AND SO IT GOES. Estados Unidos, 2014. Un film de Rob Riener.
Como alternativa para quienes no se adhieren a los blockbusters que Hollywood lanza al mercado para los espectadores más jóvenes, la temporada estival suele presentar comedias románticas para adultos como es el caso de And So it Goes; lamentablemente, este film carece de la chispa y del ingenio necesario para motivar la simpatía del espectador.
Lo que resulta más sorprendente de este film es que haya sido realizado por Rob Riener, responsable de When Harry Met Sally (1989) que a pesar de los años transcurridos sigue conservando la frescura y encanto de una historia romántica plena de emoción y sin haber dado ninguna nota en falso; ciertamente, ahí el director contó con una talentosa guionista como lo fuera la desaparecida Nora Ephron mientras que aquí se vale del endeble libreto de Mark Andrus, sin duda el principal problema de este relato.
Douglas anima a Oren Little, un misántropo corredor inmobiliario viudo que solamente es capaz de expresar cierta emoción al visitar la tumba de su esposa. Su forma socarrona y antipática se manifiesta claramente con Leah (Diane Keaton), su agradable vecina quien debe hacer esfuerzos para contenerse frente a sus exabruptos comentarios. Todo cambia cuando repentinamente aparece en escena Luke (Scott Shepherd), el hijo de Oren con quien se mantenía distanciado, acompañado de la nietita Sarah de 10 años (Sterling Jerins) cuya existencia desconocía. Luke le pide a su padre que cuide de la niña mientras él esté ausente para cumplir una pena en la cárcel. Si bien Oren se resiste a hacerlo, finalmente termina accediendo. Como Sarah se apega más a Leah que a su abuelo, éste no tiene empacho alguno para solicitar a su vecina que se encargue de cuidar a la pequeña para que él pueda desarrollar normalmente sus jornadas de trabajo. Para seguir con la fórmula típica de relatos mediocres plagados de clisés y situaciones inverosímiles, “así va la cosa” (la traducción en español de su título) muestra la transformación del malhumorado Oren en un hombre generoso que es capaz de abrir su corazón frente a su nieta, reconocer la buena voluntad evidenciada por Leah por contribuir a la unidad familiar y, por supuesto, como resultado de todo ello el último clisé requiere que cupido cumpla su misión para que los maduros vecinos se enamoren y sean felices.
Con una decidida falta de imaginación esta historia de amor de gente de la tercera edad despide un fuerte olor a naftalina como producto de su completo añejamiento. Desafortunadamente, la presencia de dos buenos actores como lo son Douglas y Keaton nada pueden hacer para rescatar del naufragio a este pobre relato.
Conclusión: Un film que no merece la pena verse en sala como tampoco cuando aparezca en video. Jorge Gutman