Crónica de Jorge Gutman
En la edición que concluyó el domingo pasado la selección de filmes que integraron la sección competitiva resultó considerablemente superior a la de los últimos años. De 21 títulos concursantes hubo algunos de excelente calidad aunque a la hora de los premios la mayoría de los mismos quedaron excluidos; así, este año hubo un marcado divorcio entre la opinión de la crítica y la de los miembros que integraron el jurado oficial.
He aquí la consideración de las distinciones más importantes. La codiciada Palma de Oro fue adjudicada al film I, Daniel Blake del director británico Ken Loach. Este cineasta logra el premio máximo después de haberlo obtenido hace 10 años con The Wind that Shakes the Barley. Como es habitual en Loach, un realizador totalmente comprometido con un cine social, aquí brinda otro ejemplo de su preocupación hacia los sectores más indefensos de la sociedad en la que vive.
Este film conmueve por su honestidad y absoluta sinceridad demostrando cómo la burocracia que se desenvuelve dentro de los organismos estatales es capaz de humillar y desintegrar a inocentes individuos. Siempre trabajando en colaboración con Paul Laverty en calidad de guionista, el realizador sigue los pasos de Daniel Blake (Dave Johns), un noble carpintero sexagenario y viudo que sufre de problemas coronarios que le impiden trabajar; para ello recurre a los servicios de ayuda social a fin de obtener una pensión de invalidez; pero la tarea no es tan sencilla como parece porque para valerse del formulario de admisión tiene que obtenerlo en línea donde encuentra dificultades para lograr su objetivo porque no es muy ducho en el manejo de internet. Durante el calvario que atraviesa Daniel conoce a Katie (Hayley Squires), una joven madre soltera que para evitar que sus niños sean colocados en hogares sustitutos está obligada a aceptar un alojamiento a 450 km. de su ciudad natal; entre ambos surgirá un mutuo apoyo y solidaridad enfrentando los problemas que atraviesan.
Loach ofrece un remarcable film de gran humanismo que produce indignación y rabia comprobando cómo la maquinaria del gobierno trata desconsideradamente a la gente desposeída que se encuentra impotente para obtener la ayuda requerida. En esencia, ésta es otra denuncia del gran realizador sobre la injusticia sufrida por las clases sociales más humildes de su país.
El Gran Premio del Jurado, el segundo en orden de importancia, correspondió a Juste le fin du monde del joven director canadiense Xavier Dolan. Esta distinción fue realmente inesperada dado que en oportunidad de su presentación dividió marcadamente a la crítica donde la mayor parte de la misma resultó decididamente negativa. Basado en la pieza teatral epónima de Jean-Luc-Lagarce, su adaptación al cine resulta estática; su trama gira en torno de un autor gay de 35 años (Gaspard Ulliel) que después de 12 años de ausencia regresa a su hogar con la intención de anunciar a sus familiares su próxima e irremediable muerte. Al llegar, lo esperan su estrafalaria madre (Nathalie Baye), rebelde hermana (Léa Seydoux), provocativo y rabioso hermano (Vincente Cassell) y la sumisa y maltratada esposa de éste último (Marion Cotillard).
Construida a base de primeros grandes planos que cubren casi toda la pantalla, el relato se desarrolla en el marco de una atmósfera donde prevalecen el resentimiento, crueldad. ataques verbales, histeria e insultos de los miembros de la familia que no hacen más que aturdir al espectador como así también al personaje visitante que contempla casi en forma inmutable lo que está sucediendo. Todo ese asfixiante drama se ve interrumpido con alguna canción dispuesta a calmar el clima de tensión existente, así como con ciertos preciosismos visuales característicos del cine de Dolan. En suma, un film fallido que aunque bien realizado carece de profundidad y finalmente fatiga.
El film American Honey, coproducción de Gran Bretaña y Estados Unidos, obtuvo el Premio del Jurado. La directora británica Andrea Arnold en su primera incursión en el cine americano ofrece un relato que adopta las características de un road movie.
La trama se centra en Star (Sasha Lane), una muchacha de 19 años proveniente de una familia disfuncional; habiendo conocido por azar a Jake (Shia LaBeouf) que forma parte de un grupo de jóvenes vendedores itinerantes de suscripciones de revistas, ella se une al mismo con la intención de mejorar su nivel de vida. Esa es la excusa para que esta juvenil banda vaya recorriendo diversas ciudades ubicadas en el medio oeste americano y la realizadora aproveche para resaltar algunos rasgos culturales de la región visitada.
