Un Vice­pre­si­den­te Influyente

VICE. Esta­dos Uni­dos, 2018. Un film escri­to y diri­gi­do por Adam McKay

Aun­que no lle­gó a la pre­si­den­cia de los Esta­dos Uni­dos, la carre­ra polí­ti­ca de Dick Che­ney adqui­rió espe­cial rele­van­cia como el cua­dra­gé­si­mo sex­to Vice­pre­si­den­te de Esta­dos Uni­dos. Su actua­ción públi­ca a lo lar­go de cin­co déca­das ha sus­ci­ta­do el inte­rés del rea­li­za­dor Adam McKay enfo­cán­do­lo en Vice.

Chris­tian Bale y Amy Adams

El rela­to basa­do en el guión de McKay comien­za en Wyo­ming, en los pri­me­ros años de la déca­da del 60, don­de Che­ney (Chris­tian Bale) des­pués de haber aban­do­na­do sus estu­dios en la Uni­ver­si­dad de Yale, es mos­tra­do como un adic­to a la bebi­da y des­preo­cu­pa­do con­duc­tor en esta­do de ebrie­dad. Es así que su espo­sa Lyn­ne (Amy Adams) le con­mi­na a adop­tar una acti­tud más res­pon­sa­ble y madu­ra bajo ame­na­za de aban­do­nar­lo. Con­for­me a ello, ese cam­bio se pro­du­ce dejan­do la bebi­da y años des­pués con su par­ti­ci­pa­ción en Washing­ton D.C. en un pro­gra­ma de pasan­tía en el Con­gre­so. Allí lle­ga a vin­cu­lar­se con el repu­bli­cano con­gre­sis­ta Donald Rums­feld (Ste­ve Carell) quien lo con­si­de­ra­rá como uno de los suyos e influi­rá para comen­zar su carre­ra de ser­vi­cio públi­co en 1969 cuan­do Nixon gobier­na al país; des­pués de su renun­cia en 1974, en el trans­cur­so de la pre­si­den­cia de Gerald Ford, Che­ney se desem­pe­ña como Jefe de Gabi­ne­te de la Casa Blanca.

Duran­te el perío­do en que Jimmy Car­ter asu­me como pri­mer man­da­ta­rio, es ele­gi­do como Con­gre­sis­ta por Wyo­ming, car­go que desem­pe­ñó des­de 1979 has­ta 1989; en 1993 es el Secre­ta­rio de Defen­sa en el equi­po minis­te­rial de Geor­ge W. H. Bush y cuan­do su hijo Geor­ge W. Bush (Sam Rock­well) es ele­gi­do pre­si­den­te en diciem­bre de 2000, acep­ta secun­dar­lo como com­pa­ñe­ro de fórmula.

Con una apro­xi­ma­ción que en cier­tas oca­sio­nes se ase­me­ja al de un docu­men­tal, el film per­mi­te que el espec­ta­dor asis­ta a los dife­ren­tes veri­cue­tos que se mane­jan en la tras­tien­da del poder polí­ti­co de Washing­ton D.C. En tal sen­ti­do, McKay dota a la his­to­ria con algu­nos momen­tos de humor bien logra­dos para que el rela­to se desa­rro­lle más ani­ma­da­men­te, aun­que cui­dan­do de no des­bor­dar en lo caricaturesco.

A lo lar­go del rela­to el direc­tor mues­tra cómo Lyn­ne ha gra­vi­ta­do en la carre­ra de su espo­so. Así duran­te la con­tien­da elec­to­ral de 1978 para aspi­rar como con­gre­sis­ta, cuan­do Che­ney sufre el pri­me­ro de varios ata­ques car­día­cos, es ella quien lo reem­pla­za para con­ven­cer con fir­me deter­mi­na­ción y empu­je a que los votan­tes lo eli­jan. Igual­men­te, cuan­do en 2000 Lyn­ne no está con­ven­ci­da de que su mari­do deba acep­tar el car­go de vice­pre­si­den­te ofre­ci­do por Geor­ge W. Bush por no tener esa posi­ción mayor rele­van­cia polí­ti­ca, eso moti­va­rá a que su mari­do, influi­do por ella, impon­ga cier­tas con­di­cio­nes para desem­pe­ñar­se como tal.

