FNC 2022 (Segun­da Parte)

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

He aquí una rese­ña de seis fil­mes pre­sen­ta­dos en el Fes­ti­val du Nou­veau Cinéma.

Leila’s Brothers (Irán)

La cine­ma­to­gra­fía ira­ní, sin duda una de las mejo­res del con­ti­nen­te asiá­ti­co, con­ti­núa impac­tan­do a tra­vés de sus gran­des rea­li­za­do­res como lo rati­fi­ca el direc­tor y guio­nis­ta Saeed Rous­ta­yi. En su ter­cer tra­ba­jo ofre­ce un sóli­do rela­to expo­nien­do la lucha de la super­vi­ven­cia de una fami­lia en una socie­dad no igua­li­ta­ria don­de el “sál­ve­se quien pue­da” pare­ce ser la acti­tud adop­ta­da para salir a flote.

Leila’s Brothers

En su dra­má­ti­co comien­zo el rela­to mues­tra a la poli­cía de Tehe­rán repri­mien­do con vio­len­cia las mani­fes­ta­cio­nes de pro­tes­ta de obre­ros al ser des­pe­di­dos por el cie­rre de la fábri­ca don­de tra­ba­ja­ban y sin haber sido remu­ne­ra­dos duran­te 8 meses. Entre los afec­ta­dos se encuen­tra Ali­re­za (Navid Moham­mad­za­deh) quien retor­na al hogar fami­liar pre­si­di­do por el anciano padre Esmail (Saeed Pour­sa­mi­mi); allí se encuen­tran sus her­ma­nos Farhad (Moham­mad Ali Moham­ma­di), Par­viz (Farhad Asla­ni), Manou­chehr (Pay­man Maa­di) y la her­ma­na Lei­la ((Tara­neh Ali­doos­ti), quien con su tra­ba­jo es la úni­ca pro­vee­do­ra de ingre­sos del humil­de núcleo familiar.

Es intere­san­te la for­ma en que Rous­ta­yi des­cri­be la diná­mi­ca de esta fami­lia en don­de la preo­cu­pa­ción mayor de Esmail es la de here­dar el hono­ra­ble car­go de Patriar­ca del Clan que que­dó vacan­te como con­se­cuen­cia de la muer­te de su ante­ce­sor. Para ello, según una ances­tral tra­di­ción, el anciano debe apor­tar una impor­tan­te suma de dine­ro que será entre­ga­da en oca­sión de la boda del nie­to del falle­ci­do patriar­ca. Ese ges­to con­lle­va­rá impre­vi­si­bles con­se­cuen­cias cuan­do Lei­la des­cu­bre que no obs­tan­te la débil situa­ción finan­cie­ra de la fami­lia, su padre ha uti­li­za­do fon­dos que tenía bien escon­di­dos a fin de “com­prar” el anhe­la­do títu­lo; es así como que­da refle­ja­do el egoís­ta de Esmail a quien poco le impor­ta la suer­te de sus hijos a fin de lograr su obje­ti­vo. A todo ello, Lei­la, la más madu­ra de la fami­lia, a pesar de que por su con­di­ción feme­ni­na no es obje­to del tra­to que mere­ce, pro­po­ne a sus her­ma­nos comen­zar un nego­cio que pue­da res­ca­tar­los de la pobreza.

Median­te una den­sa narra­ti­va, el rea­li­za­dor intro­du­ce varios acon­te­ci­mien­tos que refle­jan el enfren­ta­mien­to que se pro­du­ce entre los miem­bros de esta fami­lia dis­fun­cio­nal. Con inusi­ta­da vera­ci­dad, expo­ne el nivel de corrup­ción exis­ten­te que se va gene­ran­do en algu­nos de sus per­so­na­jes, como es el caso de Farhad invo­lu­crán­do­se en la ven­ta de auto­mó­vi­les pre­pa­ga­dos que no son entre­ga­dos a sus des­ti­na­ta­rios. De hecho, el film cons­ti­tu­ye el espe­jo de una socie­dad empo­bre­ci­da cuyo fun­cio­na­mien­to deja bas­tan­te que desear. Remi­tien­do de algún modo al cine de Asgar Farha­di en ‘A Hero’ con sus vuel­tas y giros ines­pe­ra­dos, Rous­ta­yi deja una exce­len­te impre­sión con este remar­ca­ble melodrama.

