Eva­lua­ción de Fil­mes Vis­tos en el TIFF 2021 (5)

Cró­ni­ca de Jor­ge Gut­man 

Bene­dic­tion (Gran Bretaña)

Con la ele­gan­cia, meticu­losi­dad, pre­cio­sis­mo y liris­mo que Teren­ce Davies impreg­na a sus fil­mes, nue­va­men­te esas cua­li­da­des se evi­den­cian en su recien­te tra­ba­jo abor­dan­do al poe­ta y escri­tor bri­tá­ni­co Sieg­fried Sas­soon (1886 – 1967) a tra­vés de un rela­to no lineal mag­ní­fi­ca­men­te estructurado.

Bene­dic­tion

Aun­que la crea­ti­vi­dad como poe­ta que­da tes­ti­mo­nia­da en el film, Davies ‑igual­men­te res­pon­sa­ble del guión- enfa­ti­za su aspec­to humano resal­tan­do al hom­bre aco­sa­do por los recuer­dos del impac­to vivi­do como ofi­cial del ejér­ci­to bri­tá­ni­co en la Pri­me­ra Gue­rra Mundial.

Duran­te el con­flic­to béli­co, Sas­soon (Jack Low­den) es con­de­co­ra­do como héroe de gue­rra por su valen­tía y des­ta­ca­da actua­ción; no obs­tan­te, al haber con­tem­pla­do el sacri­fi­cio de innu­me­ra­bles vidas acri­bi­lla­das en las trin­che­ras, des­pués de haber fina­li­za­do su perío­do de con­va­le­cen­cia fren­te a sus supe­rio­res cri­ti­ca a su país por con­ti­nuar par­ti­ci­pan­do en la gue­rra. Gra­cias a las cone­xio­nes de su ami­go Rob­bie Ross (Simon Rus­sell Bea­le) él evi­ta ser juz­ga­do en una cor­te mar­cial pero en cam­bio es envia­do a una clí­ni­ca psi­quiá­tri­ca en Esco­cia para que sea obje­to de un tra­ta­mien­to ade­cua­do, a pesar de ser due­ño de una com­ple­ta cla­ri­dad men­tal. En el esta­ble­ci­mien­to hos­pi­ta­la­rio cono­ce a Wil­fred Owen (Matthew Tenny­son), un pacien­te que le ofre­ce su poe­ma “Disa­bled” para que lo juz­gue; la cone­xión que man­tie­ne con Owen tan­to en lo per­so­nal como en el terreno inte­lec­tual lo ins­pi­ra­rá para lle­gar a ser un emi­nen­te poe­ta don­de varias de sus poe­sías están basa­das en su expe­rien­cia vivi­da en el fren­te de batalla.

En otros aspec­tos de su vida el rela­to con­si­de­ra sus des­en­ga­ños amo­ro­sos con hom­bres, espe­cial­men­te con el actor Ivor Nove­llo (Jeremy Irvi­ne) y pos­te­rior­men­te con el joven aris­tó­cra­ta Stephen Ten­nant (Calam Lynch); con todo, a fin de cubrir las apa­rien­cias Sas­son con­trae matri­mo­nio con la joven Hes­ter (Kate Phillips).

En la eta­pa oto­ñal de su exis­ten­cia, se con­tem­pla a Sieg­fried (Peter Capal­di) acom­pa­ña­do de Hes­ter (Gema Jones) y de su hijo adul­to Geor­ge (Richard Goul­ding). Tra­tan­do de encon­trar un ver­da­de­ro sen­ti­do a su vida no pue­de borrar de su memo­ria los horro­res de la gue­rra, como asi­mis­mo sus víncu­los homo­se­xua­les; de algún modo bus­ca su reden­ción en la reli­gión con su con­ver­sión al cato­li­cis­mo, acti­tud seve­ra­men­te cri­ti­ca­da por su hijo.

