Crónica de Jorge Gutman
Benediction (Gran Bretaña)
Con la elegancia, meticulosidad, preciosismo y lirismo que Terence Davies impregna a sus filmes, nuevamente esas cualidades se evidencian en su reciente trabajo abordando al poeta y escritor británico Siegfried Sassoon (1886 – 1967) a través de un relato no lineal magníficamente estructurado.
Aunque la creatividad como poeta queda testimoniada en el film, Davies ‑igualmente responsable del guión- enfatiza su aspecto humano resaltando al hombre acosado por los recuerdos del impacto vivido como oficial del ejército británico en la Primera Guerra Mundial.
Durante el conflicto bélico, Sassoon (Jack Lowden) es condecorado como héroe de guerra por su valentía y destacada actuación; no obstante, al haber contemplado el sacrificio de innumerables vidas acribilladas en las trincheras, después de haber finalizado su período de convalecencia frente a sus superiores critica a su país por continuar participando en la guerra. Gracias a las conexiones de su amigo Robbie Ross (Simon Russell Beale) él evita ser juzgado en una corte marcial pero en cambio es enviado a una clínica psiquiátrica en Escocia para que sea objeto de un tratamiento adecuado, a pesar de ser dueño de una completa claridad mental. En el establecimiento hospitalario conoce a Wilfred Owen (Matthew Tennyson), un paciente que le ofrece su poema “Disabled” para que lo juzgue; la conexión que mantiene con Owen tanto en lo personal como en el terreno intelectual lo inspirará para llegar a ser un eminente poeta donde varias de sus poesías están basadas en su experiencia vivida en el frente de batalla.
En otros aspectos de su vida el relato considera sus desengaños amorosos con hombres, especialmente con el actor Ivor Novello (Jeremy Irvine) y posteriormente con el joven aristócrata Stephen Tennant (Calam Lynch); con todo, a fin de cubrir las apariencias Sasson contrae matrimonio con la joven Hester (Kate Phillips).
En la etapa otoñal de su existencia, se contempla a Siegfried (Peter Capaldi) acompañado de Hester (Gema Jones) y de su hijo adulto George (Richard Goulding). Tratando de encontrar un verdadero sentido a su vida no puede borrar de su memoria los horrores de la guerra, como asimismo sus vínculos homosexuales; de algún modo busca su redención en la religión con su conversión al catolicismo, actitud severamente criticada por su hijo.
Con suma precisión, en su narración Davies intercala importante material de archivo filmado ilustrando los horrores de la Primera Guerra Mundial como así también apela a la voz en off recitando los poemas antibélicos de su protagonista. Queda como resultado un valioso film imbuido de dolor, tristeza y melancolía exponiendo a un reconocido poeta que no obstante su éxito profesional resultó insatisfecho por no haber alcanzado con plenitud lo que se había propuesto.
Así como el realizador británico ofreció un excelente retrato de la poeta americana Emily Dickinson en A Quiet Passion,(2016), con Benediction nuevamente se consagra describiendo la compleja personalidad de su antibelicista compatriota.
Unclenching The Fists (Rusia)
La realizadora Kira Kovalenko aborda un drama familiar en el que una muchacha intenta en su proceso de iniciación liberarse del medio en que vive para ser dueña de sí misma, sin que nadie decida por ella.
El relato se desarrolla en Mazur, un pueblo minero ubicado en la región sureña rusa de Osetia del Norte, donde reside Ada (Milana Aguzarova) quien huérfana de madre convive con su padre Zaur (Alik Karaev) y su hermano menor Dakko (Khetag Bibilov). El desolado e inhóspito lugar no ofrece a la joven incentivo alguno al estar acarreando una existencia gris y monótona. Para peor, su vida está regida por su padre sobreprotector y decididamente hostil quien además de retenerle el pasaporte le niega darle la llave del departamento en donde habitan y solo le permite que salga cuando debe dirigirse a su trabajo en una pequeña tienda de comestibles.
En esa especie de cárcel que constituye su hogar ella no puede obtener ayuda del inmaduro Dakko ni tampoco de su cortejante Tamik (Arsen Khetagurov). La única esperanza de emancipación está en Akim (Sosian Khugaev), su hermano mayor que logró escapar de su padre al haber encontrado un trabajo en Rostov y que ahora ha regresado al pueblo; sin embargo la inestabilidad mental de Ada como resultado de su estrés emocional complica la situación.
