FNC 2024 (Segun­da Parte)

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

He aquí cin­co comen­ta­rios de fil­mes pre­sen­ta­dos en el Fes­ti­val du Nou­veau Ciné­ma (FNC) que pro­si­gue en Mon­treal has­ta el 20 de octubre

Tar­des de Sole­dad (Espa­ña-Fran­cia-Por­tu­gal)

Con­si­de­ra­do como uno de los más renom­bra­dos y hete­ro­do­xos cineas­tas de Espa­ña, el cata­lán Albert Serra dis­po­ne una fil­mo­gra­fía impor­tan­te, inclu­yen­do entre otros títu­los La Mort de Louis XIV (2016), Liber­té (2919) y Paci­fic­tion (2022); con todo esta es la pri­me­ra vez que enca­ra un docu­men­tal como el que se comen­ta por el que ha obte­ni­do la Con­cha de Oro en el fes­ti­val de San Sebas­tián de este año.

Andrés Roca Rey

El tema con­si­de­ra­do es el de la tau­ro­ma­quia, común­men­te cono­ci­do como “Corri­da de Toros”, una tra­di­ción espa­ño­la que cuen­ta con innu­me­ra­bles adep­tos como tam­bién con ardien­tes detrac­to­res. Lo cier­to es que según una ley pro­mul­ga­da en noviem­bre de 2013 este depor­te es con­si­de­ra­do patri­mo­nio cul­tu­ral y digno de pro­tec­ción en todo el terri­to­rio español.

Lo per­ti­nen­te del film es que Serra, sin duda algu­na con­gra­cia­do con la tau­ro­ma­quia, ofre­ce cine­ma­to­grá­fi­ca­men­te un film deci­di­da­men­te crea­ti­vo con una pues­ta escé­ni­ca des­lum­bran­te que some­te al espec­ta­dor a un espec­tácu­lo vis­ce­ral y per­tur­ba­dor a la vez.

Para lograr su come­ti­do el direc­tor con­tó a su favor con Andrés Roca Rey, un tore­ro peruano nacio­na­li­za­do espa­ñol de 27 años que es con­si­de­ra­do como un super­as­tro en el mar­co de este san­grien­to depor­te. Sin que exis­ta comen­ta­rio alguno ni tam­po­co entre­vis­tas a su pro­ta­go­nis­ta, el docu­men­tal en casi su tota­li­dad lo enfo­ca en el rue­do fren­te a su presa.

Serra detrás de la cáma­ra y con la valio­sa cola­bo­ra­ción del direc­tor de foto­gra­fía Artur Tort Pujol, median­te un remar­ca­ble encua­dre con pri­me­ros pla­nos per­mi­te que el públi­co que con­tem­pla el film ten­ga la sen­sa­ción de hallar­se den­tro del cam­po de com­ba­te, adqui­rien­do de este modo la inmer­si­va viven­cia de lo que allí acontece.

Al comen­zar la lidia resul­ta fas­ci­nan­te obser­var a Roca Rey enfren­tan­do a la bes­tia con una mira­da desa­fian­te mien­tras rea­li­za cier­tos movi­mien­tos de pasos que podrían asi­mi­lar­se a los de un per­fec­to bai­la­rín. A con­ti­nua­ción se apre­cia la vio­len­cia emplea­da duran­te el due­lo cuan­do la espa­da de Roca Rey pro­du­ce la esto­ca­da en el ani­mal pro­vo­can­do su caí­da con un baño de san­gre que sale de sus entra­ñas para lue­go vol­ver a intro­du­cir el arma has­ta ani­qui­lar­lo por com­ple­to. Cla­ro está que en algu­nos de los encuen­tros con otros toros, Roca Rey resul­ta cor­nea­do gene­rán­do­le par­cia­les heri­das sangrientas.

En los pocos momen­tos en que el docu­men­tal se apar­ta del rodeo se obser­va al tore­ro via­jan­do en su coche pri­va­do en com­pa­ñía de los inte­gran­tes de su cua­dri­lla que lo ensal­zan con des­me­su­ra­dos elo­gios. Asi­mis­mo el docu­men­tal ilus­tra los ritua­les refe­ren­tes a la ves­ti­men­ta del barro­co y colo­ri­do tra­je que lo viste.

