CIVIL WAR. Estados Unidos, 2024. Un film escrito y dirigido por Alex Garland. 109 minutos.
El realizador y guionista de Alex Garland transporta al espectador en un drama distópico centrando su atención en Estados Unidos, un país sumergido en plena guerra civil. Al hacerlo, el realizador apela a una violencia tan descarnada como pocas veces se ha mostrado en la historia del cine.
El relato comienza con el presidente americano (Nick Offerman) ensayando su discurso que dirigirá al país, donde destaca la gran victoria del gobierno federal lograda frente a los insurrectos estados de California, Texas y a punto de hacerlo Florida, que han decidido separarse del país. De inmediato la acción se desplaza a New York donde la devota fotógrafa periodista Lee (Kirsten Dunst) capta con su cámara la tremenda lucha desplegada en las calles por la policía contra cientos de manifestantes; es allí donde también se encuentra la joven Jessie (Cailee Spaeny) quien como aspirante a fotógrafa reportera trata de imitar a Lee a quien mucho admira por la pasión volcada en su profesión. Habiendo posteriormente eludido el tumulto, Lee acompañada del sagaz reportero Joel (Wagner Moura) y de Sammy (Stephen McKinley Henderson), un veterano periodista de The New York Times, deciden trasladarse en coche a Washington D.C. a fin de entrevistar al presidente para obtener su opinión acerca de lo que acontece en el país; en ese viaje Jessie consigue que la acepten como integrante del grupo en cumplimiento de la misión perseguida.
A partir de allí comienza un largo recorrido atravesando Pensilvania, West Virginia, Virginia y Charlottesville, donde los viajeros enfrentan numerosos peligros frente al horror generado por militares bien armados disparando bárbaramente a quienes encuentran en la ruta. Así se visualizan personas colgadas con sus rostros ensangrentados, centenares de cuerpos abatidos y matanzas despiadadas. Una vez llegado a destino, el grupo observa a la ciudad de Washington envuelta en llamas; con todo el horror alcanza su máxima expresión cuando los visitantes penetran en la Casa Blanca encontrándola completamente descabellada, con militares infiltrados matando a más no poder y con cadáveres desparramados en los suelos de quienes han sido asesinados.
La historia concebida por Garland resulta absolutamente irrealista y desprovista de contenido político, dado que no hay indicios que permitan suponer si las víctimas o victimarios son demócratas, republicanos o independientes, así como tampoco se explicitan las causas de la fracturada América.
Mediante este ficticio relato no es difícil vislumbrar la intención del realizador en querer mostrar hasta donde puede llegar el país frente a la actual polarización del pueblo americano; sin embargo, la forma de su exposición resulta muy discutible porque con escasa sutileza recurre a desmesurados excesos de violencia sin que se llegue a saber quiénes son los enemigos de la nación.
Una vez más el cine refleja la dedicación de apasionados periodistas que arriesgan su vida en los campos de guerra con el propósito de testimoniar lo que ocurre. Pero aquí no se sabe cuál es la audiencia o a cuáles medios de difusión reportan los cronistas de esta historia.
Con una débil caracterización de los personajes y una narración poco atractiva, los valores del film residen fundamentalmente en las muy buenas actuaciones de Dunst, Moura, Spaeny y McKinley Henderson, así como en los aspectos técnicos que incluyen el excelente diseño de producción de Caty Maxey y la lograda fotografía de Rob Hardy. Jorge Gutman