El Jue­go del Amor y del Azar

Cro­ni­ca de Jor­ge Gutman

LE JEU DE L’A­MOUR ET DU HAZARD.  Autor; Pie­rre Mari­vaux – Direc­ción: Alain Zou­vi – Elen­co: Marc Beau­pré, Hen­ri Chas­sé, Béné­dic­te Décary, David Savard, Phi­lip­pe Thi­bault-Denis, Cathe­ri­ne Tru­deau – Esce­no­gra­fía; Jean Bard — Ves­tua­rio: Judy Jon­ker – Ilu­mi­na­ción: Nico­las Ricard – Con­cep­ción Video: Lio­nel Arnould – Músi­ca Ori­gi­nal: Chris­tian Tho­mas — Maqui­lla­je: Jac­ques-Lee Pelle­tier — Dura­ción: 1 hora y 45 minu­tos (sin entre­ac­to). Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 20 de mayo de 2017 en el Théâ­tre du Nou­veau Mon­de (www.tnm.qc.ca)

El TNM deci­dió revi­vir a Pie­rre Car­let de Cham­blain de Mari­vaux (1688 – 1763) repre­sen­tan­do Le Jeu de l’a­mour et du hasard (El Jue­go del amor y del azar), su más cono­ci­da come­dia. Aun­que es bien sabi­do el valor intrín­se­co de esta pie­za, es tam­bién impor­tan­te que la mis­ma esté sus­ten­ta­da por una bue­na pro­duc­ción; en tal sen­ti­do, el públi­co pue­de con­fiar total­men­te en el equi­po que par­ti­ci­pa en la mis­ma al ofre­cer un espec­tácu­lo de nota­ble cali­dad gra­cias a su irre­pro­cha­ble elen­co y a una estu­pen­da pues­ta escénica.

David Savard, Marc Beaupré, Bénédicte Décary (Foto de Yves Renaud)

David Savard, Marc Beau­pré, Béné­dic­te Décary (Foto de Yves Renaud)

La his­to­ria con­ce­bi­da por el gran dra­ma­tur­go fran­cés es sen­ci­lla en su plan­teo y efec­ti­va en su imple­men­ta­ción: El hacen­da­do Mon­sieur Orgon (Hen­ri Chas­sé) tie­ne la inten­ción de casar a su hija Sil­via (Béné­dic­te Décary) con Doran­te (David Savard), hijo de un ami­go mar­qués. La joven es reluc­tan­te a acep­tar un pre­ten­dien­te des­co­no­ci­do pero logra transar con su padre de cam­biar de pape­les con su cria­da Liset­te (Cathe­ri­ne Tru­deau) a fin de cono­cer mejor sus sen­ti­mien­tos. La mis­ma idea es urdi­da por Doran­te quien igual­men­te deci­de cam­biar de rol con su sir­vien­te Arle­quin (Marc Beau­pré); a todo ello, cuan­do el pre­ten­dien­te y su ser­vi­dor arri­ban a la man­sión de Orgon, éste jun­to con su hijo Mario (Phi­lip­pe Thi­bault-Denis) van obser­van­do cómo se desa­rro­llan los acon­te­ci­mien­tos a tra­vés de las impos­tu­ras realizadas.

David Savard y Bénédicte Décary (Foto de Yves Renaud)

David Savard y Béné­dic­te Décary (Foto de Yves Renaud)

En este sabro­so jue­go de dis­fra­ces don­de obvia­men­te no fal­tan los enre­dos y equí­vo­cos y don­de cada uno de los 4 per­so­na­jes cen­tra­les no es quien apa­ren­ta ser, Mari­vaux ape­la a jugo­sos diá­lo­gos y a un humor refi­na­do que nun­ca lle­ga a lo cari­ca­tu­res­co. Con todo no fal­ta en esta come­dia la sutil crí­ti­ca social que prác­ti­ca­men­te aflo­ra en la mayor par­te de su obra lite­ra­ria. Así, el autor adop­ta una cla­ra posi­ción femi­nis­ta al defen­der el rol de la mujer ‑como en el caso de Sil­via- de tener dere­cho a ele­gir su pro­pio camino sin tener que acep­tar casa­mien­tos arre­gla­dos, al mis­mo tiem­po que tan­to ella como Liset­te son des­crip­tas como muje­res deter­mi­na­das a no ceder ante pre­sio­nes exter­nas. Aun­que sin atre­ver­se dema­sia­do, Mari­vaux igual­men­te deja saber que la mar­ca­da dife­ren­cia de cla­ses pue­de ser supe­ra­da cuan­do aflo­ran las emo­cio­nes sus­ci­ta­das por los dic­ta­dos del cora­zón; eso que­da refle­ja­do cuan­do Doran­te trans­gre­dien­do las con­ven­cio­nes socia­les reve­la a la supues­ta Liset­te que está ena­mo­ra­do de ella, a pesar de ser una modes­ta criada.