En esen­cia, median­te este docu­men­to Serra des­nu­da por com­ple­to los ava­ta­res de la tau­ro­ma­quia fil­man­do con majes­tuo­sa pre­ci­sión las exten­di­das secuen­cias de lucha, sin que por ello impli­que que él sea par­ti­da­rio de la cruel­dad infli­gi­da a los toros. Si algu­na obser­va­ción mere­ce este docu­men­tal es que nada se sabe de la vida per­so­nal del tore­ro aun­que eso no des­me­re­ce su calidad.

Reas (Argen­ti­na-Ale­ma­nia-Sui­za)

Con el buen ante­ce­den­te ofre­ci­do en Tea­tro de Gue­rra (2018) enfo­can­do las vici­si­tu­des atra­ve­sa­das por seis vete­ra­nos de la gue­rra de las Islas Mal­vi­nas enfren­tan­do al ban­do bri­tá­ni­co, en este docu­men­tal musi­cal la remar­ca­ble rea­li­za­do­ra Lola Arias cen­tra su aten­ción en un gru­po de ex convictos.

El Elen­co del film

Para rea­li­zar su pro­pó­si­to ella ubi­ca el rela­to en una aban­do­na­da cár­cel de Bue­nos Aires, obran­do de ver­da­de­ro cen­tro correc­cio­nal y es allí don­de el veris­mo del rela­to se entre­mez­cla con lo ficcional.

Todo comien­za con la ex pre­si­dia­ria Yose­li Arias, una joven de 25 años quien había pur­ga­do una sen­ten­cia de mas de 4 años por con­tra­ban­do de estu­pe­fa­cien­tes. A modo de guía esta chi­ca va intro­du­cien­do a muje­res que han esta­do pre­sas por dife­ren­tes razo­nes y que van rela­tan­do sus vidas que podrían ser reales o bien ima­gi­na­das, así cómo avi­zo­ran el futuro.

En ese hete­ro­gé­neo con­jun­to humano que inclu­ye a muje­res no bina­rias y tran­se­xua­les, Yose­li enta­bla espe­cial comu­ni­ca­ción con Nacho (Igna­cio Ama­dor Rodrí­guez), un hom­bre trans­gé­ne­ro que lide­ra una ban­da de rock inte­gra­da por Estefy Har­castle, Noe­lia Pérez y Pau­li­ta Astu­ray­me, entre otras. En tal sen­ti­do la músi­ca cobre vida en el penal y a tra­vés de can­tos y bai­les, per­mi­tien­do a la direc­to­ra ilus­trar cómo la recrea­ción artís­ti­ca pue­de ate­nuar la dure­za del encie­rro. Asi­mis­mo, siem­pre den­tro del esti­lo de docu-fic­ción, se ve a las reas enta­blar con­ver­sa­cio­nes con los guar­dias de la pri­sión o bien jugan­do al fút­bol. Sin excluir algu­nas situa­cio­nes diver­ti­das, lo más impor­tan­te que emer­ge de esta his­to­ria es la diná­mi­ca inter­ac­ción de sus per­so­na­jes y sobre todo el sen­ti­mien­to fra­ter­nal y soli­da­rio que ani­ma a los mis­mos; en ese queha­cer es pon­de­ra­ble la actua­ción de un elen­co ani­ma­do por no pro­fe­sio­na­les trans­mi­tien­do brío, ener­gía e indu­da­ble auten­ti­ci­dad a lo que mag­ní­fi­ca­men­te expo­ne la cineasta.

La remar­ca­ble pues­ta escé­ni­ca de Arias uni­da a la logra­da foto­gra­fía de Mar­tín Ben­chi­mol, la acer­ta­da músi­ca de Uli­ses Con­ti y en espe­cial la enco­mia­ble coreo­gra­fía de Andrea Ser­ve­ra, con­tri­bu­yen a valo­ri­zar este nota­ble docu­men­tal per­mi­tien­do la ple­na adhe­sión del espectador.

A Family (Fran­cia).

La pre­mia­da nove­lis­ta fran­ce­sa Chris­ti­ne Angot tra­ta de expur­gar el dra­ma que la ha per­se­gui­do des­de su tem­pra­na ado­les­cen­cia, cuan­do a los 13 años de edad fue vio­la­da por su padre Pie­rre. Este deli­ca­dí­si­mo y urti­can­te tema ya lo había tra­ta­do en su libro L’Inceste de 1999; es aho­ra que efec­tuan­do su debut como direc­to­ra con­si­de­ra en este docu­me­nal el trau­ma vivi­do y aún persistente.