En una ins­tan­cia de mayor inti­mi­dad fami­liar, hay un momen­to muy expre­si­vo que se pro­du­ce cuan­do Mary (Ali­son Pill), una de las hijas del matri­mo­nio, hace saber a sus padres que es gay; es allí que Dick la abra­za fuer­te­men­te como demos­tra­ción de apo­yo, a pesar de los pre­jui­cios que su par­ti­do pue­da guar­dar con res­pec­to a quie­nes man­tie­nen una orien­ta­ción sexual diferente.

La últi­ma par­te del film pre­sen­ta a Che­ney con­ver­ti­do en el Vice­pre­si­den­te más pode­ro­so de la his­to­ria de Esta­dos Uni­dos dada su enor­me incum­ben­cia duran­te la admi­nis­tra­ción de Bush, sobre todo en lo que con­fie­re en asun­tos de polí­ti­ca exte­rior. En tal sen­ti­do, la pelí­cu­la de nin­gún modo es com­pla­cien­te con los acon­te­ci­mien­tos que die­ron lugar a la inva­sión de Irak en 2003, don­de el vice­pre­si­den­te fue el gran estra­te­ga polí­ti­co de esa ope­ra­ción: así McKay no esca­ti­ma en ofre­cer una visión bas­tan­te crí­ti­ca de Che­ney, tenien­do en con­si­de­ra­ción el desas­tre pro­du­ci­do por esa injus­ti­fi­ca­da y lamen­ta­ble gue­rra y el con­si­de­ra­ble núme­ro de fata­les víc­ti­mas civiles.

Si bien el rea­li­za­dor impri­me un rit­mo flui­do a la mayor par­te de su rela­to, el film se extien­de dema­sia­do en los acon­te­ci­mien­tos vin­cu­la­dos con el desa­rro­llo y con­se­cuen­cia del fatí­di­co 11 de sep­tiem­bre de 2001, tenien­do cuen­ta que, sin agre­gar algo nue­vo en el tema, los suce­sos han sido amplia­men­te divul­ga­dos y bien cono­ci­dos por el público.

Bale ofre­ce una excep­cio­nal carac­te­ri­za­ción del pro­ta­go­nis­ta de esta his­to­ria. Ade­más del asom­bro­so pare­ci­do físi­co con su per­so­na, el actor se sumer­ge en cuer­po y alma en la per­so­na­li­dad de Che­ney. A su lado, se dis­tin­gue Adams quien con gran inten­si­dad trans­mi­te el rol desem­pe­ña­do por la mujer que gra­vi­tó de mane­ra impor­tan­te en la vida polí­ti­ca de su mari­do. Simi­lar­men­te, Carell apor­tan­do algu­nas situa­cio­nes humo­rís­ti­cas es con­vin­cen­te como Rums­feld. En los fac­to­res téc­ni­cos de pro­duc­ción cabe dis­tin­guir la bue­na fil­ma­ción del direc­tor de foto­gra­fía Greig Fra­ser y el efi­cien­te tra­ba­jo de mon­ta­je rea­li­za­do por Hank Corwin.

Sin lle­gar a un nivel de exce­len­cia, McKay ofre­ce una satis­fac­to­ria bio­gra­fía de fic­ción sobre un polí­ti­co que no ha lle­ga­do a ser muy cono­ci­do. Jor­ge Gutman

Regre­so del Hijo Pródigo

BEN IS BACK. Esta­dos Uni­dos, 2018. Un film escri­to y diri­gi­do por Peter Hedges

Un tema can­den­te y excep­cio­na­les actua­cio­nes con­fie­ren poten­cia y soli­dez al dra­ma que Peter Hed­ges ilus­tra en Ben is Back.

La adic­ción a las dro­gas es siem­pre un moti­vo de extre­ma­da preo­cu­pa­ción tan­to para la víc­ti­ma como para sus fami­lia­res. Es eso lo que acon­te­ce con Holly (Julia Roberts), una mujer cuyo hijo Ben (Lucas Hed­ges) de su pri­mer matri­mo­nio es un dro­ga­dic­to que se encuen­tra ale­ja­do de su fami­lia siguien­do un pro­gra­ma de rehabilitación.

