Crónica de Jorge Gutman
Anteayer finalizó la septuagésima edición de este Festival donde la selección de las películas de la competencia oficial ha sido muy endeble al punto tal que algunas de ellas fueron objeto de abucheo en su primera presentación para la prensa.
Aunque ciertos filmes son decididamente buenos, ninguno de los mismos alcanza el nivel de obra maestra como se espera cuando uno asiste a Cannes. Otro hecho significativo es que durante el transcurso de estos 11 días no hubo título alguno que haya merecido el consenso general de la crítica para ser galardonado con el premio máximo por lo que resultó una incógnita saber de qué modo el jurado presidido por Pedro Almodóvar iba a pronunciarse en la ceremonia de clausura. Develada la incógnita, he aquí los filmes premiados.
La Palma de Oro fue adjudicada a The Square (Suecia-Alemania-Francia-Dinamarca-Estados Unidos) del realizador sueco Ruben Ostlund. Este cineasta que en 2014 impresionó gratamente con Force Majeure, en este caso este film no logra alcanzar la misma solidez y coherencia de aquél a pesar de contar con algunos momentos interesantes y reideros. El relato constituye una parodia al mundo del arte contemporáneo a través de la inauguración de una exposición por parte del director artístico del museo quien a lo largo del metraje atraviesa situaciones tragicómicas; en última instancia, el propósito del realizador es el de reflejar en forma surrealista los prejuicios y contradicciones de la intelectual burguesía sueca.
El Grand Prix, segundo premio en orden de importancia, correspondió al film 120 Battements par minute (Francia) del realizador Robin Campillo que fue muy bien recibido por la prensa. El relato lúcidamente considera la lucha emprendida por un grupo de militantes del Act Up-Paris en los inicios de la década del 90 contra las autoridades de Francia y los laboratorios farmacéuticos frente a la pasividad e indiferencia adoptada en momentos en que el SIDA azota en forma despiadada; en su accionar, esta organización fundada en 1989 trató de defender los derechos de quienes portaban el HIV como así también de la gente contagiada por el temible virus. Si bien el film mantiene en su mayor parte una estructura coral, en los tramos finales adquiere considerable fuerza ilustrando la relación sentimental de un joven del grupo no afectado por el virus con otro miembro seropositivo que se encuentra en estado de agonía.
El Premio del Jurado fue otorgado a Loveless (Rusia-Francia – Bélgica) que a juicio de quien escribe estas líneas ha sido el mejor film de la competencia oficial. En el mismo el director ruso Andrey Zvyagintsev concentra su atención en la violenta relación existente de Boris y Zhenya, una pareja a punto de divorciarse quienes tienen un hijo de 12 años del cual ninguno de los dos desea hacerse cargo. El chico es lo suficientemente perceptivo de la falta de amor y cariño de sus progenitores y es así que un buen día desaparece del hogar; es allí donde los desamorados padres reaccionan con firmeza y desesperación tratando de lograr su paradero. Simultáneamente con esa búsqueda, el director pinta sutilmente el caos ético y moral imperante en la Rusia post comunista.
El premio a la mejor dirección correspondió a Sofía Coppola por The Beguiled (Estados Unidos); es un remake de la película realizada por Don Siegel en 1971 basada en la novela de Thomas Cullinan publicada en 1964 y cuya acción transcurre en la época de la Guerra de Secesión de los Estados Unidos. El rol central es asumido por Colin Farrell animando a un soldado de la Unión que habiendo quedado malherido encuentra refugio en un pensionado de jóvenes mujeres ubicado en el estado de Virginia; a partir de allí se inicia un perverso juego de seducción teniendo en cuenta que las doncellas se encuentran obsesionadas con la figura varonil del inesperado visitante. Dramáticamente lograda y estilísticamente elegante, Coppola logra con esta película uno de los mejores trabajos de su carrera como cineasta.