La muy buena fotografía de Pavel Fomintsev permite captar plenamente el medio ambiente claustrofóbico en que transcurre la acción y su repercusión en la conducta de sus personajes. Con una eficiente puesta escénica, Kovalenko que además es la coguionista del film ha logrado que sus actores, especialmente Aguzarova y Karaev, transmitan un intenso realismo a sus personajes en esta perturbadora y sofocante historia en donde se insinúa cierto nivel de incesto en la relación de la joven con sus hermanos.
El talento de la realizadora ha sido reconocido en el último festival de Cannes cuyo trabajo obtuvo el premio al mejor film exhibido en la sección Un Certain Regard.
7 Prisioneiros (Brasil)
El director brasileño Alexandre Moratto después de haber obtenido varios premios por Socrates (2018), su primer largometraje, ahora entrega un sólido drama de connotación moral.
El guión del realizador con la colaboración de Thayná Mantesso presenta a Mateus (Christian Malheiros), un muchacho de 18 años viviendo humildemente con su madre y hermanas en la región rural de Catanduva; gracias a la gestión de un intermediario local ha conseguido un empleo en Sao Paulo donde aguarda lograr un mejor futuro. Después de despedirse de los suyos es transportado junto con otros muchachos de similar condición social a la gran metrópoli; al llegar a destino comprueban que el lugar de trabajo es un gran depósito de chatarra. Allí son recibidos por Luca (Rodrigo Santoro), el gerente del local, quien les retiene la documentación de identidad y les señala que en poco tiempo más recibirán el formal contrato de trabajo. Después de pocos días de extenuada labor los 7 trabajadores reclaman sus salarios y es ahí donde Luca con máxima severidad les señala que ellos deberán previamente cancelar la deuda pendiente generada por el transporte a la ciudad, la comida que se les brinda y el precario alojamiento en ese mismo lugar. Dándose cuenta que han sido engañados, intentan escapar pero se encuentran impedidos de salir al exterior del inmenso taller como al propio tiempo Luca les retiene sus celulares y además les amenaza que atentará contra sus familiares si acaso persisten en abandonar el trabajo. Es así que de hecho comprueban que están prisioneros e incomunicados con el resto del mundo: la efímera esperanza es que podrán ser liberados una vez que con el producido de la labor realizada puedan devolver el monto adeudado.
A medida que transcurre el tiempo y la situación se va deteriorando, Mateus opta por negociar con Luca haciéndole ver que él logrará que su grupo incremente la productividad de la empresa. Es así que va obteniendo una mayor libertad, al propio tiempo que les hace ver a sus compañeros que tratando de ganar la confianza del patrón, podrá sacarlos de su encierro. La eficacia e inteligencia de Mateus le permite avanzar progresivamente en la firma obteniendo importantes privilegios pero es entonces cuando la lealtad y solidaridad hacia su grupo se desvanece por completo.
Moratto crea un ponderable thriller que se intensifica con la progresión del relato. A través del mismo efectúa una severa denuncia al tráfico humano que aquí se ejemplifica con jóvenes provenientes de sectores pobres y sin mayor formación quienes en procura de un mejor empleo terminan convirtiéndose en meros esclavos de una moderna sociedad. Simultáneamente queda expuesto cómo los intereses económicos en juego ‑en este caso el de la empresa de chatarra- generan una criminal asociación con mafiosos, políticos y corruptos guardianes de la ley.
En el buen elenco se destacan Santoro como el implacable explotador carcelero y Malheiros brindando total notable convicción al personaje protagónico que habiendo logrado su libertad carga sobre su conciencia el conflicto moral por su deslealtad y ausencia de solidaridad hacia sus compañeros de trabajo.
Con una narración concisa y dinámica el realizador ha logrado un magnífico film en donde el espectador se involucra por completo con la suerte de sus personajes.
I’m Your Man (Alemania)
En esta película la directora Maria Schrader ofrece una historia que cautiva por su notable originalidad.
Si este film hubiese sido realizado a mediados del siglo pasado habría sido categorizado como una comedia de ciencia ficción o acaso como una fantasía bien elaborada. Con el increíble avance tecnológico registrado en las últimas décadas, lo que ofrece la realizadora en su excelente guión escrito con Jan Schomburg bien podría acontecer en un futuro cercano.
