FINAL ACCOUNT. Gran Bretaña, 2020. Un film de Luke Holland. 91 minutos.
Aunque mucho se ha escrito, dicho y filmado acerca del Holocausto, la originalidad que presenta este respetable documental reside en su enfoque; en vez de centrar su atención en quienes han sobrevivido a la tragedia, el director Luke Holland, fallecido en junio de 2020, considera a quienes por acción u omisión estuvieron implicados en el genocidio que enlutó a la humanidad.
Desde 2008 y a lo largo de más de una década Holland ha ido recogiendo el testimonio de aproximadamente 300 ancianos alemanes y austríacos que han sido testigos de los crímenes cometidos y por lo tanto resulta de gran interés apreciar sus opiniones. Gran parte de lo logrado en el póstumo trabajo del realizador es el de haber sabido granjearse la confianza de veteranos nazis que rondan entre los 80 y poco más de 90 años.
No resulta fácil permanecer indiferente frente a lo que algunos entrevistados manifiestan. Así uno de los perpetradores claramente manifiesta ser simpatizante de Hitler a quien lo excluye de toda responsabilidad; solamente considera que hubiera sido mejor expulsar a los judíos de Europa en lugar de mandarlos a los campos de concentración. Otros miembros que formaron parte de la organización SS ‑principal responsable de ejecutar la política racial- alegan que estaban cumpliendo con las órdenes impartidas y creyentes de la posición asumida por Hitler. En este recuento un oficial nazi no cree que 6 millones de judíos hayan sido víctimas del Holocausto; por oposición un ex jerarca expresa su arrepentimiento y la vergüenza experimentada por el rol de Alemania en el imperdonable exterminio realizado.
Dejando de lado a los veteranos nazis el documental refleja cómo algunas personas civiles tanto de Alemania como de Austria fueron cómplices de esta tragedia denunciando a judíos que se encontraban escondidos en las cercanías de los campos de concentración. Significativo es el comentario de varias maduras mujeres austríacas donde algunas manifiestan no haber estado al corriente de lo que estaba aconteciendo en tanto que otras señalan que el temor obligaba a la gente guardar silencio sin comentario alguno.
El documental no omite algunas escenas de material de archivo que resultan escalofriantes como las actas de la Conferencia de Wannsee de 1942 donde funcionarios nazis de alto rango se reunieron para discutir la implementación de la “solución final”, así como el testimonio de uno de los entrevistados que presenció la quema de una sinagoga en la horrenda noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 conocida con el nombre de “Kristallnacht”.
En este documento donde ciertamente no existe empatía hacia ninguno de los entrevistados acude a la memoria del espectador la renombrada teoría de “la banalidad del mal” formulada por la filósofa Hannah Arendt acerca de lo que puede conducir a seres humanos cometer atrocidades monstruosas. Como un buen recordatorio para la actual y las futuras generaciones, el realizador concluye el documento con fotografías que exponen los cuerpos inertes de las víctimas torturadas en el Holocausto.
Al margen de sus valores cinematográficos el legado de Holland no puede ser más oportuno teniendo en cuenta cómo en la actualidad el racismo y el antisemitismo se acentúan en varias regiones del mundo. Solo cabe implorar que la historia no se repita.
Jorge Gutman