ET LES MISTRALS GAGNANTS. Francia, 2017. Un documental de Anne-Dauphine Julliand
Si en principio el tema central de este documental sobre criaturas enfermas puede resultar deprimente, lo que la novel realizadora y escritora Anne-Dauphine Julliand ofrece es un relato que constituye un canto a la vida.
La directora vivió la gran tragedia de una madre que ha perdido a sus dos niños que resultaron víctimas de una extraña enfermedad genética. Inspirándose en su propia experiencia y como reafirmación de su fe en la vida, resolvió indagar en lo que acontece con cinco niños entre 6 y 9 años de edad que sufren de complicadas dolencias. Ellos son Camille que padece de un cáncer que ataca su sistema nervioso, Ambre padeciendo de una grave dolencia del corazón, Charles afectado por una enfermedad de piel, Tugdual con un considerable tumor en su aorta e Imad que requiere ser sometido al proceso de diálisis mientras aguarda un trasplante de riñón.

Imad, uno de los niños
Centrando su atención en esos chicos, la cámara además de ubicarse en el Hospital Robert-Debré de París donde son atendidos, los muestra en diversas situaciones del diario vivir; así se los ve recibiendo una educación formal, participando en actividades deportivas, tocando el piano, cultivando flores y jugando con sus amigos. Lo que irradia de ellos es el optimismo que los anima para disfrutar cada instante en forma intensa, a despecho de las afecciones sufridas; así, sin patetismo alguno estos niños van contagiando su inocencia y espontánea alegría con el público que los contempla.
https://www.youtube.com/watch?v=7BAzGNzAKJ0
Entre otros aspectos el documental ilustra la forma en que estos pequeños héroes interactúan con sus familiares, cuyos integrantes asumiendo completamente lo que atraviesan sus hijos les brindan el máximo cariño y apoyo disimulando la pena que anida en sus sentimientos. Del mismo modo, la directora muestra el excelente desempeño de los médicos atendiendo a estos pacientes y en tal sentido hay un dejo de admiración, si acaso no de emoción, al contemplar cómo un devoto doctor explica a uno de los chicos el proceso de su enfermedad. En todo caso, el espíritu de solidaridad se manifiesta en todo momento por parte de quienes participan en esta singular historia de la vida real.
Sobriamente filmado, Julliand contó con el apoyo de un buen equipo técnico donde se destacan la calidad de la fotografía como así también del montaje. Con esmero y gran amor la realizadora ofrece un film luminoso, positivo y altamente aleccionador para aquellos padres y familiares que sobrellevan el enorme peso de afrontar similares experiencias. Ningún espectador permanece indiferente al terminar la proyección y es muy posible que se diga a sí mismo ¡La Vida es Bella!, parafraseando al título del bello film de Roberto Benigni. Jorge Gutman