Crónica de Jorge Gutman
SMALL MOUTH SOUNDS. Libro: Bess Wohl. Música y Orquestación: Oran Eldor. Dirección: Caitlin Murphy. Elenco: Andreas Apergis, Marcelo Arroyo, Alison Darcy, Matthew Gagnon, Gabe Grey, Zara Jestadt, Warona Setshwaelo. Escenografía: Bruno-Pierre Houle. Diseño del Vestuario: Sophie El Assaad. Iluminación: Martin Sirois: Música y Sonido: Rob Denton. Duración: 1 hora y 20 minutos sin entreacto. Representaciones: Hasta el 1 de marzo de 2020 de noviembre de 2019 en la sala The Studio del Segal Centre (www.segalcentre.org)
Nadie podrá discutir la originalidad de esta pieza escrita por Bess Holl pero en todo caso eso no implica que necesariamente gravite en el ánimo del espectador. Una obra no hablada en donde el silencio es fundamental resulta proimisoria, pero lo más importante es saber si logra su objetivo.
Todo parece indicar que la autora se inspiró en el problema de comunicación existente en la era actual, en donde los diferentes acontecimientos que se vienen registrando en el mundo, acompañado de los cambios obligados a que nos somete la tecnología moderna, causan un profundo estrés. De allí que se propone ilustrar qué es lo que positivamente puede brindar un retiro espiritual capaz de aliviar las tensiones a fin de eliminar las angustias que interiormente nos aquejan.
Es así que Wohl introduce a 6 personas que por diferentes razones han decidido optar por un centro de retiro durante cinco días en un lugar apartado del mundanal ruido que se asemeja a un bosque. A través de un líder gurú (Marcelo Arroyo), al que sólo se le oye su voz, al comienzo del primer día de estadía, se dirige al grupo bridándole instrucciones precisas de cómo comportarse, en donde lo esencial es efectuar un voto de silencio y desprenderse de cualquier aparato electrónico, incluyendo celulares y computadoras. De este modo, este singular profesor insta a los presentes a liberarse de sus demonios interiores mediante la meditación.
Dicho lo que antecede, la premisa inicial de apreciar una comedia dramática se transforma en una sátira bordeando la caricatura. Es así que se sale al encuentro de Jan (Andreas Apergis), quien padece la picadura de los insectos dado que se lo ve rascando su cuerpo casi en forma permanente; a través de una foto se aprecia que sufre el dolor de haber perdido a su esposa. Igualmente se encuentran Joan (Alison Darcy) y Judy (Warona Setshwaelo) quienes son las únicas que se conocen antes de este retiro y que mantienen entre ellas un vínculo amoroso; en una breve conversación que mantienen uno se impone que Judy padece de una grave enfermedad. Por su parte Ned (Matthew Gagnon) es un personaje patético que en un momento dado a través de un micrófono relata su vida miserable; él trata de recomponerse de las penurias sufridas por un grave accidente por el que ha quedado desempleado y de la infidelidad de su mujer que lo engañó con su hermano. Rodney (Gabe Grey), es otro miembro participante que es profesor de yoga y que con su personalidad narcisista hace gala de su musculoso físico. El grupo se completa con la tardía llegada de Alicia (Zara Jestadt), una joven neurasténica que quiebra las normas establecidas enviando enojosos textos en su celular; además, a despecho de Ned que gusta de ella, esta gruñona poco simpática prefiere a Rodney con quien mantiene relaciones sexuales (fuera de la escena) y que se manifiestan a través de los gemidos placenteros que ambos emiten.
Excepto el personaje de Rodney que se hace escuchar y las furtivas conversaciones de Joan y Judy, poco se sabe del grupo, excepto que deja la impresión de que todos los participantes han sido dañados y se sienten vulnerables por la crisis existencial que atraviesan. Cuando termina la representación no queda claro si la búsqueda de la “iluminación” perseguida ha logrado transformarlos.
Si bien la obra cuenta con algunos momentos que evidencian ternura, globalmente considerada carece de una envergadura dramática necesaria capaz de generar emoción. Lo encomiable de esta singular experiencia es el magnífico desempeño del elenco, donde cada uno de sus integrantes con sus gestos y movimientos se esfuerza en transmitir las penurias de sus personajes. Igualmente remarcable es la ágil puesta escénica de Caitlin Murphy al lograr que los actores se desplacen sincronizadamente dentro y fuera del escenario al mismo tiempo que superar las limitaciones de un relato no hablado. .
Dicho lo que antecede esta obra experimental, parafraseando a Pirandello, bien podría titularse “Seis personajes en busca de una autora”.