JOJO RABBIT Estados Unidos, 2019. Un film escrito y dirigido por Taika Waititi
A pesar de que en ningún modo el director neozelandés Taika Waititi hace una apología de Hitler, lo cierto es que lo que se observa en este film sobre un chico que lo reverencia y adora produce en su mayor parte una sensación de incomodidad. A lo largo del tiempo se han visto varios filmes referidos al más grande genocida de la historia, como por ejemplo brillantemente lo retrató Charles Chaplin en The Great Dictator, sin embargo la premisa de Waititi más allá de ser provocadora no logra impactar.

Roman Griffin Davis y Taika Waititi
En su comienzo, a medida que los créditos iniciales aparecen en pantalla, se escucha como música de fondo el hermoso tema de Los Beatles I Wanna Hold Your Hand. Uno se pregunta a qué viene eso; prontamente la respuesta estará dada a través de la asociación que el director efectúa entre lo que representa el culto a la celebridad como lo fue hacia el célebre conjunto británico y el alienador fanatismo nazi del pueblo alemán hacia su Führer.
Mediante una fábula decididamente absurda, el guión del realilzador basado en el libro Caging Skies de Christine Leunens presenta a Jojo (Roman Griffin Davis) que vive con su madre Rosie (Scarlett Johansson) en la Alemania de la Segunda Guerra Mundial. El niño de 10 años de edad es un chico precoz que manifiesta una profunda admiración por Hitler y su gran deseo de llegar a ser un perfecto nazi; en consecuencia se siente orgulloso de participar en un campamento juvenil hitleriano donde recibe las instrucciones de un torpe capitán (Sam Rockwell) quien insufla al grupo la necesidad de tener que matar sin miedo alguno. Para saberr hasta qué punto Jojo es capaz de hacerlo, el instructor le entrega un conejo vivo para que lo liquide; al no poder cometer ese acto, burlonamente le es adjudicado el apodo de Jojo Rabbit. Esa escena, de poco gusto para quien escribe estas líneas, imprime el carácter de esta historia cuya intención es la de provocar la risa del espectador.
El nudo del relato se centra en dos direcciones diferentes; por un lado, adoptando un tono fantástico, vemos el diálogo que en forma intermitente Jojo mantiene con la figura imaginaria de su gran amigo Hitler (Waititi) quien emerge como un individuo torpe y bufonesco. Por otra parte, donde la historia adquiere un carácter más realista, se observa la gran sorpresa que Jojo recibe cuando descubre que su madre ‑decididamente antinazi- trabaja para la resistencia y cobija en el ático de la vivienda a Elsa (Thomasin McKenzie), una adolescente judía. He ahí el dilema de Jojo al tener que vincularse con alguien que pertenece a una raza que por convicción detesta.
Si bien la intención del realizador ha sido el demostrar satíricamente cómo líderes carismáticos impregnados de racismo y xenofobia pueden afectar y alienar socialmente a un pueblo, el tratamiento del film resulta problemático impidiendo que el relato cobre emoción: solamente en las escenas finales con el desembarco de los aliados en Alemania, se puede empatizar con Jojo cuando comprobando los horrores del nazismo se da cuenta cómo su enceguecedor fervor hacia el nefasto régimen lo condujo a actuar garrafalmente.
Aunque a nivel interpretativo es irreprochable la interpretación de Griffin Davis, la dulzura emanada por la joven McKenzie y la bondad que en su breve rol de abnegada madre brinda Johansson, el film no logra convencer con su humor de poco aliento y sobre todo por la incapacidad del realizador en ofrecer sensibilidad y humanismo a sus personajes.
Jorge Gutman