UN + UNE. Francia, 2015. Un film de Claude Lelouch
Claude Lelouch vuelve a abordar la comedia romántica en Un + une. Si bien este género le ha deparado gran satisfacción con Un homme et une femme (1966), no siempre la suerte le ha sonreído. Después de su mediocre penúltimo film Salaud On t’Aime (2014), su retorno resulta más auspicioso abordando otra historia de amor, que lejos de ser excepcional puede satisfacer a aquel sector de público que lo sigue con entusiasmo.
El guión de Lelouch escrito con su habitual colaboradora Valérie Perrin, presenta a Antoine (Jean DuJardin), un famoso compositor francés de mediana edad que viaja a India para componer la música de un film que allí se está rodando. Al llegar a destino, en su primera noche está obligado a asistir a una cena oficial ofrecida en su honor por el embajador de Francia (Christophe Lambert) y es allí donde conoce a su esposa Anna (Elsa Zylberstein); a la hora de los postres ya se nota que existe una buena conexión entre ambos.
Dentro de un marco de relación platónica, a pesar de la existencia de un flirteo subyacente, habrá más de una ocasión en que se producirán espontáneos encuentros entre Antoine y Anna, pero el más largo y concluyente tiene lugar durante un viaje de naturaleza mística que juntos efectúan al sur del país, en Kerala, para encontrar a Amma; en la ficción como en la vida real esta mujer es reconocida como una líder espiritual que creó una importante red humanitaria en India. De ella, Anna aguarda que sus místicos poderes le ayuden para que pueda concebir un hijo que tanto desea, en tanto que Antoine espera encontrar un remedio a sus persistentes dolores de cabeza.
Como un fervoroso romántico Lelouch no puede evitar que sus personajes lleguen finalmente a amarse, importando poco que Anna tenga un marido a quien quiere y que Antoine haya dejado a Alice (Alice Pol), una joven pianista con quien mantenía una relación sentimental en París y que llegó a Delhi para encontrarse con él.
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Además de algunas escenas incidentales que vinculan a Antoine con su padre que nunca conoció (Venantino Venantini), el film carece de intensidad dramática y menos aún se percibe el suficiente calor pasional que debiera existir entre sus dos personajes centrales.
Esta elegante producción que cuenta con la buena fotografía de Robert Alazraki y agradable música de Francis Lai, resulta vistosa y tibiamente entretenida; lo más importante reside en la carismática presencia de DuJardin quien ofrece encanto y simpatía en la caracterización de su personaje, así como Zylberstein brinda vivacidad al suyo.
Más allá de ilustrar algunos rasgos culturales de India, el film atrae más por la forma que por su contenido; así, su desenlace poco auténtico ‑que se percibe desde el comienzo- se basa en la premisa de que el “amor todo lo puede”; en todo caso más se asemeja a un clisé superficial que a una manifestación de la vida real. Jorge Gutman