Transitando por terrenos explorados en otras películas semejantes, este film se deja ver por la buena interpretación de conjunto, así como también por la magnífica fotografía de Robbie Ryan; con todo, su duración de más de dos horas y media se hace sentir debido a algunas escenas que se repiten innecesariamente y por la ausencia de incidentes con situaciones de palpitante emoción.
El premio al mejor director resultó compartido por Cristian Mungiu, responsable del film rumano Bacalaureat y Olivier Assayas por la película francesa Personal Shopper. Se trata de dos películas completamente diferentes en temática e incluso en lo que a realización se refiere.
Sin llegar al nivel de la obra maestra 4 meses, 3 semanas, 2 días que en 2007 ganó la Palma de Oro, Mungiu logra con Bacalaureat uno de los mejores filmes que se han visto este año. El relato muestra cómo ciertas manifestaciones culturales de la época comunista aún persisten en los momentos actuales a través del comportamiento que adopta su personaje principal, Romeo (Adrian Titieni), un médico de alrededor de 50 años que goza de gran integridad profesional y que nunca atinó a efectuar compromisos que pudieran afectar su norma de conducta.
En un determinado momento, las circunstancias lo impulsan a adoptar un comportamiento un tanto diferente en su intento de lograr que su hija Eliza (Maria Drăgus) apruebe los últimos exámenes necesarios de graduación para que de este modo pueda estudiar en Londres; para asegurar que ella obtenga un resultado satisfactorio, Romeo acude a medios éticamente cuestionables en donde sin quererlo se encuentra salpicado por ciertos vicios que afectan a la sociedad post-comunista como sería el “intercambio de favores o servicios prestados”.
A través de otros incidentes que acontecen en el excelente guión del realizador y su esmerada puesta en escena, este notable film permite que el espectador se introduzca de lleno en la historia relatada.
Teniendo en cuenta los méritos del film rumano comentado, cuesta comprender que el jurado haya igualmente premiado a Olivier Assayas. Con todo el respeto que merece este realizador francés, la historia que propone en Personal Shopper carece de lógica a pesar de la loable intención de internarse en un campo delicado e impreciso como lo es el del espiritismo. La trama gira en torno de Maureen (Kristen Stewart) una parisina que se desempeña como compradora de ropas y joyas valiosas para Kyra (Nora Von Waldstätten) quien es una celebridad mundial en el campo de la moda. Al haber perdido recientemente a su hermano gemelo de 27 años de edad muerto de un ataque cardíaco y teniendo en cuenta que él era un médium, trata de comunicarse con su espíritu usando fundamentalmente su teléfono inteligente. No es necesario agregar más detalles salvo señalar que en esta oportunidad Assayas brinda un relato que además de irrealista y aburrido llega a un desenlace completamente decepcionante que mereció algunos abucheos al concluir la exhibición de prensa.
El film iraní Forushande (The Salesman) de Asghar Farhadi obtuvo dos galardones. Uno de ellos al mejor guión escrito por el realizador y el otro al mejor actor atribuido a Shahab Hosseini; este intérprete caracteriza a un profesor que tras el ataque que su mujer ha sufrido en su casa por parte de un desconocido, vuelca toda su energía tratando de dilucidar el caso. Por no haber podido ver este film no puedo efectuar una evaluación del mismo; con todo, esta película ha sido objeto de una buena recepción crítica, aspecto que no resulta extraño teniendo en cuenta los muy buenos antecedentes de Farhadi quien con A Separation, su obra maestra, ganó el Oscar al mejor film extranjero de 2011.
El premio a la mejor interpretación femenina fue adjudicado a Jaclyn Jose por el film Ma’Rosa, película filipina de Brillante Mendoza. Sin alcanzar la notable intensidad lograda en Kinatay por el que en 2009 obtuvo el premio a la mejor dirección, Mendoza describe el medio social y cultural imperante en los barrios más pobres de Manila. Jose anima a Rosa Reyes dueña de un almacén de ramos generales junto con su marido Ernesto (Andi Eigenmann). Como actividad adicional para que la familia pueda subsistir, ambos complementan los ingresos dedicándose a la venta de drogas hasta que un buen día la policía se entera y los arresta.
