Una Agra­da­ble Semana

MA FOLLE SEMAI­NE AVEC TESS  Holan­da-Ale­ma­nia, 2019. Un film de Ste­ven Wouterlood

Basa­do en una pre­mia­da nove­la de 2013 Anna Woltz, escri­to­ra espe­cia­li­za­da en obras dedi­ca­das al públi­co juve­nil, esta ópe­ra pri­ma de Ste­ven Wou­ter­lood des­ti­la encan­to y cali­dez a tra­vés de sus dos per­so­na­jes pro­ta­gó­ni­cos. El guión de Lau­ra van Dijk pre­sen­ta a Sam (Sonny van Utte­ren), un sen­si­ble pre-ado­les­cen­te de 10 años que se encuen­tra con sus padres (Tjeb­bo Gerrits­ma, Suzan Boo­gaerdt), pasan­do sus vaca­cio­nes de una sema­na en la idí­li­ca isla holan­de­sa de Ters­che­lling. Sus pla­nes de dis­fru­tar de esa esta­día, se ven frus­tra­dos en par­te cuan­do su her­mano mayor Jorre (Julian Rass) se quie­bra el tobi­llo y simul­tá­nea­men­te comien­za a corroer­le una gran duda. Con su ima­gi­na­ción pien­sa que sien­do el menor inte­gran­te de su fami­lia él lle­ga­rá a sobre­vi­vir­los y por lo tan­to que­da­rá solo en el mun­do; en con­se­cuen­cia se embar­ca en un entre­na­mien­to para estar pre­pa­ra­do y saber mane­jar­se por sí mis­mo en su even­tual soledad.

Sonny van Utte­ren y Josephi­ne Arendsen

Su deci­sión comien­za a alte­rar­se cuan­do cono­ce a la impul­si­va y diná­mi­ca Tess (Josephi­ne Arend­sen) de 11 años, hija de una madre mono­pa­ren­tal (Jen­ni­fer Hoff­man) y doc­to­ra de esa región. Al prin­ci­pio la impe­tuo­sa Tess se mues­tra aris­ca con él pero gra­dual­men­te entre ambos se cimen­ta una sin­ce­ra amis­tad; a todo ello, Sam reci­bi­rá de ella una con­fi­den­cia vin­cu­la­da con su padre bio­ló­gi­co cuan­do su madre reci­be como hués­pe­des a una joven pare­ja de turis­tas inte­gra­da por Hugo (Johan­nes Kie­nast) y Eli­se (Teren­ce Schreurs).

Al pro­pio tiem­po, Sam sale al encuen­tro de Hille (Hans Dage­leet), un hom­bre viu­do que le pro­vee una sabia lec­ción sobre lo que real­men­te impor­ta en la vida de una per­so­na; esa ense­ñan­za como tam­bién su rela­ción con Tess, ser­vi­rá para que el chi­co pue­da madu­rar y com­pren­der que no tie­ne mayor sen­ti­do apren­der a vivir solo cuan­do está rodea­do de una fami­lia que lo quiere.

El film intere­sa no sola­men­te por su con­te­ni­do sino fun­da­men­tal­men­te por la actua­ción de los dos niños que se desem­pe­ñan con sin­gu­lar auten­ti­ci­dad aden­trán­do­se cabal­men­te en la vida de sus per­so­na­jes; el desem­pe­ño natu­ral y con­vin­cen­te de Utte­ren y Arend­sen per­mi­te que entre otras esce­nas hayan sabi­do trans­mi­tir la ter­nu­ra que irra­dia de las pri­me­ras emo­cio­nes expe­ri­men­ta­das cuan­do a esa edad comien­za a des­per­tar el sen­ti­mien­to amoroso.

