Crónica de Jorge Gutman
LES SORCIÈRES DE SALEM. Autor: Arthur Miller – Traducción y Adaptación: Sarah Berthiaume – Dirección: Édith Patenaude – Elenco: Adrien Bletton, Luc Bourgeois, Éveline Gélinas, Mathieu Gosselin, Catherine Larochelle, Emmanuelle Luissier-Martínez, Anna Beaupré Moulounda Étienne Pilon, Sebastién Rajotte, Anna Sánchez, Elizabeth Smith y Maude Boutin St-Pierre — Escenografía: Odile Gamache – Vestuario: Cynthia St-Gelais – Maquillaje y Peinado: Florence Cornet — Iluminación: Martin Sirois – Música y Diseño Sonoro: Alexander MacSwee – Duración: 1h55 sin entreacto. Representaciones: Hasta el 27 de Noviembre en el Teatro Denise-Pelletier
Esta extraordinaria pieza concebida por el gran dramaturgo americano Arthur Miller en 1953 ha sido representada mundialmente además de haber sido trasladada al cine en varias ocasiones. Para esta ocasión es el Teatro Denise-Pelletier (TDP) quien la ofrece en una traducción y adaptación efectuada por Sarah Berthiaume.
Miller escribió esta obra como consecuencia de las falsas acusaciones y delaciones que tuvieron lugar en la década de 1950 contra las personas de ideología izquierdista, calificadas de comunistas por el senador Joseph McCarthy durante la guerra fría de Estados Unidos y la Unión Soviética. Para ello se basó en los incidentes que tuvieron lugar en Salem, Massachusetts, en 1692, donde centenares de personas fueron acusadas de brujería y algunas de las mismas juzgadas y condenadas a muerte.
El conflicto central de la trama se centra en Abigail Williams (Emmanuelle Lussier-Martínez), una joven criada que trabajando en el hogar del respetable granjero y padre de familia John Proctor (Étienne Pilon) mantiene secretamente con él una íntima relación; al ser descubierta por Elizabeth (Éveline Gélinas), la mujer de Proctor, Abigail es despedida; como acto de venganza la despechada joven inventa la historia de que Elizabeth tiene tratos con el Diablo y está implicada en brujería; eso genera la inmediata reacción del clero.
Berthiaume ha tratado de respetar el contenido de la obra pero en la medida que una mujer es la que ha sido injustamente atacada y que además un grupo de jóvenes chicas son acusadas de brujería, trata de aprovechar esta circunstancia para demostrar la existencia de una marcada misoginia. Para ello, casi al final de la representación introduce un monólogo pronunciado por Tituba (Anna Beaupré Moulounda), uno de los personajes femeninos, denunciando la realidad actual donde la mujer queda sometida a la voluntad del hombre. Aunque esta inserción ha sido efectuada para brindar a la obra un toque feminista para estar a tono con lo que predica el movimiento #metoo, esta audaz alocución está fuera de contexto a la vez que tergiversa el propósito de Miller. Cualquiera sea la lectura de la obra, queda claro que el autor no intenta denunciar la aversión hacia el sexo femenino sino atacar el fanatismo y la intolerancia del poder teocrático de la iglesia puritana de Salem del siglo 17 como metáfora del lamentable macartismo.
Édith Patenaude ha convocado un remarcable elenco que transmite con plena convicción el derrotero de los diferentes personajes; con todo, su puesta escénica no alcanza a suscitar la emoción necesaria para que llegue a estremecer. En parte ello se debe a una escenografía mínimalista poco convincente basada en paneles que se elevan y descienden para demarcar las diferentes escenas de la obra. A ello se agrega una iluminación que no siempre es funcional al contenido de la obra, como tampoco lo es el opresivo diseño sonoro del gong que en forma intermitente se escucha durante todo el espectáculo.
No obstante las observaciones apuntadas cabe apreciar el esfuerzo de producción del TDP volcado en esta antológica y sombría obra maestra cuya semejanza con la realidad actual no es meramente casual.