SAVING MR. BANKS. Estados Unidos-Gran Bretaña-Australia, 2013. Un film de John Lee Hancock
Decididamente deliciosa, divertida, tierna y de gran emotividad es esta película que relata cómo se llegó a filmar la novela Mary Poppins de la autora de libros infantiles Pamela L. Travers. Con la extraordinaria actuación de Emma Thompson y la sobria participación de Tom Hanks el público asiste a un film encantador contemplando la hilarante batalla entre un individuo firmemente decidido a que la novela llegara a la pantalla grande y una mujer obstinada a que su obra no fuese desaprovechada para convertirse en un producto hollywoodense rutinario.
La acción comienza en Londres en 1961 cuando el agente de Travers le hace ver que su situación financiera es bastante precaria y que ella debiera aceptar la invitación que Walt Disney le hace desde Los Ángeles para que viaje a sus estudios y discuta personalmente con él las condiciones para que su libro sea filmado. Cabe señalar que Disney ya hacía 20 años que estaba interesado en filmar Mary Poppins encontrándose con la persistente negativa de la novelista porque ella lo consideraba a él un hombre de Hollywood interesado en los negocios no teniendo en cuenta que en realidad era un genio de la animación.
Encontrándose sin otra opción mejor, Travers decide efectuar el viaje propuesto por Disney. De firme personalidad y de carácter sumamente irritable, desde el primer momento en que se encuentra con el personal que rodea al creador del ratón Mickey, esta dama mantiene una fría distancia. Más aún, cuando se le señala que todo el mundo se comunica a través del nombre de pila, ella se opone firmemente a que la llamen Pamela sino Ms Travers únicamente, actitud que también emplea cuando se dirige a sus interlocutores.
Aunque la mayor parte de la acción se desarrolla en tiempo presente, a través de flashbacks el relato pasa revista a episodios de la infancia de Travers (interpretación estupenda de la niña Annie Rose Buckley) en 1907 en su tierra natal de Australia; ahí se refleja la vinculación mantenida con su padre (Colin Farrell) que entre todas sus hijas sentía un afecto especial por ella, y los serios problemas de salud que lo afectaron como resultado de su inclinación por la bebida y que de alguna forma tuvo que ser tolerada por su comprensiva aunque incomodada madre (Ruth Wilson). Esa figura paterna le sirvió a Travers de inspiración para Mary Poppins así como al propio tiempo determinó muchos de los aspectos de carácter y personalidad que determinan su conducta actual.
En las conversaciones preliminares, Travers manifiesta su intención de mantener el completo control sobre el guión del film y recién firmará el contrato, una vez que sean resueltas a su entera satisfacción todas las observaciones que pudiera realizar al mismo. Además, una de las condiciones fundamentales es que de ningún modo el film contenga escenas de animación.
Cuando Disney está dispuesto a aceptar sus condiciones, comienza el trabajo de Travers tanto con el guionista del film Don DaGradi (Bradley Whitford), así como con los hermanos Sherman (Jason Schwartman y B.J. Novak) responsables de la música. Gran parte de la hilaridad del relato descansa en las exageradas exigencias de la autora por insignificantes detalles donde tanto el guionista como los músicos no tienen otra alternativa que la de aguantar y tratar de adaptarse a su terrible mal genio. A pesar de todo y con un poco de buena voluntad por parte de DaGradi y los Sherman, lentamente el proyecto va tomando forma bajo el visto bueno de Travers que en un momento dado llega a romper el hielo existente cuando exterioriza su entusiasmo al oír la composición musical “Let’s go fly a kite” que nuevamente le trae recuerdos de su infancia. Sin embargo, habrá un contratiempo inesperado cuando se entera que el film contendrá una escena animada por pingüinos y eso motiva a que bruscamente se dirija al despacho de Disney entregándole el contrato sin firmar y regresando a Londres.
Hay varias situaciones del relato que llegan a tocar la fibra del espectador sin que resulten forzadas; entre las mismas merece señalarse la buena relación que Walters mantiene con el chófer (Paul Giamatti) que la transporta y cómo ablanda su manera de ser al enterarse de que él es padre de una niña enferma; no menos importante es el encuentro que tiene lugar en Londres cuando Disney acude a verla y utiliza algunos válidas razones –entre ellas el haber prometido a su hija que el libro sería llevado al cine- para que la autora ceda finalmente los derechos de filmación; por último resulta emotiva las escenas que muestran la gran premiere del film en donde Travers presenciando lo que ve en la pantalla no puede contener las lágrimas de sus ojos cuando ciertas secuencias nuevamente la llevan a rememorar episodios de infancia con su padre.
El film está muy bien dirigido y ciertamente el guión de Kelly Marcel y Sue Smith merece elogios al entremezclar muy bien el presente con el pasado así como también es destacable la incorporación de fragmentos de números musicales de Mary Poppins con la música compuesta por Thomas Newman.
Emma Thompson cumple un rol insuperable transmitiendo maravillosamente una personalidad exasperante que no obstante llega a captar la amplia simpatía del público; su conmovedora actuación merece que sea nominada para el Oscar. A su lado, en un papel que sin ser de reparto tampoco es protagónico, Tom Hanks se distingue ofreciendo un inmejorable desempeño como el gran creador que aunque sea un avezado hombre de empresa reúne al propio tiempo una calidez especial en el trato mantenido con la gente que lo rodea; más allá que físicamente pueda no ser una copia fiel de lo que ha sido Disney, en todo momento predomina el espíritu carismático del artista y sobre todo la capacidad diplomática de saber lidiar con una interlocutora de difícil carácter.
El diseño de producción así como el vestuario atendiendo hasta los menores detalles de lo que fueron los estudios de Hollywood de la década del 60 agregan más elementos que valorizan al film.
Conclusión: Saving Mr. Banks es un hermoso y conmovedor film que además de ser decididamente recomendable incentiva el deseo de volver a ver Mary Poppins. Jorge Gutman