Dias­po­ra (Cana­dá)

El títu­lo del film alu­de al des­pla­za­mien­to que cier­tas per­so­nas se ven obli­ga­das a rea­li­zar aban­do­nan­do su lugar de ori­gen por dife­ren­tes razo­nes para encon­trar una mejor vida en otros rin­co­nes del mun­do. Es eso lo que des­cri­be el direc­tor Deco Daw­son ilus­tran­do el caso de una joven ucra­nia­na que deja su país alber­gan­do un futu­ro más aus­pi­cio­so en Canadá.

Ella es Eva (Yullia Guzh­va) quien en las pri­me­ras imá­ge­nes del film se la ve lle­gan­do a Win­ni­peg pro­ce­den­te de Ucra­nia y alo­ján­do­se en la vivien­da de un edi­fi­cio veni­do a menos.

Diás­po­ra

El rela­to trans­cu­rre duran­te los dos pri­me­ros meses de su esta­día cana­dien­se en don­de ella tra­ta de fami­lia­ri­zar­se con la ciu­dad en que habi­ta. No domi­nan­do el idio­ma inglés, tra­ta de valer­se con su len­gua mater­na ya sea en los dife­ren­tes nego­cios que visi­ta, al efec­tuar sus com­pras, los res­tau­ran­tes que fre­cuen­ta como así tam­bién en la fábri­ca tex­til don­de encuen­tra un tra­ba­jo como costurera.

En pro­cu­ra de un con­tac­to humano, Eva lo logra con Vil­mos (Mateo Gubec), un joven croa­ta a quien cono­ce en un club noc­turno y con quien ini­cia una rela­ción sen­ti­men­tal a pesar de hablar idio­mas dife­ren­tes, así como encuen­tra afec­to y amis­tad en Cho­na (Eva Sar­le), una com­pa­ñe­ra de trabajo.

A tra­vés de un enfo­que neo­rrea­lis­ta el novel rea­li­za­dor tra­ta de ilus­trar la expe­rien­cia de una inmi­gran­te en el mar­co de una cul­tu­ra dife­ren­te a la de su país de ori­gen. Sin embar­go, lo que resul­ta extra­ño es retra­tar a Eva en algu­nas situa­cio­nes un tan­to absur­das; eso se mani­fies­ta en la esce­na en que acu­de al lugar de tra­ba­jo de Vil­mus for­zán­do­lo a hacer el amor en tan­to que él se sien­te natu­ral­men­te incó­mo­do; tam­po­co resul­ta com­pren­si­ble la acti­tud de esta chi­ca al entrar a una igle­sia ucra­nia­na orto­do­xa y ante la mira­da ató­ni­ta del cura (Ken­neth Sala­zar) salir pre­ci­pi­ta­da­men­te sin que exis­ta razón que lo justifique.

Esta his­to­ria, muy bien fil­ma­da en los autén­ti­cos luga­res del dis­tri­to nor­te de Win­ni­peg, ado­le­ce de algu­nos pro­ble­mas. En pri­mer lugar su exce­si­va dura­ción se mani­fies­ta a tra­vés de esce­nas repe­ti­ti­vas que se van suce­dien­do en el reco­rri­do que Eva efec­túa por las calles de la ciu­dad, afec­tan­do su flui­dez. El otro aspec­to es que en los encuen­tros que esta joven rea­li­za con gen­te que se expre­sa en dife­ren­tes idio­mas, hay esca­sos sub­tí­tu­los que per­mi­tan al espec­ta­dor seguir los diá­lo­gos. Asi­mis­mo, a lo lar­go del metra­je no que­da refle­ja­do que su pro­ta­go­nis­ta se encuen­tre deso­la­da o tris­te; ese esta­do aní­mi­co solo se reve­la en los últi­mos minu­tos del rela­to cuan­do al visi­tar una libre­ría ucra­nia­na con­ver­sa con su due­ña del mis­mo ori­gen (Mar­ga­ret Saray), expre­sán­do­le su sole­dad y cuán­to año­ra a su fami­lia y a Ucrania.

