La Céle­bre Ban­da de Corea del Sur

BTS

En otro de los impor­tan­tes even­tos de Cine­plex en pocos días más se podrá apre­ciar el espec­tácu­lo BTS: Yet to Come in Cine­mas.

La sigla BTS res­pon­de al con­jun­to musi­cal crea­do en Corea del Sur en 2010 por 7 ado­les­cen­tes, debu­tan­do en 2013 en los regis­tros rea­li­za­dos por el sello dis­co­grá­fi­co por Big Hit.

(Foto: LR/Hybe)

El juve­nil gru­po inte­gra­do por Jin, Suga, J‑Hope, RM, Jimin, V y Jung­kook a tra­vés de los años evo­lu­cio­nó su esti­lo musi­cal abor­dan­do hoy día una varia­da gama de géne­ros y se dis­tin­gue por la letra de sus can­cio­nes apor­tan­do comen­ta­rios de carác­ter social.

Ade­más de ser la ban­da más popu­lar del país asiá­ti­co, su músi­ca tie­ne un impac­to mun­dial con­si­de­ra­ble, don­de cuen­ta con una innu­me­ra­ble can­ti­dad de segui­do­res en las redes socia­les quie­nes se hacen lla­mar ARMY (Ado­ra­ble Repre­sen­ta­ti­ve MC for Youth). El nivel de cali­dad de los álbu­mes de BTS le ha vali­do al con­jun­to nume­ro­sas dis­tin­cio­nes inter­na­cio­na­les. Simi­lar éxi­to ha obte­ni­do en su gira esta­dou­ni­den­se don­de en los 4 shows rea­li­za­dos en 2021 en la ciu­dad de Los Ánge­les, con­vo­ca­ron una audien­cia de 813.000 personas.

(Foto: Luis Fer­nan­do Gar­cía Medina)

Este docu­men­tal del rea­li­za­dor coreano Yoon Dong Oh que será pre­sen­ta­do a tra­vés del mun­do, regis­tra el con­cier­to del gru­po cele­bra­do en octu­bre de 2022 en la ciu­dad de Busan, inter­pre­tan­do las can­cio­nes más popu­la­res de su exi­to­sa carre­ra, inclu­yen­do “Dyna­mi­te”, “But­ter” e “Idol”, ade­más del pri­mer con­cier­to “Run BTS” de su últi­mo álbum Proof.

El espec­tácu­lo de 104 minu­tos de dura­ción será exhi­bi­do en Cana­dá en su ver­sión ori­gi­nal sur­co­rea­na con sub­tí­tu­los en inglés en nume­ro­sas salas de Cine­plex a par­tir del 1 de febre­ro de 2023.

Vivir Ple­na­men­te

LIVING. Gran Bre­ta­ña, 2022. Un film de Oli­ver Her­ma­nus. 102 minutos

Aki­ra Kuro­sa­wa, sin duda uno de los más tras­cen­den­tes y pres­ti­gio­sos rea­li­za­do­res del pasa­do siglo, ofre­ció varias obras maes­tras y entre las mis­mas se encuen­tra Vivir rea­li­za­da en 1952, en la que un hom­bre japo­nés de madu­ra edad tra­ta de encon­trar sen­ti­do a su vida cuan­do des­cu­bre que pade­ce de una enfer­me­dad ter­mi­nal. Ins­pi­ra­do en dicho film, el direc­tor Oli­ver Her­ma­nus ofre­ce en Living una nue­va ver­sión del mis­mo valién­do­se del guión rea­li­za­do por el pre­mio Nóbel de Lite­ra­tu­ra de 2017 Kazuo Ishi­gu­ro. Aun­que sin lle­gar al nivel cum­bre de Kuro­sa­wa, este dra­ma deja un resul­ta­do positivo.

Bill Nighy

En lugar de Japón, el guión ubi­ca la acción en el Lon­dres de la déca­da del 50 cen­tra­li­zan­do su aten­ción en el señor Williams (Bill Nighy), un indi­vi­duo soli­ta­rio quien des­pués de la muer­te de su espo­sa, como res­pon­sa­ble admi­nis­tra­ti­vo del ser­vi­cio de Obras Públi­cas de la muni­ci­pa­li­dad, se entre­ga por com­ple­to a su empleo, olvi­dan­do en con­se­cuen­cia a su per­so­na. De bajo per­fil, aspec­to tris­tón, dia­ria­men­te se diri­ge en tren a su tra­ba­jo sien­do la per­fec­ta encar­na­ción del dis­ci­pli­na­do buró­cra­ta que apli­ca la prác­ti­ca de dele­gar los lega­jos que se acu­mu­lan a otros depar­ta­men­tos a fin de des­lin­dar responsabilidad.