Catherine Trudeau y Marc Beaupré (Foto de Yves Renaud)

Cathe­ri­ne Tru­deau y Marc Beau­pré (Foto de Yves Renaud)

En su pri­mer tra­ba­jo como direc­tor para el TNM, Alan Zou­vi ha sabi­do tras­la­dar al esce­na­rio toda la rique­za de esta pie­za per­mi­tien­do que tras­luz­ca el mari­vau­da­ge, el inge­nio­so coque­teo amo­ro­so con­ce­bi­do por Mari­vaux. Al mis­mo tiem­po, el direc­tor logró que la acción no decai­ga en casi sus dos horas de dura­ción gra­cias al agi­lí­si­mo rit­mo que le supo impri­mir y al enco­mia­ble tra­ba­jo rea­li­za­do por su elenco.

El elenco completo (Foto de Yves Renaud)

El elen­co com­ple­to (Foto de Yves Renaud)

Y hablan­do de los artis­tas, es muy difí­cil deci­dir quién es mejor que quien; todos actúan mag­ní­fi­ca­men­te vol­can­do el brío, ener­gía y entu­sias­mo reque­ri­do en sus res­pec­ti­vos roles ‑tan­to pro­pios como fic­ti­cios– En todo caso, por­que sus pape­les asu­men más peso, resul­ta agra­da­ble apre­ciar la for­ma en que gra­dual­men­te se va ges­tan­do el amor en los per­so­na­jes desem­pe­ña­dos por Savard y Décary así como la irre­sis­ti­ble gra­cia que des­pier­tan Tru­deau y Beau­pré en los suyos; ello de nin­gu­na mane­ra menos­ca­ba el efi­caz desem­pe­ño de Chas­sé y Thibault-Denis.

La esce­no­gra­fía de Jean Bard expo­nien­do los jar­di­nes de la man­sión con la fuen­te cen­tral don­de trans­cu­rre la acción y con el susu­rran­te gor­jeo de los pája­ros, con­tri­bu­yen efi­caz­men­te a recrear la atmós­fe­ra ambien­tal. No menos impor­tan­te es la ilu­mi­na­ción fun­cio­nal de Nico­las Ricard y el sobrio fon­do musi­cal de Chris­tian Thomas.

En suma, una pro­duc­ción del TNM para dis­fru­tar ple­na­men­te y que coro­na de esta mane­ra la exce­len­te tem­po­ra­da 2016 – 2017.

De la gran ciu­dad a un peque­ño pueblo

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

BED AND BREAK­FAST. Autor: Mark Craw­ford – Direc­ción Ori­gi­nal: Ash­lie Cor­co­ran. Direc­ción Actual: Kris­ta Colo­si­mo — Elen­co: Mark Craw­ford, Paul Dunn — Esce­no­gra­fía y Ves­tua­rio: Dana Osbor­ne – Ilu­mi­na­ción: Rebec­ca Piche­rak — Dise­ño de Soni­do: John Gzows­ki — Dura­ción: 125 minu­tos inclu­yen­do un entre­ac­to. Repre­sen­ta­cio­nes: has­ta el 21 de Mayo de 2017 en el Cen­taur Thea­tre (www.centaurtheatre.com)

Clau­su­ran­do la tem­po­ra­da 2016 – 2017 la com­pa­ñía del Tea­tro Cen­taur pre­sen­ta Bed and Break­fast del dra­ma­tur­go Mark Craw­ford, cuyo estreno tuvo lugar hace dos años en Thou­sand Island Playhou­se. Si bien se tra­ta de una come­dia cen­tra­li­za­da en una pare­ja homo­se­xual, afor­tu­na­da­men­te la pie­za evi­ta este­reo­ti­pos o cli­sés que pudie­ran dis­mi­nuir su calidad.