Con un des­en­la­ce deci­di­da­men­te extra­ño que­da como balan­ce un retra­to no dema­sia­do pro­fun­do de la diás­po­ra de Eva, sin que gene­re la empa­tía nece­sa­ria para lle­gar a emocionar.

La Edad Media (Argen­ti­na)

En la era de la pan­de­mia no resul­ta extra­ño que algu­nos direc­to­res hayan con­si­de­ra­do este des­afor­tu­na­do pro­ble­ma como foco cen­tral de un rela­to, tal como lo han hecho Ale­jo Mogui­llansky y su espo­sa bai­la­ri­na y coreó­gra­fa Lucia­na Acu­ña; ade­más de ser los rea­li­za­do­res de este film son tam­bién los res­pon­sa­bles del guión com­par­ti­do con Wal­ter Jacob y asi­mis­mo sus acto­res en com­pa­ñía de la encan­ta­do­ra hiji­ta Cleo que asu­me el rol protagónico.

La Edad Media

El fic­cio­nal guión ubi­ca a la fami­lia Mogui­llansky en el piso en el que habi­ta tra­tan­do de ajus­tar­se al obli­ga­to­rio con­fi­na­mien­to duran­te la pan­de­mia; apar­te del aspec­to finan­cie­ro de tener que afron­tar el pago de fac­tu­ras que se acu­mu­lan sin obte­ner reales ingre­sos, eso se com­ple­men­ta con las con­se­cuen­cias de no poder seguir tra­ba­jan­do nor­mal­men­te. Mien­tras que Lucia­na impar­te cla­ses via zoom ali­vian­do en par­te su frus­tra­ción por haber sido can­ce­la­das sus actua­cio­nes de bai­la­ri­na en Holan­da, Ale­jo pro­si­gue su tra­ba­jo, recu­rrien­do a con­fe­ren­cias de video y fil­man­do a la dis­tan­cia una ver­sión de la céle­bre pie­za de Samuel Bec­kett Espe­ran­do a Godot. 

En tan­to que sus padres se encuen­tran absor­bi­dos en lo suyo, la peque­ña Cleo tra­ta de com­ba­tir su abu­rri­mien­to leyen­do la obra de Bec­kett, meta­fó­ri­ca­men­te espe­ran­do que algo suce­da; ade­más al estar encan­di­la­da obser­van­do la luna, su pro­pó­si­to es el de adqui­rir un teles­co­pio; para con­se­guir el dine­ro se vin­cu­la con un moto­ci­clis­ta (Lisan­dro Rodrí­guez) quien se ocu­pa de ven­der­le valio­sos obje­tos que la niña va sus­tra­yen­do de la casa sin que sus padres se aper­ci­ban de lo que está haciendo.

Al pro­me­diar el rela­to, los cineas­tas gene­ran un cam­bio en su narra­ti­va en la que la come­dia ini­cial deja su tono rea­lis­ta cedien­do lugar a otra de slaps­tick, en don­de que­dan resal­ta­dos los inten­sos movi­mien­tos cor­po­ra­les de Luciana.

Mogui­llansky y Acu­ña van tran­si­tan­do por un sen­de­ro expe­ri­men­tal que aun­que un poco des­equi­li­bra­do de todos modos no deja de ser inge­nio­so. Si algu­na refle­xión deja este film es la que efec­túa Lucia­na al pre­gun­tar­se cómo pue­de evo­lu­cio­nar la crea­ti­vi­dad artís­ti­ca den­tro de las cir­cuns­tan­cias difí­ci­les que se están vivien­do. Final­men­te, a nivel acto­ral lo más des­ta­ca­ble es la natu­ra­li­dad, viva­ci­dad y picar­día que impri­me Cleo a su fic­ti­cio per­so­na­je quien en com­pa­ñía de su perra Jua­na sabe cómo con­quis­tar al públi­co que la observa.

Des­vío de Noche (Cana­dá-Méxi­co)

La direc­to­ra cana­dien­se Aria­ne Falar­deau St-Amour y el rea­li­za­dor fran­cés Paul Cho­tel se unen para ofre­cer en su pri­mer lar­go­me­tra­je una sin­gu­lar expe­rien­cia sensorial.

