Una Mas­co­ta Salvaje

MIA AND THE WHI­TE LION. Fran­cia-Ale­ma­nia-Sudá­fri­ca, 2018. Un film de Gilles de Maistre

Bue­nas inten­cio­nes han ani­ma­do al rea­li­za­dor Gilles de Mais­tre para la rea­li­za­ción de este film con el pro­pó­si­to de brin­dar el loa­ble men­sa­je de pre­ser­va­ción de la fau­na ani­mal en Sudá­fri­ca. Sin embar­go, habría resul­ta­do más útil si hubie­se efec­tua­do un docu­men­tal sobre el tema antes que recu­rrir a una his­to­ria de fic­ción que resis­te cre­di­bi­li­dad, tal como se apre­cia en Mia and the Whi­te Lion.

Daniah De Villiers

En base a un guión pre­pa­ra­do por Pru­ne de Mais­tre (su espo­sa) y William Davies, la his­to­ria se cen­tra en el matri­mo­nio con­for­ma­do por John Owen (Lan­gley Kirk­wood) y Ali­ce (Méla­nie Lau­rent) y sus dos hijos, Mia (Daniah De Villiers), de 11 años y su her­mano menor Mick (Ryan Mac Len­nan) quie­nes se han des­pla­za­do de Lon­dres para vivir en Sudá­fri­ca y dedi­car­se a criar ani­ma­les, en espe­cial leo­nes des­ti­na­dos a reser­vas y a zoo­ló­gi­cos. En el nue­vo medio Mia no se encuen­tra muy cómo­da al no con­tar con sus ami­gos que dejó en Ingla­te­rra y tener que adap­tar­se a un modo de vida dife­ren­te. Sin embar­go todo cam­bia para ella con el naci­mien­to de Char­lie, un leon­ci­to blan­co con quien se enca­ri­ña y lo con­si­de­ra como su mejor ami­go al pun­to tal de per­mi­tir­le vivir en su hogar como si se tra­ta­ra de un perro u otro ani­mal doméstico.

A medi­da que el tiem­po trans­cu­rre y Char­lie va cre­cien­do la situa­ción crea­da por el felino den­tro de la casa se tor­na insos­te­ni­ble cau­san­do estra­gos; es enton­ces cuan­do los padres de Mia dis­po­nen que deje el hogar, muy a pesar de ella, sien­do Char­lie enjau­la­do jun­to con los res­tan­tes animales.

Resul­ta impor­tan­te seña­lar que el fil­me se ha ido rodan­do en un espa­cio de 3 años don­de sus pro­ta­go­nis­tas han ido expe­ri­men­tan­do el paso del tiem­po, con espe­cial refe­ren­cia a Mia que ha deja­do la infan­cia para con­ver­tir­se en ado­les­cen­te y Char­lie que ya no es más el cacho­rri­to sino un adul­to león. Si téc­ni­ca­men­te resul­ta una proeza seguir los pasos del felino y de los acto­res a tra­vés del tiem­po, cine­ma­to­grá­fi­ca­men­te el film se debi­li­ta a cau­sa del inve­ro­sí­mil guión.

Como pri­me­ra obser­va­ción, el libre­to ubi­ca a Mia casi exclu­si­va­men­te a tra­vés de su víncu­lo con Char­lie don­de apa­ren­te­men­te el ani­mal cons­ti­tu­ye su úni­co medio social. Cuan­do sos­pe­cha que su padre tie­ne la inten­ción de que los ani­ma­les pue­dan que­dar expues­tos a los turis­tas para ser caza­dos, abre la jau­la deján­do­los en liber­tad y pro­te­gien­do a Char­lie se lan­za con un vehícu­lo alo­ca­da­men­te a la ruta para tras­la­dar­lo a un san­tua­rio don­de pue­da vivir libre­men­te; sin embar­go, cuan­do en el camino se enfren­ta con su padre, ella no tie­ne repa­ro alguno en ame­na­zar­lo con un arma anes­té­si­ca y dis­pa­rar­le un som­ní­fe­ro deján­do­lo ador­me­ci­do para poder con­ti­nuar su via­je. Resul­ta com­ple­ta­men­te absur­do ima­gi­nar un rela­to de fic­ción don­de una joven de 14 años en una situa­ción lími­te pri­vi­le­gie más a un ani­mal que a su pro­pia fami­lia bien cons­ti­tui­da; no menos des­ca­be­lla­do es supo­ner la ínti­ma con­vi­ven­cia de un ser humano con un ani­mal salvaje.

Es loa­ble el pro­pó­si­to del rea­li­za­dor en denun­ciar a los caza­do­res de ani­ma­les que en Sudá­fri­ca van extin­guien­do a los leo­nes para con­ver­tir­los en sus tro­feos de caza, en la medi­da que la cace­ría es legal. Pero, como se men­cio­nó al comien­zo de esta nota, mucho más váli­do habría sido tes­ti­mo­niar la reali­dad exis­ten­te en un docu­men­tal antes que vol­car­la en una his­to­ria poco con­vin­cen­te y sobre todo nada edi­fi­can­te al mos­trar a una hija ame­na­zan­do a su pro­ge­ni­tor para sal­var la vida de un animal.
Jor­ge Gutman