El Pro­lon­ga­do Retra­to de Giacometti

FINAL POR­TRAIT. Gran Bre­ta­ña, 2017. Un film de Stan­ley Tucci

En su quin­to tra­ba­jo como direc­tor, el popu­lar actor Stan­ley Tuc­ci abor­da en Final Potrait la per­so­na­li­dad de Alber­to Gia­co­met­ti (1901 – 1966) en un momen­to espe­cial de su vida. Basa­do en el libro A Gia­co­met­ti Por­trait de James Lord (1922 – 2009), Tuc­ci rela­ta el encuen­tro que acon­te­ció en 1964 del escri­tor ame­ri­cano ‑quien se encon­tra­ba de paso en París- con el renom­bra­do escul­tor y pin­tor con quien des­de tiem­po atrás había enta­bla­do una sóli­da amistad.

Geof­frey Rush y Armie Hammer

Intere­sa­do en bos­que­jar un retra­to pic­tó­ri­co de Lord (Armie Ham­mer), Gia­co­met­ti (Geof­frey Rush) lo invi­ta a posar como mode­lo antes de regre­sar a Nue­va York. Ubi­cán­do­se en su vie­jo y des­tar­ta­la­do taller de Mont­par­nas­se, la cáma­ra de Tuc­ci refle­ja meticu­losa­men­te los movi­mien­tos del pin­tor fren­te al lien­zo así como enfo­ca con pri­me­ros pla­nos a Lord quien tra­ta de seguir con pre­ci­sión las ins­truc­cio­nes que reci­be del maestro.

Habien­do pre­su­mi­do que el tra­ba­jo no deman­da­rá más que uno o dos días como máxi­mo, el afán per­fec­cio­nis­ta del pin­tor es cau­san­te de que la labor se pro­lon­gue por casi tres inter­mi­na­bles sema­nas; en con­se­cuen­cia, día tras día el escri­tor debe modi­fi­car la reser­va de su vue­lo trans­atlán­ti­co y seguir posan­do para su amigo.

Si bien el film tra­ta de refle­jar el pro­ce­so crea­ti­vo del artis­ta, el resul­ta­do es ago­ta­dor en la medi­da que el rela­to se tor­na extre­ma­da­men­te repe­ti­ti­vo en tér­mino de situa­cio­nes y por el redu­ci­do espa­cio ‑la mayor par­te en el taller- en que se des­en­vuel­ve la acción.

Tuc­ci qui­so ofre­cer una pie­za de cáma­ra esta­ble­cien­do la rela­ción entre estos dos per­so­na­jes y aun­que obvia­men­te esto suce­de, la natu­ra­le­za claus­tro­fó­bi­ca del rela­to se inten­si­fi­ca debi­do al modo poco com­pla­cien­te en que él o qui­zá el libro de Lord des­cri­be al escul­tor. Como un ser ego­cén­tri­co, gru­ñón, des­me­di­do en sus reac­cio­nes, impre­vi­si­ble y real­men­te des­agra­da­ble de con­tem­plar, el espec­ta­dor se sien­te exte­nua­do cada vez que en las dife­ren­tes sesio­nes Gia­co­met­ti esta­lla con des­agra­da­bles exabrup­tos. Así, per­ma­nen­te­men­te insa­tis­fe­cho con el tra­ba­jo que rea­li­za, a tra­vés de las dife­ren­tes jor­na­das el artis­ta eli­mi­na con su bro­cha lo que has­ta ese momen­to ha veni­do efectuando.

Para mati­zar esta his­to­ria, el guión del rea­li­za­dor intro­du­ce en algu­nos momen­tos la pre­sen­cia de su tole­ran­te her­mano Die­go Gia­co­met­ti (Tony Shalhoub), la de su estoi­ca mujer Annet­te (Syl­vie Tes­tud) que en cier­tas oca­sio­nes sufre por el sal­va­je tra­to que reci­be de él, y la pros­ti­tu­ta Caro­li­ne (Clé­men­ce Poésy) que ade­más de ser la musa del escul­tor es tam­bién su mima­da amante.

Rush ofre­ce una inter­pre­ta­ción mag­ní­fi­ca del excén­tri­co Gia­co­met­ti trans­mi­tien­do inten­sa­men­te los ras­gos per­ver­sos de su per­so­na don­de en cier­tos momen­tos se trans­for­ma en un ser cruel y detes­ta­ble. Por su par­te, Armie Ham­mer en una sobria inter­pre­ta­ción adop­ta la cal­ma y pasi­vi­dad de un indi­vi­duo que dada las cir­cuns­tan­cias no tie­ne otra opción que poner a prue­ba su pacien­cia tole­ran­do los capri­chos y acti­tu­des de a ratos con­tra­dic­to­rias e impre­vi­si­bles de su camarada.

Las obje­cio­nes seña­la­das con res­pec­to a la narra­ción del film no afec­tan sus cua­li­da­des téc­ni­cas refle­ja­das en la muy bue­na foto­gra­fía de Danny Cohen y el exce­len­te dise­ño de pro­duc­ción de James Meri­field. Jor­ge Gutman