La acción transcurre en Berlín donde se sale al encuentro de la antropóloga Alma (Maren Eggert) quien trabaja en el renombrado Museo de Pérgamo. Con el propósito de reunir los fondos necesarios para su próxima investigación ella acepta el desafío de someterse a un singular experimento; el mismo consiste en convivir durante tres semanas con Tom (Dan Stevens), un robot especialmente programado, debiendo observar su comportamiento a fin de determinar si acaso se ha logrado el hombre perfecto que pueda integrarse a la sociedad. A todo ello es necesario precisar que la supervisora de Alma (Sandra Hüller) ha sido igualmente concebida en un laboratorio científico.
En un comienzo, Alma no se siente muy cómoda en su hogar con la presencia del peculiar anfitrión viéndolo poner orden en su biblioteca, preparándole el desayuno, tratando de halagarla y complacerla en todo sentido, pero a pesar de que ella evita sentirse atrapada por el bello androide que tiene delante suyo, poco a poco va cambiando de actitud hasta llegar al punto en que se genera una notable intimidad entre ambos.
En un relato que se nutre con situaciones de franco humor, la realizadora crea un sorprendente realismo al ilustrar el vuelo romántico entre el humanoide y Alma. El film se valoriza con la excepcional interpretación de Eggert ‑que le valió el premio a la mejor actriz en el festival de Berlin- y la participación de Stevens quien con magnífica precisión compone a un personaje que de manera ambigua da la sensación de adquirir la conducta de un hombre capaz de generar una emoción similar a la de un verdadero ser humano.
Aunque no ha sido la intención de la directora el plantear una temática filosófica sobre el empleo de la tecnología moderna, lo cierto es que a través de su impecable realización de manera inteligente introduce al espectador en un relevante tema. Así, del mismo modo que podemos introducir a nuestros hogares al altavoz inteligente llamado Alexa, nada fantasioso sería suponer que la inteligencia artificial sea capaz de concebir a un robot con todos los atributos de un humano tal como se contempla en el meritorio trabajo de Schrader.
AHED’S KNEE (Israel)
Habiendo obtenido en 2019 el máximo galardón en el festival de Berlín con Synonyms, el director Nadav Lapid retorna con otro drama en el que con inusitada energía expresa el sentimiento que lo anima como ciudadano israelí. Es necesario aclarar que el rodaje del film se realizó antes de que Benjamin Netanyahu dejara el cargo de Primer Ministro.
El realizador se vale de su propio guión para describir a un cineasta llamado Y (Avshalom Pollak) que decididamente es su alter ego. En la ficción, este personaje avizora como próximo proyecto filmar Ahed’s Knee basado en la vida real de Ahed Tamini, una activista palestina que sufrió una herida en su rodilla al haber sido baleada por un soldado israelí. En tanto, Y ha aceptado una invitación de Yahalom (Nur Fibak), una funcionaria del Ministerio de Cultura para la proyección de su último film en el desértico valle de Aravah donde ella reside. Después de la exhibición se ha dispuesto que el director participe en un coloquio de preguntas y respuestas con el público asistente. Mientras la proyección se efectúa Yahalom le entrega un formulario que debe llenar y que será destinado al Ministerio de Cultura donde tiene que someterse a estrictos tópicos de discusión autorizados en su charla con los espectadores. Esa censura a la libertad de expresión motiva a que Y, ciertamente traumatizado por lo que sufrió como soldado en la guerra con El Líbano, no pueda ocultar su indignación; en consecuencia, a través de un largo monólogo que graba en su celular se despacha con un incendiario discurso en donde vuelca su repugnancia y asco hacia el gobierno de Netanyahu y su ministra de cultura.
En este film radical y explosivo Lapid lanza una vez más sus dardos al país en que vive, aunque la forma de expresarlo no sea demasiado sutil. Queda claro, que a través de su problemático protagonista quiere expresar la severa crisis existencial que atraviesa y de qué manera el gobierno israelí va afectando su identidad.
Con una agitada puesta escénica que recurre a varias rupturas para introducir números musicales un tanto discutibles, el iconoclasta realizador contó con la excepcional interpretación de Pollak, el excelente coreógrafo de danza contemporánea, quien transmite acabadamente la cólera de un cineasta impotente de no poder modificar la realidad que lo envuelve.