Crónica de Jorge Gutman
He aquí una reseña de algunos de los filmes presentados en el Festival du Nouveau Cinéema (FNC) que se está desarrollando en Montreal hasta el próximo 20 de Octubre.en Montreal
El director y guionista Alejandro Landes ofrece en Monos (Colombia-Argentina-Alemania-Suecia-Uruguay) un meritorio drama que ha sido distinguido con el Premio Especial del Jurado en el último Festival de Sundance.
Ubicando la acción en Colombia, en la primera escena se observa a 8 soldados adolescentes paramilitares provistos de armas de fuego que viven en un paraje aislado ubicado en la cima de una montaña. Estos muchachos son sometidos a rigurosos ejercicios físicos por parte de un autoritario comandante adulto (William Salazar) que a la vez está al servicio de una misteriosa organización. Los integrantes del grupo son conocidos como “monos” y cada uno de ellos lleva nombres extraños, tales como Rambo (Sofía Buenaventura), Boom Boom (Sneider Castro), Pitufo (Deibi Rueda), Wolf (Julián Giraldo), Perro (Paúl Cubides), Lady (Karen Quintero), Bigfoot (Moisés Arias) y Sueca (Laura Castrillón).
La esencia del relato radica en la dinámica relación que se establece entre estos soldados, incluyendo algunos ritos, la celebración de extrañas ceremonias, las escaramuzas sexuales entre algunos de sus integrantes y muy en especial la vigilancia que ejercen en una doctora estadounidense (Julianne Nicholson) que ha sido secuestrada y mantenida como rehén.
A través de lo que aquí se contempla, puede inferirse que el propósito de Landes es haber utilizado esta historia como una metáfora de la lucha entablada durante varias décadas entre los gobiernos de turno y llas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). De todos modos, sin que exista una específica referencia ideológica de quienes están al frente de la clandestina organización y los motivos que estimulan a los jóvenes guerrilleros para participar en la misma, este perturbador e inquietante relato surrealista atrapa la atención del espectador.
Además de la esmerada realización de Landes, los valores del film se enriquecen por su homogéneo y persuasivo elenco, la eficaz fotografía de Jasper Wolf suministrando algunas ensoñadoras imágenes así como por la lograda música de percusión de Mica Levi resaltando las escenas de tensión producidas en el desarrollo del relato.
Otro loable film es Temblores (Guatemala-Francia) escrito y dirigido por Jayro Bustamante. Este inteligente realizador, que ya había dado muestras de notable madurez en su primer largometraje Ixcanul que en 2015 obtuvo el Oso de Plata en el Festival de Berlín, aquí ratifica su talento abordando un tema delicado referido al vía crucis de un individuo inocente que es denigrado por el medio social que lo rodea.
La historia que transcurre en Guatemala comienza con la llegada de Pablo (Juan Pablo Olyslager) a su hogar, donde su familia perteneciente a la alta burguesía guatemalteca y en especial su mujer Isa (Diane Bathen) lo estaban esperando para confrontarlo. Con su rostro reflejando abatimiento y nerviosismo, dando la sensación de haber cometido un tremendo crimen, se encierra en su habitación. Lentamente el misterio de su delito se devela cuando se llega a saber que Pablo mantiene una relación amorosa con Francisco (Mauricio Armas), un hombre más joven y de inferior condición social. Esa situación produce en todos los integrantes de la familia un terremoto emocional, algo parecido al temblor de tierra que en ese momento sacude a la ciudad.
Para que la noticia no llegue a divulgarse es preciso que Francisco abandone inmediatamente a su amante y se someta a una terapia curativa. Al no hacerlo, su mujer, que asemeja la homosexualidad con la pedofilia, logra a través de un juez que su marido impida mantener contacto con sus pequeños hijos. Además de ser considerado un paria por sus familiares, sus ultra religiosos padres están convencidos de que el acto de su hijo contraría la voluntad divina
La situación de Pablo, transformado en un ser angustiado, torturado y aniquilado emocionalmente, se agrava aún más cuando es despedido como consultor financiero de la importante empresa para la cual prestaba servicios y no encuentra una nueva posibilidad de trabajo debido a sus negativos antecedentes; además de Francisco, solamente encuentra apoyo en la empleada doméstica de la familia (María Telón).