Julia Roberts

El film comien­za cuan­do en la vís­pe­ra de la Navi­dad el mucha­cho regre­sa al hogar para cele­brar el acon­te­ci­mien­to. Su ines­pe­ra­da lle­ga­da es moti­vo de gran rego­ci­jo para su madre, aun­que no lo sea tan­to para su her­ma­na Ivi (Kathryn New­ton), como tam­po­co para su padras­tro Neal (Cour­ney B. Van­ce), el espo­so de Holly, quie­nes demues­tran su escep­ti­cis­mo en la recu­pe­ra­ción de Ben y temen que su pre­sen­cia pue­da malo­grar la reu­nión fami­liar como ocu­rrió en la pasa­da reu­nión navi­de­ña. A pesar de que el joven sos­tie­ne que ya hace más de dos meses y medio que se encuen­tra com­ple­ta­men­te sobrio, Holly per­mi­te la esta­día de su hijo por un lap­so de 24 horas con la con­di­ción de vigi­lar­lo per­ma­nen­te­men­te a fin de que no haya obs­tácu­lo alguno que pudie­ra oca­sio­nar­le una recaí­da. Así, las pri­me­ras horas del mucha­cho bajo el cui­da­do per­ma­nen­te de Holly resul­tan agra­da­bles en la medi­da que dis­trae su tiem­po con sus dos peque­ños her­ma­nas­tros y con el que­ri­do perro de la familia.

A medi­da que pro­gre­sa el rela­to el direc­tor le infun­de un cli­ma de ten­sión ciuan­do Ben no pue­de des­em­ba­ra­zar­se de su pasa­do al resur­gir peli­gro­sos cono­ci­dos de la zona capa­ces de hacer­lo tras­ta­bi­llar. Aun­que el guión pier­de cier­ta fuer­za en su tra­mo final al intro­du­cir­se en un mun­do mafio­so, no alcan­za a des­me­re­cer la impor­tan­cia de este film que Peter Hed­ges ha diri­gi­do con sobrie­dad refle­jan­do el dra­ma fami­liar expuesto.

La gran fuer­za de este rela­to resi­de en sus dos pro­ta­go­nis­tas. Julia Roberts, que en 1990 bri­lló en el fir­ma­men­to de Holly­wood con Pretty Woman y en 2001 obtu­vo el Oscar por Erin Broc­ko­vich, vuel­ve a brin­dar una memo­ra­ble actua­ción como una madra­za que por el entra­ña­ble amor que pro­fe­sa hacia su hijo está dis­pues­ta a cual­quier tipo de sacri­fi­cio con tal de evi­tar que expe­ri­men­te un retro­ce­so que lo con­duz­ca nue­va­men­te hacia el infierno; la ale­gría, temor, deses­pe­ra­ción y abne­ga­ción de su per­so­na­je son mara­vi­llo­sa­men­te refle­ja­dos por la actriz. Para­le­la­men­te Lucas Hed­ges, quien tan bien impre­sio­nó hace dos años en Manchs­ter by the Sea y hace pocos meses en Boy Era­sed, retor­na triun­fan­te en otro gran rol; no solo cau­ti­va en la extra­or­di­na­ria rela­ción que su per­so­na­je man­tie­ne con su madre sino que tam­bién pro­yec­ta la angus­tia vivi­da de un vul­ne­ra­ble mucha­cho teme­ro­so de ser ven­ci­do por la ten­ta­ción de las sus­tan­cias dopantes.

En resu­men, esta pelí­cu­la per­mi­te al púbi­co con­tem­plar un des­ga­rra­dor dra­ma rea­li­za­do con sen­si­bi­li­dad y esme­ra­da pro­fe­sio­na­li­dad. Jor­ge Gutman

La Reden­ción de un Hom­bre Apurado

UN HOM­ME PRES­SÉ. Fran­cia, 2018. Un film de Her­vé Mimran

Basa­do en el libro “J’é­tais un hom­me pres­sé” de Chris­tian Streiff publi­ca­do en 2014, Un hom­me pres­sé es una come­dia dra­má­ti­ca que aun­que pre­de­ci­ble se deja ver fun­da­men­tal­men­te por la pre­sen­cia de Fabri­ce Luchini.

La adap­ta­ción cine­ma­to­grá­fi­ca efec­tua­da por Mim­ran con Hélè­ne Filliè­res se cen­tra en Alain Wapler (Luchi­ni), un hom­bre que como pre­si­den­te eje­cu­ti­vo de una impor­tan­te empre­sa de auto­mó­vi­les siem­pre vive apu­ra­do, dedi­ca­do por com­ple­to a su tra­ba­jo y sin tiem­po para dis­pen­sar la aten­ción que mere­cen sus subal­ter­nos, ade­más de no tener en cuen­ta su vida familiar.