Su dia­ria ruti­na se alte­ra cuan­do reci­be un dra­má­ti­co diag­nós­ti­co médi­co de que se encuen­tra afec­ta­do de un cán­cer que le habrá de con­su­mir en esca­sos meses. Fren­te a la cruel noti­cia, comien­za a refle­xio­nar sobre lo que le dio sus­tan­cia a su exis­ten­cia y cómo vivir ple­na­men­te lo que le res­ta de vida. Sin comu­ni­car la tris­te noti­cia a su hijo Michael (Bar­ney Fish­wick) quien vive con su pare­ja Fio­na (Patsy Ferra­ri), deci­de tomar una bre­ve vaca­ción en la cos­ta; allí un inter­lo­cu­tor (Tom Bur­ke) lo alec­cio­na a que deba “vivir un poco”, aun­que él no sabe cómo hacer­lo. Con todo, la lle­ga­da de su nue­vo subor­di­na­do Peter (Alex Sharp) y de Mar­ga­ret (Aimee Lou Wood), una ex emplea­da del depar­ta­men­to, serán los fac­to­res que esti­mu­la­rán a que adop­te un cam­bio radi­cal en su mane­ra de ser. Eso se con­cre­ta con un pro­yec­to que había sido some­ti­do a su depar­ta­men­to y que recién aho­ra le con­ce­de el per­mi­so reque­ri­do para la cons­truc­ción de un par­que infan­til en un lugar derrui­do por la guerra.

Den­tro del mar­co de un rela­to con­te­ni­do y melan­có­li­co, el rea­li­za­dor ha logra­do un film que ade­más de rea­li­zar una vela­da crí­ti­ca a la buro­cra­cia admi­nis­tra­ti­va de los orga­nis­mos ofi­cia­les, refle­ja muy bien las vici­si­tu­des de su pro­ta­go­nis­ta impo­si­bi­li­ta­do de expre­sar lo que sien­te. Res­pe­tan­do el espí­ri­tu impreg­na­do por Kurosawa,el gran méri­to de esta ver­sión se debe a la sobria inter­pre­ta­ción de Bill Nighy quien se sumer­ge por com­ple­to en la piel de Williams; así resul­ta remar­ca­ble la com­po­si­ción que rea­li­za de un ser com­ple­jo, capaz de expre­sar su huma­nis­mo laten­te en los pos­tre­ros días de su exis­ten­cia al des­cu­brir que el ver­da­de­ro sen­ti­do de vivir cons­ti­tu­ye una expe­rien­cia de gran valor que mere­ce ser dis­fru­ta­da. En suma, una bue­na lec­ción para quie­nes de mane­ra alie­na­da ven trans­cu­rrir el paso del tiem­po sin saber gozar de las cosas sen­ci­llas y gra­tas que la vida es capaz de brin­dar. Jor­ge Gutman

Un Diá­lo­go Necesario

RES­PI­RE. Cana­dá (Que­bec), 2022. Un film escri­to y diri­gi­do por Onur Kara­man. 90 minutos.

No es muy fre­cuen­te que el tema de la inmi­gra­ción cana­dien­se y más espe­cí­fi­ca­men­te el de la pro­vin­cia de Que­bec sea fre­cuen­ta­do por el cine. De allí que resul­ta intere­san­te la incur­sión efec­tua­da por el rea­li­za­dor Onur Kara­man quien naci­do en Tur­quía lle­gó con su fami­lia a Que­bec a los 8 años de edad.

Ins­pi­ra­do en su expe­rien­cia, el cineas­ta Onur Kara­man plan­tea en Res­pi­re, su cuar­to lar­go­me­tra­je, un dra­ma fic­cio­nal con­tras­tan­do dos seres dia­me­tral­men­te opues­tos en don­de lo úni­co en común que los vin­cu­la es el gra­do de des­ilu­sión que expe­ri­men­tan por dife­ren­tes motivos.