Mark Crawford y Paul Dunn (Foto de Andrée Lanthier)

Mark Craw­ford y Paul Dunn (Foto de Andrée Lanthier)

La obra pre­sen­ta a Brett (Paul Dunn), un dise­ña­dor de inte­rio­res, y Drew (Mark Craw­ford), un con­ser­je de hotel, quie­nes han con­vi­vi­do armo­nio­sa­men­te duran­te los últi­mos 8 años en Toron­to. Des­de la pri­me­ra esce­na el públi­co se impo­ne que ellos han deja­do la cos­mo­po­li­ta ciu­dad para vivir en la actua­li­dad en la casa que Brett here­dó de una tía muy que­ri­da, ubi­ca­da en un peque­ño pue­blo de la pro­vin­cia de Onta­rio. Encan­ta­dos con la pla­ci­dez que el lugar les ofre­ce más allá del mun­da­nal rui­do, ambos deci­den con­ver­tir­la en un hos­tal de “cama y desa­yuno” para el turis­ta que visi­te el lugar.

A par­tir de esta pre­mi­sa, Craw­ford intro­du­ce en su rela­to una vein­te­na de per­so­na­jes (inter­pre­ta­dos por ambos acto­res) con quie­nes Brett y Drew les ha toca­do alter­nar en el pasa­do; de esa mane­ra se va cono­cien­do algu­nos de sus parien­tes más alle­ga­dos. En tal sen­ti­do resul­ta enco­mia­ble la capa­ci­dad his­trió­ni­ca de Craw­ford y Dunn asu­mien­do las varia­das per­so­na­li­da­des don­de entran a jugar los ges­tos, movi­mien­tos y arti­fi­cios voca­les de ambos sexos. Simul­tá­nea­men­te, a tra­vés de dife­ren­tes esce­nas que se van suce­dien­do a un rit­mo diná­mi­co, la obra adop­ta un tono de come­dia que en gran par­te pue­de aso­ciar­se a los típi­cos sit­com tele­vi­si­vos. De allí sur­ge un humor que podrá ser apre­cia­do en mayor o menor gra­do de acuer­do al sen­ti­do del mis­mo que expe­ri­men­te cada espec­ta­dor; a juz­gar por las car­ca­ja­das del públi­co que asis­tió a la fun­ción de pren­sa, el pro­pó­si­to ha sido logra­do, citan­do como ejem­plo la per­so­ni­fi­ca­ción de Cody, el sobrino de Brett que como res­pues­ta a toda pre­gun­ta res­pon­de mono­si­lá­bi­ca­men­te con “I dunno” (Yo no sé).

En todo caso lo que más tras­cien­de de esta his­to­ria es su par­te huma­na, aspec­to que se mani­fies­ta en varias opor­tu­ni­da­des. En pri­mer lugar, la tran­qui­li­dad de vivir en un repo­sa­do pue­blo no des­car­ta el pre­jui­cio de la homo­fo­bia y es allí que la pie­za intro­du­ce una nota som­bría; inme­dia­ta­men­te uno se iden­ti­fi­ca con el sen­ti­mien­to de pesa­dum­bre que expe­ri­men­tan Bred y Drew fren­te a algu­nos insul­tos que reci­ben. Pare­ce­ría que la orien­ta­ción sexual dife­ren­te no es aún reco­no­ci­da como un hecho natu­ral en peque­ñas pobla­cio­nes. En todo caso, más allá de cual­quier cir­cuns­tan­cia adver­sa, la ter­nu­ra y cari­ño que esta pare­ja se pro­fe­sa per­mi­te supe­rar los obs­tácu­los inter­pues­tos; así el autor demues­tra cómo el amor entre dos per­so­nas, irre­le­van­te del del géne­ro sexual, cons­ti­tu­ye la esen­cia que alien­ta la vida del ser humano para ser asu­mi­da con optimismo.

