HANNAH ARENDT. Alemania 2012. Un film de Margarethe von Trotta
La realizadora Margarethe von Trotta cuya bibliografía está nutrida en gran parte de un cine político enfocando a mujeres que han trascendido universalmente (Rosa Luxemburg, Hildegard von Bingen) agrega con su último trabajo un nuevo condimento de la misma naturaleza al centrarse en uno de los episodios más trascendentes de la vida de Hannah Arendt (1906 – 1975), la gran filósofa de origen judío.
Hasta la década del 60, la existencia de Hannah Arendt (Barbara Sukowa) no estuvo supeditada a hechos extraordinariamente dramáticos después de haber escapado de la Alemania nazi para radicarse como exiliada en Nueva York junto a su bien amado marido Heinrich Blücher (Axel Milberg). El nudo central del relato, tal como se aprecia en el guión de Pamela Katz con la colaboración de la realizadora, tiene lugar cuando en 1961 ella solicita a The New Yorker cubrir el desarrollo del juicio a Adolph Eichmann en Jerusalén. La petición es aceptada por la prestigiosa revista quien tuvo en cuenta los importantes antecedentes académicos y literarios de Arendt, sobre todo después de haberse publicado en 1951 su libro The Origins of Totalitarism donde de manera excelente analizalos dos movimientos totalitarios hasta ese entonces más importantes del siglo pasado como lo fueron el nazismo y el estalinismo.
Con gran sobriedad y economía de lenguaje von Trotta describe el ambiente intelectual prevaleciente en el grupo de amigos que frecuenta la pareja ilustrando la reunión que tiene lugar para celebrar la designación de Hannah como reportera de un evento de gran repercusión mundial, entre los que se encuentran la escritora americana y su gran amiga Mary McCarthy (Janet McTeer).
Una buena parte del metraje está dedicada al juicio del criminal nazi donde el film logra ensamblar satisfactoriamente material de archivo de la época reproduciendo en parte el desarrollo del juicio. Durante el mismo, Arendt está completamente ensimismada escuchando a Eichmann quien ubicado en una cabina de vidrio trata de defenderse durante el interrogatorio al que es sometido sosteniendo que todo lo que realizó fue en cumplimiento de órdenes precisas, siendo él solamente responsable de una parte del engranaje del holocausto. Al propio tiempo, Arendt también sigue atentamente los testimonios brindados por algunos de los sobrevivientes de los campos de concentración.
Cuando ella retorna a Nueva York la revista decide que su informe será dado a conocer en una serie de 5 artículos para posteriormente ser editado en un libro. El verdadero drama comienza cuando como consecuencia de lo publicado Hannah resulta atacada verbalmente por haber tratado de justificar al criminal con el nuevo concepto que denominó la “banalidad del mal”; según el mismo, la maldad de Eichmann no nace de él en forma natural, sino de las circunstancias que lo rodearon donde su gran crimen fue el haber anulado su capacidad de pensar para convertirse de este modo en un monstruoso animal humano; por analogía, ese hecho no sería solamente aplicable a él como encargado de implementar la “solución final” sino a cualquier individuo común y corriente, en cualquier lugar y época, que tuviera que actuar de la misma manera frente a situaciones similares. Igualmente, su informe incluye afirmaciones derivadas del juicio que presenció sobre cómo algunos líderes judíos actuaban como colaboracionistas de los nazis y en consecuencia fueron en parte responsables del envío de su propia gente a los campos de concentración. Siendo acusada de intelectual arrogante e insensible, Arendt cae en desgracia por parte de los lectores del periódico, sus colegas universitarios, algunos de sus amigos más cercanos –especialmente el del israelí Kurt Blumenfeld (Michael Degen)- así como por miembros de la comunidad judía; solamente sus alumnos universitarios se adhieren al emotivo y extraordinario discurso final de Arendt donde explica su forma de pensar y el derecho que le cabe para expresar libremente su posición filosófica.
Cabe señalar que además del foco central, el relato a través de flashbacks alude a la influencia que tuvo en Hannah el celebrado filósofo alemán Martin Heidegger (Klaus Pohl), quien en su época de estudiante fue su profesor, mentor y con quien mantuvo una romántica relación.
Independientemente de las opiniones que pueda suscitar el pensamiento de esta mujer, lo que queda claro es que Arendt nunca negó la culpabilidad de Eichmann y, más aún, estuvo de acuerdo con la sentencia de muerte dictaminada por Israel a pesar de que pudo tener sus dudas sobre el procedimiento legal adoptado.
La actuación de Sukowa es excepcional personificando la conducta de una persona que lejos de ser arrogante actúa con obstinación tratando de defender lo que ha escrito porque cree firmemente en ello y por lo tanto mantiene su determinación de no abdicar o retractarse, cualquiera fuesen las consecuencias de su actitud.
Conclusión: Es indudable que Hanna Arendt se presta a la controversia y discusión y aunque la realizadora de algún modo parecería comprender la forma de pensar de su protagonista de ninguna manera toma partido alguno con respecto a su actuación. En todo caso además de brindar un retrato lo más objetivo posible sobre esta brillante filósofa, von Trotta ofrece un film absorbente de considerable nivel artístico e intelectualmente fascinante. Jorge Gutman