Ame­da­mi­ne Ouerghi

En su guión, Kara­man pre­sen­ta a Fouad (Ame­da­mi­ne Ouerghi), un ado­les­cen­te marro­quí de 15 años aman­te de la poe­sía y del fút­bol que vive en un barrio popu­lar de Mon­treal con su padre Atif (Moham­med Maroua­zi) y su madre Rachi­da (Hou­da Riha­ni); no obs­tan­te que Atif es un inge­nie­ro diplo­ma­do en su país de ori­gen, tra­ba­ja en un res­tau­ran­te don­de Fouad cola­bo­ra con él en tan­to que Rachi­da está emplea­da en un cen­tro de lla­ma­das. A tra­vés de dife­ren­tes situa­cio­nes plan­tea­das que­da en evi­den­cia la frus­tra­ción del mucha­cho que es cons­cien­te que por ser inmi­gran­te hay una dis­cri­mi­na­ción que se refle­ja en dife­ren­tes ins­tan­cias que le toca vivir y que vuel­ca su pesar en mani­fes­ta­cio­nes vio­len­tas. Simul­tá­nea­men­te se sale al encuen­tro de Max (Fré­dé­ric Lemay), un que­be­quen­se de pura lana de 27 años que fre­cuen­ta el res­tau­ran­te de Atif; lle­van­do una vida des­or­ga­ni­za­da tan­to en lo pro­fe­sio­nal en don­de ha per­di­do su empleo como en su rela­ción sen­ti­men­tal al haber sido deja­do por su ami­ga (Clau­dia Bou­vet­te) él habi­ta con su madre depre­si­va (Marie Char­le­bois) y su padre (Roger Léger) que es una per­so­na de buen tem­pe­ra­men­to y due­ño de un taller mecá­ni­co que tie­ne como asis­ten­te a su sobrino Jére­mie (Gui­llau­me Laurin).

Si en prin­ci­pio no hay mayor pre­sun­ción de que Max sea una per­so­na into­le­ran­te, a ins­tan­cias de su pér­fi­do pri­mo Jére­mie que es abier­ta­men­te racis­ta, pro­vo­ca­rá accio­nes vio­len­tas que con­du­ci­rán a un pun­to de no retorno tan­to para él como para Fouad, afec­tan­do a sus res­pec­ti­vas familias.

Kara­man ofre­ce un dra­ma en don­de la exclu­sión, la dis­cri­mi­na­ción, el no reco­no­ci­mien­to, el racis­mo y sobre todo la cri­sis de iden­ti­dad de los inmi­gran­tes neo que­be­quen­ses son algu­nos de los aspec­tos refle­ja­dos. Pero la inten­ción del rea­li­za­dor ‑de acuer­do a lo mani­fes­ta­do en las notas de prensa‑, es de abrir un diá­lo­go que per­mi­ta un sanea­mien­to entre la gen­te de dife­ren­te ori­gen y cla­se social que habi­ta en Quebec.

Aun­que a veces repe­ti­ti­vo y con cier­tos deta­lles dra­má­ti­cos inne­ce­sa­rios, el film nutri­do de un enco­mia­ble elen­co se reve­la creí­ble a tra­vés de un tema que per­mi­te refle­xio­nar y que abre la posi­bi­li­dad para ser dis­cu­ti­do al con­cluir la pro­yec­ción.  Jor­ge Gutman

Sen­ci­lla y Cáli­da Pieza

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

GAS BAR BLUES. Tex­to: Louis Bélan­ger basa­do en su film homó­ni­mo — Adap­ta­ción Tea­tral: David Lau­rin — Direc­ción: Édith Pate­nau­de — Elen­co: Ber­trand Alain, Mir­yam Amrou­che, Clau­de Des­pins, Mar­tin Drain­vi­lle, Fran­cis La Haye, Fré­dé­ric Lemay, Hubert Lemi­re, Ste­ven Lee Pot­vin y Jean Fra­nçois Pou­lin — Esce­no­gra­fía: Patri­ce Char­bon­neau-Bru­ne­lle — Ves­tua­rio: Julie Léves­que —  Ilu­mi­na­ción : Jean-Fra­nçois Lab­bé —  Músi­ca: Mathieu Désy – Acce­so­rios: Josée Ber­ge­ron-Proulx — . Asis­ten­te de Direc­ción: Chloé Ekker — Dura­ción; 2 horas, sin entre­ac­to. Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 18 de febre­ro de 2023 en el Théâ­tre Ducep­pe (www.duceppe.com)

