escé­ni­ca logran­do entre­te­ner sana­men­te con este buen y vivi­fi­can­te diver­ti­men­to poli­cial. Jor­ge Gutman

Amo­ra­li­dad y Laten­te Violencia

ROJO. Argen­ti­na-Bra­sil-Fran­cia-Holan­da-Ale­ma­nia, 2018. Un film escri­to y diri­gi­do por Ben­ja­min Naishtat

Des­pués de su estreno mun­dial en el TIFF 2018, aho­ra se exhi­be en sala Rojo del direc­tor Ben­ja­min Naish­tat quien ofre­ce una pin­tu­ra rea­lis­ta de lo que Argen­ti­na ha vivi­do poco tiem­po antes de la san­grien­ta dic­ta­du­ra mili­tar (1976 – 1983).

La acción trans­cu­rre en 1975 en una ciu­dad pro­vin­cial don­de el mie­do comien­za a ate­rrar al país inclu­yen­do las des­apa­ri­cio­nes de per­so­nas como un anti­ci­po de lo que habría de ocu­rrir pocos meses des­pués. Antes de los cré­di­tos, a mane­ra de pró­lo­go se obser­va a unos resi­den­tes de un subur­bio que van apro­pián­do­se de obje­tos que aún per­ma­ne­cían en una casa resi­den­cial des­ocu­pa­da. Inme­dia­ta­men­te des­pués, el rela­to del rea­li­za­dor pre­sen­ta a Clau­dio Morán (Darío Gran­di­net­ti), un repu­tado abo­ga­do de media­na edad, quien un sába­do por la noche asis­te a un res­tau­ran­te espe­ran­do la lle­ga­da de su espo­sa (Andrea Fri­ge­rio). Mien­tras la está aguar­dan­do Morán es abor­da­do por un des­co­no­ci­do (Die­go Cre­mo­ne­si) con cier­ta ines­ta­bi­li­dad men­tal, que ori­gi­na un alter­ca­do que alcan­za una des­agra­da­ble dimen­sión. Cuan­do al salir del esta­ble­ci­mien­to nue­va­men­te se topa con el extra­ño suje­to, la ten­sión adquie­re un giro dra­má­ti­co fren­te a una deci­sión deses­pe­ran­te adop­ta­da por éste último.

Alfre­do Cas­tro y Darío Grandinetti

Tres meses des­pués, un ami­go del abo­ga­do (Clau­dio Mar­tí­nez Bel) le soli­ci­ta su ayu­da para que legal­men­te lo con­vier­ta en el supues­to com­pra­dor de la casa aban­do­na­da, refe­ren­cia hecha en el pró­lo­go del rela­to, a tra­vés de un meca­nis­mo deci­di­da­men­te corrup­to. Para­le­la­men­te, se asis­te a una sub­tra­ma sobre la rela­ción de Pau­la (Lau­ra Gran­di­net­ti), la hija de Morán, con su celo­so ami­go San­ti (Rafael Feder­man), que con­du­ci­rá a la des­apa­ri­ción de un personaje.

Den­tro de un ambien­te en don­de los acon­te­ci­mien­tos se van rari­fi­can­do sur­ge la pre­sen­cia de un detec­ti­ve chi­leno (Alfre­do Cas­tro) lle­ga­do de Bue­nos Aires con el pro­pó­si­to de inda­gar el para­de­ro del extra­ño indi­vi­duo que el abo­ga­do había con­fron­ta­do tiem­po atrás.

La amo­ra­li­dad de la épo­ca sem­bra­da de una vio­len­cia laten­te está efi­cien­te­men­te ilus­tra­da a tra­vés de las varias viñe­tas de esa peque­ña comu­ni­dad que meta­fó­ri­ca­men­te refle­jan lo acon­te­ci­do en el res­to del país en uno de los momen­tos más oscu­ros de su his­to­ria. Al así hacer­lo, Naish­tat sumi­nis­tra un muy buen e impre­vi­si­ble rela­to a tra­vés de los hilos de una intrin­ca­da made­ja en la que nada que­da libra­do al azar; lo más impor­tan­te es su habi­li­dad en haber crea­do una efec­ti­va atmós­fe­ra de para­noia inquie­tan­te que a la mane­ra de un thri­ller imbui­do de con­si­de­ra­ble sus­pen­so man­tie­ne en vilo al espectador.

Ade­más de la impe­ca­ble direc­ción, el film se ve agra­cia­do con el exce­len­te tra­ba­jo de Gran­di­net­ti trans­mi­tien­do la ambi­gua con­tra­dic­ción de un hom­bre que en prin­ci­pio hones­to pone a prue­ba su decen­cia al adop­tar deci­sio­nes mal enca­mi­na­das. En los fac­to­res téc­ni­cos se dis­tin­guen la mag­ní­fi­ca foto­gra­fía de Pedro Sote­ro y la músi­ca omi­no­sa de Vin­cent Van War­mer­dam muy bien aso­cia­da a la tra­ma plan­tea­da. Jor­ge Gutman

Un Dra­ma Policial

ROU­BAIX, UNE LUMIĖ­RE (Fran­cia)

Un pano­ra­ma tétri­co y des­hu­ma­ni­za­dor es lo que se apre­cia en este dra­ma poli­cial del renom­bra­do rea­li­za­dor galo Arnaud Des­ple­chin, cuya acción se desa­rro­lla en su ciu­dad natal de Rou­baix, ubi­ca­da al nor­des­te de Fran­cia, pró­xi­ma a la fron­te­ra con Bélgica.