El premio a la mejor actriz correspondió a la actriz Diane Kruger, protagonista del film de Fatih Akin In the Fade (Alemania-Francia), donde ella caracteriza con gran intensidad a una dolorida mujer alemana y madre cuyo marido y pequeño hijo sucumben en la agencia de viajes que poseen por el estallido de una bomba casera colocada por una pareja de criminales neonazis.
El trofeo al mejor actor correspondió a Joaquin Phoenix como protagonista del film You Were Never Really Here (Gran Bretaña-Francia-Estados Unidos) de la directora escocesa Lynne Ramsay; Phoenix anima a un experto asesino a sueldo que es contratado para rescatar a una adolescente de 14 años (Ekaterina Samsonov) que ha sido secuestrada por una red de prostitución de menores.
En cuanto al mejor guión el premio fue compartido por el director griego Yoros Lanthimos de The Killing of a Sacred Deer (Irlanda) y Efthymis Filippou como el libretista de “You Were Never Really Here. Otros premios incluyen el del 70° aniversario concedido a la actriz Nicole Kidman que este año participó en dos filmes de la competencia y la Palma de Oro al mejor cortometraje que fue asignado a A Gentle Night (China) de Qiu Yang.
La Caméra d’Or, premio atribuido al mejor primer film presentado en cualquiera de las secciones de la Selección Oficial así como en la Semana de la Crítica y la Quincena de los Realizadores, correspondió a Jeune Femme (Francia) de Leónor Serraille. En un inobjetable guión escrito por la joven realizadora, se siguen las andanzas de Paula, una chica de 31 años cuya vida frívola termina cuando es rechazada por su pareja, un fotógrafo con el que convivió durante una década. A su regreso a París después de una larga ausencia, sin recursos financieros ni familia a la cual acudir, le tocará vivir una serie de patéticas experiencias, siempre apegada a su gato, en diferentes alojamientos o bien tener que someterse a trabajos en los que carece de preparación alguna. Si bien en apariencia el film podía haber adoptado un carácter dramático, el resultado es una dinámica comedia agraciada por la excelente interpretación de Laetitia Dosch caracterizando a Paula; resulta difícil no empatizar con su comportamiento cuasi histérico y su desbordante personalidad donde a pesar de estar afectivamente herida se encuentra dispuesta a comenzar una nueva vida asumiendo una actitud positiva.
Como siempre suele acontecer, algunos meritorios filmes quedaron con las manos vacías. Entre los mismos se encuentra Wonderstruck de Tod Haynes (Estados Unidos), una hermosa fábula basada en la novela de Brian Selznick. El relato está estructurado en dos historias que transcurren paralelamente en épocas diferentes. En la primera de ellas que transcurre en 1927 y está filmada en blanco y negro, se asiste a las vicisitudes de una niña sorda de 14 años (Millicent Simmonds) que se desplaza Nueva York para tratar de encontrar a una estrella de cine (Julianne Moore). La otra historia que se desarrolla en 1977 considera a un niño de 12 años (Oakes Fegley) que es huérfano de madre (Michelle Williams) y que a causa de un accidente ha perdido la audición; como nunca ha llegado a conocer a su padre, desde Minnesota se dirige a Nueva York para tratar de ubicar su paradero. El director logra que las dos subtramas queden muy bien ensambladas en su poético desenlace. Además de la excelente participación de Simmonds y Fegley infundiendo ternura y sensibilidad en sus respectivas caracterizaciones, los valores del film se refuerzan con la buena labor de montaje permitiendo que sin saltos ni fisura alguna se pueda asistir al viaje pendular del tiempo y los impecables diseños de producción reproduciendo la ciudad neoyorkina de los años 20 y 70.