El conflicto dramático se desarrolla dentro del recinto policial donde los funcionarios fuerzan a la pareja a denunciar al proveedor de la droga y posteriormente a entregarles 50 mil pesos a fin de no ir a la cárcel. Es allí donde los dos hijos Erwin (Jomari Angeles) y Jackson (Felix Roco), y la hija Raquel (Andi Eigenmann) realizarán todos los esfuerzos necesarios para liberar a sus padres; para ello tratarán de reunir el dinero demandado aunque eso implique que uno de los hermanos tenga que prostituirse para conseguir una parte del mismo.
Dentro de un medio donde la corrupción policial pareciera ser un “modus vivendi”, el film constituye una buena pintura de la vida de los estratos más bajos de la sociedad filipina, donde las pocas o nulas opciones de la gente pobre motiva que la amoralidad se imponga para poder sobrevivir.
El premio de la FIPRESCI para la sección oficial ha sido concedido a Toni Erdmann, coproducción alemana-austríaca de Maren Ade. Este magnífico film resultó una agradable sorpresa para el público asistente en la medida que la realizadora alemana ha logrado un relato de indudable calidad que se destaca por su refrescante humor a lo largo de su desarrollo.
La historia concebida por Ade se centra en Winfried (Peter Simonischek), un excéntrico músico jubilado que quiere a su hija Ines (Sandra Hüller), una joven altamente adicta a su trabajo; para evitar que su empleo la aliene y pueda convertirse en una persona más humanizada, Winfried deja Alemania para dirigirse a Bucarest donde ella trabaja para una firma internacional de consultoría; es allí donde asume el nombre de Tony Erdmann y a partir de ese momento comienza a jugarle a Ines varias bromas “pesadas” donde a la postre llegará a consolidarse una relación más intima y personal entre los dos.
A través de situaciones imposibles de predecir, este hilarante film contiene algunos momentos impagables de gracia que ha motivado que durante la exhibición de prensa realizada el público aplaudiera fuertemente en dos oportunidades; una de las mismas es cuando en una fiesta padre e hija espontáneamente entonan una canción de Whitney Houston; la otra es cuando Ines improvisa una fiesta donde los invitados deben llegar sin ropa alguna. Con excelentes interpretaciones de Simonischek y Hüller, ésta es una de las mejores películas competitivas del Festival aunque el jurado la haya ignorado por completo.
La Palma de Oro al mejor cortometraje correspondió al film español Timecode del realizador catalán Juanjo Giménez. El guión ha sido co-escrito por Giménez y Pere Altamira y en la filmación han participado los alumnos de la Escuela de Cine de Reus, donde el director es docente.
Una Palma de Oro honoraria ha sido otorgada al actor Jean-Pierre Léaud, que empezó su carrera como niño en el memorable film de François Truffaut de 1959 Los 400 Golpes.
En cuanto a la Cámara de Oro, distinción atribuida a la mejor ópera prima presentada en cualquiera de las secciones del festival, la película premiada ha sido Divines de Houda Benyamina.
Dentro de los filmes presentados en la sección Un Certain Regard, The Happiest Day in the Life of Olli Mäki del director finlandés Juho Kuosmanen obtuvo el premio mayor. Filmado en blanco y negro, y con un guión del realizador, el agradable relato narra una historia real que transcurre en Helsinki en 1962. Olli Maki (Jarkko Lahti) de 26 años de edad es un boxeador finlandés al que se le presenta la oportunidad de poder enfrentar al campeón mundial de Estados Unidos (John Bosco Jr.) y convertirse en una suerte de héroe nacional en el caso de ganar la contienda.