Con suma pre­ci­sión, en su narra­ción Davies inter­ca­la impor­tan­te mate­rial de archi­vo fil­ma­do ilus­tran­do los horro­res de la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial como así tam­bién ape­la a la voz en off reci­tan­do los poe­mas anti­bé­li­cos de su pro­ta­go­nis­ta. Que­da como resul­ta­do un valio­so film imbui­do de dolor, tris­te­za y melan­co­lía expo­nien­do a un reco­no­ci­do poe­ta que no obs­tan­te su éxi­to pro­fe­sio­nal resul­tó insa­tis­fe­cho por no haber alcan­za­do con ple­ni­tud lo que se había propuesto.

Así como el rea­li­za­dor bri­tá­ni­co ofre­ció un exce­len­te retra­to de la poe­ta ame­ri­ca­na Emily Dic­kin­son en A Quiet Pas­sion,(2016), con Bene­dic­tion nue­va­men­te se con­sa­gra des­cri­bien­do la com­ple­ja per­so­na­li­dad de su anti­be­li­cis­ta compatriota.

Unclen­ching The Fists (Rusia)

La rea­li­za­do­ra Kira Kova­len­ko abor­da un dra­ma fami­liar en el que una mucha­cha inten­ta en su pro­ce­so de ini­cia­ción libe­rar­se del medio en que vive para ser due­ña de sí mis­ma, sin que nadie deci­da por ella.

Unclen­ching The Fists

El rela­to se desa­rro­lla en Mazur, un pue­blo mine­ro ubi­ca­do en la región sure­ña rusa de Ose­tia del Nor­te, don­de resi­de Ada (Mila­na Agu­za­ro­va) quien huér­fa­na de madre con­vi­ve con su padre Zaur (Alik Karaev) y su her­mano menor Dak­ko (Khe­tag Bibi­lov). El deso­la­do e inhós­pi­to lugar no ofre­ce a la joven incen­ti­vo alguno al estar aca­rrean­do una exis­ten­cia gris y monó­to­na. Para peor, su vida está regi­da por su padre sobre­pro­tec­tor y deci­di­da­men­te hos­til quien ade­más de rete­ner­le el pasa­por­te le nie­ga dar­le la lla­ve del depar­ta­men­to en don­de habi­tan y solo le per­mi­te que sal­ga cuan­do debe diri­gir­se a su tra­ba­jo en una peque­ña tien­da de comestibles.

En esa espe­cie de cár­cel que cons­ti­tu­ye su hogar ella no pue­de obte­ner ayu­da del inma­du­ro Dak­ko ni tam­po­co de su cor­te­jan­te Tamik (Arsen Khe­ta­gu­rov). La úni­ca espe­ran­za de eman­ci­pa­ción está en Akim (Sosian Khu­gaev), su her­mano mayor que logró esca­par de su padre al haber encon­tra­do un tra­ba­jo en Ros­tov y que aho­ra ha regre­sa­do al pue­blo; sin embar­go la ines­ta­bi­li­dad men­tal de Ada como resul­ta­do de su estrés emo­cio­nal com­pli­ca la situación.

La muy bue­na foto­gra­fía de Pavel Fomin­tsev per­mi­te cap­tar ple­na­men­te el medio ambien­te claus­tro­fó­bi­co en que trans­cu­rre la acción y su reper­cu­sión en la con­duc­ta de sus per­so­na­jes. Con una efi­cien­te pues­ta escé­ni­ca, Kova­len­ko que ade­más es la coguio­nis­ta del film ha logra­do que sus acto­res, espe­cial­men­te Agu­za­ro­va y Karaev, trans­mi­tan un inten­so rea­lis­mo a sus per­so­na­jes en esta per­tur­ba­do­ra y sofo­can­te his­to­ria en don­de se insi­núa cier­to nivel de inces­to en la rela­ción de la joven con sus hermanos.

El talen­to de la rea­li­za­do­ra ha sido reco­no­ci­do en el últi­mo fes­ti­val de Can­nes cuyo tra­ba­jo obtu­vo el pre­mio al mejor film exhi­bi­do en la sec­ción Un Cer­tain Regard.

7 Pri­sio­nei­ros (Bra­sil)

El direc­tor bra­si­le­ño Ale­xan­dre Morat­to des­pués de haber obte­ni­do varios pre­mios por Socra­tes (2018), su pri­mer lar­go­me­tra­je, aho­ra entre­ga un sóli­do dra­ma de con­no­ta­ción moral.