Apelando a algunos temas ya enfocados en su rica filmografía el gran director austríaco Michael Haneke ofrece en Happy End (Francia-Alemania-Austria) un sólido relato donde lanza sus dardos al comportamiento de una familia de la alta burguesía que habita en Calais. Allí se encuentra Georges (Jean-Louis Trintignant), el anciano patriarca que creó una importante empresa de construcción, su hija Anne (Isabelle Huppert) que está a cargo de la misma y su inestable nieto Pierre (Franz Rogowski). En ese grupo de familia igualmente se encuentran Thomas (Mathieu Kassovitz), el hermano de Anne junto con Eve (Fantine Harduin), una niña de 13 años producto de su primer matrimonio, y su segunda mujer .Anais (Laura Verlinden). Es Eve que a pesar de su corta edad, observa el proceso de desintegración de su familia constatando el adulterio de su padre, el derrumbe de su abuelo que desea morir, los secretos y mentiras encubiertas, las hipocresías y complacencias reinantes así como la total indiferencia de sus mayores frente a lo que acontece a su alrededor. Con la maestría acostumbrada, Haneke retrata la violencia latente donde cualquier elemento incidental puede hacerla estallar tal como se comprobará en un momento clave del relato. El título del film no puede ser más irónico puesto que en la visión sombría de Haneke, tomando como referencia la familia descripta, no existe precisamente un final feliz.
Otro film que quedó con las manos vacías es la inteligente comedia de Hong Sangsoo The Day After (Corea del Sur). El prolífico director apelando a un lenguaje cinematográfico con reminiscencias del inolvidable director francés Eric Rohmer ofrece una deleitosa comedia de equívocos dentro del marco de una sencilla historia en la que predomina un cuarteto romántico. Filmado en blanco y negro, el relato de Hong presenta a Areum (Kim Minhee), una joven que comienza a trabajar como asistente de Bongwan (Kwon Haehyo), el patrón de una pequeña editorial. El mantiene una relación adúltera con Changsook (Kim Saebyuk), que es la persona a quien Areum está reemplazando. Cuando sospechando de la infidelidad de su marido, la esposa de Bongwan (Cho Yunhee) llega intempestivamente a la oficina cree que es Areum la mujer con quien Bongwan la engaña. Cuando tiempo después su amante retoma su trabajo desplazando a Areum, la engañada mujer se tranquiliza al saber que ella ya no está más. A través de este ingenioso juego sostenido por notables actores, esta pequeña historia, a pesar de sus pocas secuencias, adquiere un dinamismo sorprendente debido a la agilidad que el director imprime a la misma.
Dentro de los filmes presentados en Un Certain Regard cabe destacar A Man of Integrity (Irán), que con toda justicia fue distinguido con el Primer Premio en esta segunda sección oficial. El director iraní Mohammed Rasoulof examina lúcidamente los valores prevalecientes en el seno de una sociedad inmoral que en última instancia no es otra que la de su país; al hacerlo plantea un gran interrogante sobre cómo es posible mantener la integridad personal cuando las circunstancias obligan a uno a tener que doblegarse al sistema imperante o de lo contrario sucumbir.
El relato que pertenece al director presenta a Reza (Reza Akhlaghirad) un hombre de 35 años y como lo anticipa el título del film es una persona de sólidos principios morales. Lejos de las grandes urbes habita en una remota pequeña población ubicada al norte del país donde en la pequeña granja que posee explota peces de agua dulce junto con su mujer (Soudabeh Beizaee). Todo marcharía tranquila y normalmente si no fuese porque una codiciosa corporación quiere ejercer el control de la región y para ello desea comprarle a Reza su granja y terreno a lo cual éste se niega. Claro está que las presiones son muy grandes, sobre todo porque esta poderosa compañía cuenta con el apoyo de los jefes locales, la policía, jueces, alcalde y otras autoridades del lugar dispuestas a compartir los beneficios e intereses de la misma. A medida que el relato progresa se aprecia cómo la tensión va aumentando para Reza, sobre todo teniendo en cuenta que su esposa adoptando una actitud más pragmática cree que es inútil resistirse a los opresores y que más vale la pena tratar de negociar con ellos. Lo interesante de esta historia es que a través de la misma se va evidenciando cómo el temor de la gente motiva a que no tenga otra salida que identificarse con el verdadero poder corrupto del que trata de escapar. ¿Es posible que exista otra opción para mantener la integridad individual cuando las organizaciones institucionales adoptan actitudes mafiosas?