Méri­to asi­mis­mo es el del novel rea­li­za­dor al rela­tar esta his­to­ria con diá­fa­na sen­ci­llez per­mi­tien­do que ade­más de los ado­les­cen­tes, los adul­tos dis­fru­ten igual­men­te del rela­to. Así, sin efec­tos espe­cia­les ni situa­cio­nes gran­di­lo­cuen­tes es posi­ble obte­ner un entra­ña­ble film como lo es Ma Folle Semai­ne avec TessJor­ge Gutman

Cró­ni­ca de un Verano

MEK­TOUB, MY LOVE: CAN­TO UNO. Fran­cia-Ita­lia-Túnez, 2017. Un film de Abde­lla­tif Kechiche

Si en apa­rien­cia esta come­dia sen­ti­men­tal del direc­tor Abde­lla­tif Kechi­che podría acep­tar­se como una evo­ca­ción per­so­nal de sus años de juven­tud, el resul­ta­do es una cró­ni­ca de tres horas don­de no es mucho lo que acon­te­ce y bien podría redu­cir­se a la mitad de su duración.

Shain Bou­mé­di­ne

El guión del cineas­ta escri­to con Ghal­ya Lacroix e ins­pi­ra­do en la nove­la de 2011 La Bles­su­re de la Vraie de Fra­nçois Bégau­deau, enfo­ca a Amin (Shain Bou­mé­di­ne), un joven fran­co-tune­cino con aspi­ra­cio­nes de guio­nis­ta ade­más de fotó­gra­fo ama­teur quien en el verano de 1994 deja París don­de resi­de para retor­nar a Sète, su ciu­dad natal ubi­ca­da en la cos­ta medi­te­rrá­nea, para pasar sus vaca­cio­nes. En ese medio reen­cuen­tra a su ami­ga Ophé­lie (Ophé­lie Bau), una joven gran­je­ra que a pesar de estar invo­lu­cra­da sen­ti­men­tal­men­te con un sol­da­do que se halla ausen­te, no tie­ne repa­ros en man­te­ner ardien­tes víncu­los sexua­les con Tony (Salim Kechi­che), el don­jua­nes­co pri­mo de Amin.

Par­te de la acción trans­cu­rre en la pla­ya don­de Amin y Tony se rela­cio­nan con Céli­ne (Lou Lut­tiau) y su ami­ga Char­lot­te (Ale­xia Char­dard), dos jóve­nes turis­tas. Amin apro­ve­cha igual­men­te para visi­tar el res­tau­ran­te de la fami­lia, reen­con­trar en bares a vie­jos ami­gos de la infan­cia y pasar las horas noc­tur­nas en discotecas.

El rela­to fun­da­men­tal­men­te se cen­tra en las con­ver­sa­cio­nes bana­les de sus per­so­na­jes que ade­más de hablar, flir­tean, cam­bian opi­nio­nes y a veces sue­len dis­cu­tir sobre hechos coti­dia­nos sin que nada serio acon­tez­ca. De lo obser­va­do, se tie­ne la impre­sión de que en Sète prác­ti­ca­men­te rei­na la armo­nía en don­de los pro­ble­mas de raza, reli­gión o cual­quier otro tipo de dis­cri­mi­na­ción que afec­tan a Fran­cia en la hora actual, pare­cie­ran no haber exis­ti­do 25 años atrás.

A fal­ta de un con­flic­to dra­má­ti­co que sus­ten­te al rela­to, el rea­li­za­dor relle­na su con­te­ni­do dedi­can­do 10 minu­tos a posar la cáma­ra para ilus­trar el naci­mien­to de dos peque­ños cabri­tos, así como des­ti­na una media hora para rodar una lar­ga secuen­cia que trans­cu­rre en una dis­co­te­ca; allí, en medio de una músi­ca estri­den­te enfo­ca a tra­vés de dife­ren­tes ángu­los a jóve­nes muje­res ves­ti­das en shorts y mos­tran­do pro­vo­ca­ti­va­men­te sus cuer­pos ‑con espe­cial refe­ren­cia a sus tra­se­ros- mien­tras sen­sual­men­te se van des­li­zan­do en barras (pole dan­ce) .