Paul Dunn y Mark Crawford (Foto de Andrée Lanthier)

Paul Dunn y Mark Craw­ford (Foto de Andrée Lanthier)

Como que­dó men­cio­na­do pre­via­men­te, que­da resal­ta­da la exce­len­cia a nivel inter­pre­ta­ti­vo de ambos acto­res brin­dan­do los dife­ren­tes mati­ces que asu­men sus ver­da­de­ros per­so­na­jes como los de aque­llos adi­cio­na­les que les toca encar­nar. Tenien­do en cuen­ta que Craw­ford y Dunn son reales com­pa­ñe­ros en la vida coti­dia­na, no resul­ta extra­ño que exis­ta una logra­da com­pli­ci­dad que redun­da posi­ti­va­men­te en la repre­sen­ta­ción de esta pieza.

Otros aspec­tos des­ta­ca­bles son la diná­mi­ca flui­dez de la pues­ta escé­ni­ca de Kris­ta Colo­si­mo, la mini­ma­lis­ta esce­no­gra­fía de Dana Osbor­ne y la ilu­mi­na­ción de Rebec­ca Piche­rak en los cam­bios de esce­nas que se ajus­tan ade­cua­da­men­te a los reque­ri­mien­tos de esta pieza.

Una Diva de la Can­ción Popular

DALI­DA. Fran­cia, 2017. Un film de Lisa Azuelos.

La direc­to­ra Lisa Azue­los ha tras­la­da­do a la pan­ta­lla la his­to­ria de una diva trá­gi­ca como lo fue Yolan­da Gigliot­ti que en el mun­do artís­ti­co adop­tó el nom­bre de Dali­da. Siguien­do el camino de la clá­si­ca bio­gra­fía, el film brin­da al públi­co momen­tos impor­tan­tes que jalo­na­ron su vida artís­ti­ca; sin embar­go, el guión de la rea­li­za­do­ra escri­to con­jun­ta­men­te con Orlan­do ‑el her­mano de la can­tan­te- no lle­ga a pro­fun­di­zar lo sufi­cien­te­men­te como para que se pue­da cap­tar qué es lo que le impi­dió lograr un ade­cua­do equi­li­brio entre su carre­ra pro­fe­sio­nal y su vida personal.

Sveva Alviti

Sve­va Alviti

Naci­da en Egip­to en el seno de una fami­lia ita­lia­na, el rela­to expo­ne los tiem­pos difí­ci­les de su infan­cia en El Cai­ro cuan­do sien­do niña es mar­gi­na­da por sus com­pa­ñe­ras de escue­la; a todo ello, un epi­so­dio que la deja mar­ca­da es cuan­do a su padre vio­li­nis­ta lo encar­ce­lan por ser ita­liano e injus­ta­men­te es acu­sa­do de cons­pi­ra­dor en el mar­co de la Segun­da Guerra.

En lo que con­cier­ne a su carre­ra de artis­ta la mis­ma comien­za en París en 1956, cuan­do ella par­ti­ci­pa en un show de varie­da­des que tie­ne lugar en el Olym­pia y su voz y pre­sen­cia impre­sio­nan a Lucien Moris­se (Jean-Paul Rou­ve), el direc­tor de pro­gra­ma­ción de Radio 1 de Euro­pa; él será el artí­fi­ce de su triun­fo como can­tan­te, al pro­pio tiem­po que ena­mo­rán­do­se de su musa se con­ver­ti­rá en su pri­mer mari­do; con todo, la feli­ci­dad con­yu­gal es de cor­to alcan­ce cuan­do al poco tiem­po se pro­du­ce la sepa­ra­ción del matrimonio.

Otro de sus gran­des amo­res es el man­te­ni­do con el can­tan­te ita­liano Lui­gi Ten­co (Ales­san­dro Borghi), pero cuan­do en 1967 éste se sui­ci­da por no haber triun­fa­do en el Fes­ti­val de San Remo, el dolor la impac­ta fuer­te­men­te al pun­to de indu­cir­la a su pri­mer inten­to de sui­ci­dio. Otros lazos román­ti­cos la unen con un mucha­cho ita­liano (Brenno Pla­ci­do) para pos­te­rior­men­te vin­cu­lar­se con Richard Chan­fray (Nico­las Duvau­che­lle), per­te­ne­cien­te a la alta socie­dad francesa.