En la medida que no tiene mejor opción en lograr un nuevo empleo y con el deseo de poder abrazar a sus hijitos, Pablo se encuentra forzado a trabajar para la Iglesia Evangélica frecuentada por su familia, habida cuenta que debe aceptar la humillante terapia de conversión para así eliminar al “diablo” que se apoderó de su persona.
Sin recurrir a golpes bajos y evitando que el melodrama se desborde, el realizador ha narrado esta devastadora historia de intolerancia con máxima sobriedad. La tragedia planteada demuestra hasta qué punto la fe religiosa a ultranza invocando a Dios y los prejuicios existentes en una represiva comunidad hipócrita pueden conducir a la destrucción de una persona al serle negado los derechos inalienables que le corresponden como ser humano.
A pesar de que la homosexualidad como un hecho natural ha sido aceptada por numerosos países, lamentablemente la homofobia aún persiste en gran parte del mundo con la discriminación que ese hecho conlleva. En todo caso, con esta notable película Bustamante efectúa una candente crítica a una sociedad conservadora y machista portando el odio hacia quienes son “diferentes”.
Rara vez el cine ha considerado con tanta intensidad el caso de una menor severamente problematizada como la directora Nora Fingscheidt lo enfoca en su ópera prima System Crasher (Alemania). Su título se origina en un nombre no oficializado que designa a niños difíciles de catalogar porque su conducta no encuadra en una norma o categoría específica. Eso acontece con Benni (Helena Zengel) que con sus 9 años de edad es hiperactiva y capaz de mutar de momentos tranquilos a otros inusitadamente violentos. A pesar de que ella desea convivir con su madre monoparental (Lisa Hagmeister), está débil mujer, no está en condiciones de albergarla en su hogar porque teniendo otras dos pequeñas hijas teme que Benni pueda causarles daño.
Consecuentemente el servicio social del estado se hace cargo de ella a través de Bafané (Gabriela Maria Schmeide), una abnegada funcionaria del organismo, que trata por diferentes vías de resolver el grave problema de esta criatura. Tratada por médicos y al propio tiempo ubicada en sucesivas familias de acogida a fin de encontrar el medio ambiente y confort necesario para calmar sus ansiedades, los esfuerzos realizados resultan infructuosos.
Finalmente, Bafané encomienda a Micha (Albrecht Schucht), un experimentado educador, para que se ocupe de ella. El vínculo que se entabla entre ambos adquiere características especiales en la medida que Benni ve en él a un compañero, amigo y al padre que no tiene; sin embargo, cuando parecía divisarse una salida al tremendo asunto, una inesperada y desafortunada crisis de Benny aborta la relación.
El film deja una sensación triste y aunque en ciertos momentos resulta incómodo de contemplarlo de todos modos merece ser visto. Además de la esmerada realización de Fingscheidt lo que resalta en este interesante estudio caracterológico es la extraordinaria composición de Zengel en el personaje protagónico; esta extraordinaria actriz de 11 años de edad causa admiración en la forma que da vida a esa bomba de tiempo que es Benny transmitiendo la variada gama de emociones y contradictorios sentimientos que anidan en ese triste personaje El resto del elenco es igualmente convincente, especialmente las interpretaciones de Schucht y Schmeide.
El veterano realizador Werner Herzog retorna con Family Romance, LLC (Japón), en una comedia dramática inspirada en las actividades realizadas por una compañía japonesa que fue fundada por Yuichi Ishii; el objetivo de la empresa es contratar actores para que adopten identidades ficticias ante familiares o amigos, según lo desee el cliente de turno.