Basa­do en una his­to­ria ver­da­de­ra que tiem­po atrás con­mo­vió a Rou­baix y que se dio a cono­cer en un docu­men­tal de 2008 para la tele­vi­sión, el guión del direc­tor escri­to con Léa Mysius enfo­ca al ins­pec­tor poli­cial Daoud (Roschdy Zem), quien des­de lar­go tiem­po bata­lla el deli­to exis­ten­te en dicha ciu­dad don­de casi la mitad de su pobla­ción de 100 mil habi­tan­tes vive por deba­jo de los lími­tes de pobreza.

Antoi­ne Rei­nartz y Roschdy Zem

De natu­ra­le­za retraí­da y soli­ta­ria aun­que de nobles sen­ti­mien­tos él cono­ce todos los por­me­no­res que en mate­ria delic­ti­va azo­tan al lugar. Aho­ra cuen­ta con la cola­bo­ra­ción de Cote­re­lle (Antoi­ne Rei­nartz), un joven detec­ti­ve recien­te­men­te diplo­ma­do que mucho habrá de apren­der de su superior.

Esta pre­sen­ta­ción que abar­ca casi la mitad del metra­je es pun­ti­llo­sa­men­te ilus­tra­da refle­jan­do algu­nos de los inci­den­tes que trans­cu­rren en la empo­bre­ci­da ciu­dad, inclu­yen­do entre los mis­mos el escla­re­ci­mien­to de la fuga de una ado­les­cen­te de 17 años (Mais­sa Taleb) que no se lle­va bien con sus padres. Adop­tan­do el tono de un docu­men­tal Des­ple­chin con el apo­yo de la exce­len­te foto­gra­fía de Iri­na Lubt­chansky logra en esa pri­me­ra par­te lo mejor del relato.

El orden natu­ral se alte­ra en la vís­pe­ra de Navi­dad, cuan­do se pro­du­ce el estran­gu­la­mien­to de una mujer ancia­na en su domi­ci­lio ubi­ca­do en un calle­jón don­de en días pre­vios se había pro­du­ci­do un incen­dio. En ese vecin­da­rio habi­tan Clau­de (Léa Sey­doux) y su ami­ga Marie (Sara Fores­tier), dos jóve­nes des­ti­tui­das vivien­do mar­gi­nal­men­te, en don­de el olfa­to de Daoud le hace pre­su­mir que ellas tie­nen algu­na vin­cu­la­ción con el cri­men per­pe­tra­do. De allí en más la tra­ma se cen­tra en el minu­cio­so inte­rro­ga­to­rio sepa­ra­da­men­te efec­tua­do a ambas muje­res, cuyas ver­sio­nes difieren.

Los ele­men­tos con­cu­rren­tes se pres­tan para el desa­rro­llo de un intere­san­te thri­ller. Lo que suce­de es que la lar­ga inte­rro­ga­ción poli­cial con la con­si­guien­te pre­sión psi­co­ló­gi­ca ejer­ci­da en las jóve­nes, es rea­li­za­da en nume­ro­sas opor­tu­ni­da­des y esas varia­cio­nes repe­ti­ti­vas ale­tar­gan la expo­si­ción afec­tan­do su rit­mo; ade­más, la con­fron­ta­ción final entre las sos­pe­cho­sas no logra crear la nece­sa­ria ten­sión que se requie­re en este tipo de relatos.

Aun­que las obje­cio­nes seña­la­das no alcan­zan a des­me­re­cer a este dra­ma poli­cial bien rea­li­za­do, con todo no alcan­za el nivel de algu­nos de los mejo­res tra­ba­jos de Des­ple­chins, como Rois et reine (2004), Un con­te de Noël (2008) y Trois sou­ve­nir de ma jeu­nes­se (2015). Entre sus aspec­tos favo­ra­bles se des­ta­ca la muy bue­na des­crip­ción de la deca­den­cia del medio social en que trans­cu­rre la acción como igual­men­te la con­vin­cen­te actua­ción de su elen­co; así, cabe dis­tin­guir la inter­pre­ta­ción de Roschdy Zem quien mere­ci­da­men­te ha sido pre­mia­do con el César (equi­va­len­te al Oscar) como mejor actor del año al haber­se com­pe­ne­tra­do ple­na­men­te en la psi­co­lo­gía del pers­pi­caz y humano poli­cía. Jor­ge Gutman