JIMMY’S HALL. Gran Bretaña-Irlanda-Francia, 2014. Un film de Ken Loach
El veterano realizador Ken Loach retorna con otro film interesante que aunque no sea el mejor dentro de su magnífica filmografía, siempre logra trascender teniendo en cuenta la acertada forma en que formula una denuncia social donde en este caso toma como referencia la figura de un activista político.
Trabajando con su habitual guionista Paul Laverty, el film relata la verídica historia de James/Jimmy Gralton (Barry Ward), un líder vinculado con el comunismo irlandés quien tuvo una activa participación en la guerra de independencia de su país natal. Después de haber permanecido 10 años en Nueva York, en 1932 retorna a Irlanda como ciudadano americano a fin de ayudar a su madre anciana en la granja familiar ubicada en una zona rural del condado de Leitrim.
Si bien su intención es iniciar una vida apacible y tranquila en el terruño natal, sus planes se verán alterados. A su regreso es cálidamente acogido por sus amigos locales quienes aprovechan su llegada para solicitarle que reabra un modesto y pequeño salón de baile que había estado operando antes de que él dejara el país y que desde entonces ha estado cerrado y en completo abandono por el paso del tiempo. Es así que Jimmy logra reacondicionar el local y lo pone en funcionamiento para que su gente disponga de un centro comunitario. En el mismo, además de bailar con la música de jazz brindada con los discos que trajo de los Estados Unidos y el empleo de un gramófono, los asistentes pueden disfrutar con la lectura de poesías, practicar deportes e incluso efectuar reuniones donde se discuten y comentan algunos de los problemas sociales que afectan a la zona. En todo caso, ese lugar de encuentro representa para sus concurrentes una forma de enriquecimiento espiritual y cultural dentro de un contexto rural donde no existen otras alternativas de superación o de optar por un mejor porvenir.
A pesar de sus buenas intenciones, las actividades de Gralton molestan rotundamente al ultra conservador Padre Sheridan (Jim Norton) quien ya antes de que partiera a los Estados Unidos no simpatizaba con él por su ideología política; ahora, desde su púlpito el religioso hace todo lo posible para convencer a sus feligreses sobre lo inquietante que resulta la existencia de ese círculo de baile, alegando que el salón es un antro pernicioso que contradice la educación de la iglesia, agravado por el hecho de que un comunista “anti-Cristo” se encuentra al frente del mismo. A todo ello hay que agregar la presencia de otros enemigos políticos de Jimmy como el de un rico terrateniente (Brian F. O’Byrne) que llega a castigar a su hija (Aisling Franciosi) por ser una de las asiduas visitantes del centro cultural.
Otros acontecimientos que se suceden en el relato conducen a que finalmente Gralton sea deportado de Irlanda ‑sin la existencia de juicio alguno- y enviado a los Estados Unidos donde permanecerá hasta su muerte acaecida en 1945 sin haber sido capaz de retornar a su tierra natal.
En esencia, Jimmy’s Hall se destaca como un film humanista que pregona por el derecho de todo individuo de poder expresar libremente sus ideas sobre las injusticias sociales imperantes. De ritmo fluido, pleno de buenos sentimientos, bien actuado y ambientado, el film del tándem Loach-Laverty expone igualmente su punto de vista sobre el abuso del poder y dogmatismo de la iglesia católica al contradecir los ideales y principios morales de la cristiandad. Jorge Gutman