Fabri­ce Luchini

El fac­tor que impul­sa la acción del rela­to es el acci­den­te vas­cu­lar cere­bral que ines­pe­ra­da­men­te sufre este hom­bre de nego­cios: aun­que afor­tu­na­da­men­te logra sal­var su vida y la reten­ción de su memo­ria, eso no exclu­ye las difi­cul­ta­des que enfren­ta al tener que expre­sar­se; así, pro­nun­cia fra­ses no del todo com­pren­si­bles al ir revir­tien­do las letras de las pala­bras emplea­das. Fren­te a ese serio pro­ble­ma, Alain cuen­ta con la inva­lo­ra­ble ayu­da de Jean­ne (Leï­la Bekh­ti), la fonia­tra del hos­pi­tal; con gran esfuer­zo y devo­ción ella hace todo lo posi­ble para que el impe­di­men­to de Alain se ate­núe, sobre todo tenien­do en cuen­ta que debe estar pre­pa­ra­do para la pre­sen­ta­ción de un lujo­so auto eléc­tri­co en una con­ven­ción que se rea­li­za­rá en Ginebra.

Tan­to el ines­pe­ra­do des­pi­do de su com­pa­ñía como los cole­ta­zos del ACV, harán que Alain, a medi­da que se va recu­pe­ran­do, bus­que su reden­ción efec­tuan­do una pere­gri­na­ción espi­ri­tual a San­tia­go de Com­pos­te­la. A la pos­tre, la expe­rien­cia vivi­da per­mi­ti­rá su trans­for­ma­ción en un ser más humano y humil­de lo que le per­mi­te man­te­ner un acer­ca­mien­to con su que­ri­da hija (Rebec­ca Mar­der) a quien había deja­do de lado y la posi­bi­li­dad de avi­zo­rar un futu­ro más luminoso.

Mim­ran no pue­de evi­tar algu­nos cli­sés que se pre­sen­tan en el desa­rro­llo de esta his­to­ria que sin mayo­res sor­pre­sas se des­li­za por carri­les fre­cuen­te­men­te tran­si­ta­dos por el cine. No obs­tan­te, la ende­blez del guión se ate­núa por la soli­dez inter­pre­ta­ti­va de Luchi­ni quien reafir­ma su con­di­ción de exce­len­te come­dian­te. Eso lo demues­tra mag­ní­fi­ca­men­te cuan­do Alain enfren­ta los pro­ble­mas de comu­ni­ca­ción oral duran­te la eta­pa de la con­va­le­cen­cia, gene­ran­do los momen­tos más humo­rís­ti­cos del rela­to; asi­mis­mo, Luchi­ni transm­te emo­ción en el pro­ce­so que atra­vie­sa su per­so­na­je al tra­tar de recons­truir su vida. Jor­ge Gutman

Vibran­te Dra­ma Racial

IF BEA­LE STREET COULD TALK. Esta­dos Uni­dos, 2018. Un film escri­to y diri­gi­do por Barry Jenkins

Fres­co aún con el Oscar obte­ni­do por Moon­light, su film pre­ce­den­te, el direc­tor Barry Jen­kins retor­na aho­ra en un rela­to que adap­tó de la nove­la de James Bald­win publi­ca­da en 1974 que da títu­lo al film que se comenta.

Aden­trán­do­se nue­va­men­te en la explo­ra­ción de per­so­na­jes afro­ame­ri­ca­nos que tra­tan de defen­der su iden­ti­dad racial, en If Bea­le Street Could Talk Jen­kins rela­ta con gran sen­si­bi­li­dad el dra­ma de una pare­ja afron­tan­do una fla­gran­te injus­ti­cia social.

