VICEROY’S HOUSE. Gran Bretaña, 2017. Un film de Gurinder Chadha
La presentación de este film no puede ser más oportuna ya que su tema central, la partición de la India, coincide con la conmemoración del septuagésimo aniversario del nacimiento de dos naciones independientes que tuvo lugar hace dos semanas. Antes de entrar de lleno al comentario de esta ambiciosa película cabe señalar que simultáneamente con la independencia otorgada por el imperio británico a la India en 1947 después de 300 años de gobierno imperial, el gran subcontinente indio fue dividido en dos estados soberanos: el Dominio de Pakistán (que posteriormente adoptó el nombre de Pakistán) y la Unión de la India (tiempo después conocida como República de la India). Si bien por un lado la descolonización pudo en principio ser considerada como un motivo de júbilo, la división de la India originó un comienzo convulsionado en la existencia de estos dos países
Teniendo como referencia ese acontecimiento de gran trascendencia política, la directora Gurinder Chadha aborda con sutileza y gran refinamiento los antecedentes previos al mismo centrando su atención en la actuación que Lord Mountbatten (Hugh Bonneville), enviado por el Primer Ministro Churchill como el último virrey imperial, debía cumplir en la India para encarar las tareas pertinentes para concluir el colonialismo británico.

Hugh Bonneville y Gillian Anderson
Las primeras escenas del film enfocan el arribo a New Delhi del encargado británico acompañado de su esposa Edwina (Gillian Anderson) y su hija Pamela (Lili Travers) a la estupenda residencia palaciega de New Delhi, conocida con el nombre de Viceroy’s House. A las pocas horas, Mountbatten cobra conciencia que la tarea de transición no será nada fácil atendiendo a la gran tensión existente entre hindúes y musulmanes que habitan en el subcontinente indio.
A medida que los días van transcurriendo, el diplomático debe confrontar las opiniones de los líderes hindúes que incluyen a Mahatma Gandhi (Neeraj Kabi) y Jawaharlal Nehru (Tanveer Ghani) partidarios de una India unificada, con la de los musulmanes liderados por Mohammed Ali Jinnah (Denzil Smith) quien desea para los suyos que Pakistán sea declarado un estado independiente. Es así que surge en Mountbatten la gran duda sobre cuál camino emprender, sobre todo teniendo en consideración la violencia sectaria que arrecia en la región. Después de un viaje de consulta que realiza a Gran Bretaña, finalmente considera que la vía más atinada es la partición; su opinión se opone a la de su inteligente y cautelosa esposa que amando a la gente del país que visita considera las consecuencias negativas que puede implicar esa decisión. En tanto los disturbios que tienen lugar en varias ciudades van alcanzando alarmante nivel e inflamando las pasiones de la población a medida que se va acercando la fecha del 15 de agosto de 1947, día fijado para la proclamación de la independencia y partición de la India.
Simultáneamente al tema expuesto, el guión de la realizadora escrito con Paul Mayeda Berges y Moira Buffini, enfoca el idilio prohibido entre Jeet (Manish Dayal), un sensible punjabi que actúa como ayudante de Mountbatten, con Aalia (Huma Qureshi) una hermosa chica musulmana que trabaja para la familia del virrey; es ahí donde la joven se siente conflictuada entre sus verdaderos sentimientos y el de satisfacer a su ciego padre (Om Puri) quien desea que ella una su vida con un hombre de su mismo credo religioso. Si en principio podría suponerse que este romance distrae la atención del foco central, la forma en que está encarado permite que se adentre adecuadamente en el contexto global del relato en la medida que prueba de qué manera la diferencia religiosa influye en las vidas privadas de los ciudadanos.
Chadha ofrece un dramático y emocionante relato donde los acontecimientos históricos están reseñados didácticamente valiéndose en ciertas instancias de un relevante material de archivo. Contando con un calificado elenco y con magníficos diseños de producción que ofrecen una inusitada riqueza visual exponiendo los interiores y exteriores del opulento palacio, el público asiste a un film sobrio y refinado que retiene permanentemente su interés a pesar de conocer su desenlace.
En los créditos finales se aclara que la trágica partición implicó el desplazamiento de 14 millones de hindúes, sijs y musulmanes en lo que se considera como la más importante migración masiva que se haya registrado en la historia. A su vez la violencia generada por los acontecimientos descriptos produjo más de 1 millón de víctimas.
Jorge Gutman