DENIAL. Estados Unidos-Gran Bretaña, 2016. Un film de Mick Jackson
El Holocausto es un doloroso tema que ha sido muchas veces abordado por el cine; en Denial nuevamente vuelve a resurgir como foco central de una de las más recordadas batallas legales que tuvo lugar en uno de los estrados judiciales de Gran Bretaña en la década del 90. Brindando considerable envergadura dramática, el realizador logra un esmerado film donde en gran parte es debido al sustancioso guión del prestigioso dramaturgo David Hare.
David Irving (Timothy Spall), un controvertido autor inglés de textos de la Segunda Guerra Mundial y simpatizante de Hitler, comienza a adquirir notoriedad cuando basándose en informes de nula evidencia expresa en forma apasionada que el Holocausto nunca ha existido como así tampoco las cámaras de gas en Auschwitz. En respuesta a ello, la versada catedrática e historiadora americana Debora Lipstadt (Rachel Weisz) hace referencia a su persona cuando en forma contundente lo denuncia como un claro negador de la tragedia que conmovió al mundo en su libro Denying the Holocaust de 1993. Sintiéndose agraviado y ofendido por la autora, Irving la demanda ante la justicia por libelo.
Curiosamente, a diferencia del sistema judicial americano donde el acusado se presume inocente hasta que se compruebe su culpabilidad, en Gran Bretaña la persona demandada es quien debe probar su inocencia para quedar liberada de culpa. Es así que frente a la incriminación por la que ha sido objeto, Lipstadt, con la asistencia legal de dos eminentes abogados como Anthony Julius (Andrew Scott) y Richard Rampton (Tom Wilkinson), se embarca en un pleito judicial cuyo resultado final es muy conocido. Si bien, todos los entretelones del juicio resultan apasionantes, lo importante es que en el pronunciamiento judicial queda distinguido la diferencia que existe entre una “opinión” y un “hecho objetivo” a fin de determinar dónde la libertad de expresión puede o no quedar cercenada.
Además de la considerable minuciosidad emprendida por Jackson para relatar esta historia y de la preocupación de Hare para que el libreto evitara recursos o elementos que pudiesen distraer del enfoque del film, hay que tener en cuenta también el nivel de interpretación. En tal sentido, Rachel Weisz dota a su personaje con efectiva firmeza y determinación para defender una verdad que no puede ser objeto de duda alguna; igualmente persuasiva es la actuación de Spall encarnando a una persona incendiaria que es incapaz de retractarse de sus atroces afirmaciones en la materia; también cabe distinguir a Scott y Wilkinson quienes aportan solidez y convicción como los hombres de leyes que dedicados con pasión a este singular juicio tratan de reunir todas las pruebas legales para denunciar las falsas e inflamatorias acusaciones del demandante.
Este absorbente film dotado de vitalidad y emoción dramática no deja indiferente al espectador quien se identifica plenamente con la lucha emprendida por Lipstad en su búsqueda de justicia; al propio tiempo constituye un documento didáctico para las nuevas generaciones a fin de que en el futuro nadie pueda negar una de las grandes atrocidades cometidas en el último siglo. Jorge Gutman