Des­vío de Noche

En el guión de los cineas­tas se obser­va a una perio­dis­ta de Que­bec (Marie Bras­sard) quien se sumer­ge en los recuer­dos de su recien­te inves­ti­ga­ción que la ha trans­por­ta­do a una aldea ubi­ca­da en la cos­ta occi­den­tal de Méxi­co a fin de des­cu­brir el mis­te­rio de la des­apa­ri­ción de la pro­me­te­do­ra pati­na­do­ra artís­ti­ca meji­ca­na Vio­le­ta Mar­tí­nez. Con la voz en off se sigue el pro­ce­so de su bús­que­da que impli­ca entrar en con­tac­to con algu­nos de los mora­do­res del lugar don­de nació Vio­le­ta; sin embar­go, sur­gen algu­nos impe­di­men­tos por­que nadie tie­ne recuer­dos de ella como así tam­po­co pue­den agre­gar infor­ma­ción sobre cómo la joven apren­dió a pati­nar sobre hie­lo en una región tro­pi­cal. Si bien uno cree que ése es el tema del film a los 52 minu­tos de dura­ción de un rela­to de poco más de hora y media apa­re­ce el títu­lo del film Des­vío de Noche en don­de se des­vía la aten­ción de la his­to­ria ori­gi­nal de Vio­le­ta para cen­trar­la en la de su padre Juan Martínez.

La mini­ma­lis­ta narra­ción es la excu­sa para ilus­trar algu­nas de las supers­ti­cio­nes y leyen­das de los luga­re­ños pero la soli­dez del film resi­de en su aspec­to for­mal a tra­vés de las envol­ven­tes imá­ge­nes cap­ta­das por la foto­gra­fía de St-Amour acom­pa­ña­das de los soni­dos natu­ra­les de la sel­va duran­te las horas noc­tur­nas que son logra­das por la nota­ble con­cep­ción sono­ra de Samuel Gag­non-Thi­bo­deau. En esen­cia, a tra­vés de una pes­qui­sa mis­te­rio­sa se asis­te a un buen tra­ba­jo expe­ri­men­tal de los nove­les rea­li­za­do­res que aun­que de fic­ción adquie­re un fas­ci­nan­te viso documental.

Plan 75 (Japón-Fili­pi­nas-Fran­cia-Qatar)

En su ópe­ra pri­ma, la rea­li­za­do­ra Chie Haya­ka­wa abor­da en Plan 75 un deli­ca­do tema como es el de la euta­na­sia a tra­vés de un rela­to futu­ris­ta que no obs­tan­te podría refe­rir­se al momen­to actual.

Plan 75

Tenien­do en cuen­ta que Japón es uno de los paí­ses del mun­do con mayor pobla­ción de gen­te de la ter­ce­ra edad, la his­to­ria se refie­re a un pro­gra­ma del gobierno japo­nés apro­ba­do por el par­la­men­to por el cual se invi­ta a los habi­tan­tes de 75 años y más para some­ter­se volun­ta­ria­men­te a poner dig­na­men­te fin a su exis­ten­cia; para ello no se requie­re de nin­gún examen médi­co como tam­po­co es nece­sa­rio obte­ner el per­mi­so de la familia.

Estruc­tu­ra­do a tra­vés de tres his­to­rias para­le­las, la más impor­tan­te es la que cen­tra­li­za la aten­ción en Michi,(Chieko Baisho); ella es una apa­ci­ble y dul­ce dama sin fami­lia que no obs­tan­te su edad sigue tra­ba­jan­do como cama­re­ra en un hotel; ente­ra­da del men­cio­na­do plan no tie­ne inten­ción algu­na de some­ter­se al mis­mo. Sin embar­go, la situa­ción tien­de a cam­biar cuan­do sabe que su casa será demo­li­da, uni­do al hecho de que­dar des­em­plea­da afec­tán­do­la eco­nó­mi­ca­men­te y por si fue­ra poco su mejor ami­ga aca­ba de morir; en con­se­cuen­cia acep­ta adhe­rir­se al plan.

