WALLAY Francia-Burkina Faso, 2017. Un film de Berni Goldblat
No son muchas las oportunidades de juzgar un film africano, con excepción de los que suelen exhibirse en festivales internacionales. De allí que resulta grato contemplar esta película que ilustra sobriamente una cultura diferente como lo es la de Burkina Faso. Dirigida por el documentalista Berni Goldblat, esta comedia dramática de ficción permite al propio tiempo cumplir las funciones de un buen documental.
El relato basado en el guión de David Bouchet, presenta a Ady (Makan Nathan Diarra) un adolescente de 13 años que debido a problemas de conducta, su padre que es un nativo de Burkina Faso lo envía a su país de origen para que pase sus vacaciones con sus familiares que allí residen. La primera sorpresa del chico es descubrir en su tío Amadou (Hamadoun Kassougue), una persona autoritaria que tiene la intención de enmendarlo; la segunda novedad para él es que habiendo sido desprovisto de su pasaporte, se impone que su estancia se extenderá indefinidamente hasta que con su trabajo logre devolver a su padre el dinero que le sustrajo. De aquí en más se aprecia la colisión cultural de un muchacho que debe adaptarse a los inconvenientes producidos por la restringida corriente eléctrica que le impide utilizar su iphone, teniendo que limitarse a usar sus auriculares para gozar de la música pop y de modo general apreciar que el modo de vida de sus parientes no condice con lo que él acostumbró a vivir hasta ese entonces en Francia. Con todo, la principal confrontación es con su tío quien a toda costa desea circuncidarlo para transformarlo en un hombre según las costumbres locales.
Aunque lo que sobreviene después es fácilmente predecible, lo que aquí importa es la acertada manera en que es descripta la adaptación de Ady al nuevo entorno cultural que le toca enfrentar. Las vicisitudes que atraviesa en tierra extraña le permitirán madurar, apreciando el inmenso cariño que recibe de su abuela Mame (Josephine Kabore), así como también los momentos transcurridos con su amigable primo Jean (Ibrahim Koma). De este modo, al fin de su viaje este jovencito aprende a valorar el sentido de familia llegando a comprender la riqueza inherente de sus parientes donde a pesar de la humildad en que viven, lo hacen con dignidad y respeto dejando entrever su contenido humano.
A pesar de que la historia narrada no depara grandes sorpresas ni revelaciones, atrapa al espectador al mostrarle facetas no muy difundidas de diferentes poblaciones de Burkina Faso, como así también por la natural actuación de su elenco; en tal sentido, Diarra convence plenamente como el muchacho que dejando atrás su rebeldía y sus aires de superioridad aprende unas buenas lecciones acerca de un diferente estilo de vida que le permitirán encaminar mejor su futuro. Jorge Gutman