Que­da cla­ro que Dali­da lle­vó una vida tor­tu­ra­da al no encon­trar el amor que pudie­ra satis­fa­cer com­ple­ta­men­te su rea­li­za­ción como mujer; sin embar­go, es poco lo que en ese sen­ti­do el rela­to apor­ta sobre la razón que la lle­vó a sus dis­tin­tos amo­ríos y rup­tu­ras, aspec­to que en ese sen­ti­do la vol­vió vul­ne­ra­ble a pesar de sus extra­or­di­na­rios triun­fos pro­fe­sio­na­les. A todo ello se agre­ga la frus­tra­ción de no haber podi­do tener hijos debi­do a un abor­to rea­li­za­do y que como con­se­cuen­cia del mis­mo que­dó infér­til de por vida. Los fac­to­res men­cio­na­dos con­du­cen al tris­te final cuan­do por segun­da vez opta por eli­mi­nar­se, hecho que logró con­cre­tar­lo en mayo de 1987 a los 54 años de edad no sin antes dejar una esque­la de des­pe­di­da dicien­do “Par­don­nez-moi, la vie m’est insup­por­ta­ble” (Per­dó­nen­me, la vida me es inso­por­ta­ble); esa fra­se resu­me el sufri­mien­to de su existencia.

A des­pe­cho de las obser­va­cio­nes rea­li­za­das, hay varios fac­to­res que con­tri­bu­yen a que el film cobre fuer­za. Uno de ellos es la acer­ta­da elec­ción de la rea­li­za­do­ra al asig­nar el rol pro­ta­gó­ni­co a la mode­lo ita­lia­na Sve­va Alvi­ti, cuyas incur­sio­nes en el cine son poco cono­ci­das; gra­cias a ella, la figu­ra de Dali­da resu­ci­ta con la pasión que esta actriz vuel­ca a su per­so­na­je; sin duda es el alma del film y su absor­ben­te inter­pre­ta­ción moti­va a que eche una som­bra a los demás inte­gran­tes del elen­co a pesar de sus bue­nas actua­cio­nes. Otro de los méri­tos del film des­can­sa en sus valo­res téc­ni­cos que ori­gi­nan una pro­duc­ción deci­di­da­men­te vis­to­sa. No menos impor­tan­te son las melo­dio­sas can­cio­nes que inte­gra­ron el reper­to­rio de la can­tan­te y que inter­pre­ta­das con viva emo­ción por Alvi­ti per­mi­te al espec­ta­dor rego­ci­jar­se con Un po d’a­mo­re, Ciao, amo­re, cia, Bésa­me mucho, Bam­bino, Gigi l’a­mo­ro­so, Il venait d’a­voir 18 ans y Paro­les, paro­les, entre otros temas. 

En últi­ma ins­tan­cia Dali­da sin lle­gar a con­mo­ver como gran dra­ma es un film entre­te­ni­do que se apre­cia gra­cias al dina­mis­mo impre­so por Azue­los, por la remar­ca­ble actua­ción de Sve­va Alvi­ti, por las bellas can­cio­nes y por sus esme­ra­dos deta­lles de pro­duc­ción. Jor­ge Gutman

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Para­da Terapéutica

VOIR DU PAYS (The Sto­po­ver). Fran­cia, 2016. Un film escri­to y diri­gi­do por Delphi­ne Coulin y Muriel Coulin

Aun­que el Sín­dro­me de Estrés Pos­trau­má­ti­co afec­tan­do a sol­da­dos ame­ri­ca­nos que par­ti­ci­pa­ron en con­flic­tos béli­cos ha sido varias veces con­si­de­ra­do en pelí­cu­las de Esta­dos Uni­dos, ésta es la pri­me­ra vez que el deli­ca­do tema es con­si­de­ra­do des­de la pers­pec­ti­va feme­ni­na con per­so­na­jes fran­ce­ses en Voir du Pays.

Ariane Labed y Soko

Aria­ne Labed y Soko

Este dra­ma, cuyo guión escri­to por las her­ma­nas Delphi­ne y Muriel Coulin está basa­do en el libro homó­ni­mo de Delph­ni­ne Coulin, se cen­tra en Auro­re (Aria­ne Labed) y Mari­ne (Soko), dos jóve­nes vein­tea­ñe­ras que han sido ami­gas des­de lar­ga data. Habien­do opta­do por seguir una carre­ra mili­tar ellas aca­ban de cum­plir una misión en Afganistán.

