RIVER. Canadá-Laos, 2015. Un film escrito y dirigido por Jamie M. Dagg
La sorpresa que depara el film que se comenta es que Canadá lo coprodujo con Laos, un pequeño país del sudeste asiático que no se caracteriza precisamente por su cinematografía. En todo caso, esta ópera prima de Jamie M. Dagg con su meticulosa dirección y eficiente guión resulta agradable.
La acción se desarrolla en el sudeste de Laos donde John Lake (Rossif Sutherland) es un médico cirujano americano que colabora como voluntario de una NGO. Después de una delicada operación tratando de amputar la pierna de un herido en donde lamentablemente el paciente muere, la doctora Stephanie Novella (Sara Botsford)- su jefa- le sugiere que tome dos semanas de vacaciones para estar más relajado. Encontrándose en el bar de un centro turístico de una isla próxima, advierte que dos australianos maltratan a una joven del lugar. Cuando poco tiempo después John sale al encuentro de uno de los dos turistas que violó a la chica, en una riña que se produce, el médico sin intención premeditada termina matándolo como un acto de defensa propia, sin que hubiese testigos.
Como consecuencia de lo acontecido, John resuelve cortar su estadía pero lamentablemente al ser considerado como sospechoso por parte de las autoridades locales, comienza una azarosa odisea para escapar a toda costa a fin de evitar las consecuencias punitivas que acarreará su conducta, sobre todo siendo juzgado en un país desconocido donde ni siquiera domina su lengua. De allí su urgencia por lograr conectarse con la embajada americana para solicitar su ayuda a fin de ser repatriado.
No es ésta la primera película de fugitivos de la justicia que se haya visto. Con todo, más que poner énfasis en la acción de la persecución propiamente dicha, el guión del realizador permite reflexionar sobre la ambigüedad moral que el film plantea. Aunque John merezca toda la simpatía del espectador juzgándolo como a una persona que lamentablemente se ha envuelto en un drama involuntario, lo cierto es que hay un asesinato de por medio por lo cual debe ser juzgado; precisamente allí se produce la dificultosa situación del implicado, teniendo en cuenta que la víctima ha sido hijo de una prominente figura política de Australia y que por lo tanto eso influirá a que el juez pueda imponerle una dura pena.
Con un dinámico ritmo impuesto por Dagg y dejando a un costado las banalidades que este tipo de relatos suele generar, el relato va creando un suspenso psicológico de sostenible interés, reforzado en gran parte por la intensa, absorbente y casi exclusiva interpretación de Sutherland.
Los escenarios naturales filmados constituyen un importante ingrediente del film; así, la lograda fotografía de Adam Marsden capta tanto la modernidad de Vientián ‑la capital de Laos- como las aldeas interiores del país ofreciendo una visión colorida, exótica e indudablemente auténtica de los lugares en que el relato se desarrolla. Jorge Gutman