7 Pri­sio­nei­ros

El guión del rea­li­za­dor con la cola­bo­ra­ción de Thay­ná Man­tes­so pre­sen­ta a Mateus (Chris­tian Mal­hei­ros), un mucha­cho de 18 años vivien­do humil­de­men­te con su madre y her­ma­nas en la región rural de Catan­du­va; gra­cias a la ges­tión de un inter­me­dia­rio local ha con­se­gui­do un empleo en Sao Pau­lo don­de aguar­da lograr un mejor futu­ro. Des­pués de des­pe­dir­se de los suyos es trans­por­ta­do jun­to con otros mucha­chos de simi­lar con­di­ción social a la gran metró­po­li; al lle­gar a des­tino com­prue­ban que el lugar de tra­ba­jo es un gran depó­si­to de cha­ta­rra. Allí son reci­bi­dos por Luca (Rodri­go San­to­ro), el geren­te del local, quien les retie­ne la docu­men­ta­ción de iden­ti­dad y les seña­la que en poco tiem­po más reci­bi­rán el for­mal con­tra­to de tra­ba­jo. Des­pués de pocos días de exte­nua­da labor los 7 tra­ba­ja­do­res recla­man sus sala­rios y es ahí don­de Luca con máxi­ma seve­ri­dad les seña­la que ellos debe­rán pre­via­men­te can­ce­lar la deu­da pen­dien­te gene­ra­da por el trans­por­te a la ciu­dad, la comi­da que se les brin­da y el pre­ca­rio alo­ja­mien­to en ese mis­mo lugar. Dán­do­se cuen­ta que han sido enga­ña­dos, inten­tan esca­par pero se encuen­tran impe­di­dos de salir al exte­rior del inmen­so taller como al pro­pio tiem­po Luca les retie­ne sus celu­la­res y ade­más les ame­na­za que aten­ta­rá con­tra sus fami­lia­res si aca­so per­sis­ten en aban­do­nar el tra­ba­jo. Es así que de hecho com­prue­ban que están pri­sio­ne­ros e inco­mu­ni­ca­dos con el res­to del mun­do: la efí­me­ra espe­ran­za es que podrán ser libe­ra­dos una vez que con el pro­du­ci­do de la labor rea­li­za­da pue­dan devol­ver el mon­to adeudado.

A medi­da que trans­cu­rre el tiem­po y la situa­ción se va dete­rio­ran­do, Mateus opta por nego­ciar con Luca hacién­do­le ver que él logra­rá que su gru­po incre­men­te la pro­duc­ti­vi­dad de la empre­sa. Es así que va obte­nien­do una mayor liber­tad, al pro­pio tiem­po que les hace ver a sus com­pa­ñe­ros que tra­tan­do de ganar la con­fian­za del patrón, podrá sacar­los de su encie­rro. La efi­ca­cia e inte­li­gen­cia de Mateus le per­mi­te avan­zar pro­gre­si­va­men­te en la fir­ma obte­nien­do impor­tan­tes pri­vi­le­gios pero es enton­ces cuan­do la leal­tad y soli­da­ri­dad hacia su gru­po se des­va­ne­ce por completo.

Morat­to crea un pon­de­ra­ble thri­ller que se inten­si­fi­ca con la pro­gre­sión del rela­to. A tra­vés del mis­mo efec­túa una seve­ra denun­cia al trá­fi­co humano que aquí se ejem­pli­fi­ca con jóve­nes pro­ve­nien­tes de sec­to­res pobres y sin mayor for­ma­ción quie­nes en pro­cu­ra de un mejor empleo ter­mi­nan con­vir­tién­do­se en meros escla­vos de una moder­na socie­dad. Simul­tá­nea­men­te que­da expues­to cómo los intere­ses eco­nó­mi­cos en jue­go ‑en este caso el de la empre­sa de cha­ta­rra- gene­ran una cri­mi­nal aso­cia­ción con mafio­sos, polí­ti­cos y corrup­tos guar­dia­nes de la ley.

