ROOM. Irlanda-Canadá, 2015. Un film de Lenny Abrahamson
Basado en la novela de Emma Donoghue (2010) y adaptada por su autora, llega a la pantalla Room, un cautivante drama psicológico capaz de interesar al espectador.
La acción que en sus primeros 50 minutos transcurre en un espacio sumamente reducido, a ratos se torna claustrofóbica, pero quizá ese efecto es el que el director irlandés Lenny Abrahamson haya querido lograr para transmitir la real sensación vivida por sus dos personajes principales.
En una pieza ubicada en un cobertizo de jardín que se encuentra en el patio trasero de una casa, habitan Joy Newsome (Brie Larson) y su hijo Jack que acaba de cumplir 5 años (Jacob Tremblay). Hace 7 años, la chica en ese entonces de 17 años, fue secuestrada por un hombre conocido como Viejo Nick (Sean Bridgers) quien además de asaltarla sexualmente la mantuvo encerrada en ese lugar. Ese individuo es el padre de Jack quien nació en cautiverio y no está enterado del vínculo biológico que lo une a él. A través de un código especial, Nick regularmente se introduce al recinto para traer alimentación pero impidiendo que la madre y su hijo puedan salir del mismo cuando éste se retira.
Para quien no haya leído el libro resulta un poco difícil imaginar cómo se ha podido vivir en una forzada reclusión durante un período tan largo y de qué manera Joy y Jack lograron superar las contingencias naturales que durante ese lapso pudieron haberse presentado sin salir al exterior. Lo que queda claro es la forma en que la devota madre ha ido criando y educando al niño, ya sea jugando con él, leyéndole libros, observando lo que la pantalla de la televisión puede brindar, etc. Lo cierto es que Jack no se siente deprimido ni tampoco muestra síntoma alguno de perturbación emocional.
El film adquiere una dimensión diferente en su segunda parte cuando mediante una audaz táctica concebida por Joy, su hijito primero y ella después logran escapar, recobrando la libertad. Más allá del emotivo reencuentro de la mujer con sus padres (Joan Allen, William H. Macy), quienes tienen oportunidad de conocer al nieto que nunca han visto, el relato se circunscribe a describir el modo en que Jack se amolda a un mundo completamente desconocido. Manifestándose al principio tímido y obviamente poco comunicativo por no estar preparado para relacionarse socialmente, gradualmente logra adaptarse al nuevo ambiente entrando en contacto con otros niños de su edad y viendo cómo puede desplazarse libremente en el espacio exterior. En lo que concierne a Joy, no le es nada fácil reintegrarse a la vida normal quien traumatizada por la experiencia vivida debe atravesar por un proceso de recuperación que la mantiene internada por cierto tiempo.
La transformación emocional de estos dos seres es transmitida con bajo perfil por el realizador; con todo, sobresale el poderoso vínculo materno-filial gracias a las excelentes caracterizaciones de sus dos protagonistas. Así, Larson efectúa un gran trabajo reflejando la tragedia vivida del encierro que aún cuando todo haya retornado a los senderos normales le ha dejado una intensa marca difícil de borrar; en cuanto a Tremblay, es admirable ver la forma en qué comunica los sentimientos de un niño criado en cautiverio y transformado en otro que aprende a conocer qué es lo que existe fuera de la habitación en que vivió hasta ese entonces.
Conclusión: Un humano y refinado drama de supervivencia reflejando el intenso lazo humano establecido entre una madre y su pequeño hijo, con dos estupendas actuaciones. Jorge Gutman