Retra­to de un Gran Violinista

ITZHAK. Israel-Esta­dos Uni­dos, 2018. Un film de Ali­son Chernick

Sin adop­tar el carác­ter de una entre­vis­ta for­mal y enfo­can­do su cáma­ra a tra­vés de dife­ren­tes situa­cio­nes vin­cu­la­das a sus dia­rias acti­vi­da­des, la rea­li­za­do­ra Ali­son Cher­nick esbo­za en Itzhak un apre­cia­ble retra­to de la per­so­na­li­dad del excep­cio­nal músi­co Itzhak Perlman.

Itzhak Perl­man

Más que des­cri­bir­lo como vio­li­nis­ta, el film se aden­tra en el hom­bre que exis­te detrás y es en tal sen­ti­do que el públi­co per­mi­te entrar en su inti­mi­dad des­cu­brien­do gra­ta­men­te la huma­ni­dad que des­plie­ga. De padres pola­cos que emi­gra­ron a Israel, Perl­man nació en 1945 en Tel Aviv y des­de peque­ño demos­tró su pro­di­gio­so talen­to musi­cal. Habien­do sido ata­ca­do por la polio­mie­li­tis a los 4 años de edad, des­de enton­ces está con­fi­na­do a tener que valer­se de una silla de rue­das para des­pla­zar­se y el empleo de mule­tas para cami­nar; con todo, esa des­gra­cia­da enfer­me­dad dis­tó de aba­tir­lo al encon­trar en el vio­lín la pasión de su vida. Cuan­do en su tem­pra­na ado­les­cen­cia había que­ri­do pro­se­guir sus estu­dios en Esta­dos Uni­dos, su dis­ca­pa­ci­dad físi­ca cons­ti­tu­yó un obs­tácu­lo para ser acep­ta­do. Sin embar­go la suer­te le son­rió a los 13 años cuan­do encon­trán­do­se en el Show de Ed Sulli­van tocó el melo­dio­so movi­mien­to Alle­gre­to Non Trop­po del Con­cier­to para Vio­lín opus 64 de Men­del­sohn; el sen­sa­cio­nal impac­to que su bri­llan­te actua­ción cau­só en la audien­cia tele­vi­si­va, per­mi­tió su inme­dia­ta admi­sión en la pres­ti­gio­sa Escue­la Jui­lliard de Manhattan.

Como un ver­sá­til músi­co, el docu­men­tal lo expo­ne eje­cu­tan­do el Himno Nacio­nal de Esta­dos Uni­dos en un par­ti­do de béis­bol, tocan­do músi­ca de auto­res clá­si­cos des­de Vival­di pasan­do por Bach, Schu­bert y Strauss entre otros, en un con­cier­to de cáma­ra con la extra­or­di­na­ria pia­nis­ta Martha Arge­rich, codeán­do­se con Billy Joel en el Madi­son Squa­re Gar­den, popu­la­ri­zan­do con su toque mági­co el subli­me tema de Schind­le­r’s List de John Williams como así tam­bién par­ti­ci­pan­do con gran entu­sias­mo en una ban­da de músi­cos klezmer.

Ade­más de la músi­ca lo que tras­cien­de en este docu­men­tal es la figu­ra caris­má­ti­ca, tier­na, risue­ña y pro­fun­da­men­te huma­na de este gran indi­vi­duo que se apre­cia en dife­ren­tes cir­cuns­tan­cias de la vida coti­dia­na; así se lo ve coci­nan­do una sopa para com­par­tir­la con su gran ami­go Alan Alda, comien­do y al pro­pio tiem­po rela­tan­do anéc­do­tas con el vio­lon­che­lis­ta Mis­cha Maisky y el pia­nis­ta Evgeny Kis­sin, obser­ván­do­lo como docen­te con sus jóve­nes alum­nos a quie­nes les brin­da su máxi­mo apo­yo, o bien sien­do con­de­co­ra­do por el Pre­si­den­te Oba­ma en noviem­bre de 2015 con la Meda­lla Pre­si­den­cial de la Liber­tad. No menos impor­tan­te es su rol como padre, abue­lo y sobre todo gran com­pa­ñe­ro de su espo­sa Toby por más de 50 años quien, vio­li­nis­ta como él, es su más apa­sio­na­da admiradora.

Des­ta­can­do el vir­tuo­sis­mo musi­cal de un hom­bre aman­te de la vida, Cher­nik ha logra­do un cáli­do y afec­ti­vo docu­men­tal que más que una bio­gra­fía con­ven­cio­nal resal­ta el vibran­te espí­ri­tu de una per­so­na quien con­tra vien­to y marea ha sabi­do ven­cer a la adver­si­dad. Para con­cluir, se pue­de afir­mar que no se requie­re ser un meló­mano para apre­ciar este sobrio y emo­ti­vo film. Jor­ge Gutman