Gaz Bar Blues es un exce­len­te film cana­dien­se que Louis Bélan­ger guio­ni­zó y diri­gió en 2003 ins­pi­ra­do en recuer­dos de su juven­tud. Es aho­ra que David Lau­rin, co-direc­tor artís­ti­co del Tea­tro Ducep­pe, deci­dió adap­tar­lo tea­tral­men­te res­pe­tan­do la ver­sión ori­gi­nal con la incor­po­ra­ción de temas musicales.

El elen­co. (Foto: Tea­tro Duceppe)

La pie­za al igual que la pelí­cu­la desa­rro­lla la acción en 1989; con la caí­da del muro de Ber­lín sacu­dien­do al mun­do, el des­mo­ro­na­mien­to de la gue­rra fría, trae con­si­go una libe­ra­li­za­ción eco­nó­mi­ca que gra­vi­ta mun­dial­men­te en aque­llos peque­ños comer­cian­tes sin otra opción que ajus­tar­se a una nue­va moda­li­dad de explo­ta­ción comer­cial o de lo con­tra­rio sucum­bir. Ese es el con­tex­to en el que se des­en­vuel­ve Fra­nçois Bro­chu (Mar­tin Drai­ni­lle), un viu­do de 55 años que mane­ja “Gaz Bar”, una esta­ción de ser­vi­cio ubi­ca­da en un sec­tor humil­de de Limoi­lou, no muy lejos de la ciu­dad de Que­bec, cuya explo­ta­ción se encuen­tra ame­na­za­da con la apa­ri­ción de gaso­li­ne­ras ale­da­ñas de libre ser­vi­cio, ofre­cien­do el mis­mo pro­duc­to a menor precio.

Mar­tín Drain­vi­lle. (Foto:Teatro Duceppe)

Habien­do here­da­do el nego­cio de su padre, este hom­bre de nobles sen­ti­mien­tos que está afec­ta­do por el mal de Par­kin­son desea­ría que la acti­vi­dad siga sien­do explo­ta­da por sus hijos. Pero eso no pue­de ser por­que Réjean (Fré­dé­ric Lemay), pre­fie­re el arte de la foto­gra­fía y su meta es par­tir a Ber­lín para tes­ti­mo­niar los cam­bios socia­les como con­se­cuen­cias de la revuel­ta popu­lar pro­du­ci­da en Ale­ma­nia, en tan­to que Guy (Ste­ven Lee Pot­vin) se incli­na más por la músi­ca de blues. Por su par­te, la hija menor (Mir­yam Amrou­che) de 16 años es dema­sia­do joven para dedi­car­se a este tipo de ser­vi­cio, aun­que a ella le agrada.

Mar­tin Drain­vi­lle y Mir­yam Ami­rou­che. (Foto: Tea­tro Duceppe)

La obra es una cró­ni­ca de la vida dia­ria de esta gaso­li­ne­ra que ade­más de pro­veer­le un modes­to ingre­so a su due­ño, sir­ve tam­bién como un medio social que con­gre­ga a sus clien­tes, veci­nos y ami­gos, entre ellos Gas­ton (Clau­de Des­pins), todos ellos per­te­ne­cien­tes a un medio social des­fa­vo­re­ci­do. Los dife­ren­tes acon­te­ci­mien­tos se van suce­dien­do sin mayo­res sor­pre­sas, aun­que eso no afec­ta su esen­cia dra­má­ti­ca. En todo caso, la impor­tan­cia del rela­to resi­de más en la exce­len­te pin­tu­ra trans­mi­ti­da por sus dife­ren­tes per­so­na­jes que en tér­mi­nos de con­te­ni­do argumental.