Las auto­ri­da­des fran­ce­sas han deci­di­do que antes de retor­nar al país, el gru­po de sol­da­dos de la uni­dad mili­tar efec­túen una para­da de tres días en Chi­pre, en un hotel de cin­co estre­llas. El pro­pó­si­to es que ade­más de des­can­sar en un ambien­te rela­ja­do y mima­dos con todas las recrea­cio­nes que ofre­ce el lugar, los sol­da­dos sean some­ti­dos a una ope­ra­ción de des­com­pre­sión con la ayu­da de un equi­po de “reali­dad vir­tual” a fin de athttps://www.youtube.com/watch?v=WackfKIMsKsenuar los efec­tos trau­má­ti­cos pro­du­ci­dos por el con­flic­to bélico.

A pesar de que en prin­ci­pio no exis­te dife­ren­cia entre los inte­gran­tes del gru­po, el rela­to exte­rio­ri­za sutil­men­te cómo estas jóve­nes son con­si­de­ra­das por su géne­ro sexual por par­te de sus cole­gas mas­cu­li­nos. El aspec­to de mayor tras­cen­den­cia dra­má­ti­ca del rela­to se pro­du­ce en las sesio­nes de tera­pia colec­ti­va que afec­tan a Auro­re y Mari­ne de dife­ren­te mane­ra; si bien la pri­me­ra se aco­pla a brin­dar su tes­ti­mo­nio de gue­rra rela­tan­do cómo que­dó afec­ta­da al ver morir a tres de sus com­pa­ñe­ros en una embos­ca­da, Mari­ne por el con­tra­rio ofre­ce resis­ten­cia a esta moda­li­dad terapéutica.

Cuan­do ambas ami­gas jun­to con Fanny (Gin­ger Roman), otra sol­da­do del gru­po, salen para cono­cer la isla con mucha­chos chi­prio­tas (Andreas Kons­tan­ti­nou, Makis Papa­di­mi­triou), el guión intro­du­ce cier­tos giros dra­má­ti­cos que ponen a prue­ba la amis­tad de Auro­re y Marine.

Si bien el rela­to per­mi­te demos­trar cómo a pesar de los esfuer­zos rea­li­za­dos para borrar de la memo­ria las hue­llas del com­ba­te no siem­pre es posi­ble que el estrés pue­da cica­tri­zar­se por com­ple­to; lo cier­to es que, por lo que aquí se apre­cia, cada indi­vi­duo reac­cio­na de mane­ra diferente.

Esen­cial­men­te, las rea­li­za­do­ras han efec­tua­do un minu­cio­so aná­li­sis de la fra­gi­li­dad psi­co­ló­gi­ca de mili­ta­res en su pro­ce­so de rein­te­gra­ción a la vida civil y al hacer­lo resul­ta enco­mia­ble la for­ma en que los per­so­na­jes feme­ni­nos han sido explo­ra­dos sin recu­rrir a nin­gu­na suer­te de este­reo­ti­pos. Este film no exen­to de emo­ción, que mere­ci­da­men­te fue pre­mia­do en la sec­ción Un Cer­tain Regard del últi­mo fes­ti­val de Can­nes, cuen­ta con un elen­co sol­ven­te don­de se des­ta­can Labed y Soko; ade­más de ofre­cer una inter­pre­ta­ción ple­na de mati­ces, ambas con­si­guen que sus per­so­na­jes guar­den la ade­cua­da com­pli­ci­dad, con­tri­bu­yen­do en gran par­te a que se haya logra­do el obje­ti­vo per­se­gui­do por las her­ma­nas Coulin. Jor­ge Gutman

El Arte de un Cineasta

DAVID LYNCH: THE ART OF LIFE. Esta­dos Uni­dos-Dina­mar­ca, 2016. Un film de Jon Ngu­yen, Rick Bar­nes y Oli­via Neer­gaard Holm

