MANDELA: LONG WALK TO FREEDOM. Gran Bretaña-Sudáfrica, 2013. Un film de Justin Chadwick
La presentación de este film no puede ser más oportuna porque, lamentablemente, se produce a pocas semanas de la muerte de Mandela. De allí que esta circunstancia agregue una nota sentimental al valor intrínseco de la película por la repercusión que tuvo esta extraordinaria figura en vida y que a partir de ahora la sigue manteniendo por el extraordinario legado que ha dejado al mundo. No es la primera vez que el cine aborda a Mandela pero lo que distingue a ésta de otras versiones es que aquí se basa en su libro autobiográfico del mismo título que el del film, donde se exponen los aspectos más relevantes de su vida hasta el preciso momento en que después de haber recorrido un largo camino logra conducir a su pueblo a la libertad e igualdad política de negros y blancos.
Adaptado por William Nicholson el relato tiene un prólogo destacando rápidas escenas de su infancia rural en Sudáfrica, para comenzar de lleno en 1942 en Sudáfrica mostrando al joven Mandela ejerciendo su profesión de abogado, su iniciación en el Congreso Nacional Africano (ANC) , de qué modo va adoptando una fuerte conciencia política al ver el trato brutal que los dirigentes blancos dispensan a la población negra y posteriormente los actos de naturaleza violenta que el ANC comenzaría a adoptar a fin de cambiar el giro de los acontecimientos. Si hay algo diferente que posiblemente no haya estado en conocimiento del público es que Mandela no tuvo empacho de expresar en su libro que el divorcio de su mujer (Terry Pheto) de su primer matrimonio se debió a que sacrificó su vida familiar por su inclinación a la política así como a la naturaleza donjuanesca de su persona. Poco tiempo después llegaría a conocer a Winnie (Naomie Harris), que como es bien sabido gravitaría en forma sustancial durante la mayor parte de su existencia como su segunda esposa y por su radical activismo político que la involucró completamente en la causa de justicia e igualdad social que animaba a su marido.
Lo que sigue es material muy bien conocido. Así se pasa revista a la actitud de violencia de Mandela contra el régimen imperante que finalmente lo condujo a ser condenado a prisión perpetua en 1964 y confinado por casi tres décadas en la cárcel de Robben Island en Ciudad del Cabo; durante ese largo período el renombrado líder del anti-apartheid madura extraordinariamente llegando a la conclusión que el único medio de lograr la caída del odioso sistema inhumanitario de la supremacía blanca sería con métodos no violentos y concediendo el perdón a sus perpetradores. El film también muestra rápidamente cómo la denuncia internacional del régimen racista conduce a su liberación parcial para llegar a gozar de completa libertad en febrero de 1990 y finalmente llegar a la histórica elección que en 1994 lo consagra como el primer presidente negro democráticamente elegido de su país.
Resulta obvio señalar que la carrera política del patriarca sudafricano así como sus años de prisión y sufrimiento brindan material suficiente para la emoción. Con todo, la dirección de Justin Chadwick se caracteriza por ser a lo sumo correcta sin llegar a profundizar lo suficiente para trascender la mera fórmula de una biografía; es ésa falta de imaginación lo que impide que esta película alcance el carácter épico como en cambio lo logró el excelente film Ghandi (1982) de Richard Attenborough. También hay algunos aspectos tratados en forma epidérmica como la relación de Mandela con su primera esposa y fundamentalmente algunos aspectos de la controvertida personalidad de Winnie Mandela; en tal sentido, el film a través de una muy breve escena muestra que la separación de la pareja se debió básicamente por diferencias de aproximación política con respecto al trato que se debía dispensar a la población blanca después de que su marido fue liberado de la cárcel, en tanto que la historia oficial agrega datos que no están contemplados en el relato.
Lo que sustancialmente eleva el valor de esta historia es la gran interpretación que realiza Idris Elba de Nelson Mandela: su actuación es contenida pero lo suficientemente intensa como para que el espectador pueda identificarse plenamente con el líder, no solo por una presencia física bastante aproximada sino también en lo que a su voz se refiere y en general en lo concerniente a la nobleza que emerge de su extraordinaria personalidad. También cabe distinguir la buena actuación de Harris como Winnie y en un papel de apoyo se destaca Lindiwi Matshikiza caracterizando a la hija adolescente de Nelson.
Tanto el período de época como los diseños de producción y fundamentalmente el maquillaje marcando el paso de los años de Mandela son de óptimo nivel.
Conclusión: Un relato convencional y simplista con una gran interpretación de Idris Elba ilustrando la trayectoria de una de las más remarcables personalidades del siglo XX. Jorge Gutman