Muy lejos de los tradicionales combates entre dos boxeadores ya vistos en numerosos filmes, aquí el interés del realizador es narrar en forma paciente y minuciosa todas las alternativas que preceden al gran match. Así entre otros aspectos se destacan los esfuerzos realizados por su entrenador Elis Ask (Eero Milonoff) para que Olli baje de peso, el rol desempeñado por los patrocinadores del evento, las conferencias de prensa que tienen lugar, así como las relaciones que mantiene Olli con su novia Raija (Oona Airola) donde ella más desearía estar en la zona rural donde habita que vivir el ajetreo de Helsinki durante los preparativos. En el intertanto, Olli atraviesa ciertas complicaciones que se van resolviendo satisfactoriamente a medida que se acerca la gran fecha del 17 de agosto de 1962 en que tendrá lugar el encuentro pugilístico. Sin necesidad de anticipar quién será el ganador del evento, puede afirmarse que el director logra una comedia plena de encanto, humor, melancolía y auténtica emoción como así teñida de un romanticismo inusual donde queda bien manifestado el sincero amor entre Olli y Raija. La fotografía es excelente así como la reproducción de época.
Uno de los filmes de gran calidad del festival ha sido Paterson de Jim Jarmush. Estructurado en capítulos que transcurren a lo largo de una semana, desde la primera imagen el público queda atrapado por la notable caracterización que Adam Driver logra animando a Paterson quien por rara coincidencia vive en la ciudad del mismo nombre de New Jersey. El es un apocado chofer de autobús que lleva una vida metódica y cronometrada al lado de su amada y dulce novia Laura (Golshifteh Farahani). Así, todos los días se despierta a las 6 y 15 de la mañana, abraza a Laura en tanto que ella le relata su último sueño. El hobby de Paterson es escribir poesías en su cuaderno de notas inspirándose en las conversaciones que oye de los pasajeros mientras está viajando, como así también de lo que va observando a su alrededor. Luego de la jornada habitual de trabajo, cena con Laura y después saca a pasear a su perro al propio tiempo que aprovecha para acercarse a un bar local a fin de tomar una cerveza, hablar con el dueño del bar y encontrarse con los clientes habituales.
Aunque todo parezca repetitivo y podría llegar a aburrir, Jarmush logra el milagro de que el film adquiera un tono lírico cautivante que contagia al espectador gratamente. Entre varias de las razones que contribuyen al encanto de este film se encuentran la forma simple pero efectiva en que el director tributa un homenaje a la poesía, la descripción impecable de sus dos personajes principales y el modo tierno en que se manifiesta la relación de la pareja. Así, él es un individuo introvertido, de no muchas palabras al hablar pero no exento de sentimientos que se manifiestan interiormente, en tanto que ella es radiante, entusiasta y optimista y además de apoyar en todo lo que Paterson hace, logra una enorme satisfacción haciendo pastelitos o bien tocando guitarra.
Globalmente considerado, todo lo que ofrece esta melancólica comedia americana resulta convincente y lo importante para remarcar es que a pesar de no existir violencia ni acción desmesurada en su relato como tampoco el empleo de efectos especiales, Jarmush ha obtenido un excelente film impregnado de optimismo exaltando el amor por la poesía y la maravilla de vivir.
El gran director italiano Marco Bellocchio se vale de la novela autobiográfica del periodista Massimo Gramellini para narrar en Fai bei sogni los efectos traumáticos que conllevan acontecimientos vividos durante la infancia.
La adaptación realizada por el realizador junto con Valia Santella y Edoardo Albinati, ubica al relato en Turin en 1969 donde se puede apreciar cómo existe una gran comunicación y cariño entre Massimo (Nicolo Cabras), un niño de nueve años de edad y su madre (Barbara Ronchi). Ese ambiente feliz se detiene bruscamente cuando en forma inesperada su progenitora muere y el chico rehúsa aceptar esa terrible pérdida, a pesar de que el cura local le dice que ella se encuentra muy bien en el paraíso celestial.
Cuando la acción se traslada hacia la década del 90 se ve a Massimo (Valerio Mastandrea) desempeñándose como un eficiente periodista para un importante diario quien después de haber sido corresponsal de guerra en Sarajevo comienza a sufrir ataques de pánico; a todo ello cuando se prepara para vender el departamento de sus padres, revive el dramático pasado vinculado con su madre. Es ahí donde juega un rol importante la presencia de una abnegada médica (Bérénice Bejo) que trata de cicatrizar las heridas emocionales de Massimo.
Ese proceso angustioso está eficazmente relatado por Bellocchio quien exprimió la riqueza de la novela original demostrando cómo los años infantiles quedan fuertemente impregnados en la memoria de una persona adulta y de qué manera la desaparición repentina de una madre puede repercutir a través del tiempo en la vida de un hijo. Las conmovedoras actuaciones de Mastandrea y Bejo refuerzan los valores de este film permitiendo que el público se identifique fácilmente con la suerte de sus personajes.
