THE ZONE OF INTEREST. Estados Unidos-Gran Bretaña-Polonia, 2023. Un film escrito y dirigido por Jonathan Glazer. 105 minutos
En su libro Eichman en Jerusalén publicado en 1963, la memorable filósofa alemana Hannah Arendt acuñó la frase “la banalidad del mal” como consecuencia de haber descripto el proceso judicial a Adolf Eichman en Jerusalén en 1961.
La acotación precedente viene al caso porque en su cuarta película el realizador Jonathan Glazer considera en The Zone of Interest la trivialidad maligna a través del retrato de Rudolf Höss quien ha sido el comandante del campo de concentración de Auschwitz.
El guión del realizador está basado en la novela homónima de Martin Amis publicada en 2014 y si bien la misma es de ficción, el relato adopta un enfoque más asemejado a un documental. Después de dos minutos en que aparece la pantalla en negro acompañada con una música electrónica de tono lúgubre, la primera escena presenta a una familia disfrutando de un picnic a la orilla de un lago. Recién al regresar al hogar sabemos que allí viven Höss (Christian Friedel) con su esposa Hedwig (Sandra Hüller) y sus cinco hijos. La suntuosa casona en Auschwitz cuenta con estupendos jardines, piscina, juegos para los niños y lo que se contempla es un paraje idílico que alberga a una familia feliz. Claro está que el muro de la vivienda oculta lo que transcurre en su parte exterior, específicamente en el campo de concentración y exterminio nazi.
La mayor parte del film refleja a través de episódicas secuencias la vida cotidiana de esa familia donde en un principio se celebra el cumpleaños de Rudolf. Posteriormente se lo ve a él despidiéndose de su mujer para ir a su trabajo así como recibiendo en su casa a ingenieros que le muestran nuevos métodos para un nuevo crematorio a fin de implementar mejor la denominada “solución final” de los judíos propugnada por Hitler. En sus ratos disponibles juega con los niños, se sumerge con ellos en el lago, los pasea en bote y además como excelente padre por la noche suele leerles cuentos infantiles para que puedan dormirse plácidamente.
Por su parte, Hedwig además de probarse ropa seguramente sustraída de condenadas prisioneras, dirige e imparte órdenes a su numeroso plantel de servicio y socialmente se reune con sus amigas. Asimismo se ocupa con esmero en cuidar las plantas y flores de sus bellos jardines que con todo orgullo le enseña a su madre (Imogen Kogge) que está de visita y que también goza del idílico lugar. Todo es tan perfecto que su marido la considera la “reina de Auschiwitz”.
La armonía de la pareja mantenida durante los 17 años de matrimonio alcanza un momento de tensión cuando Rudolf recibe la orden de ser transferido a Berlín con un cargo superior y Hedwig se opone rotundamente a dejar de lado su vida idílica donde habita, rogando a su marido que haga lo posible para evitar el traslado. Es allí donde ella descarga su frustración tratando agresivamente a una de sus empleadas domésticas.
Afortunadamente Glazer no muestra la tragedia que transcurre del otro lado del muro pero que uno lo imagina en la medida que el remarcable diseño de sonido de Johnnie Burn permite que se escuche el ruido de los ferrocarriles arribando con nuevos prisioneros y algunos gritos de las víctimas; asimismo visualmente se aprecia el humo generado por la incineración de los cadáveres de prisioneros exterminados.
En general, la cámara del realizador agraciada con la estupenda fotografía de Lukasz Zal se mantiene distante de sus protagonistas evitando que pueda existir empatía alguna con los mismos. Ese tratamiento un tanto frío afecta la carencia de emoción que podría naturalmente desprenderse cuando se aborda la tragedia del Holocausto; sin embargo eso es lo que justamente se propone Glazer al pintar cómo un hombre que demuestra ser un excelente padre y esposo y hasta capaz de querer a su caballo como si se tratara de un hijo más, muestra su malevolencia como comandante dirigiendo el exterminio humano como si se tratara de cualquier noble tarea.
En líneas generales, se asiste a un drama considerablemente perturbador y que aunque un tanto repetitivo está bien realizado, contando con un elenco de irreprochable nivel. Lo más trascedente de este film distinguido con el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2023, es su relevancia al comprobar que la tragedia de Auschwitz no ha eliminado el nivel de antisemitismo vigente así como el ominoso fascismo prevaleciente en varias regiones del mundo. Jorge Gutman
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