Ishii, en el rol protagónico, se encarga de brindar los servicios de su empresa a una mujer (Miki Fujimaki), madre de Mahiro (Mahiro Tanimoto) de 12 años que nunca llegó a conocer a su padre y por lo tanto desea que él asuma ese rol. Cumpliendo esa misión, el supuesto padre se excusa ante la niña haciéndole saber que él tiene otra familia pero que de todos modos está interesado por ella. El sucesivo trato que Ishii mantiene con Mahiro se va intensificando en la medida que ella se va abriendo gradualmente contestando a sus preguntas e interesándose por él, con el resultado de que esos encuentros originan una cálida relación. El problema se presenta para Ishii al tener que compatibilizar el aspecto comercial de su compañía con el legítimo sentimiento de cariño y ternura que aflora en él al adoptar esa falsa identidad.
Como lo ha demostrado en su valiosa filmografía, Werzog privilegia el aspecto humano y eso es lo que predomina en este relato de ficción que obviamente no desdeña su carácter documental. Aunque se trate de un film de menores alcances, su planteo central permite apreciar algunos de los aspectos culturales de Tokio como así también la cámara del director logra captar la belleza de la ciudad a través de sus parques y los cerezos en flor.
https://www.youtube.com/watch?v=GjissANjlSc
El director y guionista Hlynur Pálmason considera en A White, White Day (Islandia-Dinamarca-Suecia), el duelo vivido ante la pérdida de un ser amado. En una excelente secuencia inicial se sigue a un automóvil transitando en una carretera de Islandia, completamente aislada cubierta de nieve y niebla; ahí se tiene la sensación que algo serio habrá de ocurrir, hecho que se confirma con un accidente. Como consecuencia del mismo, se llega a saber que el desolado ex policía Ingimundur (Ingvar E Sigurdsson) ha enviudado al morir su querida esposa en el trágico incidente. De allí en más su profunda pena se ve atenuada con la presencia de su nieta.
Tratando de aferrarse a los recuerdos de los momentos felices vividos con su cónyuge, va revisando viejas fotografías hasta que sorpresivamente comienza a tener indicios que su mujer pudo haberle sido infiel al haber mantenido relaciones adúlteras.
A partir de allí, el cineasta transmite con elocuencia el dolor emocional de Ingimundur temiendo que a través de la investigación que efectuará llegue a confirmarse la doble vida de su señora y cómo él podrá sobrellevar semejante peso.
Remarcablemente construido, el desolado panorama invernal, remarcablemente logrado por la fotografía de Maria von Hausswolff, se asocia magníficamente al clima físico y emocional de este sensible drama.
En Zombi Child (Francia) el director Bertrand Bonello, igualmente autor del guión, ofrece un fascinante relato donde adecuadamente se entremezclan la ficción y la realidad al incursionar en las creencias pertinentes a la cultura haitiana.
Basado en una historia real, la acción se inicia en Haití en 1962 donde Clairvius (Mackenson Bijou), un humilde joven, es víctima de drogas ingeridas que le producen su muerte y consecuente sepultura. Sin embargo, las apariencias engañan porque prontamente quedará desenterrado y transformado en un zombi vilmente explotado al estar obligado a trabajar en las plantaciones de caña de azúcar por quienes están al frente de la dictadura que impera en el país.
Simultáneamente el desarrollo de esta historia se traslada a la época actual en un elitista liceo de señoritas de París donde sus alumnas pertenecen a prestigiosas familias que han sido condecoradas con la Legión de Honor; la única estudiante negra es Melissa (Wislanda Louimat), quien nacida en Haití, se mudó a Francia conviviendo con su tía Katy (Katiana Wilfort), cuando sus padres perecieron en el violento terremoto que afectó al país en enero de 2010. La razón de haber sido aceptada en el prestigioso establecimiento escolar es debido a que su madre había recibido la Legión de Honor por su lucha contra el dictador Duvalier. Aunque al principio es discriminada racialmente por sus condiscípulas, finalmente es acogida por el grupo al pasar un test recitando el poema Cap’tain Zombi de René Depestre.
Entre las discípulas del colegio se encuentra Fanny (Louise Labèque) quien mantiene una buena comunicación con Melissa; al haber sido abandonada por su novio resuelve acudir a Katy para que ella, como experta en la práctica del vudú, consiga recuperar a su amado.