En el buen elen­co se des­ta­can San­to­ro como el impla­ca­ble explo­ta­dor car­ce­le­ro y Mal­hei­ros brin­dan­do total nota­ble con­vic­ción al per­so­na­je pro­ta­gó­ni­co que habien­do logra­do su liber­tad car­ga sobre su con­cien­cia el con­flic­to moral por su des­leal­tad y ausen­cia de soli­da­ri­dad hacia sus com­pa­ñe­ros de trabajo.

Con una narra­ción con­ci­sa y diná­mi­ca el rea­li­za­dor ha logra­do un mag­ní­fi­co film en don­de el espec­ta­dor se invo­lu­cra por com­ple­to con la suer­te de sus per­so­na­jes

I’m Your Man (Ale­ma­nia)

En esta pelí­cu­la la direc­to­ra Maria Schra­der ofre­ce una his­to­ria que cau­ti­va por su nota­ble originalidad.

I’m Your Man

Si este film hubie­se sido rea­li­za­do a media­dos del siglo pasa­do habría sido cate­go­ri­za­do como una come­dia de cien­cia fic­ción o aca­so como una fan­ta­sía bien ela­bo­ra­da. Con el increí­ble avan­ce tec­no­ló­gi­co regis­tra­do en las últi­mas déca­das, lo que ofre­ce la rea­li­za­do­ra en su exce­len­te guión escri­to con Jan Schom­burg bien podría acon­te­cer en un futu­ro cercano.

La acción trans­cu­rre en Ber­lín don­de se sale al encuen­tro de la antro­pó­lo­ga Alma (Maren Eggert) quien tra­ba­ja en el renom­bra­do Museo de Pér­ga­mo. Con el pro­pó­si­to de reu­nir los fon­dos nece­sa­rios para su pró­xi­ma inves­ti­ga­ción ella acep­ta el desa­fío de some­ter­se a un sin­gu­lar expe­ri­men­to; el mis­mo con­sis­te en con­vi­vir duran­te tres sema­nas con Tom (Dan Ste­vens), un robot espe­cial­men­te pro­gra­ma­do, debien­do obser­var su com­por­ta­mien­to a fin de deter­mi­nar si aca­so se ha logra­do el hom­bre per­fec­to que pue­da inte­grar­se a la socie­dad. A todo ello es nece­sa­rio pre­ci­sar que la super­vi­so­ra de Alma (San­dra Hüller) ha sido igual­men­te con­ce­bi­da en un labo­ra­to­rio científico.

En un comien­zo, Alma no se sien­te muy cómo­da en su hogar con la pre­sen­cia del pecu­liar anfi­trión vién­do­lo poner orden en su biblio­te­ca, pre­pa­rán­do­le el desa­yuno, tra­tan­do de hala­gar­la y com­pla­cer­la en todo sen­ti­do, pero a pesar de que ella evi­ta sen­tir­se atra­pa­da por el bello androi­de que tie­ne delan­te suyo, poco a poco va cam­bian­do de acti­tud has­ta lle­gar al pun­to en que se gene­ra una nota­ble inti­mi­dad entre ambos.

En un rela­to que se nutre con situa­cio­nes de fran­co humor, la rea­li­za­do­ra crea un sor­pren­den­te rea­lis­mo al ilus­trar el vue­lo román­ti­co entre el huma­noi­de y Alma. El film se valo­ri­za con la excep­cio­nal inter­pre­ta­ción de Eggert ‑que le valió el pre­mio a la mejor actriz en el fes­ti­val de Ber­lin- y la par­ti­ci­pa­ción de Ste­vens quien con mag­ní­fi­ca pre­ci­sión com­po­ne a un per­so­na­je que de mane­ra ambi­gua da la sen­sa­ción de adqui­rir la con­duc­ta de un hom­bre capaz de gene­rar una emo­ción simi­lar a la de un ver­da­de­ro ser humano.

