TALES FROM ODESSA. Autor: Isaak Babel — Adaptación: Derek Goldman ‑Dirección: Audrey Finkelstein – Música y letra: Josh Dolgin – Elenco: Mark Bassel, Gab Desmond, Jonathan Eidelman, Billy Finkelstein, Stephanie Finkelstein, David Flicker, David Herz, Bronna Levy, Damian Nisenson, Benny Winkelman-Batchelor – Decorados: John C. Dinning – Iluminación: Nicolas Descôteaux – Vestuario: Monika Herédi – Duración: 1h15 (sin entreacto) – Representaciones: Hasta el 7 de Julio de 2013 en el Segal Centre (www.segalcentre.org)
Isaac Babel, nacido en Odesa en 1894, ha sido uno de los más importantes cuentistas rusos de origen judío. Como brillante cuentista, en 1931 logró reunir una serie de historias pertenecientes a sus primeras narraciones que estuvieron vinculadas con su infancia en su ciudad natal y entre ellas hay algunas que se refieren a Benia Krik, apodado el “rey” de los ladrones judíos de la ciudad. Basado en los mismos, Josh Dolgin –conocido como “Socalled”- quien es un lector apasionado por las historias de Babel, creó la música y palabras para la obra musical en idish que se comenta.
Para darle estructura a los cuentos de Babel y condensarlos en una única historia Derek Goldman elaboró el libreto tratando de ilustrar musicalmente la trayectoria de un mafioso judío. Sin embargo, la adaptación no ha sido muy feliz porque lo que se aprecia es un relato confuso sin que verdaderamente pueda llegarse a comprender la fantasía o leyenda de su principal personaje.
En una breve síntesis, la obra que transcurre en Odesa a principios del siglo 20 y poco antes de la Revolución Rusa, comienza con un rabino (David Flicker) contándole a un niño (Benny Winkelman-Batchelor) la leyenda de Benya Krik (Gab Desmond) desde sus orígenes hasta su meteórico ascenso reinando en el vecindario judío de Moldavanka y convertido en el “rey de los gangsters” aunque conservando un cierto código de honor.
El resultado de esta exposición es una sucesión de viñetas no del todo cohesionadas, sin desarrollo dramático alguno y en donde para entender mucho de lo que está sucediendo en el escenario es necesario acudir al volante que se adjunta al programa relatando el argumento de la pieza. En todo caso, la crónica sobre este antihéroe de fantasía y sus deseos de emancipación dentro de un universo poblado de gente humilde y decente entremezclada con malvivientes nunca alcanza resonancia.
Dicho lo que antecede, los valores de esta pieza descansan en su música, la dirección escénica y su elenco. En lo que constituye una innovación a las comedias musicales del teatro idish, la música de Dolgin es una acertada combinación del klezmer tradicional judío con la melodía pop, ejecutada por un pequeño conjunto de eficientes instrumentistas. Audrey Finkelstein ha logrado una buena puesta escénica teniendo en cuenta las dimensiones del reducido escenario disponible, a la vez que ratifica ser una eficaz conductora de intérpretes tal como lo demostró el año pasado con la revista musical On Second Avenue. El reparto cuenta con 32 actores no profesionales quienes se desempeñan satisfactoriamente e incluso algunos de los mismos poseen buenas condiciones para el canto. Finalmente, cabe destacar la labor de Clea Minaker como diseñadora de los títeres proyectados en pantalla donde la inserción de los mismos a manera de sombra se ajusta muy bien dentro del contexto del espectáculo. Jorge Gutman