Que­rien­do Rete­ner la Juventud

YOUTH. Ita­lia-Fran­cia-Gran Bre­ta­ña-Sui­za, 2015. Un film diri­gi­do y escri­to por Pao­lo Sorrentino.

Un film inte­li­gen­te y afec­ti­vo es lo que el direc­tor ita­liano Pao­lo Sorren­tino pro­po­ne en Youth. Si bien el tema del enve­je­ci­mien­to del ser humano y el que­rer afe­rrar­se a la fan­ta­sía de una eter­na juven­tud es algo que el cine con­si­de­ró en varias oca­sio­nes, en este caso el rea­li­za­dor lo expo­ne con con­si­de­ra­ble crea­ti­vi­dad, evi­tan­do situa­cio­nes este­reo­ti­pa­das para ofre­cer en su rela­to un tono dife­ren­te y refrescante.

Michael Caine y Harvey Keitel

Michael Cai­ne y Har­vey Keitel

La acción se cen­tra en dos gran­des ami­gos de lar­ga data pró­xi­mos a ser octo­ge­na­rios que anual­men­te se reúnen duran­te la épo­ca esti­val en un hotel de lujo con spa ubi­ca­do en los Alpes sui­zos. Uno de ellos es Fred Ballin­ger (Michael Cai­ne), un renom­bra­do com­po­si­tor y direc­tor musi­cal inglés ya jubi­la­do quien se encuen­tra acom­pa­ña­do por su hija y asis­ten­te Lena (Rachel Weisz); el otro es Mick Boy­le (Har­vey Kei­tel), un cineas­ta ame­ri­cano aún acti­vo que está pre­pa­rán­do­se para ini­ciar su pró­xi­mo film que será su tes­ta­men­to final.

La tran­qui­li­dad de Fred se ve alte­ra­da con la lle­ga­da de un emi­sa­rio del Pala­cio de Buc­kingham (Alex Mac­Queen) con un men­sa­je de la Rei­na Eli­za­beth quien desea que diri­ja un con­cier­to para el cum­plea­ños del Prín­ci­pe Phi­llip; sin embar­go, el músi­co se nie­ga a hacer­lo por razo­nes muy per­so­na­les que que­da­rán deve­la­dos al pro­me­diar el relato.

Gran par­te de la tra­ma se cen­tra en las con­ver­sa­cio­nes man­te­ni­das entre ambos cama­ra­das don­de van aso­man­do los ras­gos per­so­na­les de cada uno; así Fred es cir­cuns­pec­to y típi­ca­men­te bri­tá­ni­co en tan­to que Mick es más flui­do y extra­ver­ti­do en su mane­ra de ser. En esas char­las no fal­ta la opor­tu­ni­dad para que sur­jan tópi­cos refe­ren­tes a algu­nos pro­ble­mas de salud pro­pios de la edad así como refle­xio­nes sobre la inexo­ra­bi­li­dad del trans­cur­so del tiem­po que se impo­ne con mayor fuer­za en el cre­púscu­lo de la vida.

La his­to­ria se ame­ni­za con la pre­sen­cia de cier­tos hués­pe­des del hotel, inclu­yen­do a un joven actor ame­ri­cano (Paul Dano) que lamen­ta que su éxi­to se haya debi­do a haber inter­pre­ta­do a un robot, un hila­ran­te turis­ta que se ase­me­ja a Adolf Hitler, algu­nas cele­bri­da­des como Miss Uni­ver­so (Mada­li­na Ghne­nea), una sin­gu­lar masa­jis­ta (Luna Mijo­vic) y un matri­mo­nio de ancia­nos man­te­nien­do una ambi­gua rela­ción de amor/odio. Esta gale­ría huma­na es des­crip­ta por Sorren­tino en for­ma pin­to­res­ca y un tan­to surrea­lis­ta don­de la influen­cia de Felli­ni se hace notar nue­va­men­te como ocu­rrió en su pre­mia­do film pre­ce­den­te La Gran­de Bellez­za (2013).

En tér­mi­nos dra­má­ti­cos lo más rele­van­te es el arri­bo al hotel de Bren­da Morel (Jane Fon­da), una madu­ra y popu­lar actriz que par­ti­ci­pó en algu­nos fil­mes impor­tan­tes de Mick y a quien éste le ha reser­va­do el per­so­na­je pro­ta­gó­ni­co de su pró­xi­ma pelí­cu­la; sin embar­go, ella recha­za la pro­pues­ta por­que lo con­si­de­ra un direc­tor deca­den­te debi­do a que su ima­gi­na­ción crea­ti­va del pasa­do se ha des­va­ne­ci­do con el paso de los años. Para Mick la mani­fes­ta­ción de la actriz que él había des­cu­bier­to cons­ti­tu­ye una con­fe­sión difí­cil de digerir.

Sorren­tino vuel­ve a demos­trar el vir­tuo­sis­mo visual que le carac­te­ri­za, con­tan­do con su acos­tum­bra­do direc­tor de foto­gra­fía Luca Bigaz­zi y la valio­sa asis­ten­cia de Ludo­vi­ca Ferra­rio en la esce­no­gra­fía. Ade­más, y a pesar del rela­ti­va­men­te escue­to guión, la narra­ción se dis­tin­gue por sus intere­san­tes diá­lo­gos y por la rique­za que emer­ge de sus per­so­na­jes. Michael Cai­ne, octo­ge­na­rio en la vida real, ofre­ce pro­ba­ble­men­te el mejor papel de su exi­to­sa carre­ra pro­fe­sio­nal impri­mien­do un aire de logra­da melan­co­lía. No menos rele­van­te es la pres­ta­ción de Kei­tel como el cineas­ta entu­sias­ta que no se resig­na a enve­je­cer, que­rien­do man­te­ner la lla­ma de la eter­na juven­tud a la que alu­de el títu­lo del film; la com­pli­ci­dad exis­ten­te entre ambos acto­res y sus res­pec­ti­vos per­so­na­jes es total. Por su par­te, Fon­da en una par­ti­ci­pa­ción de esca­sos minu­tos ofre­ce con su nota­ble actua­ción uno de los momen­tos más impac­tan­tes del film.

Con­clu­sión: Un film cáli­do y emo­ti­vo don­de dos ancia­nos ami­gos artis­tas pasan revis­ta a sus vidas exal­tan­do melan­có­li­ca­men­te los años de juventud.
Jor­ge Gutman