El cautivante tema, la manera articulada en que Rasoulof relata esta historia de contenido social y la muy buena actuación de su elenco convierten a este film en uno de los más importantes provenientes de Irán que por el momento allí no puede exhibirse dado que se encuentra prohibido por la censura.
Otro de los filmes destacados de Un Certain Regard y distingido por el Jurado de la Crítica Internacional es Closeness (Rusia), ópera prima de Kantemir Balagov. El relato transcurre en 1998 en el marco de una pequeña población judía ubicada en el norte de Rusia que convive con una comunidad musulmana. La acción se centra en. Ilana (Darya Zhovner), una chica judía de 24 años que trabaja en el taller de su padre (Artem Tsypin). El conflicto dramático se produce cuando su hermano David (Veniamin Kats) que está a punto de anunciar su compromiso es secuestrado junto con su novia. Cuando los captores demandan una suma de dinero para su liberación la reacción de la comunidad es dispar, quedando expuestas las bondades y miserias de la naturaleza humana. Dentro de ese contexto Iliana, que siente ser una hija secundaria en el afecto de sus padres, es requerida para que haga el sacrificio de someterse a un matrimonio arreglado a fin de obtener el importe necesario para rescatar a David. Valiéndose de primeros planos y con una inquieta cámara en mano Balagov ofrece un vigoroso drama realista que remite a ciertos filmes de los hermanos Dardenne, exponiendo a una joven de libre espíritu que debe enfrentar la dura realidad del medio social que la circunda.
Participación Latinoamericana
Aunque ningún film de América Latina participó en la competencia oficial, hubo varios que se conocieron en las restantes secciones del festival. He aquí la reseña de algunos de ellos.
La ópera prima La Novia del Desierto (Argentina-Chile) de Cecilia Atán y Valeria Pivato ha sido una verdadera revelación a juzgar por la cálida recepción recibida en su proyección de prensa. La historia concebida por las realizadores narra en tono de tragicomedia la odisea de Teresa (Paulina García), una mujer de 54 años cuya mayor parte de su vida transcurrió trabajando como empleada doméstica en Buenos Aires pero que dejó de hacerlo cuando sus dueños se vieron obligados a vender la casa. En consecuencia, para no estar desempleada a esta altura de su vida, se ve obligada a aceptar un trabajo similar con una familia que reside en San Juan. Cuando el ómnibus que la conduce al lugar de destino sufre una avería durante el trayecto, en la forzada parada ubicada no lejos del santuario de la Difunta Correa, ella pierde el bolso que llevaba consigo; en esa circunstancia conoce a Miguel (Claudio Rissi), un vendedor bonachón que se mueve en su casa rodante y está dispuesta a ayudarle en la recuperación del objeto perdido. Durante esa búsqueda que se va demorando va aflorando un sentimiento de mutua atracción en donde ella, que hasta el momento no había conocido el amor, anida la esperanza de que su vida podría cambiar para mejor. Sin recurrir a cliché alguno y con un final abierto, Atán y Pivato describen con suma fineza a relación a través de un relato conciso que se enriquece a medida que va desarrollándose, debido en gran parte a la remarcable expresividad de sus dos protagonistas. De este modo, el público asiste a un film emotivo y enternecedor.
