Crónica de Jorge Gutman
Un evento muy celebrado del verano de Montreal es el festival Fantasia que en esta edición que comenzó el 14 de julio y concluye el 3 de agosto celebró sus 20 años de existencia con la presentación de 145 largometrajes y alrededor de 300 cortos provenientes de 40 países. Si bien en su primera época esta muestra estuvo centrada en la presentación de un género de cine enfocado hacia filmes fantásticos provenientes en su mayoría de Asia, con el transcurso del tiempo su programación se ha ido diversificando; así, además de cumplir con su objetivo principal, las películas seleccionadas también abarcaron una amplia gama de temas que concitaron el interés de una entusiasta audiencia.
A continuación se ofrece una breve evaluación de 10 de los filmes exhibidos comenzando con Three (Hong Kong-China) del renombrado director Johnnie To. En este thriller el realizador efectúa una muy buena descripción de personajes a través de un relato que transcurre exclusivamente en un recinto hospitalario donde se desempeña la devota neurocirujana Tong (Vicki Zhao). Ahí llega Shun (Louis Koo), un peligroso criminal (Wallace Chung) quien se encuentra gravemente herido con una bala en la cabeza; la doctora que está dispuesta a operarlo lo antes posible se encuentra con el escollo interpuesto por el inspector policial Chan (Zhao Wei) quien a toda costa quiere extraer del herido información sobre sus cómplices en el delito cometido.
La tensión se produce en la medida que Shun no está dispuesto a ofrecer dato alguno a Chan y la exhausta doctora evidencia considerable ansiedad para cumplir con su deber de asistir al paciente lo que la ubica en una posición incómoda con el inspector. El relato alcanza su climax cuando los gangsters se infiltran disfrazados al hospital para rescatar al herido produciéndose un violento enfrentamiento. Dentro del marco de un film de acción no exento de cierto contenido psicológico, el realizador relata la historia fluidamente y para ello cuenta con una muy buena actuación de sus principales protagonistas.
Aunque en principio no lo parezca, el cine de horror es un género difícil de encarar para que el propósito de lograr miedo, disgusto, repugnancia o incomodidad llegue a emocionar legítimamente al público que gusta del mismo. En el caso de la cinematografía de habla hispana, además de algunos cineastas notables que lo han logrado, como por ejemplo Guillermo del Toro (Cronos en 1992, El espinazo del Diablo en 2001) y Juan Antonio Bayona (El Orfanato, 2007), Daniel de la Vega es otro de los realizadores que pueden ser incorporados a dicha lista debido a su lograda filmografía en este campo. Sin que su quinto film alcance el nivel de obra maestra, Ataud Blanco (Argentina) es un sólido entretenimiento narrado con notable pulcritud reuniendo los atributos que requiere un film de terror.
El comienzo presenta a Virginia (Julieta Cardinale), una joven madre, que se lanza a la ruta junto a su hijita Rebeca (Fiorela Duranda) con el propósito de iniciar una nueva vida puesto que ella ha decidido abandonar a su marido por sentirse infeliz en su matrimonio. Cuando en un alto del camino, deja a la niña en la cafetería por breves instantes, a su regreso encuentra que ella ha desaparecido. Al notar que la pequeña se halla secuestrada en el interior de un camión que transita en el camino, Virginia desesperadamente se lanza en su persecución para rescatarla. Ese es el elemento que impulsa la acción del relato en el eficiente guión concebido por Adrián y Ramiro García Bogliano.
Por razones de discreción, no es conveniente adelantar lo que prosigue salvo anticipar que el público queda sumergido en un clima de fantasía muy bien urdido donde no faltan elementos supernaturales y la presencia de una secta diabólica capaz de suscitar repugnancia a través de los ritos practicados con niños secuestrados.
La breve duración del relato de poco más de una hora no ha permitido la plena profundización de sus numerosos personajes; con todo, de la Vega obtuvo de Cardinale una lograda prestación transmitiendo la angustia vivida por una madre que está dispuesta a realizar lo imposible para salvar a su hijita. Creando una atmósfera de persistente tensión y con algunos giros de tuerca del guión que impiden predecir su desenlace, este drama macabro es otra prueba que corrobora la madurez de un director que sabe cómo satisfacer a un público ávido de un cine impregnado de fuertes emociones.