Entre otros filmes meritorios del festival se destaca Sieranevada donde el director Cristi Puiu ofrece un retrato realista de una extendida familia rumana que se reúne en un apiñado departamento de Bucarest para una comida con motivo de la conmemoración del fallecimiento del patriarca familiar ocurrido tiempo atrás. El encuentro familiar permitirá que afloren los resentimientos escondidos entre los integrantes del grupo a través de altercados, discusiones y desencuentros al abordar temas personales además de otros de naturaleza política y religiosa. En última instancia, este film pone de manifiesto las fobias y recelos de la condición humana a través del microcosmos de esta unidad familiar. Con largos planos secuencias en donde la cámara de Puiu sigue a cada uno de los numerosos personajes del relato, se asiste a una tragicomedia absurda desgarradora a la vez que apasionante.
El realizador y guionista Jeff Nichols considera en Loving la verdadera historia de Richard y Mildred Loving, una pareja americana donde ella es negra pero no él, cuyo matrimonio que tuvo lugar en junio de 1958 originó una dura batalla legal. El conflicto se debe a que por vivir en el segregado estado de Virginia, los amantes novios ‑con un hijo en camino- no pueden casarse allí por tratarse de la unión de dos personas de diferente raza. De allí que deciden contraer nupcias en Washington D.C pero cuando deciden retornar a Virginia son arrestados y la única forma de evitar la prisión es que ambos opten por dejar el lugar donde nacieron y crecieron durante un lapso de 25 años. Después de casi 10 años de ardua lucha por parte de abogados, diferentes medios de difusión y de organizaciones destinadas a defender los derechos cívicos, la Corte Suprema de Estados Unidos se pronuncia eliminando la flagrante injusticia de haber considerado ilegal a un acto de amor legítimo.
La maestría del realizador es haber logrado un film que lejos de grandilocuente es suficientemente sutil en su sobria narrativa reflejando el dolor emocional de dos seres inocentes cuyo único delito es el de estar casados. Las actuaciones de Joel Ederton y Ruth Negga son impecables en la caracterización que realizan de los protagonistas de este muy buen melodrama racial.
En lo que concierne al cine de América Latina, se ha podido juzgar dos trabajos notables procedentes de Chile y uno de Brasil. Uno de los filmes chilenos es Neruda de Pablo Larraín cuyas películas precedentes -Tony Manero, No, El Club- tuvieron positiva repercusión en los festivales internacionales. En este caso, una vez más Larraín confirma su gran madurez como realizador narrando algunos episodios de Neruda, aunque poco tienen que ver con la realidad; de allí que el film debe ser considerado como una mera fantasía donde la personalidad del Premio Nóbel de literatura queda desmitificada.
Ubicando la acción hacia el final de la década de los años 40, en su comienzo se lo ve al poeta (Luis Gnecco) ocupando el cargo de senador en el Congreso y como acérrimo comunista fustiga al gobierno de turno por haberse alineado con la política de Estados Unidos. Sus críticas lo convierten en enemigo del Estado y es así que a partir de allí Larrain con el apoyo del libretista Guillermo Calderón convierten al relato en una suerte de film negro. Por temor a ser encarcelado como traidor a la patria, Neruda junto con su abnegada mujer Delia del Carril (Mercedes Morán) resuelven escapar. Claro está que el gobierno encomienda a Oscar Peluchonneau (Gael García Bernal), un torpe policía inspector, para que capture al fugitivo. De este modo casi todo el metraje se caracteriza por la persecución del implacable perseguidor tratando de ubicar al fugitivo.
Este juego del gato y el ratón es lo que otorga ritmo, humor y pasión al relato. Eso no impide que a través de la historia queden resaltadas algunas facetas del escritor quien como un buen hedonista no puede dejar de lado algunos placeres burgueses que contradicen sus principios ideológicos, su inclinación hacia el champagne, como así también su proclividad hacia las prostitutas; claro está que eso no excluye su voluntad de convertirse en un paladín de la libertad.