Uno de los filmes que fue altamente promovido antes de su presentación es La Cordillera (Argentina-Francia), tercer opus del director argentino Santiago Mitre. El tema gira en torno de las peripecias atravesadas por Hernán Blanco (Ricardo Darín), un novel presidente que sin tener experiencia política anterior debe asistir a una reunión cumbre regional que se celebrará en Chile; ahí se discutirá la política energética a seguir por la región y la constitución de una organización latinoamericana petrolera que tenga una gravitación similar como la de la OPEC a nivel mundial. Previo a su partida, una nota sombría le preocupa cuando su ex yerno acusa a su partido de ciertas maniobras no muy limpias. A la llegada al hotel montañoso del país trasandino se impone que existen dos posiciones completamente divergentes sobre el tema a debatir, donde la visión del presidente mexicano (Daniel Giménez Cacho) se opone a la del mandatario de Brasil (Leonardo Franco), considerado como el emperador latinoamericano debido al predominio y peso político que tiene en la región. Es allí que Blanco tendrá que adoptar una decisión difícil a la hora de votar, situación que resulta aún más complicada frente a la interferencia de un representante de Estados Unidos (Christian Slater) que trata de influir en la posición que se estará debatiendo.
Si acaso ese hubiera sido el tema central del film podría decirse que lo que se muestra es una pintura bien realista de lo que realmente suele acontecer en este tipo de reuniones, donde se recurre a confabulaciones, ardides y demás jugarretas políticas empleadas en tales circunstancias a fin de lograr el apoyo necesario en el momento de realizarse la votación de la propuesta. Sin embargo, el relato se bifurca al introducir una historia que transcurre paralelamente pero que de haber sido prescindida, se habría ganado mayor intensidad en el resultado global del film; ésta gira en torno de la hija del presidente Blanco (Dolores Fonzi) que llega al hotel donde se encuentra en un estado de gran inestabilidad emocional; eso motiva a que sea objeto de un raro tratamiento terapéutico de hipnosis realizado por un psiquiatra chileno (Alfredo Castro) a partir de allí se originan situaciones fantasiosas que podrían formar parte de otro film completamente diferente.
Los diseños de producción del film son realmente notables y las actuaciones del elenco internacional encabezado por Darín son impecables.
Ciertamente Michel Franco es un joven director que ha logrado merecido reconocimiento en Cannes, sobre todo hace dos años cuando fue premiado por su guión en el film Chronic. Aquí nuevamente ha estrenado Las Hijas de Abril (México) un drama que aunque bien realizado, su historia dista de satisfacer. La trama gira en torno de Clara (Joanna Larequi) de 34 años y su hermana menor Valeria (Ana Valeria Becerril) de 17 años, viviendo en Puerto Vallarta. Cuando ésta última, ha quedado embarazada en su relación con Mateo (Enrique Arrizon) un muchacho de su misma edad, ambos deciden no interrumpir la gestación. A todo ello, Abril (Emma Suárez), la madre española, que mantiene una distante relación con sus hijas, arriba al lugar y al enterarse de la condición de Valeria, está dispuesta a ayudarla en la crianza de su futura nietita. Cuando el bebé nace, Abril adopta una actitud completamente desconcertante al mostrarse como un ser monstruoso capaz de llegar a límites insospechables; así, sin el menor reparo sustrae la criatura de su hija como así también no tiene empacho alguno para seducir a su yerno. A medida que el film progresa, situaciones disparatadas se van sucediendo convirtiéndolo en un pedestre relato de horror. Aunque Emma Suárez, recientemente elogiada en “Julieta” de Almodóvar, cumple una buena labor como la maldita progenitora, el guión del realizador le impide lograr que su deshumanizado personaje adquiera verosimilitud. Cabe aclarar que no obstante las objeciones que merece la crítica realizada, este film obtuvo el Premio del Jurado en la sección Una Cierta Mirada.
