Crónica de Jorge Gutman
THE APPRENTICESHIP OF DUDDY KRAVITZ. THE MUSICAL. Autor: David Spencer basado en la novela del mismo nombre de Mordecai Richler. Dirección: Austin Pendleton. Música: Alan Menken con Letra y Arreglos Adicionales de David Spencer. Elenco: Ken James Stewart, George Masswohl, Marie-Pierre de Brienne, Howard Jerome, Adrian Marchuk, Victor A. Young, David Coomber, Sam Rosenthal, Michael Rudder, Kristian Truelsen, Albane Chateau, Gab Desmond, Julia Halfyard, Michael Daniel Murphy. Dirección Musical: Jonathan Monro. Sonido: Peter Balov. Decorados y Vestuario: Michael Eagan. Iluminación: Luc Prairie. Duración: 3 horas (incluyendo 20 minutos de entreacto). Representaciones: Hasta el 12 de julio de 2015 en la sala principal del Segal Centre (www.segalcentre.org)
Resulta extraño efectuar la evaluación crítica de una obra recurriendo a los antecedentes de la misma; pero curiosamente ésta es la situación que en este caso se presenta con la nueva versión musical de El Aprendizaje de Duddy Kravitz, la novela más renombrada de Mordecai Richler, estrenada en el Segal Centre.
El libro de Richler ya había sido trasladado al cine en 1974 por Ted Kotcheff pero fue en 1984 cuando se lo convirtió en pieza musical aunque recién en 1987 en Filadelfia es cuando por primera vez surgió como un esfuerzo aunado de Alan Menken en su carácter de compositor, David Spencer como autor de la letra y Austin Pendleton como director. Todo parecería que hubiese marchado bien salvo que el final de la pieza, siempre respetando la voluntad del novelista, no era lo suficientemente atrayente como para que el público pudiera celebrarlo con viva fuerza.
En una breve síntesis el tema gira en torno de Duddy (Ken James Stewart), el hijo menor de una humilde familia judía anglófona viviendo en el Mile End de Montreal de fines de la década del 40 quien trata de buscar su lugar en el mundo y, sobre todo, superar el medio en el que se encuentra. Para ello y con el propósito de llegar a ser alguien importante, este joven buscavida no dudará en utilizar cualquier recurso que pueda echar a mano con tal de convertirse en rico propietario de bienes raíces; así poco le importará dejar de lado escrúpulos éticos o morales aunque eso decepcione a Yvette (Marie-Pierre de Brienne), su dulce noviecita francófona, su mejor amigo Virgil (David Coomber) o bien a su amado abuelo Simcha (Howard Jerome). Aunque en esencia esta producción adaptada por David Spencer respete en su mayor parte el espíritu del libro difiere de la versión musical original al ofrecer aquí un desenlace complaciente con un Duddy dispuesto a redimirse. Evidentemente, no es lo que Richler concibió y cabría preguntarse hasta qué punto puede o no ser legítimo alterar la esencia de este personaje rapaz donde en rigor de verdad resulta difícil suponer que por “arte de magia” se habrá de regenerar.
Tal como está presentada, esta fábula musical tiene aspectos destacables. La dirección escénica de Pendleton, adoptando un estilo clásico y lineal, permite que salga airoso en su cometido insuflando vitalidad y ritmo al contenido de esta densa obra. No menos importante es haber reunido a un elenco homogéneo e irreprochable donde cada uno de los actores cumple su misión caracterizando a sus personajes de acuerdo a lo requerido en la adaptación efectuada por Spencer. De todos modos quien más se distingue es Ken James Stewart en el rol protagónico. El joven intérprete impresiona y contagia a más no poder con el ímpetu, energía y entusiasmo que despliega durante su casi permanente presencia en el escenario; a pesar de representar a un personaje detestable, Stewart logra que la audiencia simpatice con su carismática personalidad.
Cabe ahora hacer referencia a la obra como un musical; aquí sobrevienen algunas dudas por las siguientes razones. Sabido es que cuando un relato adquiere la forma de una pieza musical es muy importante que cada uno de los números que incluyen su contenido sea instrumental al mismo; es por eso que en esta versión uno se pregunta hasta qué punto la música incorporada es un elemento esencial para el desarrollo de la trama. Ciertamente, las canciones resultan agradables de escuchar y además permiten a que algunos actores desplieguen su riqueza vocal –como es el caso, entre otros, de Stewart y de Brienne-; sin embargo, eso no implica que enriquezcan necesariamente los méritos propios de la pieza porque no se llega a apreciar su funcionalidad.
Aunque la música pertenezca a un compositor que como Menken sea ampliamente reconocido por su valiosa contribución a memorables películas de Disney, la misma no alcanza a causar conmoción, sobre todo porque no hay “showstopper”, o sea números musicales que impacten fuertemente a la audiencia como ocurre, para citar unos ejemplos, en The Sound of Music con “Do, Re, Mi,” Cantando bajo la Lluvia con el tema central, West Side Story con “To Night” o en Evita con “Don’t Cry for Me Argentina” . En esta obra, el número que quisiera asemejarse a los mencionados sería “Welcome Home” cantado por los personajes de Duddy e Yvette, pero no logra alcanzar la fuerza necesaria para que su melodía sea relevante, permanezca en el recuerdo y resulte fácil de tararear.
Más allá de las objeciones que los puristas y amantes de Richler puedan objetar sobre la conclusión de la pieza anteriormente referida, queda como resultado un ambicioso esfuerzo de producción que sin llegar a alcanzar un nivel excepcional como musical, satisface como obra propiamente dicha. Al menos, su presentación cumple una misión muy útil como es la de revivir al gran escritor desaparecido y estimular a quienes no hayan leído la novela para que lo hagan a fin de disfrutar de este gran clásico de la literatura canadiense.