Lejos de adoptar una narrativa convencional, los dos relatos ‑el de Haití y el de Francia- no se encuentran perfectamente cohesionados; de todos modos, eso no disminuye el interés de este intrigante y desconcertante relato de Bonello, sobre todo al mostrar cómo las prácticas colonialistas de Francia dejaron desafortunados resabios en Haití, a través de la esclavitud de los zombis.
https://www.youtube.com/watch?v=RrXWsMdQ6MU
En Canción sin Nombre (Perú-España-Estados Unidos), primer largometraje de Melina Leo, la directora se ocupa de un devastador tema acaecido en Perú.
La historia se desarrolla en Lima, en 1988, época en la que tiene lugar el conflicto interno armado del gobierno con la organización subversiva Sendero Luminoso causante de centenares de víctima inocentes.
Procedente de la zona montañosa y atraída por la promesa de un servicio de salud gratuito en una clínica privada limeña, llega a la capital Georgina (Pamela Mendoza), una destituida quechua en estado de gravidez y próxima a dar a luz, acompañada de su marido Leo (Lucio Rojas). Cuando el nacimiento se produce, ella no alcanza a ver a su hijita al haberle sido sustraída por quienes están a cargo del nosocomio. Dada la natural desesperación de esta madre y teniendo en cuenta la indiferencia y falta de compasión de los policías y oficiales de turno, ella acude a la prensa; allí encontrará a Pedro Campos (Tommy Párraga), un reportero muy bien dispuesto a ayudarla aunque en su investigación se encontrará en medio de un laberinto difícil de salir a flote.
En la narración de esta historia, la novel cineasta se basó en el trabajo de su padre quien en 1981 fundó el diario La República, uno de los matutinos más importantes de Lima que denunció el bochornoso tráfico de niños quitados de madres humildes para ser vendidos a parejas del exterior deseosas de adoptarlos.
Además de presentar un agudo problema social, el film deja entrever el pobre trato recibido cuando se es humilde a la vez que no elude el latente aspecto de discriminación racial de la población indígena.
Aunque el film adolece de una resolución precisa, es encomiable el compromiso asumido por León denunciando un triste episodio del reciente pasado histórico pero que aún repercute en la actualidad.
https://www.youtube.com/watch?v=LzGXacgsw68
Esta lista se completa con Adam (Marruecos-Francia-Bélgica), primer largometraje de Maryam Touzani quien es igualmente autora del guión co-escrito con Nabil Ayouch, su marido y productor de este film. El emotivo relato que transcurre en un humilde barrio de Casablanca se centra en dos mujeres, una que es madre y otra que está a punto de serlo.
Samia (Nisrin Erradi), una joven soltera embarazada y sin hogar, llega a la ciudad con el propósito de conseguir un empleo y dar en adopción a su bebé cuando llegue a nacer. Abla (Lubna Azabal), es una viuda que trabaja incansablemente en su modesta pastelería y es madre de Warda (Douae Belkhaouda), una inteligente niña de 8 años, Cuando la panadera, que atraviesa una retraída existencia, conoce a Samia, se conmisera de ella ofreciéndole su hogar en forma temporaria; sin embargo la convivencia se prolongará de manera indefinida y en ese devenir ambas encontrarán un mutuo apoyo.
Aunque el tema central no resulta novedoso, la directora lo encara con delicadeza demostrando un especial afecto a sus dos protagonistas; al hacerlo no elude algunos de los problemas que gravitan en Marruecos: así, una mujer que tiene un hijo fuera del vínculo conyugal es abiertamente rechazada por el medio social que la rodea; pero la situación no es más confortable para quien como Abla, al haber enviudado queda socialmente desconsiderada y condenada a una vida solitaria.
En esencia, a través de una narración fluida y concisa y con las remarcables interpretaciones de Erradi y Azabal, la novel directora logra un film feminista y humano que lejos de ser complaciente permite que su relato desemboque en un final abierto convincentemente realista.