Fil­mes Eva­lua­dos en el TIFF (2)

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

Ernest Cole, Lost and Found (Esta­dos Uni­dos). Documentaries

ERNEST COLE, LOST AND FOUND

El remar­ca­ble direc­tor hai­tiano Raoul Peck, quien fue­ra un des­ta­ca­do polí­ti­co en su país natal para dedi­car­se pos­te­rior­men­te al cine, ya ha dado mues­tras de su talen­to abor­dan­do per­so­na­li­da­des que con­si­de­ra­ron el tema de la dis­cri­mi­na­ción racial. Así en el docu­men­tal I Am Not Your Negro (2016) con­si­de­ró el pro­ble­ma del racis­mo en Esta­dos Uni­dos, a tra­vés de James Bald­win (1924 – 1987), un emi­nen­te escri­tor e inte­lec­tual afro­ame­ri­cano que dedi­có impor­tan­tes años de su vida a ana­li­zar este urti­can­te tema. En esta opor­tu­ni­dad Peck exa­mi­na al excep­cio­nal fotó­gra­fo suda­fri­cano Ernest Cole (1940 – 1990), exi­lia­do en Esta­dos Unidos.

En 2017 ha sido des­cu­bier­to en la bóve­da de un ban­co de Esto­col­mo más de 60 mil nega­ti­vos de fotos de Cole cap­ta­das en 35 milí­me­tros que se habían con­si­de­ra­do per­di­das; ese acon­te­ci­mien­to ha sido el moti­vo que ins­pi­ró a Peck para rea­li­zar este docu­men­tal. Para su imple­men­ta­ción el direc­tor ha ela­bo­ra­do un guión en base a escri­tos del artis­ta como asi­mis­mo reco­gien­do tes­ti­mo­nios de sus ami­gos y fami­lia­res y en espe­cial de la impor­tan­te cola­bo­ra­ción obte­ni­da de Les­lie Matlai­sa­ne, el sobrino de Cole quien tuvo a su car­go la super­vi­sión de las fotos halla­das en Sue­cia. En con­se­cuen­cia el film revi­ve a Cole a tra­vés de la remar­ca­ble voz del actor LaKeith Stan­fi­eld a car­go de la narración.

Des­de sus pri­me­ros años de exis­ten­cia Cole fue tes­ti­go de la humi­lla­ción y vejá­me­nes sufri­dos por la comu­ni­dad negra de Sudá­fri­ca quie­nes esta­ban obli­ga­dos a ganar­se su pan tra­ba­jan­do al ser­vi­cio de sus racis­tas patro­nes blan­cos. Su pasión por la foto­gra­fía moti­vó que su cáma­ra cons­ti­tu­ye­ra su ins­tru­men­to vital de tra­ba­jo y con ella fue cap­tan­do dra­má­ti­cas fotos refle­jan­do esa dis­cri­mi­na­ción. En 1966 se tras­la­da a New York y habien­do sido emplea­do por Drum Maga­zi­ne con­si­gue reco­pi­lar las fotos denun­cian­do el apartheid que fue­ron publi­ca­das en el libro Hou­se of Bon­da­ge, cuya gran reper­cu­sión lo con­vir­tió en uno de los gran­des artis­tas negros de su generación.

Sin embar­go, duran­te los pri­me­ros años de su estan­cia en la gran metró­po­li, don­de el país vive la lar­ga lucha del movi­mien­to por los dere­chos civi­les, el artis­ta cons­ta­ta que la segre­ga­ción racial hacia los afro­ame­ri­ca­nos no es muy dife­ren­te de la exis­ten­te en Sudá­fri­ca; eso lo vuel­ve a docu­men­tar con su cáma­ra al igual que en sus via­jes rea­li­za­dos a varias ciu­da­des de Esta­dos Unidos.

En esen­cia, Peck refle­ja la sole­dad y ais­la­mien­to que Cole expe­ri­men­ta al pro­pio tiem­po que sien­te una pro­fun­da nos­tal­gia por su tie­rra y el deseo de retor­nar aun­que es cons­cien­te que resul­ta impo­si­ble de hacer­lo. Simul­tá­nea­men­te el film ilus­tra los acon­te­ci­mien­tos acae­ci­dos duran­te ese perío­do en Sudá­fri­ca, así como el boi­cot inter­na­cio­nal al país por el detes­ta­ble sis­te­ma racial. Curio­sa­men­te, cuan­do nue­vos vien­tos soplan en el país afri­cano con el fin del apartheid y la libe­ra­ción de Nel­son Man­de­la en febre­ro de 1990, seis días des­pués un cán­cer cobra la vida de Cole.

