DETROIT. Estados Unidos, 2017. Un film de Kathryn Bigelow
Después del triunfo logrado con los Oscars recibidos en 2010 por la directora Kathryn Bigelow y el guionista Mark Boal con The Heart Locker.y en 2012 haber obtenido otro gran éxito con Zero Dark Thirty (2012), este dúo vuelve a reunirse para incursionar en un doloroso drama que constituye una apesadumbrada página de la ciudad de Detroit acontecida justamente hace medio siglo.
Como prólogo del relato, en sus primeras escenas se ilustran a través de dibujos animados las décadas de humillación y segregación tanto racial como laboral de la población afroamericana de Detroit como también la que imperó en otras regiones de Estados Unidos. Inmediatamente la acción se traslada a Detroit para registrar los tristes hechos que prácticamente destruyeron la ciudad a partir de los tumultos comenzados el 23 de julio de 1967. Esa noche la policía irrumpe violentamente en un bar local donde el vecindario negro celebraba el retorno de dos soldados de la zona que habían regresado de la guerra de Vietnam; de allí en más ese hecho genera un estrepitoso caos entre los integrantes de las hostiles fuerzas del orden y los amotinados negros que convirtieron a la ciudad en prácticamente un campo de batalla donde no estuvieron ausentes los saqueos e incendios de algunos negocios de la zona. En la medida que el vandalismo no da muestras de cesar, integrantes de la guardia nacional arriban al lugar para actuar conjuntamente con las autoridades policiales.
Con cámara en mano la excelente fotografía de Barry Ackroyd capta soberbiamente la enardecida población negra enfrentando a la policía en las calles de la ciudad; esas sombrías imágenes cobran una autenticidad semejante a la que podría haberse reflejado en un film documental. Con todo, el foco de esta historia se centraliza en lo acaecido en un motel de la zona y sus nefastas consecuencias.
La directora introduce a Larry (Algee Smith), un lider negro de una banda musical quien el 25 de julio ‑tercer día del caos- se apresta a dar un concierto nocturno con su amigo Fred (Jacob Latimore) en un teatro de la ciudad; sin embargo, la función es suspendida por el estado de emergencia vigente. Para aliviar esa frustración, ambos compinches junto con dos jóvenes blancas (Hanna Murray y Kaitlyn Dever) provenientes de Ohio se dirigen al motel Algiers donde alquilan una pieza para pasar un rato agradable al amparo de lo que sucede exteriormente; allí se unen a Carl (Jason Mitchell), otro amigo negro que se encuentra en el establecimiento. Repentinamente, irrumpe en ese lugar Philip Krauss (Will Poulter), un detective policial quien cree que en ese recinto hay un francotirador negro atentando a la policía. Este despreciable psicópata racista junto con otros dos colegas (Ben O’Toole y Jack Renor) amenazan con ir eliminando al grupo de huéspedes negros si el supuesto faccioso no se llega a identificar. De inmediato comienza una larga noche de sufrimiento físico y emocional a través de un interrogatorio intimidatorio de la policía estatal y la guardia nacional que deja un trágico saldo de 3 negros muertos salvajemente y 9 heridos. En ese clima de angustia provocado por el intimidatorio interrogatorio de la policía estatal y la guardia nacional, un guardia de seguridad negro (John Boyega) trata de mediar en la difícil situación existente pero sin poder evitar los fríos asesinatos cometidos.
La recreación dramática de Bigelow y Boal está basada en personajes verdaderos con otros de ficción utilizando clips de films de la época y material de archivo. Así queda expuesto un demoledor retrato de la discriminación racial, los prejuicios existentes de la población blanca hacia los negros y la lamentable actuación de la justicia dejando impunes a los responsables de la masacre.
Ciertamente el retrato de esta caldera diabólica es apabullante y perturbador donde nadie que lo contempla puede quedar indiferente. Hay ciertas observaciones que impiden que este drama alcance el nivel de la perfección; aparte de cierto didactismo, el film no logra profundizar demasiado en los personajes que lo animan, a todo ello cabe señalar que las secuencias que tienen lugar en el fatídico motel resultan demasiado largas, extremadamente violentas y no del todo sutiles. Sin embargo, estos reparos no desmerecen los méritos de la realizadora al haber ofrecido un serio documento que recrea lo ocurrido.
Lamentablemente la gravedad de los sucesos descriptos no ha servido como lección histórica. Bastará recordar que 25 años después cuatro policías blancos de Los Ángeles abusando de su discrecional poder infligieron severos golpes a Rodney King y a pesar de las escenas que habían sido filmadas, ellos fueron absueltos por la justicia originando de este modo los peores disturbios raciales de Estados Unidos. De allí que Detroit resulte un film relevante porque, aunque en menor grado, hoy día la brecha racial aún perdura. Jorge Gutman