WHITE HOUSE DOWN. Estados Unidos, 2013. Un film de Roland Emmerich
Bien conocido por su afinidad con filmes de desastres, el realizador Roland Emmerich vuelve a ofrecer otro entretenimiento masivo de la misma naturaleza. Ahora bien, resulta interesante saber si cuando emprendió el proyecto del film que se comenta estuvo al corriente que su colega Antoine Fuqua se ocupaba de uno similar como lo es Olympia Has Fallen, estrenado hace solo tres meses y donde el tema central es esencialmente el mismo, salvo mínimas diferencias en materia de historia y características de sus personajes.
Quienes hayan visto esa película saben que gira en torno de un asalto armado a la Casa Blanca por un grupo de terroristas internacionales. Aquí en cambio la invasión a la residencia presidencial es por parte de criminales locales de ideología conservadora. El honesto presidente que caracterizó Aaron Eckhart aquí lo encarna Jamie Foxx con el particular detalle que tanto en presencia física como en su manera de actuar se asemeja al actual presidente de los Estados Unidos. El héroe salvador caracterizado por Gerard Butler está ahora animado por Channing Tatum. Bueno, mejor no seguir más con las similitudes y esbozar en pocas palabras cómo se presentan las cosas en White House Down.
Con poco más de dos horas de duración, Emmerich se toma su tiempo para ambientar el escenario y definir los rasgos más importantes de sus principales personajes antes de que comience la verdadera acción.
John Cale (Tatum) es un policía asignado a la seguridad del presidente de la Cámara de Representantes Eli Raphelson (Richard Jenkins) pero su máxima aspiración es obtener un puesto para trabajar en el Servicio Secreto del Presidente James Sawyer (Foxx) que quedará vacante. Sawyer, es un hombre idealista imbuido de buenas intenciones que acaba de hacer conocer una propuesta de paz con miras al retiro de tropas estadounidenses del Medio Oriente. El día que Cale tiene la entrevista para el nuevo puesto y que finalmente no habrá de resultar, también tiene planeada la visita a la Casa Blanca con su hijita de 11 años (Joey King), de quien, como padre divorciado que no vive con ella trata de ganar su afecto. Todo transcurre plácidamente hasta que en un determinado momento la niña se dirige al baño y justo durante esos escasos minutos se produce la explosión de una bomba que separa a John de su hija mientras que un grupo de reaccionarios paramilitares liderados por un ex militar Emil Stenz (Jason Clarke) invade y asume el control de la mansión presidencial. A partir de allí comienza el caos y es el turno de John de demostrar hasta qué punto desplegará sus energías para tratar de rescatar a su hija y a la vez proteger al presidente de la nación.
Lo que sigue es casi una réplica del film de Fuqua donde el guión de James Vanderbilt no escatima en ofrecer la dosis de violenta acción que Emmerich sabe aprovechar a su favor como un experto en la materia y sobre todo si se trata de invadir la Casa Blanca como ya lo ha demostrado en Independence Day (1996).
Desde un punto rigurosamente analítico, la historia no brilla por su originalidad; hay demasiados hilos sueltos en el camino, las situaciones inverosímiles abundan y por absurdas se tornan risibles y, además no está exenta de algunos típicos clisés como la paranoia del terrorismo y/o la exaltación del heroísmo de algunos de sus personajes. Pero seguramente, estas observaciones no serán consideradas para quienes solamente pretenden ver un producto escapista que no ofrece mucho margen para pensar pero que mantiene un ritmo dinámico, suficiente humor y cuenta con un nivel técnico de primer nivel.
En lo que a actuación se refiere hay una muy buena química entre Tatum y Fox donde ambos además de salir airosos en la caracterización de sus personajes mantienen una buena química enfrentando al enemigo común. Mención especial merece la descollante actuación de la preadolescente actriz Joey King; el resto del elenco integrado por Maggie Gyllenhaal, James Woods, Richard Jenkins, Michael Murphy y Nicolas Wright, entre otros, se ajusta adecuadamente a las exigencias de sus respectivos roles.
Conclusión: De escasa originalidad pero bien realizado, Emmerich ofrece un aceptable pasatiempo para un público no exigente. Jorge Gutman