El docu­men­ta­lis­ta logra un vibran­te film muy bien cons­trui­do y exce­len­te­men­te edi­ta­do por Ale­xan­dra Strauss a la vez que cons­ti­tu­ye un mere­ci­do home­na­je al memo­ra­ble artis­ta dejan­do un lega­do a las nue­vas gene­ra­cio­nes con sus anto­ló­gi­cas fotos. En los cré­di­tos fina­les se mani­fies­ta que Peck dedi­ca este tra­ba­jo “en memo­ria de todos aqué­llos que mue­ren en el exi­lio”.

Sad Jokes (Ale­ma­nia). Discovery

SAD JOKES

Des­pués de su logra­da ópe­ra pri­ma Bones and Names (2023) el direc­tor y guio­nis­ta Fabian Stumm rati­fi­ca su talen­to en su segun­do tra­ba­jo detrás de la cáma­ra y en el cual se reser­va el rol protagónico.

En su pró­lo­go el títu­lo del film hace una vaga refe­ren­cia a una rápi­da serie de chis­tes sin mucha gra­cia comen­ta­dos por varias per­so­nas, aun­que a lo lar­go del rela­to sí hay uno ver­da­de­ro alu­dien­do a que a un café depri­mi­do se lo pue­de deno­mi­nar “depres­so”. Dejan­do de lado dicho humor, la his­to­ria cobra vue­lo intro­du­cien­do a Joseph (Stumm), un direc­tor de cine gay que jun­to con su gran ami­ga Son­ya (Haley Loui­se Jones) com­par­ten la crian­za del hiji­to Pino (Jus­tus Meyer). Sin embar­go la fuer­te depre­sión que atra­vie­sa Son­ya moti­va a que deba retor­nar a la clí­ni­ca psi­quiá­tri­ca y es así que su madre (Hil­de­gard Schroed­ter) se ocu­pa de cui­dar a Pino cuan­do Joseph debe ausen­tar­se del hogar.

Hay algu­nas razo­nes para que Joseph esté preo­cu­pa­do; por un lado tra­ta de supe­rar su rup­tu­ra sen­ti­men­tal con el joven Marc (Jonas Dass­ler) y en lo que con­cier­ne a su pro­fe­sión, el guión que ha escri­to para su pró­xi­mo film no satis­fa­ce a su fac­ti­ble pro­duc­tor (Godehard Gie­se). Para­le­la­men­te, él asis­te a la cla­se de pin­tu­ra a car­go de la pro­fe­so­ra Elin (Ulri­ca Flach) don­de cono­ce a Domi­nik (Knut Ber­ger), que se desem­pe­ña como mode­lo y con quien estan­do a pun­to de vin­cu­lar­se ínti­ma­men­te en su hogar duran­te una noche, el inten­to se ve malo­gra­do por los llan­tos de Pino.

En líneas gene­ra­les, el rea­li­za­dor con­ci­be una melan­có­li­ca come­dia dra­má­ti­ca narran­do las vici­si­tu­des de su cáli­do y afec­tuo­so pro­ta­go­nis­ta; en tal sen­ti­do, Stumm como actor refle­ja muy bien el sen­ti­mien­to que lo ani­ma a fin de lograr el equi­li­brio de sus ambi­cio­nes artís­ti­cas con la res­pon­sa­bi­li­dad de asu­mir la pater­ni­dad de mane­ra casi exclu­si­va debi­do al dete­rio­ro de la salud men­tal de Son­ya. El direc­tor per­mi­te asi­mis­mo el luci­mien­to de los inte­gran­tes de su elen­co don­de espe­cial­men­te se dis­tin­gue Flach que en una esce­na vuel­ca inten­si­dad emo­cio­nal reci­tan­do un monó­lo­go de La Pasión de Jua­na de Arco de Carl Dreyer.