Tal como está pre­sen­ta­da, esta pelí­cu­la cons­ti­tu­ye un tra­ba­jo de menor alien­to den­tro de la fil­mo­gra­fía del rea­li­za­dor que en 2013 obtu­vo la Pal­ma de Oro con La vie d’ Adè-leJor­ge Gutman

Ilu­sio­nes Desvanecidas

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

LES 3 SOEURS. Autor: Antón Ché­jov – Tex­to en Fran­cés y Direc­ción: René Richard Cyr. — Elen­co: Émi­lie Bibeau, Evely­ne Bro­chu, Éric Bru­neau, Vin­cent Cȏté, Gui­llau­me Cyr, Noé­mie Godin-Vig­neau, Miche­lle Labon­té, Robert Lalon­de, Benoît McGin­nis, Fré­dé­ric Paquet y Rebec­ca Vachon – Esce­no­gra­fía: Fra­nçois Vin­cent basa­do en una idea ori­gi­nal de René Richard Cyr – Ilu­mi­na­ción: Etien­ne Bou­cher – Músi­ca Ori­gi­nal: Michel Smith — Ves­tua­rio: Méré­dith Caron —  Acce­so­rios: Julie Meas­roch — Maqui­lla­jes y Pei­na­dos: Jean Bégin — Dura­ción: 1 hora y 35 minu­tos (sin entre­ac­to). Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 31 de mar­zo de 2020 en el Théâ­tre du Nou­veau Mon­de (www.tnm.qc.ca)

Esta pie­za que Ché­jov escri­bió en 1901 expre­sa el pro­fun­do sen­ti­mien­to que vuel­ca a sus per­so­na­jes así como lo demos­tró en La Gavio­ta (1896), Tío Van­ya (1897) y pos­te­rior­men­te lo haría en El Jar­dín de los Cere­zos (1904). Para su pre­sen­ta­ción en el TNM el emi­nen­te direc­tor René Richard Cyr ade­más de haber­la adap­ta­do y tra­du­ci­do al fran­cés del ruso ori­gi­nal en una ver­sión más redu­ci­da no sola­men­te res­pe­ta la esen­cia con­te­ni­da en la obra ori­gi­nal sino que al recons­truir­la expre­sa asi­mis­mo su entra­ña­ble afec­to por los seres que la habitan.

Evely­ne Bro­chu, Rebec­ca Vachon y Noé­mi Godin-Vig­neau. (Foto: Yves Renaud)

La acción comien­za pre­sen­tan­do a las her­ma­nas Pro­zo­rov vivien­do en una caso­na rural, ale­ja­da del mun­da­nal rui­do de la vida urba­na. La mayor de 28 años es la sol­te­ra y con­ser­va­do­ra pro­fe­so­ra Olga que es la figu­ra matriar­cal de la fami­lia; la her­ma­na del medio es la deci­di­da y apa­sio­na­da Masha de 23 años que casa­da a los 18 con un pro­fe­sor de liceo se encuen­tra insa­tis­fe­cha en su matri­mo­nio con Fédor Kouly­gui­ne; Iri­na que es la menor aca­ba de cum­plir los 20 años y está ilu­sio­na­da con lo que el futu­ro habrá de ofre­cer­le. Habien­do sido las hijas de un res­pe­ta­ble gene­ral que falle­ció un año atrás, ellas tuvie­ron la opor­tu­ni­dad de pasar su infan­cia y ado­les­cen­cia en la ani­ma­da Mos­cú que con­tras­ta por com­ple­to con el abu­rri­do lugar don­de actual­men­te resi­den. De allí que a pesar de ser dife­ren­tes en per­so­na­li­dad y carác­ter, ade­más del lazo fra­ter­nal que las une, estas muje­res fer­vien­te­men­te aspi­ran en dejar la abu­rri­da y monó­to­na exis­ten­cia de la cam­pa­ña para vol­ver a la ciu­dad que las ha vis­to cre­cer; con ellas vive su her­mano Andreï, un inte­lec­tual con bue­nas pers­pec­ti­vas de ser pro­fe­sor en una pres­ti­gio­sa uni­ver­si­dad pero su des­tino cam­bia­rá al cono­cer a la apa­ren­te­men­te humil­de Natasha que en poco tiem­po lle­ga a ser su esposa.