Chris­ti­ne Angot

El film se ubi­ca en Estras­bur­go don­de su pro­ge­ni­tor vivió y murió tiem­po atrás. Allí retor­na Chris­ti­ne, el lugar don­de comen­zó el abu­so sexual, acom­pa­ña­da del equi­po que fil­ma el docu­men­tal diri­gi­do por la cama­ró­gra­fa Caro­li­ne Cham­pe­tier. En pri­mer lugar ella se diri­ge al domi­ci­lio de Eli­za­beth Weber, la viu­da de su padre, cuyo obje­ti­vo es el de que ella reco­noz­ca la mons­truo­si­dad come­ti­da por él. Pos­te­rior­men­te, Angot sale al encuen­tro de su madre Rachel Sch­wartz, con­fron­tán­do­la por no haber­la pro­te­gi­do en su pro­pio hogar del mons­truo­so deli­to come­ti­do por su padre. A tra­vés del rela­to la direc­to­ra encuen­tra a otros miem­bros de su núcleo fami­liar, inclu­yen­do su pri­mer espo­so Clau­de, su pare­ja Charly y final­men­te su hija adul­ta Léo­no­re, a quien median­te cin­tas case­ras regis­tra­das en julio y agos­to de 1993, se la ve cuan­do peque­ña ampa­ra­da por el amor brin­da­do por Chris­ti­ne. Pre­ci­sa­men­te en el ínti­mo diá­lo­go man­te­ni­do a la hora actual entre Angot con su hija, esa con­ver­sa­ción ofre­ce a la escri­to­ra una catar­sis emo­cio­nal, dejan­do abier­ta la posi­bi­li­dad de aus­cul­tar una luz al final del oscu­ro túnel del inces­to sufrido.

No hay mane­ra posi­ble para poder com­pren­der cómo un padre pue­de oca­sio­nar un daño bru­tal a alguien de su pro­pia san­gre. De todos modos, median­te este docu­men­tal bien rea­li­za­do y sobria­men­te expues­to, cabe admi­rar la resi­lien­cia y valen­tía de la novel direc­to­ra en denun­ciar la acción cri­mi­nal de su pro­ge­ni­tor como asi­mis­mo quie­nes ocul­ta­ron el gra­ve delito.

Cést pas moi (Fran­cia)

Con­si­de­ra­do como un radi­cal y pro­vo­ca­ti­vo rea­li­za­dor del cine fran­cés, en este cor­to­me­tra­je Leos Carax refle­xio­na acer­ca de su labor como cineas­ta. A tra­vés de 40 minu­tos de dura­ción, el cineas­ta con­si­de­ra aspec­tos de la actual cine­ma­to­gra­fía, rápi­das refe­ren­cias sobre su vida per­so­nal, así como espec­tros de la situa­ción polí­ti­ca que ha vivi­do la huma­ni­dad en el pasa­do con algu­nos visos del momen­to actual.

Una esce­na del film

Median­te una narra­ción alu­ci­na­to­ria, entre caó­ti­ca y desen­fre­na­da, Carax tri­bu­ta home­na­je a Jean Luc Godard, a quien mucho admi­ra, dado que el cor­to adquie­re el viso de un colla­ge que se ase­me­ja al que el des­apa­re­ci­do cineas­ta empleó en Le Libre d’image (2019).

Pasan­do rápi­da revis­ta a algu­nos extrac­tos de sus fil­mes y de otros auto­res así como valién­do­se de vie­jas fotos, Carax ilus­tra imá­ge­nes refe­ri­das a Roman Polans­ki adu­cien­do al ase­si­na­to de su mujer, una esce­na de Vér­ti­go de Alfred Hitck­cock, así como enfa­ti­za su víncu­lo artís­ti­co con el actor Denis Lavant. Una ima­gen de Hitler evo­ca la tra­ge­dia vivi­da en la Segun­da Gue­rra así como otras remi­ten a polí­ti­cos auto­ri­ta­rios como Putin y Trump entre otros. Evi­den­cian­do como rea­li­za­dor su cri­sis exis­ten­cial, Carax cues­tio­na la for­ma que adqui­rió la evo­lu­ción del cine, con espe­cial refe­ren­cia al abu­so del empleo audio­vi­sual en la medi­da que se ape­la a una super esti­mu­la­ción de la ima­gen com­bi­na­da con el soni­do, que a su modo de ver resul­ta alienante.