En los rubros de pro­duc­ción se des­ta­can temas musi­ca­les de Johann Strauss, Cho­pin, Bach, Debussy, Mozart y Schu­mann, muy bien aso­cia­dos con el con­te­ni­do del relato.

Caught by the Tides (Chi­na). Spe­cial Presentations

CAUGHT IN THE TIDES

Jia Zhang-Ke, uno de los más impor­tan­tes repre­sen­tan­tes de la sex­ta gene­ra­ción de cineas­tas chi­nos, vuel­ve a des­lum­brar con esta admi­ra­ble pelí­cu­la don­de como en otros tra­ba­jos de su valio­sa fil­mo­gra­fía echa una mira­da sobre la trans­for­ma­ción vivi­da por Chi­na a lo lar­go de las últi­mas déca­das. Al hacer­lo ofre­ce un rela­to de fic­ción que mucho se ase­me­ja a un docu­men­tal en don­de su natu­ra­le­za con­tem­pla­ti­va nutri­da de pocos diá­lo­gos se apar­ta de las carac­te­rís­ti­cas que con­fi­gu­ran a una narra­ti­va tradicional.

El film tie­ne la par­ti­cu­lar carac­te­rís­ti­ca de haber sido roda­do a lo lar­go de dos déca­das por­que si bien la fil­ma­ción pro­pia­men­te dicha ha sido efec­tua­da hace dos años, Jia ha uti­li­za­do metra­jes resi­dua­les de sus anti­guas pelí­cu­las, inclu­yen­do Unk­nown Plea­su­res (2002). Es así que nue­va­men­te se asis­te a la inun­da­ción de varias ciu­da­des que van des­apa­re­cien­do a raíz del fun­cio­na­mien­to de la gigan­tes­ca repre­sa Tres Gar­gan­tas del río Yangtze, lo que moti­vó la reubi­ca­ción de sus habitantes.

A tra­vés de un guión del rea­li­za­dor com­par­ti­do con Wan Jiahuan la his­to­ria comien­za a prin­ci­pios de siglo en la nor­te­ña ciu­dad de Datong don­de se obser­va a un gru­po de muje­res bai­lar y can­tar ani­ma­da­men­te para tra­ba­ja­do­res jubi­la­dos. En ese gru­po se halla Quiao­qiao (Zhao Tao) una atrac­ti­va joven que man­tie­ne una román­ti­ca rela­ción con Brother Bin (Li Zhu­bin) quien al poco tiem­po se ale­ja de la ciu­dad en pro­cu­ra de un mejor tra­ba­jo en otra pro­vin­cia. Cuan­do con el paso de los años Quiao­qiao no tie­ne noti­cias de su ena­mo­ra­do empren­de una bús­que­da para poder reen­con­trar­se con él.

La odi­sea atra­ve­sa­da por esta mujer está exce­len­te­men­te logra­da por Zhao Tao quien par­ti­ci­pó en varias de las pelí­cu­las del rea­li­za­dor, sien­do su musa ins­pi­ra­do­ra como asi­mis­mo su espo­sa. La artis­ta inten­sa­men­te trans­mi­te la resi­lien­cia de Quia­qiao quien silen­cio­sa­men­te se va des­pla­zan­do a lo lar­go del país car­gan­do en su inte­rior las emo­cio­nes que expe­ri­men­ta al ir cons­ta­tan­do la gran trans­for­ma­ción eco­nó­mi­ca y social de su país. Ese mis­mo sen­ti­mien­to es el que cap­ta el rea­li­za­dor quien a lo lar­go de 20 años valién­do­se de sus cáma­ras ha segui­do a la mis­ma gen­te en dife­ren­tes regio­nes de Chi­na; en ese queha­cer el cineas­ta per­mi­te que su film efec­túe una remar­ca­ble refle­xión sobre la mane­ra en que el pasa­do ha influi­do en el pre­sen­te y qué es lo que pue­de vis­lum­brar sobre el futu­ro del gigan­tes­co país.

Con esta ori­gi­nal y pal­pi­tan­te obra, Jia prue­ba una vez más ser uno de los gran­des maes­tros del cine mundial.