La situación de una joven mentalmente enferma que alevosamente se convierte en una asesina inconsciente es lo que dramatizan los noveles directores Petr Kazda y Tomas Weinreb en I, Olga Hepnarova (República Checa-Polonia-Eslovaquia) basándose en el verdadero atentado criminal acaecido el 10 de Julio de 1973 en Praga.
El guión de los directores ilustra la historia de Olga Hepnarova (Michalina Olszanska) cuya vida tumultuosa se debió en gran parte a problemas de desequilibrio emocional que a los 13 años la inducen a un intento de suicidio; ese hecho motiva a que sea internada en un hospital psiquiátrico donde es objeto de brutales ataques por parte de otros pacientes y sin que su problema de inestabilidad mental haya logrado superarse. Los años siguientes muestra a la joven viviendo un proceso de decadencia y alienación creciente donde sus únicos momentos de satisfacción son brindados a través de las relaciones sexuales mantenidas como lesbiana con otras jóvenes. Profundamente desganada y viviendo prácticamente como si fuera una muerta viviente a causa de una profunda depresión ‚a los 22 años conduciendo un camión arremete contra un grupo de transeúntes causando la muerte de una veintena de personas; su acto motivó a que fuese condenada a la pena de muerte.
El film rodado en blanco y negro logra brindar mayor intensidad al dramático relato; con todo, al adoptar un estilo demasiado sobrio y contenido, los realizadores no consiguen que el relato infunda la emoción necesaria para que el público pueda conmiserarse de la suerte corrida por su protagonista, sobre todo al no quedar claramente expuesto cuáles fueron las razones que la impulsaron a cometer la brutal tragedia. Con todo es apreciable el trabajo realizado por los realizadores, sobre todo al haber contado con la participación de Michalina Olszanska quien logra una excelente caracterización de la desafortunada Olga.
Un amable retrato familiar es lo que se observa en la simpática comedia What a Wonderful Family! (Japón) de Yoii Yamada. El relato se centra en el matrimonio integrado por Shuzo (Isao Hashizume) y su esposa Tomiko (Kazuko Yoshiyuki) quienes ya llevan 50 años de vida en común. Con el paso del tiempo Tomiko ha estado tolerando las actitudes egoístas de su esposo más adicto a la bebida que a dedicarle la atención que merece como su compañera y devota ama de casa. Para colmar el vacío experimentado, ella ha seguido un curso de escritura creativa que la ha hecho sentir que existen otros medios alternativos de volcar su energía sin depender sumisamente de su marido Así, en el día de sus cumpleaños la mujer sorprende a su cónyuge cuando le solicita como un regalo para tal ocasión de que le firme el formulario de divorcio que ya tenía preparado. Obviamente, el pedido sorprende a Shuzo como también a sus tres hijos adultos quienes tratan de determinar la razón que ha llevado a su madre a adoptar semejante actitud. En última instancia y respondiendo al título del film, la sangre no llega al río en la medida que el relato busca preservar la estabilidad familiar.
El director trata afectivamente a sus personajes ilustrando con amable humor los altibajos que pueden producirse en el seno de una familia japonesa así como la importancia de mantener una relación conyugal basada en el respeto y consideración mutua.
Un drama histórico que despierta interés es The Throne (Corea del Sur) que se basa en hechos reales acaecidos en Corea durante la era Joseon cuando en 1762 el rey Yeongio (Song Kang-ho) toma la audaz decisión de encerrar vivo en un cajón cerrado de madera a su único hijo de 27 años, el príncipe heredero Sado (Yoo Ah-in), condenándolo de este modo a morir de hambre, sed y carencia de aire. El director Lee Joon-ik ofrece una tragedia shakesperiana donde quedan resaltadas las motivaciones que inducen al rey a cometer un aberrante filicidio. Gran parte del relato muestra cómo el rey se distancia de su hijo al que termina despreciando por su falta de interés hacia el estudio y por no memorizar los versos de Confucio que constituyen el pilar del reinado; al propio tiempo Sado en calidad de regente critica la adopción de criterios políticos sustentados por su padre al defender los intereses de la nobleza en detrimento de los pobres
Además de su contenido temático, irreprocable elenco y magnífica puesta escénica, el film se valoriza por sus excelentes diseños de producción, incluyendo la impecable reproducción de época en que transcurre la acción.
