Cró­ni­ca de un Verano

MEK­TOUB, MY LOVE: CAN­TO UNO. Fran­cia-Ita­lia-Túnez, 2017. Un film de Abde­lla­tif Kechiche

Si en apa­rien­cia esta come­dia sen­ti­men­tal del direc­tor Abde­lla­tif Kechi­che podría acep­tar­se como una evo­ca­ción per­so­nal de sus años de juven­tud, el resul­ta­do es una cró­ni­ca de tres horas don­de no es mucho lo que acon­te­ce y bien podría redu­cir­se a la mitad de su duración.

Shain Bou­mé­di­ne

El guión del cineas­ta escri­to con Ghal­ya Lacroix e ins­pi­ra­do en la nove­la de 2011 La Bles­su­re de la Vraie de Fra­nçois Bégau­deau, enfo­ca a Amin (Shain Bou­mé­di­ne), un joven fran­co-tune­cino con aspi­ra­cio­nes de guio­nis­ta ade­más de fotó­gra­fo ama­teur quien en el verano de 1994 deja París don­de resi­de para retor­nar a Sète, su ciu­dad natal ubi­ca­da en la cos­ta medi­te­rrá­nea, para pasar sus vaca­cio­nes. En ese medio reen­cuen­tra a su ami­ga Ophé­lie (Ophé­lie Bau), una joven gran­je­ra que a pesar de estar invo­lu­cra­da sen­ti­men­tal­men­te con un sol­da­do que se halla ausen­te, no tie­ne repa­ros en man­te­ner ardien­tes víncu­los sexua­les con Tony (Salim Kechi­che), el don­jua­nes­co pri­mo de Amin.

Par­te de la acción trans­cu­rre en la pla­ya don­de Amin y Tony se rela­cio­nan con Céli­ne (Lou Lut­tiau) y su ami­ga Char­lot­te (Ale­xia Char­dard), dos jóve­nes turis­tas. Amin apro­ve­cha igual­men­te para visi­tar el res­tau­ran­te de la fami­lia, reen­con­trar en bares a vie­jos ami­gos de la infan­cia y pasar las horas noc­tur­nas en discotecas.

El rela­to fun­da­men­tal­men­te se cen­tra en las con­ver­sa­cio­nes bana­les de sus per­so­na­jes que ade­más de hablar, flir­tean, cam­bian opi­nio­nes y a veces sue­len dis­cu­tir sobre hechos coti­dia­nos sin que nada serio acon­tez­ca. De lo obser­va­do, se tie­ne la impre­sión de que en Sète prác­ti­ca­men­te rei­na la armo­nía en don­de los pro­ble­mas de raza, reli­gión o cual­quier otro tipo de dis­cri­mi­na­ción que afec­tan a Fran­cia en la hora actual, pare­cie­ran no haber exis­ti­do 25 años atrás.

A fal­ta de un con­flic­to dra­má­ti­co que sus­ten­te al rela­to, el rea­li­za­dor relle­na su con­te­ni­do dedi­can­do 10 minu­tos a posar la cáma­ra para ilus­trar el naci­mien­to de dos peque­ños cabri­tos, así como des­ti­na una media hora para rodar una lar­ga secuen­cia que trans­cu­rre en una dis­co­te­ca; allí, en medio de una músi­ca estri­den­te enfo­ca a tra­vés de dife­ren­tes ángu­los a jóve­nes muje­res ves­ti­das en shorts y mos­tran­do pro­vo­ca­ti­va­men­te sus cuer­pos ‑con espe­cial refe­ren­cia a sus tra­se­ros- mien­tras sen­sual­men­te se van des­li­zan­do en barras (pole dan­ce) .

Tal como está pre­sen­ta­da, esta pelí­cu­la cons­ti­tu­ye un tra­ba­jo de menor alien­to den­tro de la fil­mo­gra­fía del rea­li­za­dor que en 2013 obtu­vo la Pal­ma de Oro con La vie d’ Adè-leJor­ge Gutman