The Subs­tan­ce (Gran Bre­ta­ña-Esta­dos Uni­dos-Fran­cia). Mid­night Madness

THE SUBS­TAN­CE

Des­pués de haber debu­ta­do en Reven­ge (2017), la rea­li­za­do­ra fran­ce­sa Cora­lie Far­geat vuel­ve a abor­dar el géne­ro de horror con The Subs­tan­ce, una impla­ca­ble sáti­ra ilus­tran­do has­ta qué pun­to cier­tas muje­res en la eta­pa de enve­je­ci­mien­to desean reco­brar la juven­tud de sus cuer­pos aun­que para ello ten­gan que ven­der su alma al dia­blo. Ese pac­to fáus­ti­co y su reper­cu­sión es lo que Far­geat ilus­tra a tra­vés de un rela­to que le pertenece.

Es muy gra­to apre­ciar el retorno de Demi Moo­re, pro­ba­ble­men­te en la mejor actua­ción de su carre­ra, ani­man­do a Eli­sa­beth Spar­kle; en el pasa­do ella fue una con­sa­gra­da actriz de Holly­wood, en tan­to que aho­ra acer­cán­do­se a los 50 años tie­ne a su car­go un pro­gra­ma tele­vi­si­vo de gim­na­sia, a la mane­ra de lo que ofre­cie­ra Jane Fon­da. Sin embar­go el cíni­co pro­duc­tor de la emi­sión (Denis Quaid) con­si­de­ra que ella ya está pasa­da de edad y por lo tan­to es nece­sa­rio reem­pla­zar­la por alguien mucho más joven.

Fren­te a esa con­tra­rie­dad Eli­za­beth ve agra­va­da su situa­ción des­pués de haber sufri­do un casi fatal acci­den­te de auto­mó­vil. En medio de su depre­sión se impo­ne de un extra­ño pro­gra­ma por el cual pue­de reju­ve­ne­cer­se median­te la apli­ca­ción de un pro­duc­to bio­quí­mi­co. Ella no duda en some­ter­se a tal expe­ri­men­to con­sis­ten­te en inyec­tar a su orga­nis­mo un líqui­do vis­co­so, la sus­tan­cia del títu­lo; para ello, debe­rá tener en cuen­ta cier­tas ins­truc­cio­nes pre­ci­sas por las que su cuer­po com­par­ti­rá la juven­tud desea­da por espa­cio de 7 días para vol­ver a su esta­do ori­gi­nal a la sema­na siguien­te, pro­si­guien­do con la mis­ma tra­yec­to­ria cada dos sema­nas. En prin­ci­pio todo mar­cha mara­vi­llo­sa­men­te don­de su doble es la joven Sue (Mar­ga­ret Qua­lley), que adquie­re rápi­da popu­la­ri­dad con su des­par­pa­jo, irre­ve­ren­cia y sim­pa­tía. Sin embar­go, lle­ga­do a un pun­to dado esa alter­na­da con­vi­ven­cia cor­po­ral atrae­rá serias com­pli­ca­cio­nes que no resul­ta apro­pia­do detallar.

Cier­ta­men­te Far­geat ofre­ce un rela­to femi­nis­ta en don­de que­da expues­ta la sis­te­má­ti­ca miso­gi­nia impe­ran­te en cier­tos sec­to­res del mun­do de Holly­wood; así no es extra­ño que muy pocas actri­ces de edad madu­ra como el caso de las bri­llan­tes sep­tua­ge­na­rias Meryl Streep y Glenn Clo­se como tam­bién en este caso Moo­re de 61 años, aún tie­nen opor­tu­ni­dad de ofre­cer su talen­to; es por ello que la idea cen­tral de la rea­li­za­do­ra en su voraz rela­to adquie­re autén­ti­ca realidad.

La remar­ca­ble con­cep­ción escé­ni­ca de la cineas­ta, su logra­da narra­ción y las excep­cio­na­les carac­te­ri­za­cio­nes logra­das por Moo­re y Far­geat cons­ti­tu­yen los fac­to­res esen­cia­les que valo­ri­zan a The Subs­tan­ce. No obs­tan­te sus méri­tos, los exce­sos de la bru­tal vio­len­cia impreg­na­da en la par­te final del rela­to gene­ran­do un abe­rran­te baño de san­gre, debe­rían haber sido evi­ta­dos dado que eso no habría alte­ra­do el pro­pó­si­to del film.