Evely­ne Bro­chu y Éric Bru­neau. (Foto: Yves Renaud)

La vida seden­ta­ria de las her­ma­nas se ani­ma un poco con la lle­ga­da de una guar­ni­ción mili­tar que se aca­ba de ins­ta­lar en la aldea don­de Masha se ena­mo­ra e ini­cia una rela­ción adúl­te­ra con el nue­vo tenien­te coro­nel Ale­xan­dre Ver­chi­ni­ne; por su par­te, Iri­na con el inexo­ra­ble paso del tiem­po resig­na sus ilu­sio­nes para casar­se sin amor con Soliony, el capi­tán del regimiento.

Con una mini­ma­lis­ta y ori­gi­nal esce­no­gra­fía del pin­tor Fra­nçois Vin­cent basa­da en la idea suge­ri­da por Cyr se apre­cia a todos los per­so­na­jes per­ma­nen­te­men­te pre­sen­tes en el esce­na­rio para brin­dar la idea del enclaus­tra­mien­to en que se hallan en ese pue­blo rural de la Rusia zaris­ta; es allí don­de la sole­dad, la des­ilu­sión y el pesi­mis­mo pare­cie­ra suje­tar­los a un inmo­vi­lis­mo que les con­du­ce hacia un calle­jón sin salida.

Al ilus­trar a estas tres her­ma­nas que reme­mo­ran un pasa­do que no vol­ve­rá para negar la reali­dad del pre­sen­te y aspi­rar a un futu­ro más aus­pi­cio­so que no habrá de con­cre­tar­se, el direc­tor ‑apre­cian­do la visión del autor ruso- meta­fó­ri­ca­men­te ofre­ce un micro­cos­mos del final de una épo­ca don­de la alta bur­gue­sía debe­rá saber adap­tar­se a una nue­va y dife­ren­te era que comien­za a cobrar vigencia.

La obra cuen­ta con un exce­len­te elen­co capaz de resal­tar las face­tas huma­nas de sus per­so­na­jes; entre sus inte­gran­tes se des­ta­can Evely­ne Bro­chu ofre­cien­do una ful­gu­ran­te y deter­mi­na­da Masha, Éric Bru­neau como su inte­lec­tual aman­te, Fré­dé­ric Paquet asu­mien­do el rol del ama­ble mari­do enga­ña­do, Robert Lalon­de dan­do vida al anciano doc­tor mili­tar Ivan Tché­bouty­ki­ne, Miche­lle Labon­té como Anfis­sa, la abne­ga­da cria­da de la fami­lia, Benoît McGin­nis como el baron Nico­laï Tou­sen­bach, uno de los pre­ten­dien­tes de Iri­na, Émi­lie Bibeau encar­nan­do a la mani­pu­la­do­ra Natasha y Rebec­ca Vachon como la entu­sias­ta Irina.

A tra­vés de la pre­sen­te ver­sión Cyr con su vas­ta expe­rien­cia escé­ni­ca con­fir­ma una vez más su gran talen­to de direc­tor tea­tral al haber­se aden­tra­do mag­ní­fi­ca­men­te en el uni­ver­so del céle­bre Ché­jov que los aman­tes del buen tea­tro sabrán apreciar.

Valio­so Espec­tácu­lo Musical

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

THE TIMES THEY ARE A CHAN­GIN.  A Con­cert Cele­bra­tion – Intér­pre­tes: Loui­se Pitre y W. Joseph Mathe­son —  Direc­ción: Avery Sal­tz­man –- Inte­gran­tes del Con­jun­to Musi­cal: Nick Bur­guess, Simon Legault, Jason Field, Evan Ste­wart y Peter Colan­to­nio –  Orques­ta­dor y Super­vi­sor Musi­cal: Mark Cami­lle­ri — Direc­tor Musi­cal en Mon­treal: Nick Bur­guess — Esce­no­gra­fía: Sabri­na Miller — Ves­tua­rio: Loui­se Bou­rret – Ilu­mi­na­ción: Emily Sous­sa­na – Dise­ño de Pro­yec­ción: Dan Bow­man — Dura­ción: 1h30 sin entre­ac­to- Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 22 de Mar­zo de 2020 en la sala prin­ci­pal del Segal Cen­tre (www.segalcentre.org)