Kiki Lai­ne y Stephan James

El rela­to ambien­ta­do en Har­lem en la déca­da del 70 pre­sen­ta a Tish Rivers (Kiki Lay­ne), una joven de 19 años quien está emba­ra­za­da de Alon­zo Hunt (Stephan James) ‑apo­da­do Fonny‑, su ami­go de infan­cia de 22 años a quien ella ama ardien­te­men­te. Con todo, su gra­vi­dez se encuen­tra empa­ña­da por­que Fonny está en la cár­cel por el deli­to de haber vio­la­do a una mujer por­to­rri­que­ña. A pesar de tener una con­vin­cen­te coar­ta­da demos­tran­do que él no estu­vo en el esce­na­rio don­de trans­cu­rrió el hecho y que por lo tan­to no come­tió tal trans­gre­sión, se lo decla­ra res­pon­sa­ble de la misma.

El film se nutre en el víncu­lo amo­ro­so de la joven pare­ja, no solo a tra­vés de flash­backs don­de se ilus­tra cómo se ha ini­cia­do la rela­ción sino tam­bién a tra­vés de los emo­ti­vos encuen­tros que se pro­du­cen en las suce­si­vas visi­tas de Tish a la cár­cel; a ello habrá que men­cio­nar el vano esfuer­zo que ella des­plie­ga por sal­var a su ama­do inclu­yen­do un via­je a Puer­to Rico, don­de aho­ra se encuen­tra la víc­ti­ma vio­la­da (Emily Rios) a fin de lograr que esa mujer admi­ta que Fonny no ha sido el violador.

En otros aspec­tos, el film des­ta­ca el fuer­te lazo que une a la joven con su fami­lia: así su madre Sha­ron (Regi­na King), al ente­rar­se de su esta­do de gra­vi­dez le brin­da todo su cari­ño y apo­yo ayu­dán­do­la a dar a cono­cer la noti­cia a su padre Joe (Col­man Domin­go) y a su her­ma­na menor (Teyo­nah Parris).

Den­tro del mar­co de este vibran­te dra­ma tras­cien­de la injus­ti­cia sufri­da por la pobla­ción afro­ame­ri­ca­na; eso se pue­de apre­ciar en la abier­ta acti­tud racial de la poli­cía blan­ca hacia los negros don­de que­da cla­ro cómo un acé­rri­mo ofi­cial racis­ta (Ed Skrein) mani­pu­ló a la víc­ti­ma vio­la­da para pro­vo­car el arres­to de Fonny.

Más allá de la román­ti­ca his­to­ria, el film expre­sa el sen­ti­mien­to de dig­ni­dad huma­na de la comu­ni­dad negra y al hacer­lo Jen­kins se cui­da muy bien de no des­bor­dar en el melo­dra­ma inhe­ren­te que emer­ge de su tema para en cam­bio ofre­cer un sutil y román­ti­co poe­ma lírico.

La inter­pre­ta­ción es muy bue­na don­de tan­to Lay­ne como James brin­dan la jus­ta nota de dos jóve­nes que se aman con fer­vor pero que no pue­den dis­fru­tar ple­na­men­te del amor que los une; en tal sen­ti­do no se pue­de pedir mayor natu­ra­li­dad en las pres­ta­cio­nes brin­da­das por estos dos jóve­nes acto­res. El elen­co que los rodea es igual­men­te efi­caz, des­ta­can­do en espe­cial a King quien des­plie­ga pro­fun­da huma­ni­dad como la madre de Tish.

Con una impe­ca­ble direc­ción y apo­ya­do por exce­len­tes valo­res visua­les, el rea­li­za­dor brin­da un film ele­gan­te y radian­te don­de no fal­tan algu­nos toques de humor bien inter­ca­la­dos para ate­nuar el cli­ma dra­má­ti­co de esta huma­na y cáli­da his­to­ria romántica.
Jor­ge Gutman

Una Fami­lia Diferente

SHO­PLIF­TERS. Japón, 2018. Un film escri­to y diri­gi­do por Hiro­ka­zu Kore-eda

Con­si­de­ra­do como uno de los más impor­tan­tes rea­li­za­do­res de Japón, Hiro­ka­zu Kore-eda vuel­ve a impre­sio­nar gra­ta­men­te con su más recien­te film Sho­plif­ters. Aquí, como en sus ante­rio­res tra­ba­jos, con­si­de­ra la diná­mi­ca de la fami­lia aun­que esta vez lo es a tra­vés de una inte­gra­ción basa­da no nece­sa­ria­men­te en víncu­los con­san­guí­neos; es así que a tra­vés de su desa­rro­llo deja­rá al espec­ta­dor para que res­pon­da qué es lo que deter­mi­na la con­fi­gu­ra­ción de un núcleo fami­liar: ¿es úni­ca­men­te el aspec­to bio­ló­gi­co que une a sus miem­bros o qui­zá sea igual­men­te váli­do la nutri­ción de afec­to, amor y cari­ño que une a per­so­nas no liga­das por la sangre?