Bien articulado e inobjetablemente narrado, Larrain ofrece un film que a pesar de su naturaleza juguetona no está exento de cierta virulencia al propio tiempo que despliega una original inventiva que sin dudas deleitaría a Neruda si hubiese tenido la posibilidad de contemplarlo.
Poesía Sin Fin de Alejandro Jodorowsky es el otro film chileno que logró una cálida acogida de crítica y público. Así como en La Danza de la Realidad (2013) el cineasta abordaba su infancia, esta película constituye una continuación de aquélla considerando la trayectoria vivida por el autor en sus años de juventud. Lejos de convertirse en una tradicional autobiografía, Jodorowsky apela a diferentes recursos no convencionales para transmitir sus memorias e impresiones vividas durante esos años transcurridos en la década del 40.
Cuando su familia se muda de Tocopilla, su ciudad natal, a Santiago, el adolescente muchacho (Jeremías Herskovits) siente el rigor de su padre machista (Brontis Jodorowsky) que quiere que él llegue a ser médico y de manera brusca le cercena sus ambiciones intelectuales como así también le restringe la lectura de ciertos autores, como es el caso de Federico García Lorca; eso será la causa del resentimiento de Alejandro hacia su padre dado que a toda costa quiere castrarlo en su aspiración de llegar a ser poeta. Con todo, a pesar de la severidad paterna, él habrá de resistirla y comenzará bien pronto a sumergirse en el mundo artístico y literario santiaguino a través de un proceso de maduración que va experimentando a medida que pasan los años. Es así que el Alejandro adulto (Adan Jodorowsky) se vinculará con las figuras intelectuales de la época como la poetisa “punk” Stella Díaz (Pamela Flores), el poeta Enrique Lihn (Leandro Taub) y otros intelectuales que años después llegaron a trascender en la literatura de América Latina.
Si bien el film constituye de por sí un acto poético demostrando de qué forma la poesía para Jodorowsky puede transmitir amor y enriquecer espiritualmente a una persona, el autor refleja en última instancia el marcado resentimiento hacia su padre; eso alcanza un tenso climax cuando a pasos de embarcarse para París a fin de iniciar una nueva etapa de su vida, su padre trata de impedirle que viaje originando una despedida entre violenta y emotiva a la vez.
Formalmente el director dota al relato con un contenido sensual al propio tiempo que reconstruye formidablemente los lugares donde vivió valiéndose de fotos de ese entonces. Ingenioso y dueño de una gran creatividad, maravillan las escenas circenses que Jodorovsky introduce en el relato como así también el realismo mágico al que apela en ciertas instancias logrando maravillosos efectos ilusorios. Este bello film fue muy aplaudido en la función de prensa.
Tras la grata impresión dejada por el director y guionista brasileño Kleer Mendonça Filho con su excelente debut en Au Som au Redor (2012), retorna ahora con Aquarius. Sin el riguroso estilo formal que caracterizó a su film precedente, su tema gira en torno de la agresiva especulación del mercado inmobiliario de Recife.
El relato enfoca a Clara (Sonia Braga), una crítica musical jubilada de 65 años de edad que proviene de una acaudalada familia de Recife; viviendo confortablemente en un antiguo departamento de un edificio de dos pisos denominado “Aquarius”, ubicado en una privilegiada zona y con una espléndida vista al océano, Clara no tiene intención alguna de dejar el lugar donde reside para seguir allí hasta el final de sus días. Esa es la razón por la cual rechaza abiertamente la propuesta de compra hecha por Diego (Humberto Carrao), un ambicioso e inescrupuloso promotor de una empresa constructora que ya ha adquirido todos los restantes departamentos y solo le resta conseguir el de ella para echar abajo el edificio y construir un moderno condominio. La resistencia de la mujer en vender su vivienda y la confrontación con los intereses de la contraparte constituyen la esencia del relato que conduce a un sorpresivo desenlace. Aparte del tema central, el director efectúa un buen estudio de la personalidad de Clara en sus vínculos de familia, sobre todo con el recuerdo de una tía a quien quiso mucho. En todo caso, lo más importante del film es la interpretación de Sonia Braga quien personifica con brío a una mujer de gran vitalidad que habiendo quedado marcada por el estigma de un cáncer sufrido durante una importante parte de su vida, es capaz de mantener su dignidad intacta y determinada a marchar hacia adelante a pesar de los obstáculos que se presenten en su camino.