THE WHITE TIGER. India-US. 2020. Un film escrito y dirigido por Ramin Bahrani. 124 minutos.
El director americano Ramin Bahrani depara con The White Tiger un buen film basado en la premiada novela homónima publicada en 2008 por el escritor y periodista indo-australiano Aravind Adiga. Teniendo en cuenta que la temática aquí planteada induce a recordar el exitoso melodrama Slumdog Millonaire (2008), sólo el punto de partida es pertinente; mientras que la película de Danny Boyle alienta una esperanza de afirmación por la vida al mostrar cómo los perdedores de una sociedad que los margina pueden lograr lo que se han propuesto mediante vías legítimas, en este caso el trabajo de Bahrani ilustra a un individuo de la baja casta de India que logra emerger de su inferior condición social a través de un camino decididamente oscuro.
Después de un prólogo que tiene lugar en 2007 en New Delhi, la acción comienza en 2010 en Bangalore en donde el exitoso empresario Balram Halwai (Adarsh Gourav) como fluido narrador (con la voz en off) da cuenta de su pasada vida. Originario de una muy humilde familia campesina Balram desde muy joven es consciente que poco puede aspirar en la vida si permanece encerrado en un gallinero sin futuro alguno. Es así que utiliza su ingenio para ser empleado en New Delhi como chófer y a la vez ayudante doméstico de Ashok (Rajkummar Rao). Perteneciente a una acaudalada familia de alta condición social, su empleador ha llegado recientemente de Nueva York donde estaba residiendo acompañado de Pinky (Priyanka Chopra Jonas), su esposa americana. Balram sabe muy bien que dada su condición social en todo momento debe comportarse como un empleado modelo adoptando un comportamiento servil y subsecuente con esta pareja.
Como avezado espectador, su trabajo le permite apreciar las hipocresías que se mueven en torno suyo comprobando hasta qué punto la riqueza de la poderosa familia de Ashok proviene en gran parte de acciones corruptas; así observa cómo pueden adquirirse favores políticos a cambio de aportes millonarios como lo ofrecido a una candidata apodada “Gran Socialista” quien proviene de una clase inferior. El desempeño de Balram transcurre sin mayores variantes hasta el momento en que viajando con sus patrones se produce un accidente automovilístico y él es obligado a actuar como chivo emisario por las eventuales consecuencias del incidente; ése es el punto de quiebre para que este empleado que se ha vuelto indispensable vaya alimentando interiormente un latente resentimiento hacia sus servidores.
Sería sumamente inapropiado comentar el modo en que el humilde chofer se convierte en un poderoso hombre de fortuna; basta anticipar que la historia va adquiriendo las características de un relato tenebroso, propio de un buen policial de cine negro.
Gourav, que lleva sobre sus hombros el mayor peso de esta historia, es insuperable en la caracterización que logra de su personaje; su interpretación remarcablemente ilustra la metamorfosis de un honesto servidor sediento de venganza y codicia a un enriquecido e inmoral villano.
Aunque no toda la filmografía de Bahrani mantiene un mismo nivel de calidad, en este caso al igual que en sus mejores trabajos – como por ejemplo lo han sido Man Push Cart (2005), Chop Shop (2007) y 99 homes (2015)-, ofrece una perversa tragicomedia de considerable resonancia. Con una puesta escénica fluida y con el magnífico montaje de Tim Streeto el realizador transmite el espíritu de la novela original exhibiendo las injusticias prevalecientes por un ominoso sistema de castas donde los sectores más desfavorecidas deben aceptar las humillaciones y el oprobio de los poderosos.
Jorge Gutman