En una afor­tu­na­da cola­bo­ra­ción del Segal Cen­tre con la Com­pa­ñía Harold Green Jewish Thea­tre de Toron­to diri­gi­da por Avery Sal­tz­man y David Eis­ner, Mon­treal asis­te a un espec­tácu­lo ori­gi­nal e inge­nio­so que lle­va como títu­lo una de las can­cio­nes que com­pu­so en 1964 el gran com­po­si­tor fol­kló­ri­co Bob Dylan.

Loui­se Pitre (Foto: Andrée Lanthier)

La pie­za-con­cier­to está con­for­ma­da por un esti­mu­lan­te ciclo de can­cio­nes y fue crea­da en 2017 por Loui­se Pitre y W. Joseph Mathe­son para la Com­pa­ñía de Toron­to don­de en esa ciu­dad obtu­vo un rotun­do suce­so. Tan­to Mathe­son como su espo­sa Loui­se deci­die­ron refle­jar la crea­ti­vi­dad de com­po­si­to­res judíos que en la déca­da del 60 logra­ron infun­dir genui­na emo­ción con sus can­cio­nes. Den­tro del vas­to reper­to­rio que exis­tió en ese enton­ces des­pués de un arduo tra­ba­jo han logra­do selec­cio­nar 24 can­cio­nes com­pues­tas por Dylan, Leo­nard Cohen, Woody Guth­rie, Caro­le King, Randy New­man, Janis Ian, el dúo de Paul Simon y Art Gar­fun­kel, Phil Ochs y Lau­ra Nyro, entre otros.

¿Por qué ubi­car el con­tex­to de las can­ciio­nes en los años 60? Por­que ha sido una épo­ca que de algún modo revo­lu­cio­nó las cos­tum­bres impe­ran­tes en la cul­tu­ra ame­ri­ca­na has­ta ese enton­ces. Ése ha sido un perío­do en que el idea­lis­mo fer­vien­te de los jóve­nes pron­ta­men­te deven­dría en una pro­fun­da des­ilu­sión que engen­dró en los artis­tas la nece­si­dad de vol­car su frus­tra­ción y rabia con­te­ni­da en la letra de sus canciones.

Joseph Mathe­son (Foto: Andrée Lanthier)

El espec­ta­dor no asis­te a un tra­di­cio­nal espec­tácu­lo del géne­ro, sino que en este caso las melo­días no están diso­cia­das de la rique­za con­te­ni­da en sus letras. De este modo, estos jóve­nes poe­tas con­ci­bie­ron ver­da­de­ros him­nos de rebe­lión fren­te a los dra­má­ti­cos acon­te­ci­mien­tos que tuvie­ron lugar en esos años. Gra­cias a los clips e imá­ge­nes pro­yec­ta­dos al com­pás de las can­cio­nes se van refle­jan­do en pan­ta­lla en rápi­dos bro­cha­zos los ase­si­na­tos de John Ken­nedy, de su her­mano Robert y el de Mar­tin Luther King, la trá­gi­ca gue­rra de Viet­nam, como así tam­bién aspec­tos vin­cu­la­dos con los comien­zos de la libe­ra­ción de la mujer para encon­trar un lugar en el mun­do sin depen­den­cia alguna.

