CRYSTAL FAIRY. Chile, 2013. Un film escrito y dirigido por Sebastián Silva
Sebastián Silva, realizador de La Nana (2009), retorna con un film de tono completamente diferente y aunque transcurre en escenarios chilenos la mayor parte del metraje es dialogado en inglés.
El conocido actor Michael Cera anima a Jamie; se trata de un joven americano turista que se encuentra de visita en Chile y es un obsesionado por las drogas. Al comenzar la historia es invitado a una fiesta junto con sus 3 amigos chilenos, Champa (Juan Andrés Silva), Lel (José Miguel Silva) y Pilo (Agustín Silva) que también son hermanos entre sí; allí no desperdicia la ocasión de beber, saborear la marihuana y aspirar la cocaína que lo habrá de mantener en un estado eufórico y energético. Precisamente, durante esos momentos “high” vividos después de su inhalación, traba relación con una hippie de San Francisco que responde al curioso nombre de Crystal Fairy (Gaby Hoffmann), a quien invita a efectuar al día siguiente un viaje al norte del país junto con Champa, Lel y Pilo.
Dentro de un guión notoriamente improvisado la trama descansa en el viaje de los cinco personajes mencionados, aunque fundamentalmente son Jamie y Crystal Fairy los que originan el débil conflicto dramático del relato. Los dos compatriotas americanos no simpatizan mucho, no tanto por la actitud de esa chica de libre espíritu e inclinada a la meditación, sino más bien por parte de Jamie quien demostrando una actitud egoísta y poco agradable con su intención de dominar sutilmente al grupo, ve en ella a una supuesta antagonista y es así que se deleita realizándole pesadas bromas.
El propósito del viaje, sobre todo para Jamie, es tratar de localizar el cactus de San Pedro que contiene mezcalina y poder experimentar el efecto de la misma; después de algunos tropiezos que el grupo encuentra en la ruta donde nadie que lo posee está dispuesto a venderlo, el americano se las ingenia para apropiarse en forma clandestina de la mágica planta.
Al llegar a una playa solitaria los viajeros cocinan el cactus y luego de extraerle el alcaloide contenido consumen el líquido generado; al poco tiempo, los efectos se hacen sentir en cada uno de ellos, donde Jaimie comienza a perder control de sí mismo en tanto que la joven comienza a deambular desnuda por la zona desértica. Desaparecida la euforia sobreviene un raro momento de intimidad donde la joven californiana a través de un monólogo vuelca algunos aspectos traumáticos de su pasado que conmueven a Jaimie y en donde queda abierto el camino de la reconciliación entre ellos.
En realidad no es mucho lo que acontece en el film y al final del relato es ínfimo lo que queda retenido en la memoria del espectador. Eso es debido a la personalidad neurótica de Jaimie y la poca simpatía que despierta en general, lo que magnificado por su obsesión por las drogas, lo convierten en una persona poco grata; en cuanto al personaje de Crystal Fairy, de naturaleza liberal, relajada y espontánea, resulta más interesante de contemplar, pero dentro del contexto de una esquemática trama que no llega a trascender a pesar de la muy buena interpretación brindada por Hoffmann. Los hermanos chilenos están débilmente delineados y prácticamente lo que se aprecia es la presencia física de los mismos pero sin ningún aporte caracterológico.
Aunque el relato adopta la forma de “road movie”, el recorrido no ofrece situaciones que pudiesen ilustrar algunos rasgos culturales de la región a medida que se la va recorriendo. Apenas se vislumbra una escena de un vendedor de empanadas y otra donde el grupo visita brevemente la casa de una señora chilena a quien trata de convencer que le venda el cactus de la droga; en todo caso, nada aporta sobre la idiosincrasia de quienes viven alejados de los centros urbanos de Chile.
Conclusión: Con cierto humor proveniente de algunas situaciones absurdas, queda como balance un film de poca sustancia y sin emoción. Jorge Gutman