En su segunda película como realizador Kike Maillo ofrece en Toro (España) un thriller que tiene como escenario la bella región de Andalucía, abordando un tema de mafiosos donde las lealtades y traiciones se confunden permanentemente,
En una rápida sinopsis puede adelantarse que Toro (Mario Casas) por haber estado implicado en un robo cometido hace cinco años está próximo a salir de la prisión que lo retuvo durante ese lapso; su buen comportamiento ha permitido que en los últimos meses esté gozando de una diaria libertad condicional con el compromiso de retornar por la noche al establecimiento carcelario. Dispuesto a redimirse y reiniciar su vida como un honorable ciudadano y próximo a casarse con Estrella (Ingrid García Jonsson) y constituir un hogar, sus planes se ven trastocados frente a la llamada urgente de López (Luis Tosar), su hermano mayor delincuente quien le pide que le ayude a rescatar a su hija (Claudia Canal Merino) que fue secuestrada por Romero (José Sacristán), un psicópata asesino, y sus secuaces a quienes les adeuda una considerable suma de dinero que no dispone.
Si bien mucho de lo que sucede resiste credibilidad, Maillo imprime a Toro un ritmo dinámico creando la atmósfera necesaria para que el suspenso, drama, acción a granel y una cuota dosificada de violencia permitan mantener el interés a lo largo del relato. Ciertamente, aunque la película interpretada por un buen elenco dista de ser perfecta dentro de sus pretensiones conforma un entretenimiento capaz de satisfacer a los amantes del género.
El debutante realizador paraguayo David Clay Díaz ofrece en Agonie (Alemania-Austria) un relato que transcurre en Viena enfocando a dos jóvenes que no se conocen entre sí, con personalidades diferentes como así también el medio social al cual pertenecen. Uno de esos muchachos es Christian (Samuel Schneider) quien vive con su madre de clase media y como estudiante de leyes dedica largas horas al estudio a fin de llegar a ser juez. El otro, menos ambicioso y perteneciente a un ambiente más humilde, es Alex (Alexander Srtschin) quien habita en un departamento junto a sus padres y una hermana menor.
Demostrando separadamente cómo transcurre la vida rutinaria de cada uno de ellos, el film trata de reflejar los sentimientos de claustrofobia y desilusión que estos jóvenes experimentan así como un resentimiento ambiguo que albergan hacia sus respectivos padres; sin embargo, la narración poco fluida y sin foco preciso no logra convencer. Eso resulta agravado por el acto de violencia que en forma inesperada y sin justificación alguna comete Christian lo que contribuye a un desenlace que se desvincula por completo del planteo inicial del relato. Finalmente, resulta un enigma el título del film porque ninguno de sus dos personajes principales agoniza durante el mismo.
Un muy buen documental que reconstruye un triste suceso acaecido hace medio siglo en el campus de la Universidad de Texas de la ciudad de Austin, es lo que se aprecia en el remarcable documental Tower (Estados Unidos) de Keith Maitland.
Si lamentablemente a través de las últimas décadas las matanzas efectuadas en universidades de Estados Unidos, como así también la acontecida en Diciembre de 1989 en la Universidad de Montreal, ha motivado que esas crueles noticias ya no resulten novedosas, lo cierto es que en su momento, la tragedia de Austin impactó extraordinariamente a la población americana.
El 1 de Agosto de 1966, Charles Whitman, un psicópata ex militar de 25 años, logra llegar a la torre de la universidad donde bien aprovisionado de armas mata a 3 personas que se encontraban en su interior y posteriormente desde el mirador de la torre dispara a diestra y siniestra causando la muerte de otras 12 personas y 32 heridos que se encontraban transitado por el campus.