Si The Times They Are A Chan­gin’ alcan­za un ópti­mo nivel de cali­dad eso es debi­do a la acer­ta­da direc­ción de Avery Sal­tz­man y fun­da­men­tal­men­te a la actua­ción de sus dos voca­lis­tas crea­do­res. Loui­se Pitre es una figu­ra bien cono­ci­da en Mon­treal don­de el públi­co tuvo la opor­tu­ni­dad de juz­gar­la en la inol­vi­da­ble carac­te­ri­za­ción rea­li­za­da de Edith Piaf en The Angel and the Spa­rrow en la tem­po­ra­da ante­rior del Segal Cen­tre; ella infun­de colo­ri­do, sen­ti­mien­to y enor­me pasión en sus can­cio­nes modu­lan­do su voz en fun­ción de la letra escri­ta. W. Joseph Mathe­son brin­da su encum­bra­da voz varo­nil al ser­vi­cio de las melo­días que ento­na así como su expre­si­va ges­tua­li­dad. Más allá del víncu­lo con­yu­gal de estos dos estu­pen­dos intér­pre­tes, exis­te una remar­ca­ble com­pli­ci­dad entre ambos al brin­dar una ele­gan­te sin­cro­ni­za­ción en los temas que les toca can­tar a dúo. La ban­da musi­cal lide­ra­da por el pia­nis­ta Nick Bur­gess acom­pa­ña a la dis­tin­gui­da pare­ja per­mi­tien­do que la audien­cia se con­ta­gie de las melo­días y resul­te gra­ti­fi­ca­da en los 90 minu­tos de espec­tácu­lo que, debi­do a la rela­ti­vi­dad del tiem­po, trans­cu­rren mucho más rápi­do que lo deseado.

W. Joseph Mathe­son y Loui­se Pitre. (Foto: Andrée Lanthier)

Este con­cier­to des­ti­lan­do un sabor nos­tál­gi­co para quie­nes han vivi­do esos años va mucho más allá. Cuan­do a tra­vés de las can­cio­nes de pro­tes­ta se des­ta­can algu­nos tópi­cos mal­sa­nos vin­cu­la­dos con la polí­ti­ca, la ambi­ción por el poder, las gue­rras con el sal­do de víc­ti­mas ino­cen­tes ade­más de los gra­ves pro­ble­mas de des­pla­za­mien­tos pro­du­ci­dos en los sobre­vi­vien­tes, uno com­prue­ba que lamen­ta­ble­men­te nada ha cam­bia­do hoy día. Con todo, el espec­tácu­lo deja abier­ta la puer­ta al opti­mis­mo con algu­nos de sus núme­ros, en espe­cial el reso­nan­te Tze­na, Tze­na, Tze­na de Issa­char Miron así como el vibran­te final con Fore­ver Young de Bob Dylan.

Para con­cluir esta nota cabe des­ta­car una vez más a Lisa Rubin, la exce­len­te direc­to­ra eje­cu­ti­va del Segal Cen­tre, quien en su pro­gra­ma­ción anual ofre­ce pro­duc­cio­nes que sus­ci­tan el entu­sias­mo del públi­co, como lo es esta esplen­do­ro­sa “cele­bra­ción de concierto” .

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Con­mo­ve­do­ra Historia

SORRY WE MIS­SED YOU. Gran Bre­ta­ña-Fran­cia-Bél­gi­ca, 2019. Un film de Ken Loach

Des­pués de haber obte­ni­do su segun­da Pal­ma de Oro en 2016 con I, Daniel Blac­ke, el vete­rano rea­li­za­dor Ken Loach, siem­pre acom­pa­ña­do de su exce­len­te guio­nis­ta Paul Laverty, des­cri­be en Sorry We Mis­sed You una con­mo­ve­do­ra historia.

Kris Hit­chen

Ape­lan­do a una narra­ción rea­lis­ta, el rea­li­za­dor ilus­tra las injus­ti­cias expe­ri­men­ta­das por gen­te común y sen­ci­lla que no tie­ne esca­pa­to­ria fren­te al esta­do de situa­ción en que se encuen­tra para poder sobre­vi­vir. Esa situa­ción se ejem­pli­fi­ca a tra­vés de una fami­lia pro­le­ta­ria que vive en New­castle e inte­gra­da por Rick (Kris Hit­chen), su espo­sa Abby (Deb­bie Honey­wood) y sus dos hijos Seb (Rhys Sto­ne) de 15 años y Liza Jane (Katie Proc­tor) de 11.

