La Angus­tia del Confinamiento

OXY­GÈ­NE. Fran­cia, 2021. Un film de Ale­xan­dre Aja. 101 minutos.

Des­pués de haber incur­sio­na­do en el géne­ro de terror en High Ten­sion (2003), Piranha 3D (2010) y Crawl (2019), entre otros títu­los, Ale­xan­dre Aja abor­da el tema de la super­vi­ven­cia en un rela­to de cien­cia ficción.

Méla­nie Lau­rent en OXIGĖNE

La idea del con­fi­na­mien­to y el mie­do que se expe­ri­men­ta en espa­cios cerra­dos cons­ti­tu­ye la idea cen­tral que sus­ten­ta el guión de Chris­tie LeBlanc. En la secuen­cia de aper­tu­ra se obser­va una rata de labo­ra­to­rio que inten­ta encon­trar un camino dis­po­ni­ble a tra­vés de un labe­rin­to. Esa pre­sen­ta­ción encuen­tra su corres­pon­den­cia en lo que le suce­de a Eli­za­beth Han­sen (Méla­nie Lau­rent), una amné­si­ca mujer quien suje­ta a elec­tro­dos se ve atra­pa­da en una cáp­su­la crio­gé­ni­ca; al no poder abrir­la, deses­pe­ra­da­men­te pide auxi­lio para reco­brar su liber­tad. Ella solo tie­ne como inter­lo­cu­tor la voz de MILO (Mathieu Amalric), un compu­tador robot que se com­por­ta como un médi­co inter­faz y liga­zón de ope­ra­cio­nes; él le comu­ni­ca que debi­do a una falla del apa­ra­to en el que se encuen­tra solo dis­po­ne de 33% de capa­ci­dad de oxí­geno y que por lo tan­to le sugie­re que reduz­ca su con­su­mo para no morir asfi­xia­da. La comu­ni­ca­ción con el exte­rior man­te­ni­da con la uni­dad poli­cial a car­go del capi­tán Moreau (Eric Her­son-Maca­rel) logra en par­te apa­ci­guar­la. Median­te los recuer­dos de Eli­za­beth, que pue­den o no refle­jar la reali­dad, se sabe que está casa­da con el doc­tor Léo Fer­gu­son (Malik Zidi), aun­que se des­co­no­ce por­qué está encerrada.

Por razo­nes de dis­cre­ción y acce­dien­do al pedi­do de los pro­duc­to­res de no reve­lar cómo la tra­ma se va desa­rro­llan­do, se pue­de ade­lan­tar que el rela­to gene­ra cier­to sus­pen­so pero su pre­vi­si­bi­li­dad ate­núa la intri­ga ini­cial. En tal sen­ti­do resul­ta difí­cil no remi­tir­se al exce­len­te film que en 2010 ofre­cie­ra el direc­tor Rodri­go Cor­tés con Buried don­de un camio­ne­ro tra­ba­jan­do en Iraq se encuen­tra ente­rra­do vivo y en com­ple­ta sole­dad. La inten­si­dad y emo­ción de esa recor­da­da pelí­cu­la, no alcan­za la mis­ma reper­cu­sión en Oxi­gè­ne, ya que en esta fan­ta­sía exis­ten muchos hilos suel­tos que debi­li­tan su cohe­ren­cia; ade­más, la alu­sión a la tec­no­lo­gía en mate­ria de clo­na­cio­nes, inte­li­gen­cia arti­fi­cial y a cier­tos aspec­tos pseu­do filo­só­fi­cos dis­tan de convencer.

Todo el peso de esta his­to­ria recae en Lau­rent que a pesar de las limi­ta­cio­nes del guión rea­li­za un mag­ní­fi­co tra­ba­jo uni­per­so­nal trans­mi­tien­do el sen­ti­mien­to de angus­tia y des­es­pe­ran­za expe­ri­men­ta­do por su per­so­na­je tra­tan­do de sobre­vi­vir fren­te a una situa­ción extre­ma. Dado el claus­tro­fó­bi­co espa­cio en que trans­cu­rre la acción, la pues­ta escé­ni­ca de Aja está bien logra­da en tan­to que mere­cen espe­cia­les elo­gios la exce­len­te foto­gra­fía de Maxi­me Ale­xan­dre y los dise­ños de pro­duc­ción de Jean Rabas­se. Jor­ge Gutman