LAST FLAG FLYING. Estados Unidos, 2017. Un film de Richard Linklater
Como en varios de sus filmes precedentes, Richard Linklater destila humanidad en Last Flag Flying, una comedia dramática antibélica basada en la novela homónima de Darryl Ponicsan de 2005 que fue por él adaptada para el cine con la colaboración del realizador.
La historia que transcurre en 2003, comienza en Norfolk, Virginia, cuando Larry Shepherd ‑apodado Doc- (Steve Carrell) se impone que su hijo soldado de 21 años ha muerto en acción de combate en Bagdad. Obviamente compungido, habiendo quedado solo puesto que su mujer había fallecido un año atrás de cáncer, desea que para el sepelio lo acompañen dos antiguos camaradas, con quienes compartió la odisea vivida tres décadas atrás en Vietnam como marinos de la armada de Estados Unidos. Con ese propósito se dirige al bar que posee Sal Nealon (Bryan Cranston), un alcohólico mujeriego, bon vivant y cínico en sus pragmáticas apreciaciones. Tras la agradable sorpresa del encuentro después de esa larga ausencia sin verse, ambos se dirigen hacia la iglesia donde el otro ex soldado Richard Mueller (Laurence Fishburne) es en la actualidad un respetado pastor religioso. Así, estos tres veteranos de guerra se dirigen a la base aérea de Dover en Delaware donde se encuentra el ataúd del infortunado hijo de Doc a fin de acompañar sus restos al cementerio nacional de Arlington con todos los honores militares pertinentes. Sin embargo, por indiscreción de uno de los soldados presentes (J. Quinton Johnson) el trío se entera que el muchacho no murió por las razones oficiales ofrecidas sino de otro modo; eso induce a que Doc desee que su hijo sea sepultado en Portsmouth, New Hampshire, lugar donde él vive y en donde se encuentra asimismo la tumba de su esposa.
De allí en más, los tres amigos inician una travesía hacia el lugar de destino, con paradas intermedias en Nueva York y Boston, donde en ese recorrido comienzan a aflorar los recuerdos de guerra con las graves secuelas que la misma dejó en cada uno de ellos, sobre todo en el caso de Doc que tuvo que purgar una pena en una prisión militar por una falta menor. Con todo, el relato introduce momentos divertidos en la dinámica interrelación establecida por estos individuos de personalidad completamente diferenciada. Gradualmente, el drama cede paso a la comedia donde el relato se bifurca de su enfoque inicial para convertirse en un road movie nutrido de episodios anecdóticos donde algunos son mejores que otros.
Las interpretaciones son muy buenas. Cranston está impecable como un individuo que oculta su peso emocional volcando su energía a través del dinamismo de su comportamiento impulsivo y sin mayor autocontrol. Carrell sobresale como un ser tímido y apocado que viviendo la tristeza de su drama interior quiere ofrecer a su hijo una digna despedida; finalmente, Fishburne se distingue como un hombre de un pasado violento que encontró solaz en su vida a través de su entrega a Dios
Sin ser memorable por ciertos altibajos del guión, el film se destaca por denunciar la política militarista de Estados Unidos, la futilidad de los combates bélicos, el sentido del verdadero patriotismo y finalmente cómo el transcurso del tiempo va transformando la naturaleza y personalidad de quienes han estado involucrados en la guerra. Además de una meditación sobre la misma, Linklater resalta el sentimiento de la amistad y solidaridad humana a través del comportamiento de sus personajes principales. Jorge Gutman