En una armoniosa combinación de animación rotoscópica, material de archivo, fotografías y entrevistas a algunas de las personas sobrevivientes y testigos de la calamidad producida, Maitland inteligentemente dispuso de esas valiosas fuentes de información para reproducir la tragedia de la fecha mencionada. Todo el pánico, confusión, caos y terror producido cobra inusitada sensación real en este fascinante documento reflejando no solo su sombrío tema sino también destacando el contenido humano que emerge del relato al propio tiempo que permite una vez más reflexionar sobre la cruel naturaleza de la violencia.
El director y guionista E J‑yong, sorprende gratamente con The Bacchus Lady (Corea del Sur) enfocando con notable sensibilidad y mesura variados aspectos de la realidad social de la República de Corea.
De lo que se infiere en este film casi la mitad de la gente de la tercera edad vive en este país asiático en condiciones de pobreza; tal es la situación de So-Young (Youn Yuh-jung), la protagonista del relato. Ella es una mujer de 65 años de Seúl que en su juventud se ganaba la vida como prostituta en las bases militares de Estados Unidos; la difícil situación económica que atraviesa motiva a que retome su antigua profesión cuyos clientes son hombres de edad similar que por lo general llevan una vida solitaria y sin mayor excitación. Simultáneamente el film considera la singular relación que ella establece con Min-Ho (Choi Hyun-jun), un niño a quien le ofrece hogar y protección en la medida que su madre se encuentra en prisión; en tal sentido, la presencia del chico le recuerda acontecimientos del pasado cuando ella tuvo que ceder en adopción a su propio hijo que nunca llegó a conocer.
A medida que el relato prosigue van surgiendo otras facetas de la personalidad de So-Young quien trasciende como una mujer de gran nobleza que suele ser requerida por gente mayor en estado terminal para que la asista a morir con dignidad a través de la eutanasia. Con la actuación maravillosa de Youn Yuh-jung en el rol protagónico, la acertada dirección de E J‑yon, el film permite que el público de Occidente se imponga sobre algunas duras realidades y temas tabúes que afligen a sectores marginales de la sociedad coreana, ilustrados con impecable sobriedad.
Kiki, El Amor Se Hace (España) de Paco León, es una comedia sexual transgresora que puede ser comparadaa con aquéllas que Pedro Almodóvar solía deleitar en sus primeros años como realizador. En este caso, León que también asume uno de los roles protagónicos, ha concebido un guión escrito junto con Josh Lawson y Fernando Pérez donde se desarrollan varias historias simultáneas vinculadas con algunos fetichismos del ser humano al emprender una relación sexual. Partiendo de la base de que la excitación es un elemento importante a la hora de intimar en pareja, la trama que se ubica en el verano madrileño engloba cinco historias pintorescas que producen considerable hilaridad. En una de las mismas, Natalia (Natalia Molina) a pesar de tener buena relación con su pareja Alex (Alex García), solo logra el orgasmo cuando es atacada o robada por un tercero a mano armada; en otra historia, Ana (Ana Katz) y Paco (el realizador León), recurren a un club sexual de intercambio de parejas para reanimar su pasión sexual que comienza a extinguirse después de varios años de vida en común. Un tercer segmento presenta a Antonio (Luis Callejo), cuya mujer (María Candelaria) solo logra excitarse cuando ve a gente llorando. No menos curioso es el caso de José Luis (Luis Bermejo), un cirujano plástico, que ve despertado su deseo sexual cuando en mitad de la noche contempla a Paloma (Mary Paz Sayago), su esposa inválida, profundamente dormida y entonces está bien dispuesto para hacerle el amor. El último de los relatos se refiere a Sandra (Alexandra Jiménez) una joven sorda cuya excitación sexual se produce frente a cualquier tela de seda.
La única objeción que merece este film es cierta falta de sutileza que conduce a que algunas escenas resulten de dudoso gusto. En todo caso, las naturales actuaciones que León obtiene de su homogéneo elenco como así también el dinámico ritmo que imprime a su relato, permiten que la audiencia goce con esta deliciosa erótica comedia y que en ciertos casos pueda identificarse con algunos de sus personajes