En este apre­cia­ble film de mon­ta­je nutri­do de apre­cia­dos hallaz­gos visua­les, Carax demues­tra nue­va­men­te su nota­ble habi­li­dad de des­lum­brar a la audien­cia con su indis­cu­ti­ble talen­to creativo.

The Seed of the Sacred Fig (Irán-Fran­cia-Ale­ma­nia)

Moham­mad Rasou­lof es un rea­li­za­dor ira­ní que ha expe­ri­men­ta­do una suer­te simi­lar al de otros cineas­tas de Irán que les ha sido prohi­bi­do salir del país por su acti­vis­mo polí­ti­co. En este caso Rasou­lof, que fue con­de­na­do a ocho años de pri­sión, logró esca­par de Irán para pre­sen­tar en el Fes­ti­val de Can­nes este duro film en el que al igual que en su ante­rior fil­mo­gra­fía denun­cia al régi­men teo­crá­ti­co impe­ran­te en su país.

Misagh Zareh y Sohei­la Golestani

El guión del direc­tor pre­sen­ta a Iman (Mis­sagh Zareh) un fun­cio­na­rio esta­tal que ha sido pro­mo­vi­do al car­go de inves­ti­ga­dor judi­cial en la cor­te revo­lu­cio­na­ria de Irán; su fun­ción es la de refren­dar con su fir­ma y sin revi­sar los casos las sen­ten­cias de muer­te pro­nun­cia­das por el tri­bu­nal islá­mi­co para quie­nes fir­me­men­te se han opues­to al gobierno. En prin­ci­pio dicho ascen­so cons­ti­tu­ye para él un moti­vo de gran satis­fac­ción y en tal sen­ti­do es apo­ya­do por su sumi­sa y abne­ga­da espo­sa Naj­meh (Sohei­la Goles­ta­ni) aun­que esa eufo­ria está lejos de ser com­par­ti­da por sus hijas Rez­va (Mah­sa Ros­ta­mi) de 20 años y la menor Sana (Seta­reh Maleki).

Mien­tras tan­to, en las calles abun­dan las mani­fes­ta­cio­nes de pro­tes­ta de las muje­res recla­man­do sus dere­chos, sobre todo des­pués de que en sep­tiem­bre de 2022 se pro­du­jo el arres­to de la acti­vis­ta Mah­sa Arra­ni de 22 años por no uti­li­zar el velo feme­nino obli­ga­to­rio y su pos­te­rior muer­te duran­te la cus­to­dia poli­cial. La armo­nía de la fami­lia de Iman se va dete­rio­ran­do cuan­do las hijas abier­ta­men­te se rebe­lan al no apro­bar la con­duc­ta de su padre por el tra­ba­jo que rea­li­za. Eso se inten­si­fi­ca cuan­do la uni­ver­si­ta­ria Rez­ya ve lo acon­te­ci­do con su ami­ga Sadat (Niousha Akhshi), quien al par­ti­ci­par en una mani­fes­ta­ción es heri­da por la poli­cía y pos­te­rior­men­te detenida.

La situa­ción tien­de a com­pli­car­se cuan­do Iman no encuen­tra el revól­ver que le ha sido dado para pro­te­ger a su fami­lia y en con­se­cuen­cia cul­pa a su mujer e hijas de haber­lo toma­do aun­que ellas lo nie­gan, pro­du­cién­do­se en con­se­cuen­cia una fuer­te ten­sión familiar.

Si bien has­ta ese momen­to Rasou­lof demues­tra una vez más su talen­to al ser­vi­cio de una rigu­ro­sa pues­ta escé­ni­ca que crea un cli­ma de con­vin­cen­te sus­pen­so, la con­ti­nua­ción de su rela­to pare­ce­ría per­te­ne­cer a una pelí­cu­la com­ple­ta­men­te dis­tin­ta; así repen­ti­na­men­te el direc­tor adop­ta un tono dife­ren­te a su rela­to que ade­más de estar nutrir­lo de una inusi­ta­da y gra­tui­ta vio­len­cia, des­con­cier­ta por su fal­ta de lógi­ca. De todos modos, aun­que la últi­ma par­te del film des­ilu­sio­na, la crí­ti­ca social esbo­za­da en su pri­me­ra mitad y las exce­len­tes actua­cio­nes de los cua­tro pro­ta­go­nis­tas ame­ri­tan la visión de este dra­ma polí­ti­co. Cabe men­cio­nar que esta pelí­cu­la fue dis­tin­gui­da en Can­nes con el Pre­mio Espe­cial del Jurado.

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