Aun­que no ha sido la inten­ción de la direc­to­ra el plan­tear una temá­ti­ca filo­só­fi­ca sobre el empleo de la tec­no­lo­gía moder­na, lo cier­to es que a tra­vés de su impe­ca­ble rea­li­za­ción de mane­ra inte­li­gen­te intro­du­ce al espec­ta­dor en un rele­van­te tema. Así, del mis­mo modo que pode­mos intro­du­cir a nues­tros hoga­res al alta­voz inte­li­gen­te lla­ma­do Ale­xa, nada fan­ta­sio­so sería supo­ner que la inte­li­gen­cia arti­fi­cial sea capaz de con­ce­bir a un robot con todos los atri­bu­tos de un humano tal como se con­tem­pla en el meri­to­rio tra­ba­jo de Schrader.

AHE­D’S KNEE (Israel) 

Habien­do obte­ni­do en 2019 el máxi­mo galar­dón en el fes­ti­val de Ber­lín con Synonyms, el direc­tor Nadav Lapid retor­na con otro dra­ma en el que con inusi­ta­da ener­gía expre­sa el sen­ti­mien­to que lo ani­ma como ciu­da­dano israe­lí. Es nece­sa­rio acla­rar que el roda­je del film se reali­zó antes de que Ben­ja­min Netan­yahu deja­ra el car­go de Pri­mer Ministro.

AHE­D’S KNEE

El rea­li­za­dor se vale de su pro­pio guión para des­cri­bir a un cineas­ta lla­ma­do Y (Avsha­lom Pollak) que deci­di­da­men­te es su alter ego. En la fic­ción, este per­so­na­je avi­zo­ra como pró­xi­mo pro­yec­to fil­mar Ahe­d’s Knee basa­do en la vida real de Ahed Tami­ni, una acti­vis­ta pales­ti­na que sufrió una heri­da en su rodi­lla al haber sido balea­da por un sol­da­do israe­lí. En tan­to, Y ha acep­ta­do una invi­ta­ción de Yaha­lom (Nur Fibak), una fun­cio­na­ria del Minis­te­rio de Cul­tu­ra para la pro­yec­ción de su últi­mo film en el desér­ti­co valle de Ara­vah don­de ella resi­de. Des­pués de la exhi­bi­ción se ha dis­pues­to que el direc­tor par­ti­ci­pe en un colo­quio de pre­gun­tas y res­pues­tas con el públi­co asis­ten­te. Mien­tras la pro­yec­ción se efec­túa Yaha­lom le entre­ga un for­mu­la­rio que debe lle­nar y que será des­ti­na­do al Minis­te­rio de Cul­tu­ra don­de tie­ne que some­ter­se a estric­tos tópi­cos de dis­cu­sión auto­ri­za­dos en su char­la con los espec­ta­do­res. Esa cen­su­ra a la liber­tad de expre­sión moti­va a que Y, cier­ta­men­te trau­ma­ti­za­do por lo que sufrió como sol­da­do en la gue­rra con El Líbano, no pue­da ocul­tar su indig­na­ción; en con­se­cuen­cia, a tra­vés de un lar­go monó­lo­go que gra­ba en su celu­lar se des­pa­cha con un incen­dia­rio dis­cur­so en don­de vuel­ca su repug­nan­cia y asco hacia el gobierno de Netan­yahu y su minis­tra de cultura.

En este film radi­cal y explo­si­vo Lapid lan­za una vez más sus dar­dos al país en que vive, aun­que la for­ma de expre­sar­lo no sea dema­sia­do sutil. Que­da cla­ro, que a tra­vés de su pro­ble­má­ti­co pro­ta­go­nis­ta quie­re expre­sar la seve­ra cri­sis exis­ten­cial que atra­vie­sa y de qué mane­ra el gobierno israe­lí va afec­tan­do su identidad.

Con una agi­ta­da pues­ta escé­ni­ca que recu­rre a varias rup­tu­ras para intro­du­cir núme­ros musi­ca­les un tan­to dis­cu­ti­bles, el ico­no­clas­ta rea­li­za­dor con­tó con la excep­cio­nal inter­pre­ta­ción de Pollak, el exce­len­te coreó­gra­fo de dan­za con­tem­po­rá­nea, quien trans­mi­te aca­ba­da­men­te la cóle­ra de un cineas­ta impo­ten­te de no poder modi­fi­car la reali­dad que lo envuelve.