La debutante realizadora y guionista Natalia Santa deja una impresión muy favorable con La Defensa del Dragón (Colombia). Con gran humanidad, Santa ilustra la vida cotidiana de tres hombres mayores que son amigos entre sí viviendo en la ciudad de Bogotá. El principal personaje es Samuel (Gonzalo de Sagarminaga), un profesor de ajedrez para quien este juego constituye su pasión y podría afirmarse que es también su razón de vida; además de ser profesor y un prodigio en la materia, todos los sábados a las 4 de la tarde participa jugando en el club de ajedrez Lásker ubicado en el centro de la capital colombiana; es allí donde tiene como uno de sus contrincantes a su amigo Marcos (Manuel Navarro) quien es un médico homeópata adicto al póker; finalmente el tercero del trío es Joaquín (Hernán Méndez), un depresivo relojero. Estos tres hombres viven en un mundo que precede al de la actual era digital y a través de sus vidas recluidas como seres solitarios que temen fracasar, la directora logra una historia sumamente atrayente enfocando las características distintivas de sus tres personajes; así, en escasos 80 minutos el público llega a conocerlos muy bien y sobre todo a empatizar con los mismos. Dentro de esa historia es interesante observar cómo el ajedrez desempeña un papel protagónico permitiendo desafiar y estimular la inteligencia de sus jugadores con las estrategias que están obligados a adoptar para sobresalir en el mismo. Más allá de que se sepa cómo se mueven en el tablero las piezas de ajedrez, lo cierto es que el público se halla frente a un film ampliamente gratificante donde se destaca la notable madurez de Santa en su primer trabajo profesional.
Otra interesante película es La Familia (Venezuela-Chile-Noruega), primer largometraje de Gustavo Rondón Córdova ofreciendo un retrato poco complaciente de algunos sectores desfavorecidos de Caracas. El relato del realizador venezolano introduce a Pedro (Reggie Reyes), un chico de 12 años, de humilde extracción social viviendo en un barrio inseguro; cuando otro muchacho de su misma edad que habita en la zona trata de sustraerle su teléfono celular blandiendo un arma amenazadora, Pedro logra zafarse del mismo hiriéndolo en su nuca. Frente a esta dramática situación y temiendo una venganza, su padre Andrés (Giovanni García) decide que tienen que dejar el barrio y tratar de buscar refugio en otro lugar. Esa circunstancia se presta para que Andrés y su hijo puedan llegar a conocerse mejor cimentando de este modo el lazo paterno-filial frente a la ausencia de una madre. El film refleja el clima de tensión existente en una ciudad en crisis donde las condiciones de miseria promueven la vulnerabilidad de comunidades marginales abandonadas de la mano de Dios. Con eficientes intérpretes no profesionales, el director ha logrado un drama social de considerable interés.
En Los Perros (Chile-Francia) la realizadora Marcela Said aborda las secuelas del régimen de Pinochet reflejando el enfrentamiento que ideológicamente existe entre diferentes bandos de la población de Chile. La directora se centra en Mariana (Antonia Zegers) una mujer de aproximadamente 40 años que perteneciendo a la alta clase de la burguesía se encuentra atrapada con un marido (Rafael Spregelburd) al que no quiere y un padre manipulador (Alejandro Sieveking) que la desprecia; en tal sentido, su frustración proviene por pertenecer a una familia que ella evidentemente no eligió. Su descontento encuentra compensación en su entusiasmo por la equitación donde se siente atraída por Juan (Alfredo Castro) su entrenador; este sexagenario individuo es un ex coronel sospechado de exacciones cometidas al haberse desempeñado como jefe de un centro de represión en la época de la dictadura. A través de los elementos señalados, el film actualiza el tema de la memoria histórica y la manera en que la justicia ha actuado dejando impune a quienes habiendo cometido atrocidades humanas transitan libremente como si nada hubiera pasado. Abordando a Mariana, la directora ha logrado describir una compleja personalidad que al remover los lazos del pasado trata de desembarazarse de las ataduras que la ligan con el mundo social que la rodea inundado de mentiras e hipocresías.