Ame­na­za Anónima

DROP. Esta­dos Uni­dos, 2025. Un film de Chris­topher Lan­don. 96 minutos

Al con­tem­plar Drop que vie­ne pro­mo­cio­na­do como un film de sus­pen­so, uno no pue­de dejar de pen­sar en las mag­ní­fi­cas obras maes­tras del géne­ro que brin­da­ron entre otros Alfred Hitch­cock, Clau­de Cha­brol, Brian De Pal­ma y Stan­ley Kubrick; eso vie­ne al caso por­que este thri­ller de Chris­topher Lan­don deja bas­tan­te que desear, fun­da­men­tal­men­te por el medio­cre guión de Jillian Jacobs y Chris Roach.

Meghann Fahy Y Bran­don Sklenar

La his­to­ria pre­sen­ta a Vio­let (Meghann Fahy), una joven mujer tera­peu­ta y madre mono­pa­ren­tal que des­pués de cier­to tiem­po deci­de reanu­dar un víncu­lo román­ti­co median­te una apli­ca­ción de citas. Es así que des­pués de dejar a su hiji­to Toby de cin­co años (Jacob Robin­son) al cui­da­do de su her­ma­na Jen (Vio­lett Bea­ne), Vio­let, bella­men­te ata­via­da, se diri­ge a un fas­tuo­so res­tau­ran­te ubi­ca­do en el últi­mo piso de un ele­va­do edi­fi­cio de Chicago.

Des­pués de algu­nos minu­tos de espe­ra en el inte­rior del come­dor arri­ba Henry (Bran­don Skle­nar), un afa­ble fotó­gra­fo, que en este pri­mer encuen­tro cara a cara que­da de mani­fies­to que tan­to él como Vio­let se hallan a gus­to para com­par­tir la reu­nión. Sin embar­go, la tran­qui­li­dad de Vio­let se alte­ra cuan­do comien­za a reci­bir en su móvil lla­ma­das anó­ni­mas que si bien al prin­ci­pio son ano­di­nas, las mis­mas se vuel­ven ten­sas debi­do a los ate­rra­do­res men­sa­jes con ins­truc­cio­nes que debe cum­plir y con la con­di­ción de no divul­gar el con­te­ni­do de los mis­mos, bajo ame­na­za de peli­grar la vida de su her­ma­na y de Toby. Es así que el sus­pen­so si aca­so así se lo pue­de lla­mar, sur­ge por saber si alguno de los comen­sa­les del res­tau­ran­te pue­de ser el o la res­pon­sa­ble de los llamados.

No es nece­sa­rio divul­gar lo que pro­si­gue sal­vo el hecho de pun­tua­li­zar que a medi­da que el rela­to pro­gre­sa su fal­ta de ima­gi­na­ción nutri­da de situa­cio­nes com­ple­ta­men­te inve­ro­sí­mi­les y caren­tes de toda lógi­ca moti­van a no otor­gar cre­di­bi­li­dad a sus personajes.

Más allá de un tra­ta­mien­to visual meri­to­rio y la satis­fac­to­ria actua­ción del elen­co en don­de se dstin­guen Fahy y Skle­nar así como de Jef­fery Self quien en el cari­ca­tu­res­co rol de mese­ro ofre­ce algu­nos hallaz­gos de humor, no hay algo que sus­ci­te exci­ta­ción o real sus­pen­so. Lo más lamen­ta­ble de este film es la caó­ti­ca vio­len­cia gra­tui­ta que el malo­gra­do guión intro­du­ce en los últi­mos quin­ce minu­tos con un resul­ta­do alta­men­te frus­tran­te. Jor­ge Gutman