Habien­do per­di­do su tra­ba­jo en la cons­truc­ción y vivien­do día a día con lo que se pue­de, Rick aspi­ra a lograr un nivel de vida supe­rior que le per­mi­ta tener una casa pro­pia para dejar el dila­pi­da­do lugar habi­ta­cio­nal don­de resi­de con su fami­lia y ofre­cer a sus hijos un futu­ro mejor; por su par­te su abne­ga­da mujer pro­si­gue la noble tarea de ser­vi­do­ra social ofre­cien­do mag­ná­ni­ma­men­te ayu­da a dis­ca­pa­ci­ta­dos y ancianos.

Debi­do a una fran­qui­cia que Rick obtie­ne para el des­pa­cho de mer­ca­de­ría a domi­ci­lio él logra que su mujer ven­da su peque­ño vehícu­lo para que a cam­bio pue­da adqui­rir una camio­ne­ta para poder trans­por­tar los repar­tos; es así que cree haber con­cre­ta­do su auto­no­mía median­te un tra­ba­jo don­de él es su pro­pio emplea­dor. Sin embar­go, la inde­pen­den­cia que desea­ba alcan­zar resul­ta fic­ti­cia en la medi­da que está des­pia­da­da­men­te some­ti­do por la com­pa­ñía con­ce­sio­na­ria a tener que cum­plir con el des­pa­cho de los paque­tes en un espa­cio de tiem­po extre­ma­da­men­te redu­ci­do. A pesar de que Abby tra­ta de tem­plar los áni­mos fren­te a la des­hu­ma­ni­za­ción y humi­lla­ción que su mari­do expe­ri­men­ta dia­ria­men­te, cada vez resul­ta más difí­cil man­te­ner la con­cor­dia fami­liar fren­te a la situa­ción impe­ran­te; el hecho tien­de a agra­var­se debi­do al com­por­ta­mien­to de Seb que fal­tan­do a la escue­la para dedi­car­se a rea­li­zar gra­fi­tis efec­túa peque­ños robos a fin de dis­po­ner del dine­ro que le per­mi­ta com­prar la pin­tu­ra necesaria.

Si bien el cua­dro des­crip­to es evi­den­te­men­te som­brío, Loach tra­ta de ate­nuar­lo con algu­nas notas de humor; en todo caso a pesar de su negru­ra el film no es fata­lis­ta dado que deja la puer­ta abier­ta demos­tran­do cómo la sóli­da unión del lazo fami­liar adquie­re sus­tan­cial gra­vi­ta­ción para alen­tar esperanzas.

Como en todos los tra­ba­jos del rea­li­za­dor, resul­ta fácil de empa­ti­zar con el sen­ti­mien­to de sus per­so­na­jes por­que los mis­mos están per­fec­ta­men­te carac­te­ri­za­dos por un elen­co remar­ca­ble; así es admi­ra­ble la natu­ra­li­dad de Hit­chen quien habién­do­se desem­pe­ña­do ante­rior­men­te como plo­me­ro demues­tra que nun­ca es tar­de para ser actor si se reúne con­di­cio­nes natu­ra­les como las que él posee; Honey­wood con­mue­ve en el rol que inter­pre­ta, Sto­ne es genui­na­men­te autén­ti­co como él dís­co­lo hijo rebel­de y final­men­te es enco­mia­ble la inter­ven­ción de Proc­tor como la pre-ado­les­cen­te Liza Jane que se esfuer­za por man­te­ner la armo­nía de su familia.

En esen­cia, Loach pro­si­gue su tarea de remar­ca­ble visio­na­rio social brin­dan­do un vibran­te retra­to de la cla­se humil­de que bata­lla para seguir ade­lan­te; al hacer­lo pro­vee un film de gran huma­ni­dad y com­pa­sión por lo que resul­ta impo­si­ble no con­mo­ver­se con el mis­mo. Jor­ge Gutman