Simul­tá­nea­men­te se asis­te al meticu­loso tra­ba­jo que rea­li­za el joven Hiro­mu (Haya­ta Iso­mu­ra) quien está ocu­pa­do de pro­mo­cio­nar el pro­gra­ma en cues­tión; su sor­pre­sa es mayor cuan­do com­prue­ba que su anciano tío enfer­mo acep­ta unir­se al plan. La ter­ce­ra his­to­ria y la de menor sig­ni­fi­ca­ción enfo­ca a Maria (Ste­fa­nie Arian­ne) una inmi­gran­te fili­pi­na que tra­ba­ja en el sitio en que se efec­túa la euta­na­sia y tie­ne como pro­pó­si­to poder traer de Fili­pi­nas a su peque­ña hija; para ello habrá de recu­rrir a un sin­gu­lar ardid.

Impreg­na­da de melan­co­lía y sin caer en un arti­fi­cio­so sen­ti­men­ta­lis­mo la novel direc­to­ra entre­ga una come­dia dra­má­ti­ca que aun­que no com­ple­ta­men­te pare­ja atrae la aten­ción por su temá­ti­ca; con todo, su visión resul­ta­rá un tan­to depri­men­te para quie­nes atra­vie­san la eta­pa cre­pus­cu­lar de su exis­ten­cia en don­de según el rela­to debe­rían ser descartables.

Alca­rràs (Espa­ña)

La exce­len­te direc­to­ra espa­ño­la Car­la Simon se con­sa­gró inter­na­cio­nal­men­te en 2017 con su pri­mer remar­ca­ble lar­go­me­tra­je Verano 1993 y aho­ra repi­te su éxi­to en este mara­vi­llo­so film que fue dis­tin­gui­do con el Oso de Oro en el fes­ti­val de Ber­lin de este año. Sin lugar a dudas se tra­ta de una joya cine­ma­to­grá­fi­ca en la que Simon abor­da aspec­tos de su vida fami­liar en esta suer­te de semi autobiografía.

Alca­rràs

El esce­na­rio es pre­ci­sa­men­te Alca­rràs, un peque­ño pue­blo de 9000 habi­tan­tes que viven de la acti­vi­dad agrí­co­la cul­ti­van­do fru­tas de mane­ra arte­sa­nal. Es allí don­de se sale al cru­ce de 3 gene­ra­cio­nes de la fami­lia Sole habi­tan­do un fun­do cuya tie­rra en la que tra­ba­jan duran­te 80 años ha sido cedi­da por los inte­gran­tes de la acau­da­la­da fami­lia Pin­yol al bisa­bue­lo por haber­los pro­te­gi­do duran­te la cruen­ta gue­rra civil; es aho­ra que el anciano abue­lo admi­te que no ha habi­do nin­gún docu­men­to o con­tra­to escri­to de esa adju­di­ca­ción. Ese hecho ten­drá con­se­cuen­cias nega­ti­vas cuan­do los here­de­ros del clan Pin­yol deci­den implan­tar pla­cas sola­res que si bien cons­ti­tu­yen una impor­tan­te fuen­te de ener­gía pue­den impli­car la des­apa­ri­ción del mun­do rural.

Con gran sen­si­bi­li­dad la rea­li­za­do­ra median­te su pro­pia expe­rien­cia refle­ja qué es lo que sig­ni­fi­ca vivir en el cam­po labran­do la tie­rra y cómo los inte­gran­tes de esa gran fami­lia inte­gra­da por el abue­lo, la tía abue­la, los padres, hijos mayo­res y los más peque­ños com­par­ten con amor y ter­nu­ra su exis­ten­cia en los momen­tos de ale­gría como así tam­bién las penas que emer­gen al afron­tar sus dificultades.

Para narrar esta his­to­ria Simon se ha vali­do de un con­jun­to de acto­res no pro­fe­sio­na­les quie­nes trans­mi­ten com­ple­ta auten­ti­ci­dad a los roles asig­na­dos per­mi­tien­do así que el espec­ta­dor se iden­ti­fi­que con sus per­so­na­jes. En suma, la direc­to­ra ha logra­do un mag­ní­fi­co retra­to de un pue­blo como así tam­bién resal­ta el sóli­do lazo de la fami­lia a tra­vés de un rela­to que sin gol­pes bajos lle­ga a con­mo­ver. Sin duda éste es uno de los mejo­res fil­mes del año que repre­sen­ta­rá a Espa­ña para com­pe­tir en la carre­ra del Oscar en la cate­go­ría de Mejor Pelí­cu­la Internacional.

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