Este docu­men­tal sobre David Lynch des­pier­ta aten­ción por tra­tar­se de un cineas­ta que a tra­vés de su fil­mo­gra­fía demues­tra ser uno de los más crea­ti­vos del cine inde­pen­dien­te ame­ri­cano. Sus pelí­cu­las, inte­li­gen­te­men­te enig­má­ti­cas, han mara­vi­lla­do tan­to a los crí­ti­cos como a los ciné­fi­los ansio­sos de apre­ciar un cine dife­ren­te e inte­lec­tual­men­te apa­sio­nan­te; de allí que resul­ta de inte­rés cono­cer qué es lo que hay detrás del cineas­ta. El film, pasan­do revis­ta a gran par­te de su vida, no entra a enfo­car nin­gu­na de sus pelí­cu­las sino que abor­da su con­di­ción de artis­ta en otras ramas y el modo en que final­men­te lle­gó a Los Ánge­les para dedi­car­se a la rea­li­za­ción cinematográfica.

DAVID LYNCH

DAVID LYNCH

Fil­ma­do a tra­vés de un perío­do de tres años el docu­men­tal tie­ne lugar prin­ci­pal­men­te en su taller de tra­ba­jo ubi­ca­do en las coli­nas de Holly­wood rodea­do de su hiji­ta menor Lula don­de en for­ma afa­ble y como úni­co narra­dor rela­ta aspec­tos de su vida antes de haber­se vol­ca­do al cine. Naci­do en 1946 en Mis­sou­la, un peque­ño pue­blo de Mon­ta­na y vivien­do a tra­vés de los años en otros luga­res has­ta afin­car­se en Fila­del­fia, su infan­cia trans­cu­rrió feliz­men­te rodea­do por el cari­ño de sus padres y de sus dos her­ma­nos, don­de Lynch des­ta­ca espe­cial­men­te a su madre como una muy bue­na per­so­na de gran calidez.

La narra­ción inser­ta­da con foto­gra­fías, mate­rial de archi­vo y cine case­ro, per­mi­te que el espec­ta­dor se fami­lia­ri­ce con su ado­les­cen­cia don­de como bohe­mio el futu­ro cineas­ta expre­sa su rebel­día en seguir estu­dios for­ma­les para en cam­bio dedi­car­se a las artes plás­ti­cas, acti­vi­dad que segui­rá ejer­cien­do permanentemente.

Entre algu­nos aspec­tos per­so­na­les, Lynch des­ta­ca su gran amis­tad con el dise­ña­dor Jack Fisk con quien via­jó a Euro­pa con la inten­ción de estu­diar con el pin­tor expre­sio­nis­ta aus­tría­co Oskar Kokosch­ka aun­que retor­nó 15 días des­pués a Esta­dos Uni­dos. En lo que con­cier­ne a su vida sen­ti­men­tal, a pesar de haber­se casa­do en 4 opor­tu­ni­da­des sola­men­te que­da refle­ja­da la pre­sen­cia de su pri­me­ra espo­sa Peggy, con quien tuvo su hija Jen­ni­fer naci­da en 1968. Fue pre­ci­sa­men­te en ese perío­do, estu­dian­do en la Aca­de­mia de Bellas Artes de Pen­sil­va­nia que pudo rea­li­zar el cor­to­me­tra­je The Alpha­bet y don­de pos­te­rior­men­te reci­bió una sub­ven­ción del Ame­ri­can Film Ins­ti­tu­te para comen­zar a tra­ba­jar en Era­serhead, que sería su ópe­ra pri­ma e impli­ca­ría su tras­la­do a California.

El docu­men­tal rea­li­za­do por Jon Ngu­yen, Rick Bar­nes y Oli­via Neer­gaard-Holm es un tri­bu­to al rea­li­za­dor don­de en for­ma lineal, ame­na y tran­qui­la Lynch va deve­lan­do face­tas poco cono­ci­das de su per­so­na; así que­da resal­ta­da por pri­me­ra vez delan­te de una cáma­ra la con­cep­ción de su uni­ver­so crea­ti­vo que comen­zó a tra­vés del dibu­jo, la pin­tu­ra y la escul­tu­ra, entre otras mani­fes­ta­cio­nes artís­ti­cas, antes de dedi­car­se al cine. Sin duda, este buen film será muy apre­cia­do por los admi­ra­do­res de este surrea­lis­ta direc­tor de cul­to. Jor­ge Gutman