Con la sim­pli­ci­dad de las peque­ñas cosas de la vida don­de sus carac­te­res reve­lan dis­tin­tos aspec­tos de per­so­na­li­dad que con­for­man la con­di­ción huma­na, la direc­to­ra Édith Pate­nau­de per­mi­te que su pues­ta escé­ni­ca trans­mi­ta la huma­ni­dad con­te­ni­da en esta adap­ta­ción tea­tral median­te peque­ñas esce­nas inter­ca­la­das con ter­nu­ra y humor. En el elen­co con­for­ma­do por nue­ve acto­res, que per­ma­ne­cen per­ma­nen­te­men­te en esce­na duran­te el desa­rro­llo de la obra, por la gra­vi­ta­ción de su rol se des­ta­ca Drain­vi­lle quien expre­sa con ple­na con­vic­ción el dra­ma de un ser que se sien­te impo­ten­te ante un mun­do que comien­za a cam­biar y al que él no logra adap­tar­se. El res­to del repar­to ade­más de un muy buen desem­pe­ño acto­ral se dis­tin­gue en la eje­cu­ción de dife­ren­tes ins­tru­men­tos musi­ca­les (gui­ta­rra, armó­ni­ca, bate­ría) brin­dan­do agra­da­bles temas de blues de Mathieu Désy que se acom­pa­san con el rit­mo, nos­tal­gia y melan­co­lía que des­ti­la esta sen­ci­lla y cáli­da pieza.

Rele­van­tes Car­tas de Amor

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

JE T’ÉCRIS AU MILI­EU D’UN BEL ORA­GE. Tex­to: Basa­do en la corres­pon­den­cia epis­to­lar (1944 – 1959) entre Albert Camus y María Casa­res – Idea y Adap­ta­ción: Dany Bou­dreault -. Direc­ción: Maxi­me Car­bon­neau – Elen­co: Anne Dor­val y Ste­ve Gag­non – Esce­no­gra­fía: Max-Otto Fau­teux — Acce­so­rios: Julie Meas­roch — Ves­tua­rio: Marie Chan­ta­le Vai­llan­court – Ilu­mi­na­ción: Julie Bas­se – Maqui­lla­je: Jus­ti­ne Denan­court-Bélan­ger — Músi­ca Ori­gi­nal: Antoi­ne Bédard — Video: Jéré­mie Bat­ta­glia — Asis­ten­te de Direc­ción: Stépha­nie Capis­tran-Lalon­de — Dura­ción: 2 horas (sin entre­ac­to). Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 19 de febre­ro de 2023 en el Théâ­tre du Nou­veau Mon­de (www.tnm.qc.ca)

(Foto: Yves Renaud)

Dos mons­truos sagra­dos del arte del siglo pasa­do son revi­vi­dos en esta pie­za; la mis­ma está basa­da en la corres­pon­den­cia epis­to­lar man­te­ni­da duran­te déca­da y media entre el gran ensa­yis­ta, nove­lis­ta, dra­ma­tur­go y filó­so­fo arge­lino Albert Camus (1913 – 1960) y la excep­cio­nal actriz de cine y tea­tro espa­ño­la nacio­na­li­za­da fran­ce­sa María Casa­res (1922 – 1996).

Obvia­men­te que resul­ta impo­si­ble refle­jar el con­te­ni­do de las 865 misi­vas inter­cam­bia­das por Camus y Casa­res; es así que el actor y autor Dany Bou­dreault efec­tuó una adap­ta­ción que narra­ti­va­men­te trans­mi­te la esen­cia del amor que exis­tió entre ambos artis­tas. Para ello el direc­tor Maxi­me Car­bon­neau optó por una pues­ta escé­ni­ca que se desa­rro­lla en tres momen­tos tem­po­ra­les; así, en su comien­zo la acción se desa­rro­lla en la entre­vis­ta rea­li­za­da a Casa­res pocos años antes de su muer­te don­de pasa revis­ta a la rela­ción que man­tu­vo con Camus; simul­tá­nea­men­te se asis­te a la lec­tu­ra de algu­nas de las car­tas que cada uno de los aman­tes diri­ge al otro y asi­mis­mo a los encuen­tros físi­cos que man­tu­vie­ron en dife­ren­tes épocas.