Lily Franky y Jyo Kairi

En base a lo que ante­ce­de, el guión del rea­li­za­dor intro­du­ce al espec­ta­dor en una humil­de fami­lia sui-gene­ris que vive api­ña­da en una modes­ta vivien­da de Tokio. Ahí se encuen­tra el padre Osa­mu Shi­ba­ta (Lily Franky), la madre Nobu­yo (Saku­ra Ando), el ado­les­cen­te hijo Sho­ta (Jyo Kai­ri, su her­ma­na mayor Aki (Mayu Matsuo­ka) y la abue­la Hatsue (Kirin Kiki). Los limi­ta­dos recur­sos finan­cie­ros pro­vie­nen de la pen­sión que la abue­la reci­be, el sala­rio per­ci­bi­do por Osa­mu como obre­ro de la cons­truc­ción, el de Nobu­yo tra­ba­jan­do en una lavan­de­ría y el de Aki que se vale del sexo como herra­mien­ta de tra­ba­jo en un peep show.

Como el dine­ro no alcan­za para sub­ve­nir a las nece­si­da­des del hogar, el astu­to Osa­mu se vale de las rate­rías rea­li­za­das en com­bi­na­ción con Sho­ta; así, en la pri­me­ra esce­na del film se los ve en un super­mer­ca­do don­de uno cubre al otro en el hur­to de pro­duc­tos ali­men­ti­cios y de lim­pie­za que Osa­mu los uti­li­za para reven­der­los. Al salir del esta­ble­ci­mien­to, en esa fría noche de invierno obser­van a Yuri (Miyu Sasa­ki), una niña de cin­co años en el bal­cón de un edi­fi­cio que ha sido aban­do­na­da por sus padres; en un acto de com­pa­sión, Osa­mu deci­de lle­var­la a su hogar. A pesar de las reti­cen­cias ini­cia­les de Nobu­yo, al des­cu­brir algu­nas heri­das en su cuer­po debi­do a malos tra­tos reci­bi­dos de sus padres, los Shi­ba­ta deci­den incor­po­rar­la a la fami­lia. A tra­vés de ese ges­to de cari­ño, la niña sien­te el afec­to que reci­be y es así que gus­to­sa­men­te com­par­te su vida con su nue­vo her­mano, her­ma­na, padre, madre y abue­la. Si bien la adop­ción implí­ci­ta de Yuri, téc­ni­ca­men­te cons­ti­tu­ye un acto de secues­tro de sus ver­da­de­ros padres, aquí nadie tra­ta de obte­ner una suma de res­ca­te sino más bien cobra impor­tan­cia la moti­va­ción de ofre­cer a esa vul­ne­ra­ble cria­tu­ra un futu­ro mejor.

Aun­que en casi la mayor par­te del metra­je, el rela­to ilus­tra cómo esta fami­lia nada con­ven­cio­nal logra den­tro de sus limi­ta­cio­nes man­te­ner una sóli­da unión y ser feliz a su mane­ra, en su tre­cho final el rela­to que adquie­re con­te­ni­do emo­cio­nal adop­ta un cli­ma som­brío debi­do a cir­cuns­tan­cias que no con­vie­ne develar.

Como en sus fil­mes pre­ce­den­tes, Koree-da infun­de a los inte­gran­tes del gru­po des­crip­to un pro­fun­do huma­nis­mo sin juz­gar­lo por sus accio­nes; al tra­tar­lo en for­ma deli­ca­da y sutil demues­tra una vez más que es un sagaz explo­ra­dor de las rela­cio­nes fami­lia­res. Exce­len­te­men­te diri­gi­do y con actua­cio­nes impe­ca­bles, este dra­ma de con­no­ta­cio­nes socia­les, que mere­ci­da­men­te obtu­vo la Pal­ma de Oro en el fes­ti­val de Can­nes, per­mi­te que su cali­dad sea apre­cia­da tan­to por los crí­ti­cos más exi­gen­tes como igual­men­te por el gran públi­co al empa­ti­zar ple­na­men­te con sus per­so­na­jes. Jor­ge Gutman