(Foto: Yves Renaud)

Pró­xi­mo a la fina­li­za­ción de la Segun­da Gue­rra, en mar­zo de 1944 María que está exi­lia­da en Fran­cia y Albert igual­men­te resi­dien­do allí se encuen­tran en una reu­nión invi­ta­dos por el etnó­gra­fo Michel Lei­ris; Albert reco­no­cien­do el talen­to de la actriz; de inme­dia­to la hace leer su obra El Malen­ten­di­do con la inten­ción de que la pro­ta­go­ni­ce. Pocas sema­nas des­pués, en la noche del 6 de junio, fecha de des­em­bar­co de las tro­pas alia­das en Nor­man­día, que­da con­su­ma­da la rela­ción ínti­ma entre ambos que será el ini­cio de una pasión incon­men­su­ra­ble; sin embar­go, meses des­pués ella se ale­ja tenien­do en cuen­ta que su aman­te está casa­do con la arge­li­na Fran­ci­ne Fau­ré y es padre de dos melli­zos, Cathe­ri­ne y Jean. No obs­tan­te, el des­tino quie­re que en 1948, un encuen­tro for­tui­to en las calles de París haga que se reini­cie el apa­sio­na­do amor de estos dos seres que per­du­ra­rá has­ta el dece­so de Albert.

Con­tem­plan­do el desa­rro­llo de la pie­za, no cabe duda que uno de sus pila­res resi­de en la remar­ca­ble actua­ción de Anne Dor­val per­so­ni­fi­can­do a la inol­vi­da­ble dama de la esce­na, así como en la mag­ní­fi­ca com­po­si­ción de Ste­ve Gag­non dan­do vida al insig­ne filó­so­fo; ambos ofre­cen una lec­ción del arte de la inter­pre­ta­ción entre­gán­do­se sin reser­va algu­na en el cuer­po y alma de sus per­so­na­jes. Duran­te dos horas con­ti­nua­das, ambos artis­tas des­lum­bran trans­mi­tien­do el fue­go sagra­do del amor entre dos seres que gran par­te del tiem­po se encuen­tran en dife­ren­tes luga­res pero que man­tie­nen viva la lla­ma de la pasión a tra­vés de las car­tas; en la evo­lu­ción de esa rela­ción se mani­fies­tan los encuen­tros, sepa­ra­cio­nes y reen­cuen­tros no exen­tos de celos, frus­tra­cio­nes y des­acuer­dos, como asi­mis­mo que­dan pun­tua­li­za­das refe­ren­cias polí­ti­cas vin­cu­la­das con los acon­te­ci­mien­tos de la segun­da gue­rra y la situa­ción de Argelia.

El rela­to se nutre de varias esce­nas memo­ra­bles. Una de ellas tie­ne lugar cuan­do María le pide a Albert que le lea el dis­cur­so que pro­nun­cia­rá en oca­sión de reci­bir en Esto­col­mo en diciem­bre de 1957 el pre­mio Nóbel de Lite­ra­tu­ra. Otra vibran­te esce­na gene­ra la lec­tu­ra de la últi­ma car­ta del 30 de diciem­bre de 1959 que Camus le escri­be a su ama­da des­de Le Petit-Ville­ble­vin expre­sán­do­le la dicha que le cau­sa saber que habrá de abra­zar­la nue­va­men­te cuan­do lle­gue a París el 4 de enero de 1960, sin ima­gi­nar que en ese día se pro­du­ci­rá su fatal acci­den­te auto­mo­vi­lís­ti­co; cuan­do María reci­be la trá­gi­ca noti­cia ella repi­te ardien­te­men­te “A las Cin­co de la Tar­de”, con­ta­gian­do su tor­men­to a la audien­cia. Final­men­te no menos con­mo­ve­do­ra es la esce­na que tie­ne lugar años des­pués de la muer­te de Camus cuan­do María lega a su hija Cathe­ri­ne las car­tas del gran amor de su vida que lle­ga­rían a ser publi­ca­das en 2017.

Con la úni­ca sal­ve­dad de su pro­lon­ga­da dura­ción que podría ser acor­ta­da sin que la obra per­die­ra su esen­cia, el aman­te del tea­tro tie­ne la opor­tu­ni­dad de apre­ciar esta gra­ti­fi­can­te pro­duc­ción ava­la­da por la sobria direc­ción de Car­bon­neau, el buen tex­to de Bou­dreault y muy espe­cial­men­te por la pre­sen­cia de Dor­val y Gagnon.